EL BARCO FANTASMA





El Capitán del barco contempla la agitada masa de agua que se extiende ante sus ojos, piensa que es el tercer día de travesía y no puede ser más accidentada, desde el primer momento comenzaron los problemas y los infortunios, supersticioso hasta el tuétano, no puede dejar de pensar que la culpa es de la extraña momia que llevan en la bodega, nunca debió aceptarla. Los vaivenes del barco tienen a media tripulación indispuesta.

Empieza a pensar en las maldiciones que se apoderan de los barcos, y a las que nunca dio crédito, pero las circunstancias actuales indican que todo puede ser posible…

Mientras tanto, en su camarote, descansa la arqueóloga encargada de custodiar la valiosa momia, todo un hallazgo para la humanidad. Tiene el estómago revuelto por el temporal marino. La cena le ha sentado fatal y piensa que antes de dormir, necesita estirar las piernas. Así que aprovecha para ir a echarle una ojeada. Abandona su camarote silenciosamente y atraviesa el pasillo rumbo a la escalerilla en dirección a la bodega, lugar donde se encuentra la vieja reliquia humana. No sabría decir que es lo que le pasa cuando se encuentra ante ella, pero se siente inquieta, raros estremecimientos recorren su cuerpo. Sólo desea intensamente que el viaje llegue a su fin para poder deshacerse de esa cosa tan repugnante que colocada boca arriba, en una posición un tanto extraña, parece sumida en un sueño eterno. Su rostro aparece enmarcado por unas manos descarnadas que se asemejan a unas poderosas garras. Todavía presenta jirones de piel en algunas partes del cuerpo con desgastados símbolos desconocidos por el cuerpo, su boca descarnada, presenta unos colmillos, grises, muy desarrollados. Pero lo que más llama la atención de la arqueóloga son sus ojos, unas cuencas negras, sin vida, que parecen contemplarla desde el infierno. Pese al desagrado que le inspira no deja de reconocer la importancia de tal hallazgo y lo que puede significar llegar a desentrañar las técnicas de embalsamado, el rito funerario al que fue sometida y las causas de la muerte… El aspecto de la momia induce a pensar que pertenece a una época muy lejana en el tiempo. Mientras la contempla, siente un soplo frío tras la oreja y la luz del lugar sufre una pequeña fluctuación que la estremece por el pánico que siente ante la idea de quedarse a oscuras en compañía de esa reliquia. Con un respingo, sale apresurada de la bodega. Las luces del pasillo vuelven a fluctuar. Avanza rápida, pues la mala sensación que le ha inspirado la momia no la abandona. El único ruido que se percibe es el de sus pasos nerviosos. Cuando de pronto escucha un fuerte alarido en algún lugar del barco y se apagan las luces, la arqueóloga se detiene paralizada por el terror. Las tinieblas la envuelven cuando siente una corriente de aire gélido en la nuca que le da el impulso para seguir huyendo. Tanteando llega hasta la escalerilla y sube jadeando y resoplando por la veloz carrera. Justo cuando ya ha superado la escalera se hace la luz, pero ha tenido tiempo de ver al fondo del pasillo inferior, como una extraña sombra furtiva se desliza misteriosamente… Decide ir en busca del capitán del barco para informarle del grito que acaba de escuchar.

Repentinamente, descubre que se siente desorientada, el barco se ha transformado en un estrecho laberinto de pasillos sin final, y su angustia crece cuando persisten las fluctuaciones de luz, de pronto un olor pestilente, a muerte impregna el pasillo donde se encuentra y el ambiente se vuelve opresivo e irrespirable, una espesa niebla se aproxima lentamente. La mujer contempla el extraño fenómeno atmosférico y una inquietante sensación va creciendo a medida que la bruma se acerca y sinuosa se adhiere a las paredes, desencaja los ojos cuando observa como los jirones de la niebla adoptan formas humanas con mandíbulas desencajadas en muecas de terror inimaginables que se adelantan tratando de alcanzarla. La arqueóloga no lo duda dos veces huye despavorida, presa de un horror sin límites, pero la bruma antropomorfa la persigue veloz arrastrándose a ras de suelo. Siente como las paredes del pasillo se estrechan y la respiración dificultosa por la falta de aire cuando ve al final un resquicio de luz, es la cabina del capitán del barco. El silencio y la soledad se han adueñado de la sala de máquinas del barco, no hay ni rastro del capitán, pero a través de los cristales de la cabina contempla la niebla que se extiende sobre el mar inmenso, siente un horror que casi la ciega y le oprime la garganta, porque de pronto de entre los jirones de niebla emerge un gigantesco Galeón de color blanco, con las velas deshilachadas y el barco resplandeciente sigue imperturbable su aparente camino sin ruta, pero antes de chocar detiene su marcha ante la impresionada mujer que en un hilo de voz, llama a la tripulación, pero entre los ecos de su propia voz sólo atina a escuchar el crujido de la madera y el silbar del viento entre las velas deshechas. Una suave brisa se levanta y comprueba que la cubierta principal esta llena de luces brillantes, y del interior surge una música de fiesta. La joven no entiende qué ha pasado, de dónde ha salido esa repentina niebla y ese barco misterioso. Desde cerca contempla a unas siniestras formas humanas colgando de las jarcias y los mástiles, que se mecen en un extraño balanceo que desafían la gravedad. La arqueóloga mira atónita como esas espectrales criaturas se desprenden de las sogas y flotando comienzan a girar de manera vertiginosa a su alrededor.

Aturdida por el acoso de las fantasmales criaturas, percibe como un jirón de niebla traza un dibujo que acaba transformándose en una rosa blanca que cae deslizándose entre las delicadas manos de la joven que espantada, la rechaza, como si le quemara la piel. Repentinamente, y emergiendo entre la pegajosa niebla aparece ante sus ojos un extraño personaje totalmente vestido de negro, con barba larga, con la cara muy pálida, se presenta con la rosa en la mano ante la mujer que le contempla casi hipnotizada, y se la vuelve a ofrecer con galantería, ella la acepta y entonces, con suavidad la invita a que lo acompañe por el barco fantasma. Sube a bordo del barco de la mano del siniestro personaje. La joven tiene ante sus sus ojos una inmensa cubierta resplandeciente y sobre la que se posa algún resto de niebla que se desliza hacia el mar. Una soledad absoluta impera por todas partes. La irreal pareja, cogidos de la mano se dirigen hacia los camarotes y la cabina del capitán que se presentan completamente desiertos y sin vida. Prosigue la exploración sobrenatural por el barco cuando de repente irrumpen en una sala donde existe una celebración festiva en torno a una pareja de recién casados que evolucionan al ritmo de un vals, se percibe en la estancia un agradable olor a rosas. La novia ataviada con un vestido de encaje ensangrentado y con el rostro velado comienza a girar a un ritmo vertiginoso que culmina cuando se detiene delante de la atónita arqueóloga. Entonces, ve su rostro y se asombra del extraordinario parecido que mantiene con ella. Es como ver su rostro en un espejo. Cuando comprende que la sangre es de una profunda herida que tiene en el vientre ve con claridad que la muchacha que tiene ante sus ojos está muerta.

El hombre pronuncia sus primeras palabras al mismo tiempo que un grupo silencioso de mujeres irrumpe en la sala, visten indumentarias de otras épocas. La arqueóloga contempla sus rostros pálidos y las profundas ojeras que rodean sus ojos, mientras se van acercando lentamente y forman un círculo a su alrededor. Contempla hipnotizada sus rostros y se ve reflejada en ellos, cuando comprende que todas ellas son su doble, su réplica exacta… y, para ella la trampa más cruel…

…”Amada he estado esperándote toda la eternidad y hoy por fin has venido a mí, a partir de ahora ya no nos volveremos a separar”… Termina diciendo el hombre de la barba, con una extraña sonrisa en el rostro…

La rosa cae lentamente y una lágrima de sangre se desliza por la mejilla de la joven….

CATALINA CAZORLA

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