EL GUARDIÁN



Me reúno con un hombre que vende un coche, que aparentemente se encuentra en muy buen estado. Al echarle una primera ojeada veo que se encuentra en perfectas condiciones… Intrigada le pregunto porqué lo vende. El me dice que el coche no es suyo, que lo ha heredado, pero que no me preocupe que el vehículo funciona a la perfección y su único defecto son los años que lleva a cuestas.

Nos ponemos de acuerdo y paso a ser la propietaria de este clásico.

Al día siguiente, decido probarlo y que mejor lugar que la Sierra de Collserola y sus curvas, para disfrutar en soledad de él… El coche es un pelín grande y me siento insignificante en su interior. Conduzco con cuidado, pues acabo de adquirirlo y no estoy familiarizada con sus mandos.

De buenas a primeras, el coche va como la seda. Estoy encantada con él. Satisfecha, creo que he hecho un buen negocio. Sin embargo, cuando cojo el desvío que me lleva hacia Collserola, sorprendida veo que a los pocos kilómetros el coche comienza como a toser y se para… Me pongo como loca, me ha dejado “en pana” donde Cristo perdió el gorro.

Busco en el bolso el móvil para ponerme en contacto con la aseguradora para que me envíe la grua. Acordamos que primero enviará un mecánico para que le eche un vistazo… Como es natural en mí, pienso que el hombre tardará en llegar. Contemplo la Sierra que me rodea con inquietud, la frondosa vegetación ya no me inspira sentimientos tan idílicos. Ahora imagino todo tipo de bestias amenazantes tras la espesura. Pero, el mecánico no se hace esperar y pronto detiene su pequeño utilitario en la cuneta… Tras los saludos pertinentes, comienza a revisar el coche… Levanta el capó y tras echarle un vistazo lo pone en marcha sin ningún problema, dejándome completamente perpleja.

El hombre me dice que el coche está bien, que no le pasa nada y que me lo puedo llevar tranquilamente. Y, así lo hago, pero muy contrariada al pensar que la primera salida haya acabado así.

Intento olvidarlo, pero no puedo evitar sentir una mala sensación, un mal yu-yu.

Días más tarde vuelvo con una nueva intentona con mi nuevo coche. En un primer momento va todo bien y parece que esta vez voy a llegar más lejos, pero mi gozo en un pozo, el coche de las narices vuelve a pararse. Vuelvo a llamar a la grua y todo acaba igual, empiezo a pensar que he caído en un bucle del tiempo, que estoy condenada a revivir una un otra vez la misma situación…

Sin embargo, no me rindo con facilidad y vuelvo a probarlo, pero ya de manera definitiva, más que nada por eso de que a la tercera va la vencida. Pero tal y como creía, vuelve a suceder, el coche de los cojones se detiene y me vuelve a dejar plantada…

Recibo al mismo mecánico con una sonrisita de circunstancias . Nuevamente lo pone en marcha y después se aleja sin pronunciar palabra… El hombre demuestra tener una paciencia de santo. Pero, ya he tomado una decisión, deshacerme de este trasto, que ya empiezo a creer endemoniado. 
Pensando que he sido objeto de una estafa, trato de ponerme en contacto con el hombre que me vendió el vehículo. Pero, no consigo localizarlo y el teléfono móvil no da señal, preocupada porque empiezo a creer que me la han “pegado” busco información en internet sobre el hombre, pero no lo consigo. Recurro a tráfico tratando de localizar al antiguo propietario del coche, pero nada.

Desesperada recurro a un amigo que se maneja muy bien en materia cibernética. Mi sorpresa es grande cuando descubre que el coche era propiedad de una chica llamada Susana que falleció en un extraño accidente de coche y que quedó siniestro total y se procedió a su destrucción en un desguace.

Intrigada ante tanto misterio decido deshacerme de él. Pensando que si consigo venderlo podré adquirir otra ganga, no es fácil, pero puedo intentarlo.

Sin embargo, en esta vida no hay imposibles y consigo colocarlo antes de lo que esperaba y a buen precio.

Los días van pasando, casi me he olvidado del coche embrujado y sigo con mi vida.

Una mañana me dirijo al garaje a buscar una herramienta, cuando contemplo estupefacta como mi antigua plaza está ocupada por el maldito coche, perfectamente aparcado… ¿Qué pasa, es como los perros que siempre regresan con su amo?.

Creyendo que puedo tener sobre mi cabeza un gran problema, decido ponerme en contacto con el nuevo propietario. Vuelve a repetirse la historia, la línea no está disponible o fuera de cobertura. Tengo mucho interés en ponerme en contacto con él, por eso no dudo en dejarle un mensaje.

Pasa el tiempo y no tengo noticias del nuevo propietario, y el coche sigue en mi garaje, no me atrevo a sacarlo, por si me implica en el robo...

Un día que me encuentro navegando por internet, una noticia sobre un accidente dantesco llama mi atención… La imagen, que es un montaje, muestra en primer plano la cara sonriente de un hombre que se parece increíblemente al nuevo propietario del coche, y detrás, el amasijo de hierros de un automóvil. Lo observo con detenimiento y creo reconocer entre los amasijos el peculiar color del vehículo… Presa de un horror sin límites, me dirijo al parking con la firme decisión de quitarlo de en medio. Una idea loca ronda por mi cabeza… Busco un descampado, no demasiado alejado de casa porque mi propósito es abandonarlo y después volver andando… La tarde cae lentamente, he sido tan impulsiva que no he tenido en cuenta que la noche se me echa encima…

Unas risotadas me sobresaltan… Estoy tan absorta pensando en el problema que tengo encima, que no me he dado cuenta de que unos individuos me han ido rodeando… Me estremezco al contemplar la expresión de sus rostros… Trato de recular, como si asi pudiera evitar el enfrentamiento con ellos… El coche se ha convertido en mi parapeto por la espalda… Los hombres acortan la distancia y no dejan de hacer gestos obscenos… En ese momento, todas las luces del coche se encienden…. La extraña luminosidad paraliza a los atacantes, que detienen bruscamente su avance y comienzan a recular… Entonces el motor del coche ruge con toda su potencia y levantando la parte delantera persigue a los maleantes por todo el descampado…. Una vez han desaparecido, el coche regresa a mi lado y abre la puerta como invitándome a que ocupe el asiento del conductor…

Antes de meterme en el coche busco con la mirada a los maleantes, pero todo está tranquilo, sólo la noche comienza a caer misteriosamente sobre el descampado…

Y, ya solo me queda regresar tranquilamente a casa con esta maravilla de coche...

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