Llegó el nuevo día y el cuarteto amigo se levantó presuroso. Tuvieron el tiempo justo para darse una ducha. Agarraron sus pertenencias y abandonaron la habitación. La ansiedad había provocado que el insomnio les robara horas de sueño, pero aún así no había hecho mella en sus ánimos, se les veía despejados, bien despiertos y con una excitación fuera de lo común…
Irene todavía cavilaba sobre el extraño suceso de la noche… Ardía en deseos de revelar su secreto, pero la prudencia sellaba sus labios….
Tras el desayuno, se reunieron con Samin, el guía, a la hora convenida, que ya les esperaba en la calle, dispuesto a conducirles hasta la furgoneta que les llevaría hasta Ollantaytambo…
Sorprendidos, descubrieron una inusitada gran actividad en la calle, pese a lo temprano que era. Gente a pie o en una especie de moto cubierta que iba de acá para allá, otros se limitaban a ver el panorama que ofrecía el cielo y su famosa "Estrella del Sur". La mayoría eran los huéspedes del hotel, que habían celebrado su particular fiesta nocturna, y por lo animados que se veían, todavía continuaban con el jolgorio. La fiesta no había terminado para ellos. Todos eran futuros neo-expedicionarios a la búsqueda del tesoro más poderoso de los incas, todos animados por el insaciable espíritu aventurero de antaño. Todos ellos acreedores de las motivaciones místicas y esotéricas que ofrecía la ciudadela de Machu Picchu. Y, todos esperaban impacientes esa partida ansiada hacia un destino de película …
Tras una corta espera, por fin pudieron conocer a los famosos porteadores, 8 en total, y sorprendidos descubrieron que no eran hombres muy corpulentos, a excepción de uno. Pero nadie podía discutir que en ellos se encontraba la auténtica alma de los andes y la posesión del secreto de la diversidad humana…Los "auxiliares" llevaban pantalones cortos, sudaderas, bambas y una amplia sonrisa que iluminaba sus rostros. Un fuerte choque de manos y se presentaron: Edgard, Diego, Waldo, Alan, Francisco, Atahualpa, Palito, Hernán... Nombres de todas las nacionalidades, pero que dejan patente la huella de los conquistadores del pasado.
Tras un corto recorrido llegaron hasta el lugar donde les esperaba el vehículo que les iba a llevar en su periplo por tierras andinas...
El viaje comenzó con alegría, con ese entusiasmo que nace de expectativa de que se va a conocer algo importante y no solo eso, va a ser sencillamente impresionante, pero con el convencimiento de que va a cambiar nuestras vidas y forma de pensar. Ese preciso conocimiento que nos hace más sabios y que nace de la experiencia… Como suele suceder en estos casos, el guía amenizó el trayecto en carretera, quizá un poco monótono, informando y dando detalles sobre Perú…
…” Quería aclarar un asunto en relación con los porteadores y ciertos escrúpulos que presentan algunos miembros de este viaje - comentó mirando directamente a Sacramento-. En principio, las redes de caminos de los incas fueron una pieza importante para mantener unido el imperio… Los chasquis, hombres no especialmente corpulentos, pero sí muy ágiles, eran los encargados de recorrer estas larguísimas distancias en muy poco tiempo, para ello utilizaban los “quipus”, un sistema de nudos, que se ha convertido en una fuente de información muy valiosa de aquel tiempo.. Aquellos legendarios porteadores han pasado de llevar "quipus" a equipajes…. Pues eso, sabemos que hay dos formas de viajar y cada uno escoge lo que más le conviene, sufriendo y amargarse la existencia o pagar para que sean otros los que carguen con nuestros equipajes y convertir esta experiencia en algo único”... Concluyó.
Sacramento escuchó todo el monólogo del guía en silencio.
..." Pues ya me quedo más tranquila. Han pasado unos "cuantos" siglos y la situación no ha cambiado gran cosa."... dijo, soltando su coletilla irónica habitual- Y, yo que creía que los actuales porteadores descendían de los ejércitos del imperio inca.. Y, serían los que posteriormente, pasarían a integrar las tropas españolas"...
Las palabras de la mujer enrarecieron el ambiente. Recibió una mirada de enojo por parte de sus amigos...
Eduardo y Julio murmuraron una queja por lo bajo, sumamente irritados con la actitud de su compañera y amiga de viaje.
..."Déjalo, no sigas... Estamos aquí para disfrutar de esta experiencia única. No lo estropees por favor"...La conminó Irene, cuchicheándole al oído, porque se sentía especialmente incómoda con la tensión creada por las palabras de su amiga. Ésta por respeto a los peruanos allí presentes zanjó el tema... No quería crear discordia. Contempló los rostros de los porteadores y vio en ellos una expresión seria, contrita... Comprendió que el tema no era de su agrado, después de todo, quién era ella para poner en entredicho sus condiciones de vida.
Sacramento se tomó su tiempo en estudiar el semblante de los porteadores y su atención volvió a recaer en Diego, que a diferencia de sus compañeros era bastante corpulento, frente generosa, cabello negro y ojos color miel que producían un raro efecto en un rostro increíblemente moreno. Estaba sentado justo en frente de ella, y no pudo evitar sentirse un tanto incomoda ante la mirada fija del hombre, que denotaba una gran seguridad en si mismo, pero por encima de todo tenía la certeza de que le leía la mente… La chica pensó que esa mirada desafiante y retadora en el hombre tenía algo que ver con su clara alusión a los "indios amigos" de la época del descubrimiento. Después de todo, quién era ella para poner en entredicho nada. Y, menos aún cuando iba en ello la supervivencia. Intuía que sus condiciones de vida no debían de ser muy halagüeñas…
Sin embargo, el hombre seguía manteniendo fija la mirada en ella.Y, Sacramento muy suspicaz ante la actitud del hombre, trató de suavizar la situación dirigiéndole una sonrisa amistosa que no fue correspondida. Eso empeoró aún más las cosas y se condenó por ser tan bocazas... Pero aún así siguió mirándolo como si en ello le fuera la vida. Ella sintió el impulso de acercarse a él y preguntarle, pero sólo quedó en una fantasía.
.La actitud hostil del hombre enrareció más el ambiente, tanto que no sabía a dónde mirar… Al final cogió un folleto del viaje y comenzó a ojearlo… En un momento de descuido, levantó la cabeza y se volvió a encontrar con la mirada escudriñadora del hombre, pero esta vez detectó algo en la manera en que le sostenía la mirada, que la hizo vacilar, como si no participar de aquel juego significara manifestar su debilidad, algo así como reconocer la prepotencia de un macho dominante… Se le secó la boca y sintió como un ligero mareo, una ligera indisposición que se acrecentaba cada vez que sus ojos se posaban en él. Igual era el famoso "mal de altura", ese del que tanto se hablaba... Pero la verdad, es que cuando se fue a dar cuenta ya no podía apartar la mirada de él... El porteador la había alterado hasta tal punto que llegó a perder el hilo de sus pensamientos, llegando a bloquearse… Cuando se recobró del breve lapsus, se encontró con el rostro sonriente del porteador… Y, entonces, ella sintió como un conato de rabia la invadía, porque comprendió las intenciones del hombre y conmocionada fijó sus ojos en la carretera y el monótono paisaje que iban dejando atrás...
El viaje se hizo corto, pronto llegaron a Ollantaytambo, pero antes pararon cerca del mercado para reponer energías ya que antes de emprender el ansiado camino tenían que visitar las famosas ruinas de la población... Y, después tomar dirección hacia el famoso km 82 de donde partía el Camino de los Incas...
Las ciudadela de Ollantaytambo era impresionante, espectacular, pero se apreciaba en ella a simple vista que en su construcción no medió mano humana alguna, ya que el corte y ensamblamiento perfecto de las piedras evidenciaban la utilización de herramientas desconocidas en aquel tiempo... Era una maravilla esotérica imposible de descifrar y la ciencia no es demasiado explícita con respecto a esta magna obra... Se tomaron su tiempo en recorrer sus imponentes muros y las calles de perfecto trazado geométrico. Aquella fastuosa ciudadela ciclópea constituía un avance de lo que prometía el viaje que estaba a punto de comenzar.... Pasear por sus calles rectas, estrechas y perfectas cuyo preciosista trazado les encaminaba hacia el enigmático templo de sol... El cuarteto contemplaba aquellas ruinas primigenias y atávicas, reminiscencias de un pasado remoto en la que otra raza de seres creció y se desarrolló dejando este legado pétreo... Un vestigio del pasado demasiado elocuente para mentes abiertas....
Abandonaron la ciudadela y se dirigieron a la furgoneta que les llevó hasta un camino de tierra, donde se demoraron un poco contemplando el paisaje. En las inmediaciones se encontraba la estación de tren, y no muy lejos, el famoso km 82, punto de partida para el Camino...
En el lugar se encontraba un grupo numeroso de personas que, al igual que ellos habían madrugado para poder disfrutar de una prueba que evidenciaba el colapso de una civilización. Y, que ahora se ha convertido en un lugar de malos presagios, guarida de fantasmas y espíritus malignos... Prueba de ello era la presencia de un anciano que estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas... En la soledad de aquel paraje rodeado de fabulosas montañas, destacaba la cabeza del anciano de perfil, un gorro con orejeras, y un poncho de vivos colores con el que cubría su cuerpo. En aquel momento miraba lo que tenía extendido sobre la tierra.
El adivino levantó la cabeza y miró hacia donde se encontraba el cuarteto amigo que, al presentir la gran fuerza del reclamo telepático del viejo hechicero optaron por acercarse.
..." Es un lector de hojas de coca y por la mirada que les dirige creo que quiere hablar con ustedes"... Informó el guía al ver el interés que sus clientes despertaban en el viejo adivino...
Las mujeres se le acercaron y contemplaron la estampita religiosa y la campana. No fue preciso ninguna pregunta... El hechicero estiró la arrugada mano y cogiendo una hoja de coca se la ofreció a Irene...
..." Cuídate del Kharisiri, porque te acecha en el Camino"...
Sentenció. Después inclinó la cabeza mientras contemplaba como se derramaban las hojas de coca, que el mismo iba arrojando sobre el manto que tenía extendido en el suelo.
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