LOS PEREGRINOS DE LAS TINIEBLAS X


El aire se vuelve más denso y pesado cuando llega la noche y la fría niebla hace acto de presencia, descendiendo sobre el pueblo, arrastrándose a ras de suelo, invadiéndolo todo con su blanco manto, engullendo árboles y matas y dejando a su paso un paisaje de tinieblas. Pero, en el interior de la choza, los peregrinos de guardia, se acurrucan buscando disfrutar del calor que les brinda la rústica chimenea.

– ¿Porque no nos habla de su pasado, Eugene?. -Le pregunta Jacques, mientras acerca las manos a la lumbre de la chimenea. Las llamas acarician sus rostros creando leves oscilaciones rojizas, con suaves lengüetazos de calor.

– Bueno, en realidad, tengo bien poco que contar. Soy descendiente de Macha…-

-¿Macha… tiene algo que ver con macho?- La interrumpe, Jacques, y casi se queda petrificado en la silla cuando la mujer le dirige una mirada iracunda.

– Sí – responde la mujer con aire desafiante- ¿Hay algún problema…? – Los hombres tratan de contener la risa, pero si supieran lo cerca que han estado sus cabezas de convertirse en bellotas para la Morrigan, no estarían tan tranquilos.

– Como iba diciendo – Explica con irritación- Desciendo de Macha, La pelirroja. Una de las heroínas de la historia fundacional del Ulster.

– La historia comienza cuando tres monarcas decidieron gobernar durante siete años en Irlanda. Uno de ellos murió antes de acabar su mandato y su mujer Macha, La Pelirroja, reclamó el trono de Irlanda. Los soberanos Cimbaeth y Dithorba se opusieron. Tras una dura guerra Macha luchó, venció y reinó. Posteriormente, Macha se convirtió en esposa divina de Crunnchu. Pero Conchobar del Ulster le propone una carrera, a pesar de que la dama se encuentra embarazada, teniendo que competir en velocidad con unos caballos. Macha lo hizo para impedir que el Rey le cortase la cabeza a su esposo, Crunnchu, quien había afirmado que su mujer, Macha, era la más rápida del mundo. Ésta, a pesar de decirle al Rey que era peligroso para ella porque estaba embarazada, no consiguió convencerle y éste, obcecado, dijo que si no corría ya se podía ir despidiendo de la cabeza de su marido. Macha protestó acaloradamente e incluso se dirigió a la concurrencia para suplicar su ayuda e intercesión. Sin embargo, los ulates permanecieron en silencio y no hicieron nada por lo que Macha los maldijo. –“¡ Malditos vosotros que no habéis tenido en consideración mi estado, salvaré la vida de mi esposo, pero vosotros sufriréis, de ahora en adelante, el mal que yo experimentaré. Cada nueve meses sufriréis los dolores del parto!”.

Macha compitió y ganó. Y, en la meta, rendida, dio a luz a dos gemelos. Y, por eso aquel lugar es conocido como Emain Macha, o los gemelos de Macha. En el parto dio un grito terrible y cuantos lo oyeron quedaron hechizados. Luego, durante cinco noches y cuatro días, cada nueve meses, experimentarían los dolores del parto. Sólo uno, se libró de la maldición: Cuchulainn.

Posteriormente, los descendientes de Macha se pusieron bajo la protección de Uí Néill de Tara y formaron una confederación de pequeños reinos subordinados a Niall.

Y, hasta aquí mi historia y la de mis ancestros…-

– Realmente, impresionante la historia de esta mujer. Admirable, adelantada a su tiempo, responde a ese tipo de mujer que se salió del sitio que se le asignaba en la sociedad de su tiempo e hizo cosas propias de hombres, me ha dejado sin palabras.

– Sí, más que impresionante yo diría excepcional. Ella fue la primera mujer y se convirtió en un ejemplo digno de imitar, que decía lo que pensaba sin temor a la verdad.- Concluye la abadesa, con orgullo.

Uno de los peregrinos se levanta y va en busca de la petaca de aguardiente que se oculta en sus alforjas de peregrino. Aunque está vieja y roída por los ratones, ahora es su mejor consuelo en esta noche fría y húmeda, la empina y cuando siente como se desliza por su garganta se siente revivir. Después la ofrece a sus compañeros.

-Tendrán relación el asesinato de la novicia y esta matanza tan brutal.- Comenta uno de los peregrinos, cambiando de manera radical la conversación, mientras contempla con fijeza el crepitar de las llamas en la chimenea.

– Todo parece indicar que hay una mano celta tras estos hechos- Explica la monja, que se ha empeñado en hacer la primera guardia ante el estupor de sus compañeros de viaje. – Es más por la forma en que ha sido ejecutada yo diría que es un sacrificio ritual ofrecido al Dios Essus-

– ¿Y quien es Essus? – Pregunta intrigado otro de los peregrinos.

– Essus es un dios galo, pero pertenece a la mitologia celta, es uno de los más misteriosos e inquietantes y se le suele representar empuñando un hacha, bajo las ramas de un árbol, de que cuelga un cuerpo humano, cabeza abajo, y luego se dedica a despedazarlo. Es muy evidente que esa desgraciada ha sido inmolada a este dios, o al menos eso parece. Los druidas hace muchos siglos que dejaron de practicar estos ritos tan sanguinarios y yo pongo la mano en el fuego que aquí hay algo mucho más complejo que un simple crimen ritual…-

– ¿Cómo está tan segura de que esta víctima ha sido colgada, precisamente, boca abajo, en un árbol?. Le pregunta Gondemar.

– Pues, muy sencillo, porque la señal de las ataduras sólo se encuentran en los tobillos, si por ejemplo la hubiesen capturado y maniatado, seguramente tendría en las muñecas las marcas de la soga, cosa que no ocurre. Y, también es señal de que conocía a su captor y asesino. Pero he cometido un lamentable error al no…

-Escuchad, me parece que he oído algo fuera de la casa, – dice con un susurro de voz Gondemar, interrumpiendo a la abadesa. Todos callan y de pronto se dan cuenta de que el caballo que han dejado atado fuera de la casa se encuentra inquieto, bufa y relincha en esa noche húmeda a causa de que alguien merodea fuera de la casa, alrededor del pequeño patio cercado, un intruso que se siente extrañamente cerca y confiado, demasiado cerca, muy cerca, casi a un paso de meterse dentro. Los falsos peregrinos, encargados de velar por el sueño de sus compañeros de viaje, abren con sigilo la contraventana y otean el exterior y sólo alcanzan a ver unas sombras que se pierden entre unos arbustos cercanos. Son las formas de un hombre. Preocupados piensan en llamar a sus compañeros, pero desisten ya que piensan que debe de ser un vagabundo que sólo busca un techo bajo el que cobijarse en una noche tan fría. Pese a que no se ve por ninguna parte, comienzan a pensar en la posibilidad de que el extraño ser se haya introducido en la casa y entonces empiezan a recorrerla, comprueban que puertas y ventanas estén bien cerradas. Deciden salir al exterior y buscar al merodeador. Se acercan hasta el caballo y con cuidado acarician con delicadeza su pescuezo y sus crines y el animal se tranquiliza.

Recelosos, sólo dos hombres han abandonada la seguridad de la casa, pues la noche se presenta inhóspita, se aventuran en medio de la bruma y llegan casi al límite del bosque, allí donde se pierde el pueblo y surge la negrura del bosque frondoso. Pronto, acaban perdidos entre la niebla y desorientados, presienten que algo siniestro se mueve a pocos pasos de ellos y un miedo aterrador les invade porque se sienten vigilados en un paraje totalmente desconocido. De pronto, el aleteo de las aves nocturnas les abofetea y la fría escarcha les humedece la cara, como una caricia sobrenatural. Entonces, ven unas formas oscuras entre la niebla, comandadas por dos jinetes, un hombre y una mujer. De los ojos que deberían contemplarles, tan sólo quedan unas cuencas vacías, sin vida, unos agujeros negros insondables llenos de eterna oscuridad. Unos rostros macilentos y lívidos destacan entre los jirones de niebla.

Con movimientos torpes y envueltos en harapos se van acercando lentamente. Y, una voz cavernosa y temible, que suena atronadora y amenazante, vibra en el silencio de la noche y ordena con furia sobrehumana:





-¡Largo, marchaos de aquí, criaturas impías, no toquéis lo prohibido!- Aterrorizados los peregrinos, por su tono imperativo, piensan que se encuentran en la antesala del infierno.

-¡Cuidaos de las almas errantes! ¡Pagaréis con vuestra vida! –Sigue la siniestra voz en el mismo tono acuciante.

Los dos hombres, dan unos cuantos pasos hacia atrás, asustados, pálidos y sudorosos, con el corazón latiendo como un potro desbocado, deciden huir del lugar arrastrando los pies torpemente. De pronto, la noche ya no sólo les ofrece la aventura, ahora se ha convertido en la antesala del miedo, se dan la vuelta y a loca carrera se dirigen a la casa. No saben a lo que se enfrentan, pero saben que no es nada bueno, pueden ser las almas en pena de las víctimas del pueblo. Enloquecidos, huyen despavoridos de los espectros amenazantes, pero tropiezan y caen, y se vuelven a levantar tratando de huir de ese terror sin límites que les acucia.

Cuando llegan a la casa, con la respiración entrecortada, jadeante y al borde del colapso, les reciben la abadesa y Gondemar, cerrando tras de sí la puerta con un estruendoso golpetazo. Sus compañeros siguen dormidos, completamente ajenos a la pesadilla que acaban de sufrir sus compañeros, pero duermen un sueño inquieto fruto de las experiencias vividas.

-¿Qué ocurre? -Pregunta la abadesa tratando de vislumbrar algo en el exterior, más allá de la bruma.

– Ahí fuera hay un horror sin límites… -El templario apenas puede articular palabra, cuando de pronto se levanta un violento vendaval, que hace crujir los cimientos de la vivienda. Implacable, arranca del sueño a los falsos peregrinos. En el pueblo desierto, el viento se ha convertido en un grito agónico del más allá. Parece que se han abierto las puertas del Purgatorio y de él surgen todas las almas de los hombres, mujeres y niños asesinados que se resisten a abandonar el pueblo donde vivieron y murieron.

Les llega el sonido de los lamentos, susurros, voces y quejidos, con el entrechocar de las espadas de fondo, pero por encima de todo eso perciben como un sonido sibilante, un extraño diálogo se ha establecido en el exterior, pero no es de este mundo.

-¡Largo, marchaos de aquí, criaturas impías, no toquéis lo prohibido!- Repite el espectro con el mismo tono imperativo.

-¡Cuidaos de las almas errantes o pagaréis con vuestra vida!. – Horrorizados los templarios sienten como aporrean violentamente la puerta y las terribles palabras del espectro les trastornan hasta la médula.

En el exterior, los espectros se mueven al compas de una esperpéntica y macabra Danza de la Muerte, gritan, se convulsionan y al final, al borde del paroxismo, dando un gran salto se encaraman en el tejado donde siguen con sus imprecaciones vociferantes.

-¡¡¡CUIDAOS DE LAS ALMAS ERRANTES, CRIATURAS IMPÍAS!!!…- Crece la tensión y los rostros descarnados se deforman por la rabia y continúan con su terribles amenazas.

-¡¡¡CUIDAOS DE LAS ALMAS ERRANTES, CRIATURAS IMPÍAS!!!… -Resuena la voz estentórea, resuena entre la bruma tenebrosa y resuena entre los trémulos ecos de los espectros que le acompañan. Y, al final, el cúmulo de sonidos resulta atronador y entre ellos destaca un sonido agudo que rasga el aire espeso, un aullido largo y sostenido.

En el interior de la casa, los peregrinos sienten como arrecia el viento y notan a esas extrañas presencias recorriendo iracundos el tejado musgoso de la casa, acompañadas de gritos sobrenaturales, un ruido infernal que taladra los oídos de los peregrinos. Comienza los susurros, y los pasos furtivos tanteando la pizarra y desencajando las precarias tejas, buscando la chimenea, en ese momento encendida. Estremecidos, temen por la precariedad del tejado ya que escuchan los crujidos de las tejas arrancadas por el ímpetu del viento y el feroz ataque de los espectros.

La abadesa tiene el rostro absorto e inexpresivo, se halla en trance, en plena meditación trascendental, completamente ajena a todo el horror que está ocurriendo sólo tiene fuerzas para entonar una triste letanía.

-“El señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida,

¿Quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados

para devorar mi carne,

ellos, enemigos y adversarios,

tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,

mi corazón no tiembla;

si me declaran la guerra,

me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,

eso buscaré:

habitar en la casa del Señor

por los días de mi vida;

gozar de la dulzura del Señor,

contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda

el día del peligro;

me esconderá en lo escondido de su morada,

me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza

sobre el enemigo que me cerca;

en su tienda sacrificaré

sacrificios de aclamación:

cantaré y tocaré para el Señor.

Eugene utiliza la vieja meditación de los místicos irlandeses, destinada a calmar la mente, abriendo su espíritu a Dios. Así por medio de este amor místico consigue tranquilizar el alma y ralentizar el ritmo de la vida. Sólo trata de conseguir una alteración de la conciencia, una especie de paz contemplativa. Entona, susurrando un cantico del alma para conseguir una resonancia armónica con la que equilibrar los opuestos en su interior.

Sara se encuentra despierta en el cuarto dominada por un terror que la tiene completamente paralizada. Cuando sus amigas fantasmales se materializan ante ella y la rodean con su aura brillante, la alegría que siente al verse en compañía de sus amigas queda enturbiada por el terror de lo que está viviendo. La joven se intranquiliza, pues teme que su compañero la descubra hablando con sus amigas y no comprenda la situación, o piense que roza la locura, pero ellas la sacan de dudas.

-No te preocupes por tu compañero, está sumido en un sueño profundo.- Sara le echa una mirada y comprueba que se encuentra en una inconsciencia total casi extrema, demasiado pura, demasiado perfecta, pero con una total insensibilidad casi sobrenatural.

-¡ No les abráis la puerta, no les dejéis entrar! – Le dice Sofía muy alarmada – Son espectros custodios, si no tocáis nada, no tendréis nada que temer-

– ¿ Qué es lo que custodian? Pregunta la joven aterrorizada.

– Custodian un tesoro ensangrentado- Sigue diciendo Filomena, aclarando sus dudas.

– Sí, pero es un tesoro manchado con su sangre, con la sangre de estos espectros- Clara se le acerca y le muestra un extraño objeto.

– Estos espectros son las personas que se encargaban de proteger un tesoro y perdieron la vida por ello. – Le responde Clara. Mientras se le acerca con el objeto en la mano que mantiene misteriosamente oculto.

– Esto que te entregamos es un amuleto protector, deberás llevarlo colgado alrededor de cuello y cuando sientas que un peligro te acecha, simplemente lo acaricias y, entonces alguien cercano a ti te salvará.-

– ¡Pero si es una cruz!-. Exclama escandalizada Sara- Nosotros, los cátaros la rechazamos, porque simboliza la agonía y el sufrimiento de Jesucristo.

-Sí, es una rudimentaria cruz de piedra, pero estás equivocada querida Sara, ya que la Cruz es un signo tan antiguo como la humanidad y siempre ha representado a Dios. Es el “árbol de la salvación” ya que Jesús la cargó y murió en ella para salvarnos.-Sofía coge la pequeña cruz entre sus manos y mostrándole el palo horizontal le dice:

– Ves este palo, pues con el se consigue la hermandad de los hombres- Después señalando el vertical – Y este palo vertical, si lo acaricias reconciliará el cielo con la tierra.

-Será por eso por lo que lo romanos clavaban en la cruz a algunas personas, para conseguir la hermandad de los hombres y unir el cielo con la tierra. Contesta con ironía, Sara, empeñada en seguir rechazando la cruz.

-Estos pobres espectros son almas errantes que todavía permanecen unidos a la tierra y no tienen relación alguna con el cielo, porque sus cuerpos son los de unas víctimas asesinadas que no han recibido los auxilios de la religión y sólo buscan reposar en paz en alguna tumba.- Le dice comprensiva, Sofía, su amiga fantasmal, ignorando el comentario ácido de la joven.

– Ahora, Sara nos tenemos que ir, haz caso de lo que te hemos dicho… – Filo antes de desaparecer junto a sus amigas, se acerca a Clara y tomando la cruz sagrada, de las manos de su amiga, se acerca a la joven y dirigiéndole una cálida sonrisa le coloca el crucifijo alrededor del cuello, mientras le dice:

– Querida niña no seas rebelde y sigue nuestros consejos. – Son sus últimas palabras. Después, las tres muchachas luminosas se cogen de las manos y desaparecen en un torbellino brillante de color.-

En la soledad de su estancia, Sara dirige la mirada hacia la extraña cruz de piedra y con renuencia la coge entre sus manos, repentinamente de la cruz emana emana un calor que se extiende por todo su cuerpo. Se siente maravillosamente con el calor vibrante, palpitante, una sensación de agradable bienestar la inunda. Desde ella brota un chorro de luz que se dirige hacia el techo y lo ilumina totalmente.

Repentinamente todo cesa, un silencio extraño lo llena todo, poco a poco se va convirtiendo en algo opresivo, extremadamente opresivo, casi sepulcral sólo interrumpido por el golpeteo de alguna contraventana...

CONTINUARÁ...

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