LAS BRUJAS DE LA BORDETA


Cuentan los abuelos del barrio de La Bordeta que un buen día aparecieron en la zona unas brujas, pero eran diferentes a las demás y se las distinguía por su gran atractivo físico, eran jóvenes, de facciones perfectas. Cantaban, reían y engatusaban misteriosamente a todos los jóvenes del barrio con sus dulces miradas y su hablar melodioso, pero, según la opinión de los vecinos, eran engañosas y malvadas, porque las acusaban de todos los males que sucedían en el lugar, si se malograban las cosechas a causa de la sequía, si una inundación asolaba la región, si una muerte o una enfermedad repentina afectaba a un vecino, siempre era motivada, creían los vecinos por un mal ojo que les echaban las brujas.. Todos los muchachos del barrio sucumbían arte la seducción y el hechizo que emanaba de estas hermosas mujeres y desoían las advertencias de los ancianos previniéndoles acerca de sus malas artes . Pero la intensa mirada de las brujas era más potente que cualquier bebedizo y esclavizaba a los muchachos atrayéndoles hasta una masía abandonada en las afueras del barrio, donde les esperaba una de las mujeres encaramada sobre las ruinas de una antigua masía que, con el tiempo, se llamó Cal Bruja, masía que está cerca de la calle Parcerissas. En aquellos tiempos, sólo existían en la zona campos de cultivo, riachuelos, casas viejas y destartaladas, aún en la actualidad se conservan algunas.

Cuando los muchachos llegaban al lugar se encontraban con un paraje solitario y en noches de luna llena, a las brujas celebrando sus aquelarres bajo su influjo. En esas noches misteriosas llenas de magia los muchachos se despojaban de la ropa hipnotizados por la belleza y la intensa mirada de las mujeres y danzaban frenéticamente con ellas en medio de una orgía nocturna. Cuando llegaba el día, los jóvenes languidecían y se debilitaban debido a los excesos cometidos por la noche.

Los padres identificaron la enajenación de los muchachos como la locura de unos endemoniados y fueron a hablar con el Rector de la Iglesia de Santa Eulalia, contándole que todos los chicos de La Bordeta estaban embrujados, hasta el punto de ignorar a las mozas casaderas y herederas del pueblo. El pobre Rector, Mosén Miquel Palau no creía en brujas, pero sí, en el diablo, pensó que todo lo que estaba pasando era obra del maligno. Organizó una especie de procesión compuesta de hombres cargados con todo tipo de artilugios, muy malas intenciones cada uno y, además, con una inmensa olla llena de agua bendita. Cuando llegaron al lugar donde se reunían las brujas, vertieron sobre ellas el agua que contenían las ollas, mientras Mosén Miquel rezaba en voz alta, invocando a todos los santos para librar a los jóvenes de aquella posesión diabólica.

Al poco tiempo, se sintieron unos alaridos estridentes que venían del fondo de la tierra, eran gritos de desesperación y rabia. Cuando más atareado estaba el señor Rector pidiendo auxilio a todos los Santos que ha habido y por haber, un trueno estremecedor, hizo tambalear las ruinas de la casa y brotó una humareda amarilla, espesa y maloliente de un agujero inmenso que se abrió en el suelo, que hizo estornudar a toda la gente que había presente. Desde aquel día, no se vieron más las lindas brujas, pero el aire quedó impregnado para siempre de una materia extraña y maloliente. En la actualidad, si vais a medianoche y en luna llena, si inhaláis esa sustancia os hará estornudar y escuchar extraños sonidos.

Hay quien dice, seguramente muy acertado, que esto no tiene nada que ver con las brujas, sino más bien con alguna fábrica que libera sustancias tóxicas y alucinógenas. Ya sabéis esas cosas que benefician a unos pocos y perjudican a la mayoría….Y, de la leyenda se dice que sólo es un subterfugio que sirvió en su tiempo para ocultar el crimen colectivo de estas pobres mujeres…

Y, si saco una moraleja del asunto, pues diré: …” Que siempre han estado muy mal miradas las mujeres que bailan desnudas bajo la luz de la luna…y, si encima, lo hacen en compañía de hombres,…más…” je,je,je.

CONOCIENDO UN POCO EL BARRIO

El barrio de La Bordeta me trae recuerdos especiales porque la línea era subterránea, excepto en el tramo entre la salida de Plaça de Sants y Santa Eulàlia. Recuerdo la satisfacción que sentía cuando después del largo trayecto que recorría atravesando prácticamente toda la ciudad, llegaba a un punto donde el tren abandonaba la oscuridad de los túneles para circular al aire libre en paralelo a las vías de tren que salían de la estación de Sants hasta Santa Eulàlia. En la actualidad tengo entendido que esta estación de metro está en desuso y ha pasado a ser considerada como una de las muchas estaciones fantasmas del metro de Barcelona.

La Bordeta es un barrio del distrito de Sants-Montjuïc de la ciudad de Barcelona y se encuentra situado entre el barrio de Sants y L’Hospitalet de Llobregat, en la parte baja del antiguo municipio de Sants.

La Bordeta nació de un antiguo edificio al pie del camino y junto a la Riera Blanca, que en el siglo XVI servía de hostal. El barrio fue donde acogieron la primera llegada de obras industriales cuando la ciudad comenzó la primera industrialización.

Este barrio ofrece un paseo imprescindible para comprobar la convivencia de pasado, presente… y también futuro. Es una zona mixta de viviendas y pequeños talleres industriales, pero todavía tiene que asistir a muchos cambios en los inicios del siglo XXI. Pero vayamos por partes…
Los antiguos complejos industriales de la ciudad solían bautizarse de dos modos: con el nombre o apellido de alguno de sus propietarios o con el sustantivo que hacía alusión a la actividad que realizaban. Es el caso de la gran fábrica Can Batlló. sede de la fábrica textil de Can Mangala hasta su transformación, a partir de 1964, en parte de las calles que recorre el nuevo tranvía inaugurado en Barcelona , en un peculiar modelo de agrupación de pequeñas y medianas industrias y talleres en un espacio común y la parroquia de Sant Medir, construida en el año 1949.

Es uno de los conjuntos más valorados del barrio. Su rehabilitación se realizó con un gran acierto y sirvió para redecorar el paisaje urbano de la ciudad mientras se ganaba un espacio como centro cultural, equipamiento y zona verde.

Can Batlló es uno de los puntos dinamizadores políticos y sociales con proyección hasta Sants, Hostafrancs y otros barrios del distrito, se convirtió en un eje de la política clandestina de la ciudad y del país, durante la posguerra y en las postrimerías del franquismo. Destaca socialmente porque constituyó una cooperativa para la construcción de edificios para viviendas sociales, inauguradas en el año 1957.

Todo el paseo por la zona nos dará una idea del pasado industrial de la ciudad. La zona se mantiene con edificios mejor conservados unas veces, y en estado semi-ruinoso otras; grafitis en las paredes, edificios industriales que funcionan como viviendas u oficinas en forma de lofts…

En fin, como todos los barrios de Barcelona, también tiene su encanto…

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