domingo, 17 de diciembre de 2017

NOSOTROS, LOS CUIDADORES


Es fácil decir: soy “cuidador- ra, pero qué difícil es ponerlo en práctica y lo digo porque tengo la sensación de que esta entrega se considera como una especie de autosacrificio que nos amarga la vida. Y no es así, ser cuidador-ra no es una tarea, ni mucho menos, es más bien un talante instintivo que hace su presencia en un momento dado y cuando las circunstancias lo posibilitan. Por eso somos cuidadores porque ayudar es algo inherente a nuestras personas…

Y es así, porque somos fuertes para afrontar las calamidades de la vida, pero también padecemos esa vulnerabilidad, ese Talón de Aquiles, que es lo que provoca que sepamos lo que se tiene que hacer en un momento dado… 

Ser cuidador-ra no es nuestra historia. La vida nos ha planteado el difícil dilema de tratar con personas delicadas y por ello debemos hacer un acopio de fuerzas mentales y físicas fuera de lo común. No es que estemos hechos de otra pasta, son las circunstancias las que se adueñan de la situación hasta tal punto que afrontamos las crisis más extremas sin titubeos…Es nuestra responsabilidad capear la tormenta, ya vendrán mejores tiempos… 

Los mayores obstáculos no se encuentran en las personas que están a nuestro cargo, sino en la sociedad que no acaba de comprender el papel que jugamos al lado de un enfermo, que en muchas ocasiones tiene las facultades mentales mermadas… Las críticas existen, lo mismo que antes se criticaba el ingreso en las unidades de cuidados paliativos y ahora se ven con total normalidad… 

Nadie que no se dedique plenamente a un ser querido puede entender lo que digo. Los sinsabores y amarguras que experimentamos cuando cuidamos de nuestros seres queridos es una labor muy difícil de llevar, sobre todo si en sus peores momentos nos patalean, golpean y se convierten en verdugos. Pero si con esfuerzo y dedicación vemos que van mejorando, la gratificación es tan intensa y reconfortante que no hay palabras para definirlo. Y, es que más que la piel, nos dejamos el alma cuidándolos… Y no hace falta ser la Madre Teresa de Calcuta, simplemente sentir amor por ellos. 

Hablo en nombre del colectivo de los cuidadores, tenemos que empezar a pensar en nosotros mismos, tenemos que movilizarnos para que se nos escuche, porque estamos realizando una labor que debería correr a cargo del estado. Se tendrían que agilizar las ayudas a la dependencia y deberíamos dejarnos de escrúpulos o mala conciencia a la hora de reclamarlas…

Más a todos los que os encontréis así, pensad una cosa… ¿Qué importa más, la rabia desatada, la impotencia, el rechazo, el desprecio, la humillación, el dolor a la injuria o la difamación. Acaso no compensa la alegría que sentimos cuando comprobamos que nuestro padre o madre está bien cuidado, que no le falta de nada?.

No somos nada especiales, pero lo que sí que nos caracteriza es ese empeño en no darnos por vencidos aguantando lo que sea… Siempre estamos a su lado… Ya no existen fiestas, celebraciones, viajes, salidas, ni siquiera privacidad, nada… Todo gira a su alrededor. Estamos viviendo su vida y ellos viven a través nuestro. Nosotros lo sabemos y no nos importa, poca gente entiende esto, sobre todo si se creen el ombligo del mundo… Hemos perdido amistades, familiares y hasta esa ansiada independencia económica que todo el mundo anhela, y no hablemos de los sueños y esperanzas, ese motor de la existencia que te empuja a seguir viviendo. Todo eso se reduce a seguir compartiendo el poco tiempo de vida que les queda...

Y, así la vida pasa, las relaciones sociales y familiares van menguando y penetras sin darte cuenta en una automarginación de la que no quieres escapar porque sientes un placer morboso en ella. Y cuando escuchas el timbre de la puerta, sientes que es alguien que viene a perturbar tu existencia. Es esta la realidad, la vida nos ha convertido en huraños insociables y lo peor es que no deseamos otra cosa… 

Pero, nosotros, los cuidadores, hemos comprendido que la vida es como es, que hay momentos para vivirla plenamente y otros para padecerla. Pero, como pasa con todo, el sentido de la responsabilidad cuando va unido a un amor extremo, siempre acaba convirtiéndose en autosacrificio… ¿Pesa?. Nosotros sabemos la verdad, los cuidadores ya estamos de vuelta, no somos ángeles ni santos que merezcan ser reverenciados en los altares y mucho menos nos queremos convertir en la mala conciencia de nadie, aunque a veces resulta inevitable…

Pues eso, si os encontráis en nuestra situación no os calléis, si lo hacéis, el mundo no se entera…

Igual, cuando me dijeron que nuestro sentido de la responsabilidad era enfermizo, tenían algo de razón… Pero lo que nadie puede discutir es que somos únicos y nuestra recompensa es la paz de conciencia.. Bueno eso, y mis “relatitos” de terror... Un puro desahogo mental que por algo son tan morbosos, siniestros, tortuosos y fatalistas... En fin, todo un ejemplo de alma atormentada….ja,ja... 


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