MITOS Y LEYENDAS DE LAS CUEVAS DEL SALITRE DE MONTSERRAT.


Las cuevas están ubicadas en el interior del macizo de Montserrat, de sistema cárstico, con conglomerados principalmente calcáreos y ricos en fosfatos, por lo que ya se explotó el salitre que se hubiera podido encontrar. Forman un conjunto de galerías, pasillos y estancias de unos 549 m de largo y 20 m de desnivel, llenos de estalactitas y estalagmitas y caprichosas formas geológicas. Es un lugar repleto de leyendas e historias, relacionadas con los nombres de Fray Juan Garí, El Marmotot, Musa y el héroe local, el Mansuet ..Un maravilloso mundo espeleológico creado por un eterno goteo de agua. Los nombres que reciben las diferentes estancias fueron ideados por personalidades del siglo XIX, destacan: la “sala de la Catedral”, “Pozo del Diablo”, “Boca del Infierno”, o “Claustro de los Monjes” no son nombres de inspiración teológica ni tampoco fruto de una mente delirante comparable a la del Bosco, sino que dan nombre a las estancias que podemos encontrar en las Cuevas de Salnitre. Sus formas orgánicas y ondulantes pudieron ser fuente de insipiración para Gaudí en obras como la Sagrada Familia.

Muy cerca de la entrada hay una zona de espera en la que se puede comer, también hay servicio de bar.
Actualmente, algunos sábados por la noche de los meses de junio y julio se celebran conciertos en el interior de la cueva ..

Conviene avisar que el acceso a las grutas se hace a través de más de 200 escalones excavados en la roca...



Las encantadas

Estas deidades están asociadas con la tierra y el mundo subterráneo, el significado simbólico de las cuevas tradicionalmente se ha relacionado con los misterios del nacimiento y de la muerte o como entrada a los infiernos o al mundo de los muertos, por eso fueron utilizadas desde la prehistoria como lugares de enterramiento. Pero las grutas son también representaciones del vientre generador de la Madre Tierra, lo que las convertía en lugares de nacimiento de los dioses, héroes, espíritus y otros seres mitológicos.

Las leyenda explica que antes habitaban en Montserrat unas encantadas a las que no les gustaba que subiera gente a visitar la montaña. Hacían todo lo que podían por impedirlo. Para ello, plantaban manzanos en los márgenes de los caminos cuyo fruto apetecible tentaba a los paseantes, aquellos que no podían resistir el placer de probarlas y les hincaban el diente eran convertidos en piedra por las encantadas. Cuenta la leyenda que las curiosas formas de las piedras que conforman el macizo se deben al hechizo de estas criaturas mitológicas.

Desde antiguo, la manzana siempre ha sido un emblema pagano de la inmortalidad y la transformación en piedra un símbolo mitológico que ya encontramos en la antigua Grecia y Roma. Una mujer que tiene la capacidad de petrificar simbolizaba el carácter mujer-demonio, a la madre que da la muerte, al lado oscuro de la feminidad.

La bruja y el jorobado.

Cuenta la leyenda que hace muchísimo tiempo, las brujas dominaban el mundo, en cada comarca existía una bruja que gobernaba en su territorio, esto podría ser considerado como una reminiscencia de una antigua sociedad matriarcal. Una poderosa bruja de Guillerías estaba muy preocupada porque en la zona existía una bestia feroz que quería usurpar su puesto.

Las brujas solían reunirse una vez a la semana para poder compartir sus nuevos conocimientos y hechizos, así que la bruja aprovecho la ocasión para hablar con el rey de las brujas.

El rey le aconsejó que se hiciese con el hueso de un buen cristiano y que se lo ofreciese a la bestia que le importunaba, una vez devorado, la bestia huiría despavorida y ya la dejaría tranquila. Pero, aquel día se encontraba oculto entre unas rocas cercanas a la reunión, un pequeño jorobado que estaba espiando a las brujas, cuando fue descubierto se lo entregaron a la bruja de las guillerías. La bruja, cargada con el jorobado en su escoba, se dirigió hacia su tierra. Cuando sobrevoló sobre las montañas de Montserrat, el repique de campanas que se produjo en el monasterio mermó sus poderes y cayeron precipitándose entre las peñas de la montaña. Sus cuerpos quedaron clavados en los picos de la montaña y la erosión desdibujó sus contornos, pero hay un punto entre las piedras de Montserrat en el que podemos apreciar una calavera que el tiempo ha descarnado.

El Capità Testafort.

Fue el terror legendario de Montserrat, capitán de los bandoleros, joven, audaz y muy atractivo, se le conoció por el apodo de "En Testafort".

Existía un castillo cuyos sirvientes de confianza era un matrimonio anciano, que guardaba una gran lealtad a los señores del Castillo de la Roca. Un día los ancianos desaparecieron extrañamente. Su puesto fue ocupado al poco tiempo por un joven matrimonio que buscaba techo y comida. Estos criados trajeron calamidades de todo tipo a las gentes del castillo, muertes de antiguos sirvientes, pérdida de ganado, incendios y otras cosas inexplicables que convirtieron en sospechosos al joven matrimonio. hasta tal punto que acabaron siendo despedidos.

Pero, la expulsión de los jóvenes sirvientes no acabó con el infortunio de los señores del castillo, al contrario se hicieron más intensos. La mala suerte rodeó al castillo sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. Cobró tanta intensidad el mal fario que todo culminó con el asesinato del señor del castillo y los hombres a su servicio... Finalmente, sólo quedaron la señora, algunas damas y un niño de pañales que tenía que ser el heredero del señorío y que tenía la peculiaridad de haber nacido con sólo media oreja. La desgracia continuó implacable y un día el niño también desapareció de la cuna, en extrañas circunstancias. El dolor y la pena parecían no tener límites y las señoras atemorizadas buscaron la ayuda de unos parientes que no tardaron en responder armados hasta los dientes para enfrentarse a unos bandidos tan crueles.

La espesura del bosque que rodeaba el castillo amparaba y daba cobijo a los malhechores, tras una exhausta batida por los alrededores, consiguieron reducir a los bandoleros. Posteriormente, la bonanza se instauró en la región y se olvidaron de las calamidades padecidas. Pero, pasadas varias décadas volvieron las desventuras. Ahora, todos temían a “En Testafort” que, tras cometer sus fechorías, se refugiaba en la montaña de Montserrat. Nuevamente, la señoras del castillo recurrieron a sus familiares para que las ayudaran a combatir aquellos facinerosos que tanto las atormentaban y cuando acudieron en su ayuda montaron guardia en el interior esperando el ataque de los bandidos, que no tardaría en llegar, como eran más numerosos y mejor armados redujeron sin dificultad a los atacantes y al que los capitaneaba. Resultó que era el famoso y temido Capità Testafort, en castigo a sus fechorías decidieron colgarlo en la torre más alta del castillo. Las señoras feudales, antes de ajusticiarlo reclamaron el derecho de ver la cara del monstruo que había causado tanta desgracia. Cuando lo tuvieron delante, descubrieron sorprendidas que no era el monstruo que se creía, sino un hermoso joven al que le faltaba media oreja. Entonces la señora del castillo, observando sus facciones constató que aquel condenado era su hijo llorado.

La historia era la siguiente, el matrimonio joven se había propuesto apoderarse de la riqueza y patrimonio de los señores de la Roca, haciéndose los amos del castillo. Entre sus planes se encontraba hacer desaparecer al leal matrimonio de sirvientes del castillo. Una vez dentro, tramaron todo tipo de desastres para destrozar aquel hogar tanto como fuese posible. Tras su despido urdieron secuestrar al heredero del Castillo. Cuando fueron acorralados y vencidos por los parientes optaron por huir a las cumbres escarpadas de Montserrat, llevándose con ellos al pequeño haciéndole creer que era su hijo y que se habían visto obligados a hacer algo así porque los señores del castillo los habían desposeído. Así creció Testafort lleno de odio hacia sus padres, los señores de la Roca, por ello capitaneó una banda de bandoleros para apoderarse de aquel castillo que había sido la desgracia de sus supuestos padres. Descubierto el complot de sus falsos padres, un tupido velo ocultó todos sus desmanes y se convirtió en un señor generoso, estimado por sus vasallos.

Los gigantes ladrones

Existían en la montaña unos gigantes a los que les gustaba apropiarse de lo ajeno, osados como nadie, tenían atemorizados a todos los vecinos de los alrededores. Eran desenfrenados, ladrones y muy gamberros, se dedicaban al saqueo robando y estropeando cosechas de trigo, y con la paja se construían grandes pajares. Ante tanto latrocinio, sus vecinos desesperados decidieron declararles la guerra, pero la diferencia de tamaño influía en la victoria y los pobres mortales no podían hacer nada contra aquellos gigantones. Pero un día, por arte de magia, los imponentes pajares se transformaron en piedra y los gigantes se precipitaron en el interior de los pequeños pozos que aparecieron en su lugar. El castigo a las fechorías cometidas por los gigantes sirvió como ejemplo para todos de que hay que respetar lo ajeno.

La leyenda de la historia de Mansuet.

El Mansuet es un personaje legendario catalán localizado en Collbató (Barcelona), ambientado en la Guerra del Francés (1808-1812) y vinculado con la leyenda del Timbaler del Bruc.
Según el relato popular, el Mansuet era un herrero muy valiente que, ante la amenaza de ocupación del pueblo de Collbató por parte del ejército francés se comprometió a salvarlos a todos si se disponían a seguir sus indicaciones. La gente creyó en sus palabras y no dudó en ponerse bajo sus órdenes. El herrero se llevó las mujeres, los niños y las joyas que había en el pueblo hasta las cuevas del Salitre, en la montaña de Montserrat, para protegerlos. Dentro de la cueva, a unos cuarenta palmos de altura, hay una gran cámara donde cabían de sobra todos los refugiados.
En las cuevas instaló un taller donde fabricaba armas para los guerrilleros que combatían en aquella zona contra las tropas napoleónicas. Un día fueron descubiertas por los soldados franceses, pero el Mansuet les impidió el paso con un fusil. Les amenazó con derribar las rocas del interior y aplastarlos, y para demostrarlo hizo caer una caldera de cobre que retumbó al chocar contra las paredes. Al rodar montaña abajo, se produjo un estruendo tan grande que asustó a los soldados, pues creían que se hundía la montaña, aterrorizados abandonaron las antorchas y huyeron corriendo y algunos de ellos cayeron al barranco.

Esta es la historia de un valiente herrero que salvó al Collbató de la invasión de las tropas napoleónicas.

Fray Juan Gari

Fray Juan Garí o Fray Garí es un personaje legendario, vinculado a la historia de la fundación de la abadía de Montserrat.
Explica que, hace mucho, muchísimo tiempo, vivía en Montserrat un anacoreta llamado Juan Garí. Tenía fama de ser muy austero, vivía comiendo frutos del bosque y bebiendo el agua de un manantial cercano a su cueva.
El demonio sintió envidia de este hombre santo y famoso por su piadosa vida, así que decidió amargarle la existencia y poner a prueba su pretendida santidad, para ello no escatimó tentaciones. Lucifer abandonó las cuevas del Salitre disfrazado de un ermitaño muy viejecito, con aspecto venerable, tratando de hacerse el encontradizo con Juan Garí. Cuando se vieron, el ermitaño le preguntó al diablo que quién era y dónde vivía, el demonio contestó a todas sus preguntas y además le dijo que estaba haciendo una penitencia en una cueva muy pequeña y que sólo salía, al exterior, una vez cada diez años.
Tan sabio encontro el ermitaño al diablo que le tomó por maestro. Y, cada tarde se encontraba con él para explicarle sus dudas y todo lo le pasaba. Pero, aunque el diablo trataba de llenar de dudas y tentaciones al pobre Juan, ni siquiera con sus triquiñuelas conseguía apartarlo ni un poco de la santidad, su fe era muy firme.
Pero, el diablo, herido en su amor propio por la derrota ante el ermitaño, calculó una trampa con la que pensó aniquilar al pobre santón.
Creyó que la solución estaba en demonizar el cuerpo de la doncella Riquilda , hija del conde Wifredo el Velloso.
La posesa no paraba de gritar que sólo se curaría si Joan Garí era el que le practicaba el exorcismo y por ello el conde Guifré decidió llevarla a Montserrat inmediatamente. Allí la curó Juan Garí rezando en silencio, pero por miedo a que no volviera a quedar poseída de camino a Barcelona, ​​el conde le rogó que admitiera durante varios días a su hija en la cueva. Garí dudaba, pero finalmente aceptó la petición. Inseguro de sí mismo, al ver que la tentación invadía sus pensamientos, fue a buscar al falso ermitaño, pero el diablo, en vez de apaciguar sus pensamientos, les enardecía más y lo instó a seguir sus deseos. Vencido por la tentación, fray Garí forzó la chica y la violó. Horrorizado por su falta, fue nuevamente a pedir consejo al ermitaño, y éste le aconsejó que el mejor camino para liberarse de la tentación era deshacerse de la chica.
Muerta la doncella, el ermitaño enterró el cuerpo en un lugar recóndito. Una vez hecho esto, el falso ermitaño se mostró de repente en su auténtico aspecto, y viendo que el Diablo le había engañado, Fray Juan marchó llorando esa misma noche hacia Roma para pedir el perdón del Papa. Pero, se lo denegó y le condenó a vagar por las montañas como una bestia, sin poder ponerse erguido, ni hablar con otro ser humano, ni lavarse... Todo lo descrito debía hacerse hasta que Dios, en boca de un niño, lo perdonase.
Tardó tres años para llegar nuevamente a Montserrat, donde vivió solo durante siete años, cumplió su penitencia viviendo en una cueva igual que una bestia, con el cuerpo curvado y cubierto de pelo, y alimentándose de raíces. Fueron pasando los años y un día unos nobles caballeros cazaron aquella bestia inhumana, y lo encerraron en una jaula con la idea de llevarlo a Barcelona y regalarlo al conde.
Casualmente en aquellos meses la condesa había dado a luz a un niño, el príncipe Miró y se festejaba su bautizo con toda solemnidad y sacaron la bestia que habían capturado en Montserrat durante la celebración del banquete. El público lo miraba con curiosidad cuando el bebé que llevaba en el regazo la nodriza pronunció estas palabras:

¡Garí, ponte derecho, que tus pecados te han sido perdonados!

En aquel momento, ante la sorpresa de todos los asistentes, el ermitaño penitente se incorporó y el conde tras reconocer al santón, ordenó lavarlo y cortarle el pelo y, le preguntó por su hija Riquilda. El pobre fray Garí confesó su crimen, imploró una penitencia por su pecado. El Conde magnánimo le perdonó y le rogó que le revelase el lugar donde se encontraba su hija muerta para darle un enterramiento digno en Barcelona.
La comitiva presidida por el ermitaño llegó hasta el lugar donde se encontraban los restos de la muchacha y ante la sorpresa de todos, la chica apareció sana y salva por obra de la Virgen. Y, en agradecimiento, decidió quedarse en la montaña de Montserrat, donde el conde -feliz de reencontrar a su hija con vida-, hizo construir un monasterio de monjas, que en el futuro sería llamado de Santa Cecilia, del cual la joven Riquilda fue la primera abadesa.

El hombre de las narices.

Este personaje mítico de Cataluña, es famoso porque tiene tantas narices como días tiene el año. Suele ser visto a final de año. Cuando se hace visible aparece con una sola nariz, como cualquier persona.
Un tanto peculiar era este hombre de las narices ya que solía verse junto a las tuberías del agua, así se hacía saber a los niños. Mientras que cuando se trataba de pueblos pequeños se solía decir a los chiquillos que se aparecía en la iglesia y devoraba la pila del agua bendita.
En Barcelona, ​​también es tradición, pero con mucho menos seguimiento, la aparición del Hombre de las Orejas el día 30 de diciembre. Este personaje mitológico tiene tantas orejas como días tiene el año, y por ello, aparece un día antes de que el Hombre de las Narices.

El Marmotot

Es una especie de ogro que asusta a los niños catalanes. Habita, silencioso, en las cuevas del Salitre. Pero, cuando un niño se pierde en la montaña, él abandona su escondite y se lo come. Suele llevárselo metido en una especie de morral que cuelga en su imponente espalda. Cuando son muchos los niños que ha cazado, los mete en su faltriquera o bolsillo y se va cargado con ellos, pero se acaban cayendo de tan repletas que las lleva. El Marmotot deja un rastro de niños magullados y maltratados por donde pasa y siempre va mascando chiquillos como si comiese dulces o deliciosas frutas.

Las alas del diablo.

Cuenta la leyenda que, encontrándose el demonio dentro de las cuevas, al escuchar el eco de sus propias pisadas se asustó, y al huir se precipitó, sin darse cuenta, en una grieta gigantesca, muy estrecha, cuya existencia desconocía. Al intentar escapar sus manos quedaron atrapadas, las cuales a lo largo de milenios se recubrieron de estalactitas rojas.

El Rey Moro.

Después de tomada la montaña por los árabes, el Rey Muça se estableció en uno de sus castillos. Cuando tuvo que abandonarlo no pudo llevarse con él un vasto y pesado tesoro que poseía y pensó dejarlo oculto en el interior de una cueva y lo dejó enterrado, junto con una hija suya que quedó hechizada con el encargo de cuidarlo. Hay quien dice que se escuchan golpes y se siente como lava la ropa. Y, comentan algunas personas que se han extraviado por la montaña que durante la noche se escucha el lamento espectral de la mora cautiva.

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