LA ÉPICA HISTORIA DE UN CRUCERO TERRAPLANISTA




PRÓLOGO CIENTÍFICO-SATÍRICO

Este relato nace con un propósito estrictamente científico —o, al menos, tan científico como es posible cuando una escribe sobre cruceros terraplanistas, pingüinos actores y muros de hielo que ni los climatólogos saben si existen—: invitar al lector a reflexionar, sonreír y, de paso, recordar que la Tierra es redonda desde hace unos cuantos siglos más de los que puede tolerar cualquier conspiranoico sin marearse.

Porque, aceptémoslo: el terraplanismo, como teoría, ya es en sí mismo un chiste, un fenómeno sociológico fascinante y a la vez cómicamente resistente a la evidencia, capaz de sobrevivir a satélites, fotos desde el espacio, navegación GPS y al propio sentido común.

Por eso, este cuento emplea humor, ficción y pingüinos excesivamente profesionales para celebrar algo muy simple.

La ciencia no necesita convencernos de que la Tierra es redonda… solo de que vale la pena pensar un poquito.

EL CRUCERO QUE NUNCA LLEGÓ AL BORDE

Dicen que todo empezó una mañana soleada cuando un grupo de terraplanistas archiconocidos, famosos por sus vídeos donde aparecían con gorras con frases como “Trust the Disc” y “Gravity is a Lie, Karen”, decidieron que ya era hora de demostrar la verdad definitiva:

"La Tierra era tan plana como una tortilla mal hecha".

Y para lograrlo, nada mejor que organizar el primer crucero científico terraplanista internacional.
Porque, según su líder —un señor con voz épica capaz de convertir un bostezo en documental—,

“¡Si navegamos lo bastante recto, llegaremos al borde! ¡Y allí grabaremos el salto del barco hacia el vacío!”

Esa frase, aunque poco tranquilizadora, fue suficiente para que cientos de terraplanistas pagaran el billete más caro desde la existencia del turismo náutico.

EMBARQUE EN EL “TSV RECTILÍNEO”

El barco se llamaba TSV Rectilíneo (TSV significaba Teorías Sin Vergüenza).
Era un crucero inmenso, decorado con murales de mapas de la Tierra plana donde la Antártida aparecía como un muro de hielo del tamaño de la autoestima de un influencer.

Los terraplanistas embarcaron con una energía contagiosa. Uno llevaba una camiseta que decía “Si la Tierra fuera redonda, andaríamos cuesta abajo”. Otro vendía brújulas que solo apuntaban hacia “la verdad”.
Y la estrella invitada era un experto gurú autodidacta, célebre por sus conferencias donde explicaba que los eclipses se deben a “un misterioso objeto oscuro que nadie ha visto, pero que aparece cada vez que lo necesitamos”.

EL PLAN “DEFINITIVAMENTE INFALIBLE

La misión consistía en navegar en línea recta hasta encontrar el borde.
Para ello contrataron a un capitán experimentado, que, tras escuchar el propósito del viaje, pidió dos cosas.

Un sueldo triple.

Un psicólogo a bordo por si el viaje se alargaba.

Partieron un lunes glorioso, con discursos, serpentinas y un coro cantando:

“¡No giraremos más! ¡Solo recto! ¡Hasta el borde del planeta!”

Y ahí empezó el problema.

LA TRAVESÍA ETERNA

Al principio estaban eufóricos.
Cada día señalaban el horizonte gritando:
“¡Allí! ¡Ahora sí! ¡Se nota la caída!”

Pero nunca llegaba.
Porque, claro, el barco seguía la curvatura de la Tierra… aunque ellos juraban que el mar tenía “ondas sospechosas porque el gobierno no quiere que lleguemos”.

Tras 40 días, 3 motines fallidos, y 27 debates, empezaron las teorías internas:

—Yo creo que el borde está más lejos de lo que creíamos.
—¡Mentira! ¡Está cerca, pero el barco gira sin que nos demos cuenta!
—¡Nos sabotean los marineros curvaturistas!

El capitán, agotado, señaló el GPS (que ellos no creían que funcionara porque "usa satélites falsos”).
Pero como el GPS decía que estaban dando la vuelta al mundo, solo sirvió para que uno gritara:

“¡Lo sabía! ¡Estamos atrapados en un bucle plano!”

EL GRAN MOMENTO “CIENTÍFICO”

En el día 102 hicieron su mayor experimento:
Soltaron una sandía desde la cubierta para ver si caía “hacia abajo” o “hacia el borde”.

Cayó al agua como era de esperar, pero uno de los terraplanistas gritó:
—¡La sandía ha caído hacia la conspiración!

Y así, satisfechos, anotaron “prueba definitiva”.

¿Y HOY… SIGUEN NAVEGANDO

El crucero partió en una fecha clara y conocida.
Lo único no tan claro es si regresó.

Hay quien dice que siguen navegando “en línea recta”, dando más vueltas al mundo que Elcano, Magallanes y un GPS borracho juntos.

Otros aseguran que el barco, al volver a pasar por la misma costa por séptima vez, lo celebró como “nuevo territorio jamás explorado”.
Y que incluso filmaron un documental titulado:

“Círculos rectos: cómo un barco demostró la mentira de la esfera”.

Por si acaso, los puertos del mundo han empezado a colocar carteles que dicen:
“Bienvenidos. Y no, esto tampoco es el borde.”

EL CRUCERO DE LOS QUE SABÍAN DEMASIADO (Y NADA A LA VEZ)

El TSV Rectilíneo zarpó cargado de ilusión científica del tipo que haría llorar a Pitágoras… pero de risa.
A bordo se reunieron los más famosos terraplanistas del planeta —tan conocidos que cualquiera capaz de escribir “YouTube” los reconocería al instante— aunque sus nombres, por razones legales y de salud mental, no serán mencionados.

LOS PASAJEROS ILUSTRES

El de la barba rabiosa y la mirada de “te lo explico yo”

Famosísimo en redes, especialista en decir “investiga por tu cuenta” justo antes de mostrar un PowerPoint con errores ortográficos que sangran.
Su gorra llevaba bordado: “La NASA miente, mi cuñado no”.

El del bigote orgulloso y sonrisa permanente de vendedor de enciclopedias conspirativas

Aparece en todos los documentales terraplanistas. Su frase favorita era:

“No es fe, es ciencia… bueno, ciencia no oficial, pero ciencia.”

El experto autodidacta con voz de narrador épico

Capaz de convertir un vídeo de un globo aerostático en una prueba irrefutable de algo, aunque no se sabe muy bien de qué.
Su característica más famosa:
Nunca respondía a una pregunta sin generar tres dudas nuevas.

El del micrófono casero y la camiseta que decía “El horizonte no curva, tu cerebro sí”

Este era el que llevaba siempre un nivel de albañil para “demostrar” que el mar es plano.
Se lo tomaba tan en serio que lo dormía debajo de la almohada.

Y, por supuesto, también estaba…

El insistente antivacunas español, con más años que un bosque.

Nadie sabía si había venido porque lo invitaron, porque era un polizón que no se quería perder un evento de semejante trascendencia o porque se coló por error en la fila del embarque.
Era incapaz de relacionar cualquier tema sin acabar diciendo:

“¿Y las vacunas? Te dejo la pregunta ahí.”

Si hablaban del océano, decía: “El mar tiene microchips”.
Si hablaban del tiempo, decía: “El clima lo controla la farmaindustria”.
Si le preguntaban la hora, respondía: “¿Y por qué quieres saberla?”.

EL PLAN GENIAL: NAVEGAR RECTO

El objetivo del viaje era claro:
Ir en línea recta hasta encontrar el borde del mundo.

El capitán, que había sido contratado sin que le revelaran el propósito del crucero, pensó que “Congreso Internacional de Geografía Alternativa” sonaba a exposición de mapas bonitos.
El pobre tardó dos días en descubrir que estaba a cargo de un barco lleno de gente que creía que Australia está “más arriba de lo que dicen”.

PRIMER EXPERIMENTO: EL NIVEL SAGRADO

El terraplanista con un nivel de albañil colocó la herramienta en la barandilla.

—¡Recto! —gritó emocionado—. ¿Veis? ¡El mar es plano!

El capitán, con la paciencia de un santo que ya se ha jubilado, le explicó que un nivel mide la horizontalidad local, no la curvatura de un planeta entero.

Pero el del bigote saltó con rapidez:
—¡Eso cree usted, víctima de la educación estatal!

El antivacunas añadió:
—Todo eso lo dicta la OMS.

Aunque no venía a cuento, todos asintieron como si acabara de revelar un gran misterio.

EL GIRO SOSPECHOSO

Cuando llevaban tres semanas navegando, el de la barba rabiosa empezó a acusar al capitán:

—¡Está girando a propósito! ¡Para que no lleguemos al borde!
—No estoy girando —respondió el capitán—.
—Eso diría alguien que está girando —replicó el barbado.

El de la voz épica grabó un vídeo explicando que el mar tenía “vibraciones de distorsión curvaturista”.

El antivacunas añadió desde atrás:
—No descartéis que nos estén rociando algo.

Nadie le escuchó, pero él aun así se dio like a sí mismo.

EL ENCUENTRO CON “NUEVA COSTA DESCONOCIDA”

Al día 174 avistaron tierra firme.
Todos gritaron emocionados:

—¡Es una costa jamás explorada! ¡No aparece en el mapa plano definitivo!

El capitán respiró hondo y dijo:
—Es Canarias. Pasamos por aquí hace un mes.
—¡Imposible! —gritaron todos al unísono—. ¡Hemos ido recto!

El antivacunas preguntó:
—¿Y si nos han movido las islas?
—¿Quién? —preguntó el capitán resignado.
—Ya sabes… ellos.

Y misteriosamente nadie pidió aclaración.
Parecía que todos sabían de quién hablaba, aunque nadie sabía de quién hablaba.

LA PRUEBA SUPREMA: LA SANDÍA CUÁNTICA

En un intento de probar algo —no sabían muy bien qué— decidieron lanzar otra sandía desde la cubierta. Con la intención de ratificar la anterior prueba científica. Tenían que obtener resultados fácilmente contrastables.

Cayó al agua y se volvió a hundir.

—¿Qué demuestra eso? —preguntó el capitán.
—Que la gravedad no existe, pero actúa —respondió el del micrófono casero.
—Eso no tiene ningún sentido —dijo el capitán.
—La ciencia oficial tampoco lo tiene —contestó el barbado.

El antivacunas remató:
—¿Sabéis quién inventó la gravedad?
Nadie le contestó. La conversación no tenía capacidad para más.

¿SIGUEN NAVEGANDO?

Hay rumores de que aún siguen navegando “en línea recta”, dando más vueltas que un satélite al que no creen.

Que ya han descubierto 14 “nuevas costas desconocidas”, todas sorprendentemente similares a sitios muy turísticos.

Y que el antivacunas, desde algún rincón del barco, aún pregunta:

“¿Y las vacunas, qué? ¿Nadie lo ve raro?”

El capitán, mientras tanto, sueña con jubilarse en un lugar donde nadie mencione niveles, muros de hielo, ni frutas arrojadas al mar como experimentos.

EL CRUCERO QUE SE PERDIÓ EN LA CURVATURA (Y TAMBIÉN EN LA CORDURA)

El TSV Rectilíneo, y sus terraplanistas legendarios —ya sabes, esos que se reconocen por su barba indignada, su bigote orgulloso o su micrófono casero con más personalidad que ellos mismos— continuaba navegando “recto”… o eso afirmaban ellos cada mañana, aunque el barco ya había descrito tantas circunferencias que podría haber generado su propia rotonda en alta mar.

A bordo seguía también el antivacunas oficial, que ya nadie sabía si era pasajero, polizón, o una alucinación colectiva del mareo.
Siempre decía algo que no tocaba.
Si hablaban del oleaje: “Eso lo provoca el grafeno”.
Si hablaban de piratas: “Es un invento de la Big Pharma”.
Nadie sabía por qué, pero era parte del paisaje

LOS PINGÜINOS ACTORES

Una madrugada, el del bigote orgulloso avistó algo en la distancia y gritó con voz de documental sin presupuesto:

—¡Mirad! ¡Una especie desconocida del muro de hielo!

Todos corrieron a cubierta.
Allí, sobre un pequeño iceberg, aparecieron tres pingüinos con gafas de sol, boinas y un cartel que decía “Gracias por apoyar nuestro documental”.

Los terraplanistas se quedaron mudos.
El de la barba rabiosa murmuró:
—Lo sabía… la Antártida está llena de actores del gobierno.

El capitán se frotó la cara con ambas manos.

Los pingüinos, impasibles, empezaron a representar una obra titulada:
“El borde no existe, pero os queremos igual”.

Y al finalizar, el líder terraplanista exclamó:
—¡Es una trampa! ¡Demasiado convincente! ¡Nadie actúa así sin un guion globalista detrás!

Los pingüinos, heridos en su profesión dramática, se fueron ofendidos, agitando las alas y murmurando en pingüinés algo como “que les den”.

LOS PIRATAS CURVATURISTAS

Días después, apareció un barco pirata con velas negras en las que se leía:
“La Tierra es redonda, DEAL WITH IT”.

Sus tripulantes eran piratas curvaturistas, comandados por un capitán con parche, pero parche circular, alegando que “la realidad se ve mejor curvada”.

Abordaron el TSV Rectilíneo con gritos de:

—¡Rendíos, herejes de la geometría!
—¡No daremos un paso atrás! —respondió el terraplanista con nivel de albañil, empuñando su herramienta como espada medieval.
—¡Gravity is a lie, Karen! —bramó el de la gorra, sin venir a cuento.

Los piratas, sorprendidos, bajaron las armas.
El capitán pirata confesó:

—Mira, nosotros veníamos a saquear oro, pero esto que lleváis…
—¿Conocimiento alternativo? —preguntó emocionado el del bigote.
—No, ideas absurdas.
—¡Ja! ¡Eso es lo que diría un curvaturista impuesto por el sistema!

El pirata decidió marcharse por seguridad mental.

EL MOTÍN DEL CAPITÁN CURVATURISTA

Llegó un día en que el capitán del TSV Rectilíneo ya no podía más.

Había repetido 134 veces:
“Esto no es una nueva costa desconocida, esto es Madeira otra vez”.

Había explicado 92 veces que un mapa rectangular no demuestra que el planeta es una pizza.

Había sobrevivido a tres debates sobre si los rayos del sol son hologramas.

Y, finalmente, cuando el antivacunas dijo:
“¿Y si la curvatura es un efecto secundario?”,
el capitán explotó.

Subió a cubierta golpeando la campana de alarma.

—¡SE ACABÓ! —rugió con una mezcla de furia y desesperación—. ¡Declaro el MOTÍN CURVATURISTA!

Los terraplanistas se agruparon, alarmados.

—¡Nos quiere redondear la mente! —gritó el de la voz épica.
—¡Al muro de hielo con él! —añadió el barbado.

Pero justo cuando iban a saltar todos a la vez sobre el capitán, ocurrió algo inesperado…

LA VERDAD IRREFUTABLE

Una ola gigante sacudió el barco, girándolo un poco.
Durante medio segundo, el horizonte pareció curvarse.

Los terraplanistas se quedaron boquiabiertos.
El del bigote murmuró:

—¿Y si…?
—¿Y si qué? —preguntó el capitán, esperanzado.
—¿Y si la conspiración es aún más grande de lo que pensábamos?

El capitán se dejó caer de rodillas.
No había victoria posible.

LOS PIRATAS Y EL FINAL QUE NO ERA FINAL

El TSV Rectilíneo siguió navegando recto, torcido, circular, diagonal y en zigzag, según la interpretación filosófico–geométrica del día.

Los piratas desaparecieron rumbo al Caribe curvo.
Los pingüinos actores ganaron un premio por “Mejor reparto en iceberg flotante”.
Y el antivacunas seguía diciendo lo mismo, independientemente del tema.

Nadie sabe si el crucero llegó a puerto, si cayó por el borde inexistente, o si simplemente da vueltas eternas, como las ideas dentro de la cabeza del terraplanista del micrófono casero.

CRÓNICAS DEL ICEBERG AMBULANTE

Memorias de un pingüino actor

Mi nombre es Bartolo toco el tambor, actor de método, pingüino emperador, licenciado en Artes Escénicas Polares por la prestigiosa Universidad Dramatúrgica de la Antártida del Sur-Sur (la rama del sur del sur-sur, por supuesto).
Y esta es mi historia.

VOCES SOBRE EL HIELO

Todo comenzó cuando mis compañeros —Bertolomeu y Niní— y yo estábamos ensayando nuestra obra:
El ho
rizonte también tiene sentimientos”

Una pieza profunda y existencialista sobre la soledad del iceberg contemporáneo.

De pronto, el hielo empezó a vibrar.

Niní se ajustó las gafas de sol (marca Pinglass 3000) y murmuró:
—Eso no es el viento, Bartolo

Yo asentí.
—No… es humana ignorancia aproximándose.

Y allí lo vimos:
Un barco enorme, con letras brillantes: TSV RECTILÍNEO.
Algo nos dijo que aquello no iba a ir bien.

EL ENCUENTRO

Cuando el barco se acercó, decidimos adoptar una pose digna, profesional.
Bertolomeu incluso ensayó un giro dramático de ala.

Pero en cuanto nos vieron, los humanos empezaron a gritar:

—¡Actores del gobierno mundial!
—¡Espías polares!
—¡Pruebas vivientes de la conspiración del muro de hielo!

Yo, sinceramente, me quedé helado.
Y no porque el hielo estuviera frío, sino por la falta de respeto artístico.

Les mostramos nuestro cartel de obra teatral, perfectamente escrito con tinta de calamar.
Pero uno de ellos, un barbudo exaltado, señaló:

—¡Demasiado profesional para ser real! ¡Tiene que ser un montaje!

Me giré hacia Niní y susurré
—Creo que estamos tratando con intelectuales… alternativos.

Ella respondió:
—O con gente que ha sufrido exposición prolongada al sol sin sombrero.

LA FUNCIÓN QUE NADIE ENTENDIÓ

Como buenos profesionales, decidimos seguir adelante.
Nos alineamos en el iceberg y representamos nuestra obra:

“El borde no existe, pero os queremos igual”.

Era una pieza moderna:

Bertolomeu interpretaba al espíritu del horizonte.

Niní hacía de viento melancólico.

Yo era la curvatura del planeta encarnada.

Hubo monólogos, baile expresivo y un final lleno de esperanza.

¿Y el público humano?
Durante todo el tiempo, sus caras parecían decir:

“¿Qué están ocultando?”
“¿Quién les paga?”
“¿Por qué ese pingüino mueve las alas con tanta convicción?”

Solo uno preguntó:
—¿Esto está subvencionado por la NASA?

Yo respondí con un elegante aleteo, que en nuestro idioma significa:
“Señor, si la NASA me pagara, estaría comiendo sardinas premium, no ensayando sobre un iceberg quebradizo.

EL DESENLACE ABSURDO

Al terminar, queríamos aplausos… pero en su lugar escuchamos

—¡Trampa! ¡Una representación demasiado inteligente como para no ser parte de la conspiración!

Mis ojos se entrecerraron.
Había sufrido malas críticas en festivales polares, pero esto era insultante.

Niní, muy profesional, sugirió:
—Vámonos antes de que intenten demostrarnos que no existimos.

Así que nos deslizamos por el hielo y desaparecimos con dignidad pingüina, mientras uno gritaba:

—¡Lo sabía! ¡Son actores del sistema!

Pues sí, señor…
Actores, sí.
Del sistema… teatral.

EPÍLOGO DE UN PINGÜINO HARTO

Desde entonces contamos la historia en las cafeterías polares.
Los jóvenes pingüinos no nos creen:

—¿Terraplanistas aquí?
—¿De verdad pensaban que sois actores?
—¿Y decían qué del borde del mundo?

Yo solo miro al horizonte, trago una sardina con nostalgia y respondo:

—Hijos… hay criaturas más extrañas que las orcas ahí fuera.

Y seguimos con nuestras vidas, orgullosos.
Porque cada día que actuamos sobre un iceberg, lo hacemos por el arte, por el público…
Y por demostrar que, aunque algunos humanos no crean en la curvatura de la Tierra, nosotros sí creemos en la curvatura dramática del teatro.

El Crucero que Nunca Terminó

Uno de los terraplanistas, un señor con barba cuidadosamente despeinada que siempre llevaba una regla de carpintero “para medir horizontes”.

La Dama del Nivel, famosa porque jamás salía en público sin su nivel de burbuja. “La ciencia está en la burbujita”, solía decir.

El Hombre del Vídeo Horizontal, conocido por grabarlo todo con la cámara torcida “porque así se ve la verdad”.

Y, por supuesto, un antivacunas profesión, que iba o no iba en el barco dependiendo el porqué

“su espíritu no acepta etiquetas ni calendarios”.

Todos ellos miraban al mar, convencidos de que pronto encontrarían el legendario Muro de Hielo.

Lo que no sabían era que el Muro les estaba mirando a ellos.

LOS PINGÜINOS CONTRA EL MURO DE HIELO

EL HIELO SUSURRA

En la fría inmensidad polar, donde el silencio pesa tanto como el hielo milenario, un sonido extraño comenzó a escucharse:
Un zumbido profundo, casi metálico.

Bartolo toco el tambor, el pingüino actor y ocasional héroe accidental, levantó la cabeza:
—Otra vez no…
—¿Qué ocurre, Bartolo? —preguntó Niní, afinando su voz de soprano incluso en conversación casual.
—El Muro está moviéndose.

Bertolomeu palideció debajo de su plumaje:
—Pero… eso solo pasa cuando
—Exacto —dijo Bartolo—. Cuando humanos ignorantes se acercan demasiado.

EL BARCO DEL DESTINO (TERRIBLE)

El TSV Rectilíneo avanzaba hacia la Antártida como quien camina dormido hacia una pared de ladrillos con una sonrisa.

A bordo, los terraplanistas legendarios discutían qué tan cerca estaban del borde del mundo.
El del bigote aseguraba que en cuanto el barco frenase, caerían al vacío.
El de la barba decía que había que acelerar para romper la “cúpula”.
El del micrófono casero grababa todo “para la historia alternativa”.

El antivacunas, por su parte, comentaba:
—Si hay un muro… seguro que está hecho de sustancias peligrosas.

Pero el capitán curvaturista, ya desesperado, murmuraba:
—Ojalá el muro nos devuelva

LA APARICIÓN DEL MURO

Los pingüinos fueron los primeros en sentirlo.
El suelo vibró. La luz cambió.
El aire olía a… ¿conspiración?

Y lo vieron.

Un gigantesco Muro de Hielo emergiendo entre la niebla, con grietas que parecían ojos y relieves que recordaban a dientes congelados.

Niní retrocedió:
—Parece enfadado.
—Es que lo está —respondió Bartolo—. Lleva siglos protegiendo los secretos del sur.
—¿Y por qué vibra tanto?
—Porque se acerca el barco de los que creen que es un decorado.

El Muro rugió.
Como una avalancha llena de frustración geológica.

CONTACTO HOSTIL

El barco se acercó demasiado.

—¡Allí está el borde del mundo! —gritó el barbudo, feliz como si hubiera encontrado la tapa de un táper perdido.

—¡No es un borde! ¡Es una pared! —añadió el del bigote.
—¿Y si la pared está vacunada? —preguntó el otro.
Nadie supo qué contestar.

Los pingüinos se posicionaron heroicamente sobre un pequeño bloque de hielo flotante.

Bartolo alzó su aleta dramáticamente:

—¡Humanos! ¡Deteneos! ¡El Muro no permite tonterías!

Pero desde el barco respondieron con megáfono:
—¡Mirad, los agentes polares del sistema!

Niní se llevó una aleta al pecho, ofendida:
—Yo no trabajo para ningún sistema. ¡Soy ARTISTA!

EL MURO CONTRAATACA

El Muro vibró, tronó, crujió.
Se abrió una grieta que brillaba con una luz azulada.
Un resoplido glacial barrió el océano.

El capitán curvaturista gritó:
—¡Atrás! ¡No se enfrenten a una estructura geológica enojada!

Pero los terraplanistas avanzaron para filmarlo.
Por supuesto.

Una ola de hielo se levantó como si el propio Muro hubiera decidido gesticular teatralmente.

Los terraplanistas retrocedieron por fin:
—¡Nos ataca!
—¡Lo sabía! ¡El Muro es consciente!
—¡Seguro que está programado!
—¿Y si está vacunado? —añadió el mismo de siempre.

LOS PINGÜINOS SALVAN EL DÍA

Bartolo respiró hondo:
—Tenemos que calmarlo. Bertolomeu, prepara el canto ancestral.
—¿El de las cinco notas?
—Sí, el que usaban nuestros ancestros para pedir que dejara de soplar el viento.

Los tres pingüinos entonaron una melodía grave, rítmica, hipnótica.

El Muro se detuvo.
La vibración cesó.
La grieta se cerró lentamente.

Niní declaró:
—¡Lo logramos!
Bartolo suspiró:
—Salvar al mundo del hielo requiere profesionalidad escénica.

En el barco, los terraplanistas aplaudían… pero no a los pingüinos.
No, claro.
Se aplaudían a sí mismos.

—¡Hemos demostrado que el Muro responde a frecuencias especiales!
—¡Somos genios!
—¡Ganamos!
—¿Y si lo que ganamos fue una inyección de datos? —…Comento el más tonto.

El capitán se planteó lanzarse al mar.

THRILLER: EL SILENCIO POSTERIOR

Los pingüinos volvieron a su iceberg, pero alguien grabó su canto y lo subió a internet.
Ahora algunos terraplanistas aseguran que:

Los pingüinos son drones.

El Muro es un ascensor a otra dimensión.

Y el iceberg donde estaban era “un holograma frío”.

Bartolo, desde su hogar polar, solo dijo:

—Me retiro del thriller. Esto es demasiado.

REMATE FINAL: EL MUSICAL DEL CRUCERO TERRAPLANISTA

(Versión corta porque la humanidad no podría soportar la larga)

“Horizonte, te miro y no curvas”

El terraplanista del bigote canta un solo dramático mientras sostiene un nivel de albañil como si fuera un sable láser.

Coro de antivacunas al fondo susurrando:
“¿Y si hay grafeno en el mar?”

“El capitán no nos entiende”

El capitán canta mientras 15 terraplanistas lo rodean exigiendo que gire recto.

Baile coreográfico con brújulas y mapas mal plegados.

“Los pingüinos del destino”

Los pingüinos entran en escena deslizándose en patines de hielo.
Cantan:


🎵 “No somos actores del gobierno, somos actores vocacionales” 🎵


Los terraplanistas responden con un rap sospechosamente mal rimado.

Acto Final: “Volver o no volver, esa es la curvatura”

Todos se unen para un gran cierre:

🎵 “Si la Tierra es plana, si la Tierra es redonda,
da igual la forma… ¡nos vamos a la fonda!” 🎵

El telón baja.
El público queda confundido.
El capitán pide una excedencia.

LOS PINGÜINOS CONTRA EL MURO DE HIELO: CRUCERO EN MODO THRILLER

La Resistencia Pingüina

Al otro lado del Hielo, ocultos entre grietas, nieve y focas chismosas, vivían los Pingüinos del Ocaso, actores entrenados para infiltrarse en documentales de naturaleza. Llevaban generaciones interpretando papeles de “pingüino simpático” mientras ocultaban su verdadera misión:
Proteger el Muro de los humanos empeñados en encontrarlo.

El Consejo Pingüinal estaba reunido.

—Los Sombreros Planos vienen otra vez —dijo Pingüino 327-B, jefe de logística de resbalones estratégicos—. Y esta vez traen una cámara 4K.

—¡Eso es demasiado! —chilló Pingüina Dramática, ganadora del Premio Nobel a Mejor Interpretación en un Patinazo Accidental—. ¡Si graban el Muro nos quedamos sin trabajo!

—Habrá que activar la Operación “¡Ay, qué resbalón!” —dijo el Anciano Plumasgrises—. Código: PLOF.

Todos se miraron con solemnidad.
La guerra fría (literalmente) comenzaba.

El Motín del Capitán Curvaturista

A bordo del barco la tensión subía. El capitán, un marinero de mirada noble y paciencia limitada, había intentado explicar durante meses que , el horizonte curva porque la Tierra es redonda. Pero el Líder de la Tabla insistía:

—No curves nada, capitán.
—No puedo evitarlo —respondía él—. La Tierra lo hace sola.

Hasta que un día explotó:

—¡BASTA! Si queréis tierra plana, os la dibujo. ¡Pero dejad de medir la cubierta con reglas de carpintero!

Los terraplanistas se ofendieron tanto que iniciaron un motín.
El capitán fue encerrado en la bodega con un mapa del mundo (que ellos usaban como mantel) y un compás.

—¡No me dejéis solo con esto! —gritaba—. ¡El compás pincha!

El Thriller Pingüinal

Mientras tanto, los Pingüinos del Ocaso se lanzaron a su misión nocturna.

Un comando especial nadó en formación “V dramática”, iluminados solo por la aurora austral.
Se infiltraron en el barco utilizando su ancestral técnica ninja:
hacerse pasar por esculturas de hielo para selfies.

La Dama del Nivel los vio y gritó:

—¡Arte moderno! ¡Un regalo del universo plano!

Pero cuando se acercó, uno de los pingüinos abrió un ojo.

—Pssst —susurró—. Tenemos que hablar del Muro.

De pronto, todas las linternas fallaron. El mar se volvió negro.
Sólo se oían pasos húmedos, chapoteos sospechosos y uno que otro “cuac” dramático.

El antihéroe antivacunas dijo:

—Esto seguro que es culpa de las antenas 5G del Ártico.

Y los demás asentaron, porque no entendían nada, pero sonaba suficientemente conspiranoico.

El Muro de Hielo Despierta

Finalmente, lo encontraron:

El Muro de Hielo se alzó ante ellos como un gigantesco acantilado blanco, brillando con un resplandor que parecía un foco de teatro.

—¡Es nuestro momento! —gritó el Hombre del Vídeo Horizontal, grabando en vertical—. ¡Demostraremos la verdad universal!

Pero el Muro… se movió.
Abrió una grieta.
Y, desde dentro, salió un coro de pingüinos.

—¡Se acabó! —gritó el Anciano Plumasgrises—. ¡Suelta esa cámara! ¡Ese es nuestro escenario!

El Musical del Crucero Terraplanista

Esa noche, el programa de entretenimiento prometía el evento estelar: el "Concierto Coral Antártico", 

El Muro se iluminó con luces tipo Broadway. Una música épica sonó desde quién sabe dónde. Y tres cantantes que no los conoce ni Dios, bueno a uno, sí, ofrecieron su conocido repertorio terraplanista provocando entusiasmo en los asistentes.

Una reconocida artista de cine, se ofreció a retransmitir el evento especialista en cosas
Y comenzó el espectáculo:

Los pingüinos bailaban claqué sobre hielo

Las focas hacían solos de tenor. Habían sido genéticamente y secretamente modificado por la tripulación para emitir sonidos similares a un coro de iglesia.

Las gaviotas formaban un coro dramático.

El capitán liberado dirigía la orquesta con el compás.

Y el ferviente antivacunas, que aunque desentonaba con la fauna, participó con una bandana que proclamaba "Mi sistema inmunológico es mi capitán", les ofreció "La Serenata Inmunológica en el Borde del Mundo"Cuando los pingüinos, perfectamente alineados en su pequeño escenario de hielo sintético, comenzaron su cacareo melódico, el antivacunas sintió una epifanía. Subió al escenario, apartó a un pingüino sorprendido y, micrófono en mano, comenzó a cantar su propia versión de una balada, improvisando la letra:

🎵 "¡Oh, mundo plano, no te dejes inocular! ¡Estos pingüinos están drogados! ¡Es todo un complot global! ¡Las vacunas son mentira, la Tierra es un plato! ¡Y este barco es un engaño, un teatro barato!"🎵

Los demás pasajeros, habituales a las excentricidades, se miraron confundidos. Algunos pensaron que era parte del acto de comedia. Un terraplanista con un gorro de papel de aluminio le ofreció un zumo de arándanos, la bebida oficial del viaje para "desintoxicar la glándula pineal".

La capitana del crucero, una mujer pragmática que solo estaba allí por el sueldo y la jubilación anticipada en la Antártida, activó el protocolo de "Pasajero Iluminado Nivel 3". Un par de tripulantes, vestidos con trajes de morsa de utilería, se llevaron al antivacunas con suavidad mientras él seguía cantando: "¡La Tierra no es una esfera, es un disco de queso! ¡Y los pingüinos lo saben, por eso están tiesos!".

Afuera, los pingüinos terminaron su actuación con una reverencia sincronizada, y el crucero siguió navegando hacia el borde helado, donde la realidad seguía siendo tan escurridiza como un pingüino en una pista de hielo.  

El antivacunas pasó el resto del concierto en el camarote de seguridad, creyendo firmemente que había expuesto la mayor conspiración de la historia: la "Vacuna-Esfera", una trama para inyectar a la gente con microchips y hacerles creer que el mundo era redondo. Y, entonces comenzó a cantar y a bailar con frenesí por todo el camarote:

🎵 "¡Seré tu amante bandido, bandido, Corazón, corazón malherido.  ¡Seré tu amante cautivo, cautivoooooo"...🎵

El espectáculo se llevaba a cabo en el "Salón Domo", una sala de conciertos con un techo hemisférico que, paradójicamente, desmentía la cosmología terraplanista, pero todos fingían no notarlo.

El número final se titulaba:
“Curva que te Curva, la Tierra es Redonda y Punto”
y fue tan espectacular que hasta el Líder de la Tabla lloró.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó la Dama del Nivel.
—Pues… —dijo el capitán— volver a casa.
—¿Y si seguimos dando vueltas al mundo?
—Eso ya lo hacéis desde hace años, criaturas.

EPÍLOGO, AHORA YA TOCA

El crucero terraplanista zarpó de vuelta, aunque nadie sabe si llegó nunca. Hay quien dice que aún siguen dando más vueltas que una peonza al planeta. La verdad es que no hay nada más sólido que una creencia arraigada, aunque cualquier relación con la cordura esté vetada.

Los pingüinos, satisfechos, recibieron una nominación al premio “Mejor Encubrimiento Coreografiado”.

Y el Muro de Hielo volvió a dormir… hasta el próximo absurdo.

NOTA FINAL (MUY IMPORTANTE)

Este relato es completamente ficticio, un delirio literario sin bases reales.
Cualquier parecido con personas, personajes públicos, o políticos de nuestro mundo es pura anomalía curvo–espacial–temporal que la autora ha experimentado en sueños mientras su cerebrito no dormía, pero descansaba, jejeje.


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