EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS EN PENA, EN LA BARRIADA DE SANTS


Existe la creencia de que no todas las almas alcanzan el descanso tras la muerte, pues hay algunas que están condenadas a vagar por la tierra durante largo tiempo, a veces durante toda la eternidad.

Según la tradición cristiana, para que un alma goce del descanso eterno es necesario que sea enterrada apropiadamente en un terreno consagrado para ello (cementerio). De lo contrario, el alma corre sin descanso por el mundo de los vivos, buscando a alguien que le de una oportuna sepultura.

Pero no debemos creer que los difuntos sólo se nos aparecen de forma fantasmagórica: A menudo se convierten en animales, como pájaros, cerdos o mariposas, que se acercan a los vivos para enviarles un mensaje . En este sentido, las aves agoreras, aquéllas que anuncian la muerte y otro tipo de desgracias, no son más que ánimas reencarnadas. Otras veces adoptan la forma de destellos luminosos y si en una cálida noche de verano dirigimos nuestra mirada hacia el cielo y se encuentra lleno de luminarias, de rutilantes estrellas, podemos pensar que es un reguero formado por almas desorientadas que tras la muerte orientan sus pasos hacia el infinito.

Las almas en pena vagan sin descanso por los contornos de la barriada de Sants; ya que no pueden encontrar “El Más Allá”. En la actualidad no se ven muchas, porque vivimos una vida muy ajetreada, ya sea por el exceso de trabajo, por tener muchas obligaciones, más de las que podemos abarcar, y pensar en fantasmas y almas en pena puede ser una situación irrelevante o incómoda. Ignoramos o no tenemos tiempo para fijar nuestra atención en esos misteriosos rincones donde nos esperan agazapadas las fantasmales mariposas en posesión de un mensaje del más allá. Hace muchísimos años, justo en el lugar donde hoy se encuentra la Rambla del Brasil, existían campos de cultivos y carrizales, lugares inhóspitos donde sólo crecían matojos y matorrales.

En noches de luna clara, en el tramo de camino que iba junto a la carretera Real, que seguía la actual calle de Sants, los vecinos que dejaban Sants y se dirigían al Llobregat, o los que entraban en el pueblo desde Esplugues, observaban desde lejos unas extrañas luces, de noche, que indicaban la proximidad del pueblo de Sants. Pero, a medida que se iban acercando y bajo el reflejo de la luna distinguían claramente que aparte de las luces del pueblo, existían, otras, casi imperceptibles en los cruces de caminos, tras los ventanales de casas derruidas, éstas eran más pequeñas y no tan brillantes, se alejaban hacía los campos y se arremolinaban en torno a los carrizales de los campos y lo más curioso es que a veces se desplazaban como si siguieran un procesión.

La rumorología popular comenzó a difundir la idea de que eran “Almas en pena” que deambulaban por aquellos campos, que se aparecían a los que se despistaban y se les hacía de noche por aquellos andurriales y que lejos de ser malas, a menudo, se acercaban y daban una vuelta alrededor de la cabeza de aquellos despistados.

Pero no faltaba el que decía que eran espíritus de muertos u otros seres sobrenaturales que intentaban desviar a los vecinos de su camino, alejándolos cada vez más del pueblo.

Años después, en la fachada de la finca de la calle de Sants número 260, en unas baldosas de cerámica se representó la presencia cercana de las almas del purgatorio, que se consumían por los siete pecados capitales.

Se advertía como aquellos cuerpos moribundos se quejaban de los fuegos del infierno por los múltiples pecados cometidos. La casa desapareció y de las baldosas no se volvió a saber.

Se explica que, aquellas luminarias pequeñas que se observaban de noche y que parecían mariposas devoradas por los fuegos, eran en realidad fuegos fatuos o de San Telmo que se aparecían las noches de verano en aquellas tierras, y que la causa de tales fuegos eran los gases que emanaban de los restos cadavéricos de animales en descomposición que habían donde actualmente se encuentra el callejón de las Almas.

Pasear por esta calle de la barriada de Sants no deja de producir un cierto desasosiego cuando se aprecian muros sin aperturas, estrecheces, cruces y rincones malditos. Y, si el paseo lo hacéis de noche callad y abrid bien los ojos, tal vez una de esas extrañas lucecitas pase rápida y casi de manera imperceptible ante vuestros ojos y os perdáis tal prodigio. Nuestra presencia no las incomoda demasiado, son almas blancas, siempre y cuando no se las hostigue.


El tramo del barrio donde se encuentra la calle, precisamente se llama barrio de las Almas, porque en la confluencia de Badal con la calle de Sants se encontraba la plaza de Víctor Balaguer y la Alcaldía de la villa de Sants, hoy en Collblanc, se despedía el párroco del pueblo de los difuntos que emprendían el camino hacia el cementerio de Sants , hoy en Collblanc.

Es decir, que a partir de ese punto, los difuntos ya hacían el camino sólo con sus familiares. Este trayecto sería lo que se representaba en las almas que se encontraban representadas en las baldosas de la fachada de una antigua casa de la calle de Sants hasta hace pocos años simbolizaban precisamente estas almas del purgatorio.

A veces paseamos inocentemente por barriadas de las que desconocemos sus historias más entrañables y aunque pensamos en lo que se nos puede aparecer en doblar una esquina, generalmente nunca pensamos en que pueda ser un alma del más allá.

Es un tema muy atrayente y en literatura, los fuegos fatuos aparecen en el inicio de Drácula de Bram Stoker, también en las Ciénagas de los Muertos de El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, en la novela de Michael Ende La historia interminable o en la serie de novelas de Harry Potter de J. K. Rowling como un monstruo llamado Hinkypunk.

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