MANICOMIO, III




Relato de ficción inspirado en seres reales. Aún partiendo de la historia real de ciertas personas, el relato y sus personajes son inventados y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El soldado vivía en un constante resquemor desde que se había enterado de que tres francotiradores se habían atrincherado en el Manicomio donde se encontraba recluida su amada esposa. La angustia más viva lo embargaba desde entonces, así que planeó su deserción. El combatiente contaba con el apoyo de un camarada y compañero de batallón. Enterarse de que tres criminales atacaban el vecindario donde se hallaba la imponente institución mental, fue algo traumático y la necesidad de unirse con su esposa fue inmensa, no había fuerza humana o divina que lo pudiera detener . Dos curas y un fascista disparaban contra la población civil y habían provocado varias bajas, nadie osaba organizar una caza contra los insurrectos por respeto hacia los enfermos del Hospital. Esa noticia le agobiaba, así que organizó su regreso, para salvar a su amada. El hombre no podía deja de pensar en lo efímero de las cosas, paradoja del destino que un sitio que desde sus comienzos en el siglo XIX transmitía paz, serenidad, y donde la gente acudía para sanar, pero también para recibir enseñanzas, reflexionar y donde los enfermos podían llegar a sentirse realizados, cómodos y relajados, porque esos eran los valores a los que aspiraba su fundador. Seres anónimos de distintas clases sociales que convirtieron la Institución Mental en un lugar neutro, cuyo objetivo era alcanzar nuevamente la ilusión con esfuerzo y defendiendo las bases de un lugar tan místico. Aquel hermoso lugar que un día marcó sus vidas generosamente, se había convertido en una morada infernal de la que difícilmente se podía escapar.

Seres humanos que buscaban su identidad perdida entre los muros del Manicomio, vidas sin nombre que para salvaguardar las circunstancias que les había tocado vivir, se sentían amparados y arropados por ese calor humano que tanto nos empeñamos en buscar. Un moderno concepto de Escuela de saneamiento y readaptación mental, bien diseñada y embellecida por aquellas personas que aportaron lo mejor de sí mismas para convertir un edificio tan triste y sórdido en un lugar mágico. Todo eso había cambiado de la noche a la mañana.


Ella era la razón por la que intentaba mantenerse con vida en aquella delirante guerra fraticida. Luchaban por su tierra e ideas con denodado esfuerzo, dirigiendo miradas desoladas al cielo como si apareciese la muerte a bordo de la aviación alemana e italiana. El río Ebro se había convertido en una fosa común en cualquier lugar de su largo recorrido. El hombre contemplaba como sus compañeros en aquella lucha sucumbían y morían ahogados. Era demencial, una auténtica locura que borraba cualquier vestigio de cordura en los hombres. Los supervivientes gritaban “NO” con furia e hincaban las rodillas en tierra como si imploraran clemencia divina en un último intento ante el infortunio. Allí no habría cruces ni tumbas para los combatientes. El hombre contemplaba la escena de guerra con ojos secos. El Ebro, orgullo de los aragoneses se había convertido en un valle de muerte. Allí decidió que vivir era más difícil que morir y optó por huir seguido de su fiel amigo. Atravesaron valles y montañas. Tras jornadas de dura caminata entraban en Tarragona. Se encontraban atravesando la pequeña población de Corbera de Ebro cuando la aviación comenzó a lanzar sus bombas sobre el lugar. En poco menos de unos minutos, las casas del pueblo se fueron borrando del mapa debido a los impactos de las bombas. Los dos soldados republicanos corrieron entre las ráfagas de los obuses y las ametralladoras tratando de eludir la metralla y los informes montones de cascotes que se desprendían en los impactos, originando una gran polvareda. Su vida en aquel momento pendía de un hilo. El olor a pólvora impregnaba el ambiente y una humareda parduzca impedía distinguir los contornos. Los silbidos de las bombas al caer taladraban su cabeza como un persistente diapasón. Los motores de la aviación que sobrevolaba el lugar ensordecían las sirenas que mandaban a todo el mundo a los refugios. El pánico, y el llanto de los niños al escuchar las explosiones y los brutales derrumbes que ya anunciaban una vida miserable en el futuro una tierra minada y estéril, sin manos jóvenes para cultivarlas. Los republicanos trataban de huir de ese desgarrador olor a muerte que comenzaba a desprender el pueblo. En apenas unos segundos, aquello se había convertido en un infierno terrenal y la metralla impactó violentamente en la cabeza de uno y el brazo del otro, ambos se llevaron las manos a la zona lesionada. Una mueca de dolor apareció en sus rostros demacrados por el miedo.

Los dos hombres se encontraban completamente indefensos ante la barbarie. Entre el ensordecedor griterío de la población civil distinguieron en el suelo la figura de un hombre que presentaba una gran herida sangrante en el costado. La sangre manaba de la herida abierta, se derramaba lentamente debilitándole. Los dos hombres se acercaron y cogiéndolo entre los dos por debajo de las axilas lo llevaron prácticamente en volandas. La precipitación en escapar provocó que al sostenerlo, la mano de uno de ellos resbalara y entrara de lleno en la herida. Tuvo una desagradable sensación al sentir la sangre y la carne destrozada entre sus dedos, involuntariamente, había manchado de sangre sus manos. Intentando sobreponerse a la dolorosa sensación que le produjo, se refugiaron dentro de una casa en ruinas que parecía mantenerse en pie a duras penas. Allí permanecieron hasta que cesó el inclemente ataque de los enfurecidos pájaros de fuego. Los republicanos ofrecieron al moribundo la escasa agua que llevaban en la cantimplora. Era un sublevado, y por las medallas que llevaba parecía de alta graduación. Al verse descubierto, dirigió una mirada de desconfianza a sus salvadores, pero el destino había puesto en su camino unos seres humanos que habían enterrado el odio a golpe de puño alzado y derribado el miedo a la muerte y al plomo. Los republicanos intentaron quitarle la chaqueta para limpiarle la herida, pero el simple movimiento que hizo la abrió más, ocasionando que se derramase un gran chorro de sangre que les salpicó de lleno. La falta de medios para detener la hemorragia y evitar que se desangrara hizo que taponasen con sus propias manos la herida. Era tan grande que no daban a basto, y al poco rato, el sublevado expiraba. Los hombres contemplaron con curiosidad el petate que llevaba, esperanzados de que estuviera bien aprovisionada de víveres y otros tipo de objetos útiles para la gran caminata que les esperaba. El fallecido llevaba algo de comida, agua y una petaca. Y, oculta en uno de los bolsillos apareció una carta. Al ver el destinatario, los republicanos sintieron como un escalofrío recorría su espalda. Sin temor a ser juzgados por violar la correspondencia ajena, la abrieron. Uno de los hombres comenzó a leerla … “ Excelentísima”… - encabezaba la carta con un superlativo excesivo. El soldado abrió unos ojos como platos y siguió leyendo. Cuando acabó la estrujó entre sus manos.…

…”Lo siento, Caudillo, pero esta carta no va a llegar a su destinatario”...

Por un momento, pensó en rasgarla en mil pedazos, pero su sentido común le dijo que no podía precipitarse que quizá en el futuro podía ser de gran utilidad..

Cuando todo pasó, abandonaron la casa y dejaron al militar franquista abandonado a su suerte. Peor destino no podía correr para él la suerte ya estaba echada… Se encontraban cerca de la esquina, cuando escucharon como un pequeño batallón se acercaba… Eran los hombres que estaban al mando del muerto… Parecían estar buscándolo. Desde su escondite, pudieron ver cómo rastreaban el lugar, peinando todas las casas que se iban encontrando. No tardaron en dar con él. Después, sintieron la gran agitación que les invadió. Era el que se origina cuando el nerviosismo se apodera de uno. Los apremios y los incesantes gritos manifestaban el revuelo que se había apoderado del pequeño batallón.

…” ¡Como nos descubran somos “carne de cañón”! Comentó uno de los soldados……” Tenemos que huir de inmediato” Le respondió el compañero mientras dirigía una mirada a los campos de cultivo circundantes. A una señal de su camarada, emprendieron una carrera, una carrera en pos de la vida, una carrera que no tenía otro fin que preservar su existencia…. Desde la lejanía se escuchaban las ráfagas de las ametralladoras segando vidas. Tras un momento volvieron a escucharlas. Un estremecimiento de terror recorrió sus espinazos.… ¿Y, ahora qué hacemos camarada? Preguntó, visiblemente preocupado uno de los republicanos.

…”Recorreremos los 17 kilómetros, aproximadamente son unas cuatro horas lo que nos queda para llegar a Mora de Ebro y espero que con suerte podamos coger un tren.

Se encontraban en el límite entre la Ribera del Ebro y la Terra Alta, vías verdes, viñedos, olivos, configuraban el paisaje rural que tenían ante sus ojos . Un paisaje que les acompañará durante todo el recorrido. Pronto abandonan los límites del pueblo y comienzan a ascender por una empinada cuesta que culmina en un repecho. Allí se encuentran los restos de una torre en ruinas… La noche se les echa encima y piensan que no puede haber mejor lugar donde descansar y pasar la noche con una mínima protección... El terreno que se observa delante de su posición es plano y está cubierto por algunos arbustos aislados; por detrás, el terreno pelado va ascendiendo hasta los campos de olivos situados a unos quinientos metros de ellos. La subida por la colina les permite descubrir que ha servido como lugar de observación pues a media altura aparece una pequeña trinchera. Desde el punto los hombres pueden disfrutar de una buena panorámica de los alrededores. Culminando la colina, aparece la torre en ruinas

…” Es la torre de Cervelló, una especie de atalaya, un mirador sobre toda la zona. Cuando era pequeño solía venir con la familia. -Reveló dirigiendo una mirada nostálgica a su alrededor como si rememorara un pasado que fue feliz-… Y, un buen lugar para pasar la noche. - Siguió diciendo-… Porque nos encontramos en una zona en la que abundan barrancos, cuevas y sería peligroso proseguir de noche”.--Sin embargo, una rápida ojeada con los prismáticos, les permite visualizar el avance del enemigo que rastrea  el terreno en dirección al río y van plantando sobre cada colina la bandera franquista como símbolo de su triunfo.

Intranquilos, se disponen a descansar, recostando sus fatigados cuerpos contra los ruinosos muros de la torre. Era imposible dormir, el soldado permanecía despierto, el fragor de la tormenta que se estaba desarrollando,  lo mantenía en vilo.
La ruinosa edificación se había convertido en una peculiar morada bajo las estrellas… El hombre las contemplaba embelesado, pensando en la mujer que ha dejado en Barcelona, ahora prisionera entre los muros de un manicomio versallesco y expuesta a mil peligros. La imagen del sublevado no dejaba de tomar forma en su pensamientos y por unos instantes le vio frente a él, presentaba una gran mancha de sangre en el costado. Una sonrisa triste se dibujaba en sus labios enfebrecidos y sus ojos, que carecían del brillo que da la vida. El republicano pestañeó varias veces, no dando crédito a lo que estaba viendo.

…”Soy exactamente lo que piensas, un aparecido, un fantasma, un ser de otro mundo que necesita agradecer lo que has hecho por mí… Tan sólo una advertencia quiero darte... No cojáis el tren en la estación, porque seréis interceptados… Una vez fuera de la localidad a la que os dirigís, seguid las vías del tren y os subís en el primer mercancías que pase…. No llevan demasiada velocidad y es fácil encaramarse en cualquiera de sus vagones”...

Pronunció la aparición como si le estuviera leyendo el pensamiento. Después desapareció, dejando al soldado cada vez más atónito y dolorido, sumido en un caos de encontrados sentimientos,. El corazón desbocado amenazaba con salírsele del pecho. y en las sienes se agolpaban frenéticas palpitaciones.

Al rayar el alba prosiguieron su accidentado viaje. A lo lejos se oía el tronar de los cañones y el apagado repiqueteo de las ametralladoras”.

La fría noche había dado paso a un día plomizo, desapacible, no se sabía si a causa de los bombardeos o la adversa climatología. La verdad, es que el día amenazaba lluvia. Por eso los dos hombres aligeraron la marcha rumbo a Mora de Ebro. Cubrieron sus heridas de guerra con harapos desgarrados de su mismo uniforme y luego comenzó un descenso escabroso, en el que no faltó algún mal resbalón, pero al final llegaron a un lugar donde los viñedos y los campos de cultivo abundaban. A lo lejos se divisaba la imponente fortaleza, majestuosa edificación que contemplaba su solera reflejándose en la cristalinas y ruidosas aguas del río. Los hombres pasaron de largo la población. Los destacamentos del ejército abundaban en la zona. Así que intentaron pasar desapercibidos. Cruzaron la pequeña población en busca de la estación del tren.  Y siguiendo los consejos del espectro franquista, siguieron las vías. Cuando se alejaban del pueblo, caminaron en paralelo al trazado ferroviario. El silbido del tren acabó con interminables horas de caminata. Se ocultaron temiendo que pudiera ser un convoy del ejército, pero cuando lo tuvieron a su altura, contemplar a los niños apelotonados y peleándose por asomarse en las ventanillas, les relajó. Esperaron a que llegaran los vagones donde se acumulaban las mercancías, para subirse al tren en marcha. Unas manos providenciales surgieron del interior y les ayudaron. Eran tres milicianos que les miraban extrañamente serios, sin demasiadas ganas de hablar, ni confraternizar. Tras la accidentada incorporación, los ex combatientes se sentaron en el sueño apoyándose contra la pared del vagón y acunados por el traqueteo del tren, acabaron dormidos. La irregularidad del terreno provocó que el tren diera un bandazo, arrancando del sueño a uno de los hombres. Y, vio ante sus ojos el espectro franquista que le sonreía con sarcasmo.

..."Veo que habéis seguido mi consejo"... Dijo serio.
..."Ante la duda"... Le replicó con ironía. No acababa de comprender como aquel fantasma aparecía y desaparecía a su antojo. Empezó a creer que había contraído algún tipo de deuda kármica con ellos.

..."Ahora te preguntas qué es lo que propicia que haya aparecido ante ti"... Le dijo como si conectara con sus más íntimos pensamientos...

..."Creo que esperas algo de nosotros. Pero no soy adivino, como no nos lo diga no lo voy a descubrir, así como por arte de magia"... El comentario provocó una mirada interrogativa en el espectro.

..." Veo que es usted muy sagaz, ciertamente estoy aquí, en parte por agradecimiento, pero también para exigirle que eso de lo que se ha apropiado llegue a su destino". Las últimas palabras del espectro encerraban una amenaza que no escapó al entendimiento del soldado republicano.

..." No sé a qué se refiere -mintió el republicano- nosotros no tenemos nada que le pertenezca"... El temor se apoderó del soldado ya que había osado desafiar al más allá y contra eso no hay posible escapatoria, ni victoria que se tercie.

..."Bien, como ustedes digan... Las fatales consecuencias que se derivarán de su acción, serán única y exclusivamente de su responsabilidad... Nos volveremos a ver"... El fantasma que no era tan benevolente y amistoso como parecía, desapareció bruscamente, dejando al republicano en un mar dudas... Con una idea martilleándole en la cabeza: ..." Me habré equivocado"...Sin embargo, no todo estaba perdido...

Barcelona se encontraba cada vez más cerca.

Carlos Se Ra
Catalina Cazorla


Comentarios

Entradas populares