EL MISTERIO DEL TRASTERO,IX







Si hay algo difícil en esta partida tan repentina ha sido tratar de explicárselo a nuestra madre.

-"Nos vamos de viaje, mamá"- Pese a la mentira piadosa, la voz de mi hermana no titubea... Mantener en la ignorancia a este tipo de enfermos en situaciones límites es lo más adecuado. En fin, cuanto menos sepan, mejor.

- " Sí, un viaje, un pelín más largo de lo normal"- No hay atisbo de burla en mis palabras. Mi madre me sorprende con una de sus habituales miradas.... Miradas a las que trato de acostumbrarme, porque ya no veo en ellas a la amante y entregada madre que una vez fue.

-" Guarda bien la llaves, que eres muy despistada y luego no sabes donde las pones"- Vuelve a sorprenderme con su vieja obsesión. Una letanía que no oculta ese profundo deseo de sentirse protegida, pero que tiene la facultad de irritarme más de la cuenta.

Rabioso sigue inconsciente. Mantiene la cabeza inclinada sobre el pecho. La enfermedad le mantiene alejado de la realidad. No puedo evitar sentir cierta inquietud ante su silenciosa actitud, pues presiento que algo turbio se cierne a nuestro alrededor y puede explotar ante nuestras narices en cualquier momento... Con cautela levanto su cabeza buscando los indicios de la rabia en torno a su boca... Y, sin darme cuenta, por primera vez me fijo en sus facciones y descubro, pese a los estragos de la enfermedad, un gran atractivo. Rabioso es guapo... Antonia que me conoce más que nadie, me lee la mente...Y, sonríe. Esperanzada descubro que no hay restos de espuma alrededor de su boca... Creo que es una buena señal. Sin embargo, no descuido en ningún momento la pistola de agua, preparada para chiringarle en caso de que recupere la conciencia de pronto. Resulta casi surrealista, que un mal tan grande pueda ser remediado con algo tan simple e inocente... 

Extremando la seguridad, decidimos que primero utilicen  el ascensor Leo y nuestra madre... 

Nosotras bajaremos en el segundo turno. Rabioso en la silla de ruedas sigue inconsciente y con la cabeza gacha. Sin embargo, nosotras le acompañamos con el alma en vilo, conteniendo  la respiración y pendientes de la más mínima reacción por parte del enfermo. La tensión convierte la atmósfera interna del ascensor en algo irrespirable. El descenso es algo muy angustioso. La respiración irregular y varios espasmos nerviosos del enfermo, nos hacen respingar ya que da la sensación de que ha estado a punto de abandonar la inconsciencia y arrojarse sobre nosotras...

Salimos escopeteadas del ascensor, empujando la silla de ruedas a toda pastilla y nos reunimos con Leo y nuestra madre que nos  esperan ansiosas en el vestíbulo del edificio... Salimos al exterior. En poco tiempo la calle se ha convertido en un foco de pestilencia y las moscas pululan alrededor de los cadáveres.. La nueva tierra negra se está gestando a marchas forzadas, sin que haya nadie interesado en remediarlo.

En la calle, la ambulancia nos espera a la vuelta de la esquina... Nos dirigimos presurosas hacia ella, todo está aparentemente tranquilo. Pero, como dicen los pescadores es "una calma chicha", la quietud del agua que precede a la tormenta ... Abrimos la puerta trasera y sin dificultad extraemos la rampa metálica, con el mecanismo incorporado que retiene la silla de ruedas... Izamos a rabioso sentado en su trono y con dificultad lo colocamos sobre la bancada con soporte espinal. Para asegurar su inmovilización, ceñimos estrechamente su cuerpo a la misma y después cubrimos su cuerpo con la misma manta que portaba en la silla de ruedas...

Después, cerramos la puerta trasera y ocupamos los asientos de delante... Mamá y la panadera ya se han ubicado sin la ayuda de nadie. Antonia, que ya se muestra familiarizada con el cambio de marchas automático, arranca el vehículo y trata de enfilar la calle en sentido contrario a la circulación, ya que es el camino más corto para acceder a la gran avenida de donde parte la ruta que nos llevará hasta tierras leridanas y finalmente el Valle de Arán.  Pese a todo, llegamos a un punto de la vía, donde la acumulación de cuerpos en el firme de la carretera es excesivo. Así que decido bajar y apartarlos, uno a uno... Voy retirando los fallecidos de la calzada... La rabia y el "rigor mortis" los ha convertido en una mera sombra de lo que una vez fueron. Sus rostros desfigurados apenas muestran un rasgo de humanidad. Tengo ante mis ojos la visión más grotesca de lo que fue una vez fue un ser humano... Ya, solo me queda uno por retirar. La prudencia la he dejado a un lado y soy incapaz de ver la garra que ha salido despedida y hace presa en mi cuello... Intento librarme de ella como puedo... En cuestión de segundos el rabioso se lanza sobre mí. Contemplo con asco la espuma que rodea su boca desencajada e intento apartar la cara tratando de evitar que me caiga encima.

Comprendo demasiado tarde que he caído en una trampa mortal. Siento sobre mi rostro su agitada respiración y como cambia el brillo de sus ojos. Me siento atrapada, me tiene completamente  aplastada contra el suelo y ya comienzo a verlo todo borroso. Unos segundos más y me asfixiará, En ese momento, alguien intenta separar al rabioso de mi cuerpo... Pero la fuerza que le domina es tan fuerte que no consigue separarlo de mí... Es Antonia que, ante sus intentos infructuosos, comienza a chiringar la cara del hombre con la pistola... La hidrofobia consigue que afloje su presa y me otorgue unos minutos decisivos para escapar... Después salimos corriendo hacia la ambulancia... El hombre sigue retorciéndose en el suelo, realizando auténticos esfuerzos por recuperarse...  Sé que el hombre está viviendo una agonía.

Abandonamos Barcelona, con el incidente del rabioso todavía en la mente. Aún siento como palpita mi corazón con el susto que me he llevado... Sobre una colina en la lejanía vislumbro el Tibidabo, según cuenta la leyenda, es el regalo que el Diablo le hizo a la ciudad... Amargamente pienso en la posibilidad de que no sea sólo una leyenda y que nuestra ciudad ahora quizá esté pagando ese antiguo pacto...

La ambulancia devora kilómetros a una velocidad vertiginosa, dejando atrás poblaciones como Martorell, Igualada,  y la majestuosa montaña de Montserrat. Un poco más, y ya nos encontraremos en la Segarra y sus principales localidades. 

Atravesamos una vía rápida prohibida al tránsito peatonal y aunque circulamos en solitario, la situación entra dentro de la normalidad... La cosa empeora a la altura de Cervera, la ruta se vuelve mas complicada ya que se encuentra en bastante peor estado. Pero lo más inquietante es ver a la gente totalmente paralizada con la mirada fija en el cielo, como si estuvieran hipnotizados, pero cuando pasa nuestra ambulancia giran  la cabeza y la siguen con la mirada... Ver eso me ha erizado todo el vello del cuerpo, porque he podido apreciar el cerco de espuma que rodea sus bocas..

Siento deseos de abandonar la población lo antes posible...

La Segarra, una zona de Catalunya que me encantaba por su abundancia de castillos y leyendas misteriosas. Ahora se ha convertido en un lugar de pesadilla que me horroriza... Contemplar a esos seres enajenados me ha evocado la hermosa leyenda de La Dama de Florejacs y su costumbre de convertir en rosa a todos sus amantes... Dadas las circunstancias, más que convertirlos en flores, creo que ahora escogería una piedra... Contemplo esos parajes de suaves ondulaciones y casi espero ver su fantasma desafiante pasearse por las callejuelas  con una flor en la mano.

A los pocos minutos nos encontramos circulando por una carretera que atraviesa campos de cultivos y pastizales. Observamos la vasta llanura y el imponente cielo azul  que se cierne sobre nuestras cabezas es sumamente relajante... En el horizonte ya se visualiza la gran cordillera de los Pirineos, una visión azulada y brumosa que el calor hace reverberar. Es un panorama singularmente hermoso... Pero, contemplo con resquemor que ya se nos echa encima la noche...

La Segarra es famosa por sus abundantes castillos que datan de los siglos XI y XII, la existencia de tantos castillos se encontraba en que era una zona fronteriza entre los condados catalanes y el Al -Andalús, por lo tanto era un lugar de grandes conflictos armados y por ello fue necesario incrementar las defensas... Algunos son escenográficos y otros más pequeños y modestos, pero eso sí no hay fortaleza en la zona que no goce de la existencia de un fantasma que se pasee libremente por sus dependencias sobre todo durante las noches de luna llena... 

-"Tendríamos que pasar la noche por aquí... No es seguro seguir circulando de noche"- Propongo,

Pasan unas horas y vemos aparecer un bello crepúsculo que adorna el cielo de un intenso color rojizo... En ese momento penetramos en una localidad con su bello castillo coronando un cerro en medio del pueblo... Sorprende la soledad y el silencio que impera en el lugar... Sus calles desiertas y sus viviendas cerradas a cal y canto nos revela que será muy difícil encontrar alojamiento esta noche... No se ve un alma... El Castillo destaca en lo alto de un promontorio y ofrece pese a su espectacular iluminación, una visión sombría ... Al descubrirlo, Antonia toma el desvío que conduce hacia la fortaleza...

La ambulancia sube por el angosto sendero. El mal estado que presenta el firme del terreno amenaza con hacer volcar el vehículo... El camino pedregoso acaba a los pies del castillo. La ambulancia se detiene a escasos metros de un barranco... Nos apeamos y la curiosidad me arrastra hasta el límite del abismo. Contemplo el lugar con desolación, siento pocas ganas de pasar la noche en semejante lugar...

-" ¿Qué hacemos con rabioso?". Mi hermana se ha acercado, sin hacer apenas  ruido.

-"Donde se encuentra está bien... Ahora le echaremos un vistazo, para ver su estado".

."Prepara la pistola de agua, por si las moscas"... Digo mientras me encamino hacia la puerta trasera de la ambulancia... La abro, rabioso se encuentra tal y como lo dejamos cuando lo introdujimos, sólo que al notar que la puerta se ha abierto, levanta un poco la cabeza y nos pide agua en un tono tan lastimero que parece estar pidiendo la extremaunción... Sin embargo, es señal de que ha mejorado notoriamente... Por lo menos, ha desaparecido la fobia al agua...

Al ver aquello, pienso que hay que actuar con rapidez, el hombre parece haber superado la crisis y con apresuramiento nos acercamos y le tomamos la temperatura. Su piel arde... Tiene mucha fiebre. Antonia busca frenéticamente una manta térmica, goteros y una vía intravenosa... Respiro con alivio cuando mi hermana encuentra todo el instrumental que precisamos en una pequeña alacena que hay al lado de los butacones empotrados... 

-"¡Venga Antonia, tenemos que ponerle la vía intravenosa "-Le indico a mi hermana, mostrando el catéter que tengo en la mano. Mi hermana me mira con espanto. Comprendo que está aterrada ante la idea de tener que clavar la aguja. 

Me acerco con cautela al enfermo, y tal como vimos en el vídeo, tanteo la vena en el dorso de la mano ... Después, le pongo un compresor en el brazo y luego, sin titubear, clavo la aguja. Una vez inyectada la retiro con cuidado. A continuación procedo a conectar el suero a la vía. Ya tan solo queda esperar y ver como resbala la primera gota por la canalización... Al ver que la vía funciona incorporamos un analgésico para aliviarle de la fiebre... Decidimos que debe seguir atado a la bancada, más que nada como medida de seguridad ante una posible recaída... Unos fuertes temblores le acometen. Así que utilizamos una de las mantas térmicas para envolver su cuerpo febril y aunque no hace frío conectamos la batería auxiliar para caldear el ambiente.

Como pasa con todos los castillos medievales, la antigua construcción tiene un halo de misterio... Penetramos con cautela en la soledad de sus piedras casi milenarias y descubrimos sus largos y estrechos pasillos, salas austeras con ojivas y arcos apuntados. Todo el conjunto es un bello alarde gótico, suavemente velado por una incierta penumbra... 

La fortaleza, al igual que la población que domina, ha sido evacuado, no hay un alma viviente en el lugar... Descubrimos un ambiente sobrecogedor, evocador de todo tipo de prodigios sobrenaturales... Una imponente escalinata nos conduce a las plantas superiores, donde imagino que se encuentran los dormitorios... 

No podía dejar de pensar que, de la manera más inverosímil, mi sueño más acariciado se ha hecho realidad: "pernoctar en uno de los famosos castillos de la Segarra". Una pena que haya sido bajo unas circunstancias tan penosas...

La evacuación de lugar ha tenido que ser repentina, porque todo se encuentra como si sus habitantes hubieran tenido que salir corriendo... 

El lugar es fascinante, parece anclado en el pasado. El amor cortes de damas y caballeros impregna el ambiente... Inspeccionamos cada rincón del lugar, subimos y bajamos. Recorremos un laberinto de pasillos agobiante... Pero al final, encontramos la cocina y el comedor en el que se apilan grupos de mesas y sillas, señal de que el lugar había estado funcionando como hotel... Una primera ojeada al frigorífico, que era absurdamente contemporáneo, nos permite calmar el hambre... 

La despensa está bien surtida, así que el aprovisionamiento de víveres no va a ser imposible. Vamos, que pensamos saquear la nevera... El viaje va a ser largo y mejor bien alimentadas... Después, ya solo se trata de buscar un dormitorio donde descansar...  En la séptima planta se encuentran varios dormitorios.  Nos dividimos para dormir, Antonia y Leo compartenn una habitación. Mamá y yo, otra. Dormir con mi madre es algo a lo que ya estoy acostumbrada...

-"Ya has mirado si la puerta está bien cerrada"- Es su pregunta habitual antes de acostarse.

-"Sí, está cerrada con un gran cerrojo... ¿No lo has visto?. Le respondo tratando de tranquilizarla.

-" No pierdas las llaves de casa"- El comentario me entristeció y a punto estuve de revelar toda la verdad, pero la prudencia selló mis labios...

- " Venga, vamos a  descansar que mañana será un día muy largo"-

-" Si vamos a dormirnos. ¿Y, mañana a qué hora nos levantamos?. Me pregunta completamente ajena a todo. Me acerco y la acaricio mientras le digo:

-"Nos levantaremos cuando el cuerpo nos lo pida"- Le confesé con una sonrisa... 

-" Cuando el cuerpo nos lo pida... No le he dado un beso a tu hermana"- Expresó mientras se dirigía a la cama...Yo interpreté a la perfección lo que en realidad me estaba reclamando: -" ¡ Busca a tu hermana que quiero darle un beso!"... Como es habitual, sus ruegos son exigencias para mí... Así que fui a buscar a la benjamina de la familia... Es curiosa esa necesidad que tiene de despedirse de nosotras cada noche, como si pensara que para ella pudiera no haber un mañana... 

Salgo y experimento como un ramalazo de frío me hace estremecer. En ese momento siento como si alguien me estuviera observando... Me detengo y giro la cabeza, pero allí no hay nadie, tan solo las tintineantes luces amarillentas de los apliques de la pared que parecen hacerme guiños... Un intenso desasosiego se apodera de mi... Apresuro el paso para llegar cuanto antes a la habitación donde se alojan Antonia y Leo... Golpeo dos veces en la puerta y en pocos segundos mi hermana abre la puerta...

-"Venga,  que quiere darte el beso de buenas noches... Ya sabes que lo necesita para dormirse"- Antonia suelta una risita y dirigiéndose a Leo le dice...

-" ¡Ahora vuelvo!"- La panadera la mira y sonríe... Había escuchado nuestra conversación. 

Vamos hablando por el pasillo, cuando de pronto comienzan los gritos, aterradores, desgarradores... Provienen del interior de la habitación que comparto con mamá... Con el alma en vilo corremos para reunirnos lo antes posible con ella, temiéndonos lo peor...Cuando irrumpimos en la habitación nos la encontramos en un estado de desesperación impropio de ella, ya que desde que se ha manifestado su enfermedad parece ajena a todo... A excepción de las llaves.

Al verla tan fuera de sí, Antonia se acerca a ella y la abraza...

-"¿Qué te pasa, mamá?" Le pregunta mientras acaricia con suavidad su cabello.

- "¡He visto un encapuchado junto a la furgoneta que miraba fijamente hacia donde yo me encontraba y después como si fuera una lagartija ha comenzado a trepar por la pared!"... Al escuchar sus palabras me aproximo hasta la ventana y tras un gran esfuerzo consigo abrirla, seguramente, le cuesta ceder debido al mucho tiempo que debe llevar cerrada. Oteo en todas direcciones, pero no se aprecia ninguna figura encapuchada. Probablemente, todo es fruto de una alucinación o delirio provocada por la tensión que estábamos viviendo...O un síntoma más de su cruel enfermedad.

-"Tranquila mamá, no he visto a nadie... Debes de tener la vista cansada"- La expresión del rostro de mi madre pasa del susto al enojo más intenso.

-" ¡ES QUE TE PIENSAS QUE ESTOY LELA... SÉ LO QUE HE VISTO!". Me dice totalmente fuera de sí.- " Era una persona altísima, con un extraño color de ojos y el pelo completamente blanco y cuando ha llegado a la ventana que daba a nuestra habitación, he podido sentir como clavaba sus ojos en mi y ni te imaginas el terror que he sentido".- No puedo dar crédito a lo que estoy escuchando, aquella funesta experiencia la había estimulado sensorialmente y arrancado de su letargo mental.

-"Es un albino"- Murmura Antonia, para sí. Me viene a la cabeza los albinos que merodeaban por la montaña de Montjüic... No me extraña que su aspecto hubiera aterrado a nuestra atribulada madre.

-" No, mamá, ya sé que no estás lela"- Digo zanjando  la conversación. 

Tumbada boca arriba, no me puedo quitar de la cabeza la historia del albino y la posibilidad de que se encuentre merodeando por los dominios del castillo... Mi insomnio concluye imaginando la gran cantidad de clientes que han debido de pasar por esta habitación pagando un pastón por contemplar las telarañas del techo. Pronto comienzan los ronquidos de mi madre y yo no tardo en dormirme... Sueños inquietos y pesadillas en las que era perseguida por monstruos ocuparon mi mente mientras dormía... De pronto, pasa algo en el sueño que me hace despertar... Miro hacia la ventana y descubro que sigue siendo noche cerrada... Intento dormirme otra vez, pero un ruido en la planta superior me sobresalta...  Aguzo el oído y se vuelve a escuchar. Esta vez es como si se moviese un mueble... Me levanto con sigilo, evitando despertar a mi madre, y salgo al pasillo... Al pasar por delante de la habitación donde se alojan Antonia y Leo, veo que la puerta se abre y aparece mi hermana...

-" ¿Has oído los ruidos de arriba? Le musito.
- " Sí, vamos a ver"- me replica, mientras avanzamos por el pasillo camino de la escalera... En aquel momento, los ruidos vuelven a producirse...Antonia y yo cruzamos una mirada con un pensamiento común, pero no nos amilanamos...¡El Encapuchado!.

La escalera en su ultimo tramo se estrecha... Comenzamos a subir, cuando la visión de una figura luminosa en lo alto nos paraliza. Sofoco un grito al verla, pero Antonia chilla con todas sus fuerzas...
Entonces la brillante aparición habla... Su voz suena quejumbrosa, ininteligible... Y, en parte debido a su torpeza y el sobresalto que mi asustada hermana le ha causado con su inesperada reacción, cae por las escaleras, rodando, atropellándonos en su accidentado descenso... No es un fantasma, tenemos ante nuestros ojos a "rabioso", y no tengo ni idea de como ha conseguido librarse de las ataduras... 

-"¡Antonia!, es rabioso... Tenemos que socorrerlo"-Digo mientras clavo los ojos en su cuerpo maltrecho.

- ¿Cómo habrá conseguido desatarse"- Mi hermana materializa en voz alta mis ocultos pensamientos.

Rabioso está inconsciente, seguramente a causa de la conmoción que le ha causado el accidente. Entre las dos lo cogemos, un auténtico peso muerto, y nos lo llevamos a una de las habitaciones. Una amplia cama con dosel le espera...

Con un rápido examen descubrimos un imponente chichón en la frente... Pero no tiene las pupilas dilatadas. Y, parece que la fiebre ha remitido... Retiramos la brillante manta térmica y le cubrimos con el mullido edredón nórdico de la cama... Poco después,  salimos de la habitación echando el providencial cerrojo externo que todavía conserva la puerta. Una auténtica reliquia del pasado que nos viene de maravilla. Y nos dirigimos a nuestros respectivos dormitorios. 

El descanso es más que necesario ya que nos espera un largo viaje hasta el valle de Arán y su mágico bosque de Carlac, en Bausen, que para no ser menos que el de Broceliande, también alberga una tumba, la de la enamorada enterrada en el bosque, porque sus restos mortales no eran dignos de encontrar el reposo eterno en la tierra sagrada del cementerio local...  En un lugar mágico, escenario de prodigios y magia la esperanza nos espera...

Porque los milagros a veces pueden ser posibles...


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