Un sentimiento de desolación se apoderó de su mente cuando contempló el asfalto humedecido por la reciente lluvia. Sintió como la invadía una extraña magia al ver el reflejo de la luz espectral de las farolas. No podía evitar sentirse deprimida cuando veía su animada calle tan triste y silenciosa a esas horas de la noche. Ni un alma se veía por aquel lugar.
Cuando se encontró frente a la amplia puerta de su garaje, utilizó la tarjeta para abrirla por control remoto. Al insertarla en la rendija el garaje abrió sus puertas y la mujer franqueó el paso con su vehículo, sin dificultad.
Ralentizando la marcha, el pequeño utilitario fue descendiendo, adentrándose lentamente en las profundidades de aquel parkíng. Era un lugar inquietante. Procuraba ir acompañada, porque siempre le provocaba mala sensación.
Pero aquel día cuando regresaba de su rutinaria visita al médico y de realizar sus compras, cargada de bolsas, sintió un escalofrío cuando se apagaron las luces y no era debido a lo fría que era aquella noche de otoño. Respiró aliviada cuando volvió la luz
Su plaza de parking estaba situada en la planta baja, en aquella inmensidad y si la luz no fallaba, era fácil orientarse y no solía tener problemas a la hora de encontrar su sitio. Se extrañó porque no encontró en su garita al típico vigilante, ese que siempre clavaba una mirada fría y diamantina en su persona. Aunque jamás llegó a tratarla de manera descortés. Pese a todo, ella siempre que podía intentaba evitar el encuentro, porque su mera presencia ya la incomodaba. Y, a veces, llegaba incluso a cambiar de itinerario para no tropezarse con él. Pero, inevitablemente, el vigilante misterioso siempre estaba en su camino. Y para su consternación, porque comprendía que estaba siendo injusta con aquel pobre hombre, siempre se ofrecía a llevarle las bolsas. Pero aquella noche no aparecía por ningún sitio y aquello no dejaba de causarle extrañeza...
Cuando aparcó, se produjo otra fluctuación de la luz. Pensar en la posibilidad de que ocurriera un apagón mientras ellas se encontraba a solas en aquel lugar desasosegante era algo que la inquietaba. Temía ese momento porque no se llevaba demasiado bien con la oscuridad. Esta fobia tenía su origen en la infancia y los terribles castigos que su madre le infringía, entre los que se encontraba recluirla en un cuarto oscuro, donde se desgañitaba llorando hasta que agotada, acababa durmiéndose. Rosa vivió esa experiencia en la infancia como una auténtica tortura de la que no pudo librarse ni siquiera en su edad adulta.
En aquel momento, acababa de apearse del coche cargada con todas las bolsas de la compra, cuando se produjo como un pequeño estallido y después se cortó la luz.
Horrorizada, sintió como el corazón se le aceleraba y un frío sudor le caía por la frente. Alterada por los nervios buscó entre las pertenencias de su bolso la pequeña linterna led que se había comprado en previsión de que se presentase una situación así. Un temblor descontrolado agitaba su mano y dificultaba que diese con ella. Respiró tranquila cuando la detectó, por fin, oculta tras un objeto, en el fondo de su bolso de mano.
Rosa hizo un barrido de luz con la diminuta linterna a su alrededor. En un intento por familiarizarse con el entorno y disipar las tinieblas que comenzaban a atenazar su calenturienta imaginación. Se sentía indefensa en aquella terrible oscuridad. El miedo agudizó sus sentidos y escuchó un suave gemido en algún lugar de aquel parking. Después sus oídos captaron un rugido feroz seguido de un golpe atronador. Estremecida por el pánico pensó que alguna criatura de grandes dimensiones se había estrellado contra alguno de los vehículos que habían allí aparcados.
Se hizo un silencio que le puso los nervios a flor de piel y al poco tiempo se volvió a escuchar otro golpe. Rosa sintió como si varios coches hubieran sido desplazados de golpe por una fuerza poderosa. Sobrecogida dirigió la mirada al techo de la planta, la visión que ofrecía no era muy atractiva ya que se encontraba recorrido en gran parte por las tuberías del agua y las instalaciones de electricidad. Aquella imagen le recordaba a la película "El sentido de la vida" de los Monty Python.
Rosa dirigió una mirada a su alrededor y pensó que lo único que podía hacer en caso de peligro, era esconderse debajo de alguno de aquellos coches o, simplemente buscar la protección de su viejo utilitario y salir huyendo....
El sentido común le indicó que debía dirigirse hacia el ascensor, pero pensó que quizá el apagón lo había dejado fuera de servicio, no obstante dirigió sus pasos vacilantes, entorpecidos por el terror a la oscuridad hacia el lugar donde se encontraba. Presionó el botón de llamada, pero no se activó, estaba tan muerto como la corriente eléctrica en aquel sótano. Maldijo su suerte, recorrer a solas aquel lugar tan inquietante le ponía los pelos de punta.
El silencio y la soledad reinaban en la planta baja del parking. En ese momento creyó escuchar un débil gruñido que parecía provenir de la planta de abajo.
Pensó angustiada que el peligro la acechaba desde cualquier punto en aquel maldito lugar. Aguzó el oído conteniendo la respiración, pero no se oía nada, dirigió el haz de luz de su linterna hacia el estrecho hueco de la escalera, pero de aquel agujero negro de profundidad insondable sólo le llegaba el silencio, un silencio tenebroso, pero ningún ruido, su mirada quedó atrapada en aquel abismo de sombra y miedo que se abría ante sus ojos indicándole el camino a otros mundos desconocidos.
Incapaz de mover un músculo, en parte porque iba cargada con las bolsas de la compra, durante unos minutos que amenazaban con convertirse en eternos, la mujer se quedó congelada, espantada de terror y rodeada de tinieblas. Apenas se insinuaban entre la negrura la forma imprecisa de los vehículos que allí se encontraban aparcados, sintió una especie de sudor frío que le recorría el espinazo. Tratando de ignorar la extraña atracción que el hueco de la escalera ejercía sobre ella; aunque no veía nada, estaba demasiado oscuro. Desde donde se encontraba solo atinaba a ver los dos primeros escalones, después la escalera giraba y sólo quedaba el vacío, un indescifrable agujero negro.
Decidió prescindir de la tenebrosa escalera y desafiando al peligro se dirigió hacia la empinada rampa que comunicaba la planta donde se encontraba con la superior. Sintió que un cansancio extremo la invadía y atribuyó el sudor frío de su cuerpo a los típicos trastornos hormonales de la menopausia .
De pronto, un calor intenso se apoderó de su cuerpo y de nuevo volvió a escuchar el gruñido atenuado, pero esta vez más cerca.
Rosa, que temerosa intuía a cercanía del animal que emitía aquel sonido, dirigió la luz de su linterna tratando de enfocarlo y creyó ver el movimiento furtivo de una sombra que se agitaba junto al capó de uno de los coches más alejados. La mujer sintió un ramalazo de pánico que le recorría la espalda. Así que, armándose de valor y venciendo al terror, volvió a enfocar con la linterna hacia el lugar donde había creído ver el movimiento. Pero, el haz de luz de su linterna no revelo nada sospechoso.
A pesar de todo, por un momento tuvo la sensación de que no se encontraba sola en aquel lugar, trató de escuchar atentamente pues había vuelto a oír un sonido amortiguado, algo parecido a un siseo. Paralizada y con el corazón desbocado volvió a sentir el mismo sonido, pero esta vez tuvo sentido para ella, había sido totalmente audible. Sus sentidos no la engañaban aquel extraño siseo había pronunciado su nombre.
Intentó ser optimista, pensando que aquello no tenía porqué ser malo, pensó en las criaturas que abundan en las alcantarillas y que tanto atemorizan a las personas cuando salen a la superficie. Pensó, con un estremecimiento, en la posibilidad que pudiera ser un merodeador poco amistoso capaz de sorprenderla a la menor oportunidad.
Recordó que entre las cosas que había comprado tenía un arsenal más que suficiente para hacer frente a cualquier desalmado que se cruzase en su camino.
Su mente voló, llena de malos presagios. Y, es que, en según qué situaciones, ver demasiadas películas y libros de misterio no es nada bueno. En su delirio, culpa a esa afición enfermiza que siente por todo lo que tiene relación con el terror. Siente una angustiosa desazón que la paraliza, pero su mente no deja de inventar historias terribles en las que ella puede ser la protagonista. Escucha atentamente y cree haber oído como si algo se arrastrara y se fuera acercando. El chirriar de algo contra el suelo le pone los pelos de punta y vuelve a sentir el siseo cada vez más cerca.
Hecha un manojo de nervios, Rosa barre el suelo de la planta con su linterna tratando de dar con la cosa que la acecha en la oscuridad. Enfoca con su pequeña linterna al techo y ve que está recorrido por infinidad de tuberías, la tenue iluminación le confiere un aspecto sombrío.
Algo inhumano se había apoderado de aquel lugar. Algo que amparado por la oscuridad, igual que la luna se esconde tras los nubarrones. Era una extraña criatura que la mujer intuye diabólica. Algo terrible como el cáncer o una terrible epidemia ha llegado y le ha tocado a ella. Pensó con angustia que había llegado su hora. Un terror sin nombre amenazaba a aquella barriada de gente trabajadora.
Rosa supo que estaba todo perdido ni Dios, ni santos, ni sortilegios. El terror era tan grande que congelaba el alma.
Por un momento, pensó que sus depresiones y reiterados ataques de pánico, agravados por los problemillas de salud que acompañaban a la menopausia, eran una minucia si lo comparaba con la presente situación.
Recordó aquella terrible depresión y sus terrores nocturnos que la ponían al borde de la locura cuando sentía pánico y no podía dormir porque padecía terribles pesadillas. Afortunadamente, aquello pasó, pero esto que le estaba pasando revivía aquella triste etapa de su vida.
Intentó alejar de su mente esos pensamientos que tanto la atormentaban y decidió que tenía que salir de aquel lugar lo antes posible y en un acto desesperado echó a correr hacia la rampa, como si en ello le fuera la vida. Se encontraba junto a las escaleras, resoplando y con la respiración jadeante por el esfuerzo, no podía articular palabra.
Abandonó la planta baja y accedió a la otra más inmediata, trató de orientarse buscando las escaleras y la rampa por la que seguir subiendo, se dirigió a la izquierda en busca de ambas. Pero algo fallaba, no las encontraba, y le extrañaba porque estaba segura que era allí donde debía de encontrarlas. Confusa, con un dolor de huesos insoportable y aterrada porque seguía escuchando el siseo cada vez más cerca. Pensó que todo se debía a sus terrores nocturnos y a sus problemas de orientación en la oscuridad.
Se detuvo en mitad de la solitaria planta y escuchó atentamente. La realidad se impuso ante sus ojos de manera hiriente, la soledad y un silencio devastador se extendía por aquel lugar..
Los insignificantes ruidos se han convertido en una alerta que la impulsan a salir huyendo de manera frenética. Pero teme que el pánico la descontrole y se pierda en ese parking laberíntico y no encuentre la salida.
Trata de orientarse en la oscuridad, la pobre luz de la linterna le indica el camino que debe seguir hacia la escalera. Así que echa a correr, resoplando por el esfuerzo y con un pánico como no ha sentido en su vida. Se ríe, amargamente, de sus pasados miedos. Ya va llegando al pie de la escalera que une las dos plantas. Como si hubiera visto un espejismo, no hay rastro de la dichosa escalera, no se encuentra en su ángulo de visión. Descontrolada por los nervios, sudorosa y casi sollozante, rastrea el lugar con la linterna, pero no la ve por ninguna parte.
Desquiciada, trata de recobrar el poco juicio que le queda, estaba segura de que la había visto. Las cosas no aparecen y desaparecen por arte de magia. Ahora tiene la sensación de que algo la está observando. Siente un miedo instintivo y profundo a lo desconocido. Es el miedo en estado puro que nos puede llevar a la locura desatada. Dominada por la impotencia, siente unas ansias muy grandes de llorar y salir gritando hacia cualquier lado. Pero, la mujer se contiene, se mueve con lentitud en la oscuridad, evitando mirar hacia las sombras que se dibujan en la pared del parking… De repente, se escucha un golpe y sobresaltada comienza a derramar las primeras lágrimas con la respiración entrecortada…
-”RRRoossssssssaaaaaaaaa”. Un susurro siseante pronuncia su nombre y el instinto de supervivencia empuja a la mujer en una huida sin rumbo fijo. Sale corriendo sin saber a ciencia cierta a dónde dirigirse. Da vueltas y más vueltas y sigue sin dar con la escalera.
Desorientada y confusa, decide detener sus pasos, se da la vuelta y fue cuando lo vio por primera vez recortado contra la pared iluminada del fondo, en ella se agitaba una gigantesca sombra que extendía sus miembros hacia ella mientras siseaba su nombre una y otra vez. La chica gritó hasta casi desgañitarse y debilitada casi se desmaya...
A continuación, escuchó un golpe y, después, sintió como si algo se arrastrara por el suelo. Se detuvo y con la linterna escudriñó en todos los rincones, buscando el origen del ruido. Enfocó con la linterna y descubrió un extraño bulto en el suelo. Su primera intención fue salir corriendo, pero la curiosidad fue más grande así que se fue acercando con cautela, cuando estaba cerca, sintió como si algo peludo pasara por su lado y rozara sus piernas. Debía de tratarse de una rata, la típica criatura que se mueve entre las inmundicias y que buscan el amparo de la oscuridad para poder sobrevivir.
La mujer extendió los brazos, pero un repentino conato de terror irracional la acometió y se contuvo, pensando en lo terrorífico que podría llegar a ser "tocar algo a oscuras".
Estremecida, fijó sus ojos en él, y descubrió que toda la humanidad que albergaba aquel cuerpo había desaparecido por completo. Lo primero que se veía era un hombre de aspecto horrible caminando torpemente. Cuando pudo verlo de cerca observó la herida sangrante del cuello y comprendió que estaba muy grave. Avanzaba hacia ella con las manos extendidas como si implorara su ayuda. Y, de fondo, le llegaba con total nitidez algo parecido a un lamento, acompañado con un sonido similar a los latidos de un corazón
En alguna parte del parking algo emitió un gruñido estremecedor, la luz de la linterna buscó la cara del ser y lo que Rosa descubrió casi la hizo perder el sentido, sus ojos se fijaron en los largos colmillos y en los ojos rojizos que la contemplaban con un extraño fulgor… Sugestionada por el poder hipnótico de la mirada de aquella criatura del infierno.
Rosa se quedó petrificada cuando sintió como el fétido aliento le rozaba suavemente el cuello, como si de una caricia se tratara…
-” Ya te tengo. No temas cariño, nada te va a pasar si estás a mi lado”- La mujer apenas podía reaccionar, se comportaba como si le hubiesen robado la voluntad. Un desagradable olor a putrefacción hirió sus fosas nasales, mientras escuchaba sus pasos muy pesados y pausados acercarse inexorablemente, hasta que por fin la alcanzó.
No se distinguía ni su cara, ni sus pies, si estaba vestido, si era hombre o mujer, era una sombra completamente negra. Pero la silueta si estaba bien definida y como las luces estaban apagadas la mujer no percibió como aquel ser de pesadilla se iba acercando, hasta que sintió como unos labios ardientes rozaban los suyos y casi se desmayó de horror cuando tuvo la certeza de que la había besado apasionadamente. Después, volvió a sentir el nauseabundo aliento de aquel ser en su garganta y se desmayó....
..."El cazador de la luna ha encontrado a su presa finalmente, ya nada podrá separarlos"...Fueron las enigmáticas palabras del extraño ser...
Cuando la mujer recuperó la conciencia, lo descubrió... Un temblequeo la invadió y sus piernas apenas la sostenían de pie. Su corazón comenzó a latir de manera descontrolada golpeando en sus sienes. Tenía ante sus ojos a una criatura gigantesca de más de dos metros de altura, de poderosos miembros y un pecho descomunal y muy abultado. Sus brazos muy robustos, con largas y afiladas garras, sus prominentes alas le daban un extraño aspecto de un murciélago gigantesco.
Rosa supo de inmediato que se encontraba ante el cazador lunar. No se había repuesto todavía de la impresión de saber que se encontraba ante su peor enemigo.
Cuando en algún lugar de aquel parking se escuchó un aullido terrorífico seguido de algo parecido a un tropel de animales que sonaba cada vez más cerca del lugar donde se encontraba. Constantemente, había pensando en aquel sitio como si fuera una oscura morada que ocultaba toda una proliferación infesta de insectos y roedores. Y siempre había sido su costumbre escudriñar entre las tinieblas del lóbrego sótano, temerosa ante la sola idea de ser asaltada por una araña de grandes dimensiones. Pero, ahora temía que se encontraba ante un peligro mayor y ante el que se encontraba indefensa porque no sabia cómo oponer resistencia, su sentido común le aconsejaba que saliera corriendo, pero esa no era la solución. Tenía que enfrentarse y asumir su realidad por muy penoso que aquello le pudiera resultar.
Rosa sintió que su círculo protector se resquebrajaba y ya no podía moverse. Percibió que los aullidos habían cesado y el aire se había congelado. El pánico hizo que la mujer se encomendara a la divinidad rezando una plegaria. Pareció que sus oraciones habían sido escuchadas, pues a lo lejos apareció el vigilante con una linterna y la monstruosa aparición se esfumó en el aire y todo quedó en silencio. Pero la tregua duró poco, apareció un ser de pesadilla agitando las sombras y abalanzándose sobre el vigilante, desapareció con él, en una fracción de segundo. Un grito aterrador se extendió por el parking y, después, la linterna cayó lentamente.
Rosa recordó la vieja leyenda que sus padres le habían explicado constantemente. En ella se decía que cuando alguien se encuentra con su cazador lunar siempre salen a relucir los instintos animales más primarios.
Rosa temió que aquello se hiciese realidad en su persona, un leve cosquilleo la empujó a tocarse las orejas y notó que eran puntiagudas; sus ojos ya no eran verdes, sino marrones y oblicuos, la nariz se había convertido en un largo y tremendo hocico, sus costillas se deformaron genéticamente rasgando la piel, el corazón latía desbocado, las manos... Las miró angustiada y descubrió que ya no eran humanas, se habían convertido en unas terribles garras... las garras de un lobo.... miró sus piernas y vio que estaba lleno de un pelo duro y negro...
¡¡¡¡Qué triste fatalidad la suya encontrarse con su cazador lunar. Cuando había creído que había conseguido dominar el mal, aparece su eterno enemigo !!! Siempre supo que esto le pasaría tarde o temprano. Creía que tendría tiempo, pero había calculado mal y se había convertido en una mujer loba... Cómo podía haberse distraído tanto, ella que siempre era tan cuidadosa y siempre había procurado quedarse encerrada en casa cuando se acercaba ese momento fatídico en el que se producía la transformación y ahora se encontraba expuesta y muy hambrienta. Atormentada, descubrió que estaban despertando en su interior unas terribles ansias por comen carne fresca.
Era noche de luna llena y la reclamaba con todo su poder ancestral. En aquel momento escuchó un aullido lastimero. Consternada supo que había brotado de su garganta y que su racionalidad se encontraba en el límite de la cordura. Apenas unos minutos y la irracionalidad animal la convertiría en un monstruo sediento de sangre, una criatura lunar ciega llena de furia asesina.
Perdida la conciencia que la humanizaba corrió por el parking, a veces como mujer y otras como loba. Abandonó la planta y pronto se encontró con otros lobos con los que forcejeó, unas veces como mujer, otras como loba y venció en la dura batalla. Rosa se sorprendió al ver su propia ferocidad..
Atrás quedaron los cuerpos destrozados de licántropos y a medida que la noche se iba desvaneciendo para dar paso al día, el cuerpo de la mujer loba iba perdiendo vigor y comenzaba a apreciarse el cansancio que iba invadiendo sus miembros, pero la rabia no desaparecía. ´
Llego el día y Rosa con sus bolsas de la compra abandonó el parking abriéndose paso entre los restos sanguinolentos de los otros licántropos. La mujer manifestaba las huellas de su lucha lunar en los jirones de ropa, en la sangre que rodeaba sus labios.
Ahora trata de pasar desapercibida ocultándose de la gente que pasa por la calle, la situación es un poco complicada para ella y la idea de dar explicaciones a extraños o a la autoridad no le seduce lo más mínimo. Aunque ya ha pasado la fiebre, sabe que está marcada por el signo de la luna. Pero hay algo misterioso dentro de ella, intensamente malévolo que ineludiblemente volverá a apoderarse de su alma cuando la luna complete su ciclo.
Absorta en sus preocupaciones no se percata del hecho de que toda la gente que se encuentra en la calle presentaba el mismo aspecto que ella, ensangrentados, con la ropa hecha jirones y la mirada extraviada, vagando sin rumbo fijo...