LOS PEREGRINOS DE LAS TINIEBLAS I


… “ Una misteriosa comitiva de peregrinos vaga como alma en pena hacia el Norte de Francia, fugitivos sin tregua de Montségur. Caminan en silencio enfrentándose a la negra noche, porque su terrible destino les obliga a ser unos peregrinos que evitan los caminos más frecuentados durante el día, porque temen ser descubiertos por los feroces cruzados de Simón de Montfort. La noche es hostil, aterradora y les sale al encuentro la temible niebla que emerge del río cercano, cuya presencia detectan por el leve rumor de sus heladas aguas.

Vagan siguiendo un torrente de estrellas que impregna la cúpula celeste como un polvo luminoso que va señalizando hasta el infinito la ruta que han de seguir, el Camino de Santiago celeste.

No son unos peregrinos convencionales, su indumentaria apenas consigue disimular la fortaleza que parecen poseer estos seres y entre ellos, destaca la delicada figura de un muchacho de corta edad, que demuestra con su andar vacilante, la fatiga extrema de las cuatro jornadas que llevan sin descansar, ni de noche, ni de día. Los frágiles hombros del muchacho se encogen cuando se deja escuchar a pocos pasos el aullido de un lobo, muy común en esta zona.

Imposibilitado por el cansancio y el terror se detiene cuando presiente a unos pasos la figura nívea de un lobo blanco que de improviso ha salido de la espesura y se enfrenta al aterrorizado grupo. El fiero animal reacciona arqueando el lomo y mostrando sus descomunales colmillos en actitud amenazadora. Durante un segundo se palpa el terror y el grupo languidece ante el feroz depredador. Inconscientemente acarician sus espadas, pero el joven se separa del grupo y con frialdad de acero se acerca, manteniendo fija la mirada en los ojos del animal de una manera casi sobrenatural. Ninguno de los dos hace intención de moverse, los hombres estupefactos están contemplando un duelo a vida o muerte y es imposible que con su fragilidad el muchacho salga ileso en este feroz ataque. Corre el tiempo y la vida parece que se escapa en cada suspiro. El lobo no se mueve y sigue mirándole fijamente sin manifestar emoción alguna, pero listo para atacar a la menor muestra de miedo o debilidad, mientras el muchacho se acerca a la fiera salvaje que parece hipnotizada.

El lobo cuando siente la presencia dominante del muchacho y da un respingo hacia atrás con las patas traseras y como sobrecogido da un salto corriendo hacia la espesura, como alma que se lleva el diablo. Desaparece el animal y el muchacho cae desvanecido”...

CONTINUARÁ...

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