EL SANTUARIO






Este relato que os voy a contar narra lo que nos pasó en una pequeña ermita que existe en Sabadell.

En un precioso paraje, alejado de la ruidosa ciudad, se levanta una preciosa ermita donde impera la calma y la paz espiritual. Rodeada  de pinos, goza de la presencia de un gran espacio acondicionado para picnic, en este lugar destaca una amplia zona para juegos con los niños y en la parte de atrás existen unas fuentes y un sitio para pasear. Los festejos cristianos y paganos van de la mano en ese maravilloso lugar que hace la delicias de los vecinos de la citada población.
Era nuestra primera visita y tuvimos la suerte de disfrutar de un día precioso, el cielo aparecía rabiosamente azul y una placidez extrema se respiraba en aquel lugar.

Tan sólo un matrimonio se encontraba paseando, gozando de las bellezas de tan singular paraje. El santuario se encontraba solitario y recuerdo que me provocaba una vaga sensación de desolación como suele ocurrir cuando me encuentro en lugares abandonados. Nos acercamos hasta los muros de la ermita y,
contemplamos, como el matrimonio rondaba cerca de la portada con la intención de entrar. Pero algo los frenaba, algo les impedía dar el primer paso. Así que nosotros, impulsados por la curiosidad, nos aproximamos hasta el punto donde ellos se encontraban. Entonces, se escucharon, desde el interior, unos gritos espeluznantes, terroríficos(que conste, que lo estoy explicando tal y como sucedió), creo que la persona que gritaba de aquella manera tenía que estar pasándolo muy mal. Ante el hecho, cruzamos una mirada inquisitiva con el matrimonio, una mirada de circunstancias y llena de inquietud, preocupados por la suerte de la persona que había proferido semejante alarido... Sin cruzar una palabra y sin atrevernos a penetrar en el interior del recinto religioso, rodeamos el edificio buscando alguna puerta por la que introducirnos sin ser vistos. Y, efectivamente, la encontramos. Pero,  en el interior, se encontraba un grupo de 4 o 5 personas, en una actitud muy rara, y obviamente nadie gritaba ni cantaba dado que no se realizaba ninguna misa, es más todo estaba en silencio, cuando nos vieron, cerraron la puerta bruscamente. .

Entonces, charlamos con el matrimonio sobre lo extraño de lo sucedido y , finalmente, abandonamos el santuario con la firme convicción de que habíamos presenciado un EXORCISMO.

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