LA VIRGEN ALCALDESA, VIAJE A MACHU PICCHU XV



Antes de empezar el relato os quiero comentar una pequeña anécdota...

Mi madre que siempre se muestra muy curiosa por todo lo que escribo, me pidió que le leyera el presente relato... Como soy muy obediente, lo hice en voz alta, clara; y enfatizando según qué frases. Cuando acabé, me dijo toda seria: ..." Por qué escribes tantas tonterías"... Naturalmente, me dejó fuera de juego... Mi hermana, que siempre me apoya en todo lo que hago,  y que además me da ideas muy "peligrosas", me dijo: ..."No le hagas caso, que le gusta ´Mujeres, Hombres y Viceversa"... Cuando la escuché, pensé: ..."Pues es verdad"... Y, me reí... 

Desde el incidente del sacrificio, Sacramento intentaba evitar los encuentros con Diego, pero el peruano tenia el sigilo propio de los pumas y siempre se acercaba sin que la mujer lo notase. Se manifestaba ante ella como si fuera una sombra silenciosa. A veces se anunciaba con un roce imperceptible que provocaba un estremecimiento en las fibras más sensibles de la muchacha, o la acariciaba con un delicado soplo de aire frío detrás de la oreja, para después, en un momento de descuido de la psicóloga desaparecer, como si de un fantasma se tratase… Lo suyo parecía una relación intermitente. El “Dios hecho hombre” aparecía y desaparecía, como si se tratara de una imposible toma de contacto o de una embarazosa conexión psíquica entre dos personas. Aquello era un querer y no poder… Sacramento comenzó a pensar que se encontraba ante una posible evidencia de proyección astral o ese famoso don de la ubicuidad del que tanto se hablaba… Algo que los incas ancestrales practicaban en el legendario Machu Picchu.


Irene se encontraba en un habitáculo construido con enormes bloques de piedra labrada y perfectamente acopladas, pero con un ángulo de inclinación suficiente para hacerla lo más regular posible. Pese a las circunstancias, reconoció que los arquitectos incas eran geniales.

De pronto, la puerta se abrió y apareció en el umbral una mujer muy blanca, casi albina, con una palidez cerúlea, sus fríos ojos de una tonalidad desconocida, le revelaron que se encontraba ante una criatura que no era terrestre. Hasta ese momento creía que había caído en manos de una organización paramilitar, pero aquella mujer más blanca que la leche revelaba que sus secuestradores eran otros.
 Cuando escuchó su voz, se acabó cerciorando, porque tenía un matiz metálico, no era natural, era como si estuviera siendo manipulada por algún artilugio secreto. 

..." No soy una extraterrestre, si es eso lo que piensa. Nuestra especie lleva sobre la tierra millones y millones de eones, sobrevivió a glaciaciones, catástrofes naturales y humanas y ahora se descubre ante vos, para comunicarle que ha sido bendecida por los Apus para formar parte del gran sacrificio cósmico… Pocos son los elegidos que han sido favorecidos con tal gracia para formar parte en un acto tan trascendental para la especie humana.… Y, aquí le traigo las prendas ceremoniales que deberá lucir en ese momento tan crucial para nuestra existencia en el planeta tierra"... Concluyó la desconocida,

…”¡Ay que me van a sacrificar como a un cordero pascual"...
Pensó, lamentándose en silencio, mientras contemplaba con estupor los ropajes que la mujer albina portaba sobre sus brazos. Con cuidado fue depositando las prendas sobre el camastro. 

 …”El traje ceremonial se lo va a poner tu puta madre”...Las buenas maneras y la esmerada educación de sus padres impidió que Irene pronunciara tales palabras. 

Cuando la mujer albina abandonó el cuchitrill, Irene, buscó algún indicio de cámara oculta con la que sus secuestradores pudieran estar siguiendo sus movimientos… Una ojeada al techo le bastó para cerciorarse de que no presentaba orificios extraños. Siguió la inspección por el resto de la pequeña estancia… Encontró algo sospechoso, una extraña abertura, en la linea de encaje de dos piedras... Cosa muy rara dada la precisión matemática con la que construían los incas. Como más vale prevenir que curar, se rasgó la camiseta que llevaba y la metió en la abertura...

La ausencia de mobiliario, la privaba de hacerse con cualquier arma rudimentaria. Centró su atención en el patético catre. 

...” Si eso era una cámara, es muy posible que en cuestión de minutos aparezcan, pero esta vez los estaré esperando. Ojalá que no la hayan construido de piedra”... Volvió a mirar la cama y pensó que no podía ser más cutre… Imaginó la cantidad de personas que como ella habrían estado recluidas en aquel lugar viviendo las mismas amargas horas. Esa terrible incertidumbre en la que no sabes lo que te espera. Se angustiaba reflexionando sobre su delirante situación, evitaba pensar en Eduardo porque sabía que eso la debilitaba, mientras actuaba con gran rapidez. Primero, deshizo la cama, retiró el maloliente colchón y examinó los materiales con los que estaba hecha la cama... Suspiró aliviada. Actuaba de manera autómata, sin darle tregua al pensamiento. Repasó el somier y después intentó hacerse con uno de los travesaños longitudinales. Eran de metal, y con un punto afilado que le podría ser de gran utilidad… 

 En efecto, sus secuestradores no tardaron en llegar. Un imperceptible ruido en la puerta les delató… Ella, esperando cogerles por sorpresa se apostó justo al lado de la entrada, pendiente de que la puerta se abriese y al primero que osó entrar en la celda le asestó un golpe certero en todo el cogote, con tanta fuerza que el encapuchado cayó abatido sobre el suelo. El segundo encapuchado no tuvo tiempo suficiente para reaccionar, Irene se le plantó delante con agilidad felina, enarbolando la improvisada lanza y sin titubear, se la clavó en el abdomen… Después, le contempló con mirada inexpresiva y sin remordimientos. 

 …”Desgraciado, no me voy a quedar sin saber quién eres”... Decía mientras retiraba el pasamontañas y lo que aquello ocultaba la llenó de un terror indescriptible… El hombre era nativo del país y tenía los ojos desmesuradamente abiertos, pero su boca aparecía cosida… 

 …”¿Qué es esto,?",,, Se preguntó, Supo que aquellos hombres eran esclavos al servicio de alguien más poderoso, capaz de decidir sobre la vida de las personas que estaban a su cargo. Es posible que pudieran ser Phishtacos, los típicos vampiros andinos y por eso les sellaban la boca, para que no tuvieran la debilidad de clavar sus dientes en ningún bicho viviente...

 Su cerebro iba a mil, así que ideó ponerse la ropa del hombre para pasar desapercibida. Cerró la puerta, para que lo que pensaba hacer no fuera registrado por las cámaras y se dispuso a desvestir el muerto… La segunda sorpresa se la llevó cuando vio que había sido castrado, le habían extirpado los genitales por procedimientos quirúrgicos. Irene sintió un repeluzno cuando lo miraba. Pensó, “¿Quién puede ser capaz de castrar y coser  la boca de un ser humano?. Desde luego, alguien malísimo”...Se dijo, empezando a sentir compasión por una persona a la que le había arrebatado la vida en defensa propia… 

Una vez embutida en el ceñido mono de látex y el pasamontañas, se acordó de su heroína favorita de la infancia “Caty la chica gato”, una viajera que resolvía entuertos con la ayuda de sus poderes mágicos, le faltaba el antifaz, pero para eso ya tenía la lanza del destino y su gran poder, y un espejo, para echarse un vistazo. Tratar de disimular sus formas femeninas no era un problema, porque el muerto tenía más curvas que ella... Pese a todo se sentía cómoda con aquel disfraz, además no tenía que preocuparse por hablar, teniendo en cuenta que el hombre al que suplantaba tenía la boca sellada….Recordó que sus captores intercambiaban frases entre sí, por lo tanto era una costumbre que no se aplicaba a todo el mundo… 

 Sí quería escapar de aquella ratonera, tanto si le gustaba como si no, la escalera de caracol y su siniestra oscuridad era la única salida… Temía y deseaba por igual, aventurarse en su negrura. Aquella escalera era una invitación a coquetear con el peligro y a experimentar nuevamente esa atracción morbosa que encierra lo desconocido… 

 Aquel disfraz había operado un cambio radical en ella, había cuestionado sus limites, abriendo su mente a inciertos desafíos. Pero lo más inmediato era abandonar aquel lugar antes de que más secuaces apareciesen para capturarla nuevamente… Temía ser descubierta y no se equivocaba. Su prueba de fuego se presentó cuando se cruzó con tres hombres, descendían y no sospecharon del encapuchado que subía por la escalera… 

 …” ¡Gracias a que el camuflaje es perfecto, no he levantado sospechas!”... Pensó con alivio, mientras aligeraba la marcha. Ya que era cuestión de tiempo que aquellos hombres encontrasen a sus compañeros muertos y entonces darían la voz de alarma, con lo que sus posibilidades de salvarse serían escasas... La sacó de su abstracción el terrible gruñido de Jarjacha, primero escuchó uno largo, y luego otros dos más cortos, casi impacientes... Su sentido común le decía que no estaba muy lejos. Una solución a su problema podría ser liberar a Jarjacha con la intención de generar una situación caótica lo suficientemente intensa como para que toda aquella gente quisiera salir de aquella madriguera. Ella solo tenía que seguirlos... Era una locura, pero tenía que intentarlo.

Abandonó la escalera y guiándose por el ruido de unas voces se adentró en uno de aquellos pasillos, dando con otra sala subterránea. En ella se encontraba un corrillo de gente muy variopinto. Sin embargo, Irene no desentonó, se sentía segura completamente mimetizada con un grupo que se comportaba como si estuviera esperando a alguien, chismorreando y riendo entre sí .. . Pero lo que verdaderamente le asombró fue lo cómoda que se sentía vestida de aquella manera… Se creía capaz de hacer cualquier cosa, imbatible.  De pronto, todo el mundo calló y encaminó sus pasos hacia otro de los pasillos...

Las antorchas creaban una atmósfera irreal. Irene les sigue a prudente distancia…. Llegan hasta una gigantesca abertura trapezoidal, formada con ese perfecto encaje de piedras… Es una especie de cripta presidida por un altar de piedra, tras el cual se parapeta un hombre.… Luce una túnica blanca con un gran medallón dorado, en el pecho, en él aparece representado un sol atravesado por un rayo… Unos cirios encendidos en los extremos de la piedra revelan que el chamán está a punto de iniciar una celebración ritual… Cuando escucha su voz primera vez, Irene cree reconocerla...Intenta recordar en vano donde ha oído ese timbre peruano, tan cadencioso de voz… Pero es inútil.

El hombre empieza la invocación y durante unos segundos permanece como en trance poniendo los ojos en blanco... Mientras recita una extraña letanía en una lengua extraña que todos los acólitos corean, mientras deposita suavemente el colgante sobre la fría superficie de la piedra... Irene observó al chamán como sin dejar de recitar una fórmula, que sonaba antigua, casi primitiva, se acercaba hasta un saliente de los muros ciclópeos de la construcción inca y presionaba. Aquello origino una corriente de aire ascendente que fue arreciando e hizo revolotear la capa del sacerdote. El penacho de plumas que lucía en la cabeza casi se desplazó por el ímpetu de las ráfaga de aire. Irene miró a su alrededor y vio como todos los ojos contemplaban el techo, donde aparecía una especie de dovela trapezoidal, que en ese momento se estaba desplazando, dejando ver la brillante luna, que lucía en el cielo... Pese a su pánico, Irene reconoció que el momento era de una belleza deslumbrante... El fenómeno concluyó cuando un haz de luz de la luna penetró por la abertura y dio de lleno en el medallón. 

En algún lugar de Escocia, en las profundidades de un castillo medieval que se levanta a orillas de un lago de leyenda, las letras,"PER ASPERA AD ASTRA"(Por el sendero áspero, a las estrellas) grabadas en un arcón, irradian una poderosa luz que llega hasta el último rincón del subsuelo de la fortaleza, provocando una explosión de luz que ilumina todo el castillo... De sus entrañas brota una estela de luz que  asciende buscando el espacio sideral. El chorro de energía cósmica atraviesa la inmensidad oceánica, dejando atrás montañas y ciudades. Detiene su andadura  en el Camino  de los Incas, extendiendo un reguero luminoso que recorre zigzagueando el sendero creado por los antiguos incas. Pasando por agrestes montañas y abismos vertiginosos en su andadura hasta la ciudad perdida... Cuando el rastro de luz alcanza el templo de la luna, remonta hacia las estrellas, donde se refleja en las cuatro puntas de la Cruz del Sur. El extraño fenómeno es avistado por multitud de personas y todas asustadas, se persignan.... ¡Aquello no podía ser bueno! ....

Y, mientras tanto, en Escocia, después de la tempestad llega la calma a excepción de una imperceptible vibración que agita las aguas mansas del lago.....

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