"EL BIPARTIDISMO DE SCHRÖDINGER"




Más claro, agua : “el que pueda hacer, que haga”. Una frasecita que fue utilizada por José María Aznar en noviembre de 2023 durante un acto junto al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en el que acusó a Pedro Sánchez de ser "un peligro para la democracia constitucional española" y llamó a la movilización social ante lo que consideró una "crisis constitucional sin precedentes". En qué se diferencia Jordi Sevilla de Aznar, en nada, ha dicho exactamente lo mismo.

Jordi Sevilla nos ha regalado una joya retrospectiva: ahora resulta que la legislación de Pedro Sánchez nunca debió existir. No es que haya salido mal, no; es que nació ya como una especie de error administrativo del universo, una errata cósmica del BOE. Curiosa revelación, sobre todo porque llega después de que la ley haya existido, se haya aplicado y haya producido efectos muy reales. Una crítica valiente… a toro pasado, con barrera, y con el toro ya disecado.

Y aquí es donde la historia se vuelve circular y casi poética, porque esta enmienda a la totalidad conecta maravillosamente con aquella frase inmortal de Aznar: “el que pueda hacer, que haga”. Una consigna que, vista hoy, suena menos a liderazgo y más a manual de instrucciones para la jungla política. Si puedes legislar, legisla. Si puedes deslegitimar después, deslegitima. Si puedes decir hoy lo contrario de lo que ayer toleraste, adelante: hazlo.

Es verdaderamente conmovedor ver a Jordi Sevilla descubrir, a estas alturas de la película, el concepto de "estabilidad política", como quien encuentra una moneda antigua en un pantalón que no se ponía desde el bipartidismo. Así, la política española se nos presenta como un teatro de sombras donde las leyes no se equivocan: simplemente no deberían haber existido. Y la responsabilidad nunca es de quien actuó cuando podía actuar, sino del pasado abstracto, ese ente molesto que ya no puede defenderse.

Resulta fascinante la ironía de que un veterano del socialismo sugiera que una legislatura nacida de la mayoría soberana del Congreso —esa pequeña institución sin importancia— "nunca debió comenzar". Es un giro de guion magistral: según esta lógica, los votos solo deberían contar si el resultado final le gusta a los tertulianos de postín o si el Gobierno se ajusta al manual de estilo de los años noventa.

Qué detalle el suyo pedir que Sánchez "deje paso a otros", como si la democracia fuera una cola en la charcutería y no el resultado de una investidura parlamentaria. Es casi poético que un exministro socialista considere que la legitimidad no emana de las urnas de 2023, sino de una especie de consenso místico que solo él y un puñado de nostálgicos parecen comprender. 

La ironía de que un socialista, cuyo partido ha defendido históricamente la soberanía popular y el respeto por los resultados electorales, cuestione la legitimidad de una legislatura que proviene precisamente de esos principios es notable. Parece sugerir que hay un criterio de validación para los gobiernos, más allá de la voluntad expresada en las urnas y el apoyo parlamentario, lo cual contrasta con los fundamentos democráticos que el socialismo suele abanderar.

En resumen: primero “que haga el que pueda”, y luego, cuando el polvo se asienta, siempre queda tiempo para afirmar que nada de aquello debió hacerse. Una doctrina impecable… si el objetivo es no hacerse nunca cargo de nada.


Comentarios