LOS MONJES URBANITAS, RELATO DE TERROR






Las noches de luna llena siempre han influido negativamente en mi.. Sin embargo, no sabia a qué atribuir mi malestar; quizá era la copiosa cena; el intenso frío que aquella noche parecía azotar de manera inclemente la ciudad; o los perros, inquietos, que no dejaban de ladrar y gruñir...    

Dominada por una vaga mala sensación, intenté relajarme y dejar pasar las horas cómodamente acurrucada en un sofá, viendo el anodino programa de televisión de turno, hasta que el sueño me venció. 

Desperté al escuchar un extraño ruido en la calle. Tras acercarme hasta la ventana y ojear la pesada oscuridad que caía sobre el conciliábulo de negros cuervos que avanzaba en silencio, levantando ecos dormidos, me aseguré de que no había nada fuera de la normalidad y decidí retirarme a descansar… 

 El tictac acompasado del reloj que descansaba sobre la mesilla, que tenía la capacidad asombrosa de sacarme de mis casillas, se había detenido inexplicablemente. Sin duda se debía a que se había quedado sin pilas. 

Dirigí la mirada hacia la persiana de la ventana y vislumbré a través de sus rejillas una extraña luminosidad, que atrajo mi atención…

Intrigada decidí echar una ojeada por sus insignificantes resquicios, pero eran tan diminutos que no alcanzaba a ver nada. 

Deseché la idea de subirla para ver mejor ya que no quería delatar mi presencia… Así que me dirigí hasta la ventana del balcón, en el comedor. Desde allí pude contemplar la espectacular visión que la luna ofrecía en el firmamento, rodeada de nubes. Parecía estar allí, precisamente para suscitar todo tipo de fantasías en el ser humano. 

Sin embargo, lo que más me llamó la atención, era un pequeño grupo de monjes que había en la calle. Estaban parados, como si esperasen algo, entonaban unos cánticos y pasado un tiempo, se alejaron caminando hacia el parque… 

Me devoraba la curiosidad, así que decidí seguirlos. Tenía que extremar las precauciones y evitar ser descubierta… abandone mi casa sin hacer ruido y sigilosamente fui siguiendo sus pasos… El grupo era lento y no tardé en alcanzarles, siempre ocultándome tras una esquina, o agazapándome tras un coche... 

 Cuando llegaron al parque, buscaron un claro y se distribuyeron formando un enorme círculo… Bajo el intenso reflejo de la luna pude contemplar sus rostros pálidos … Y, descarnados. 

Espantada trate de contener el grito que pugnaba por brotar de mi garganta. Sentía los ojos fuera de las órbitas, las pupilas dilatadas por el pánico y un sudor frío que me recorría la espalda… 

En uno de los apartados bancos del parque se encontraba recostado un hombre, que por el aspecto debía de ser un sin techo. 

La espectral comitiva encaminó sus pasos hacia el hombre y éste ni siquiera se dio cuenta de que seres de ultratumba le rodeaban engulléndole con su manto de oscuridad. Cuando se separaron, descubrí que el mendigo había desaparecido, como si se hubiera convertido en un humo denso. ¿Qué era aquello? Sólo podía ser una pesadilla demencial.

 Después, volvieron al claro y reanudaron el ritual, agarrándose de las manos descarnadas, izándolas al cielo. Horrorizada contemplé como aquellas cuencas vacías parecían taladrar la oscuridad buscando mi persona. mientras sus voces de ultratumba pronunciaban… 

 …”Eran quod es, eris quod sum”..(Yo era lo que tú eres; tú serás lo que yo soy) 

 Tuve la certeza de que aquellas siniestras palabras iban dirigidas hacia mí. No tenía ni idea de lo que aquella frase infernal quería decir. Seguro que nada bueno. 

Así, que mi poco sentido común me dio alas para salir corriendo.

Una huida desesperada, el corto trayecto se convirtió en una eternidad. Aquellos monjes espectrales me perseguían y sentía como la distancia que nos separaba se acortaba de manera espeluznante. Podía sentir su respiración tras mi espalda, y la negrura de sus cuencas vacías clavadas como un aguijón en mi nuca, y aquello me daba fuerzas para seguir corriendo.

Afortunadamente, el corto recorrido me salvaría la vida. En apenas un respiro accedí a la portería del edificio donde vivo, de forma precipitada. Y, sin esperar al ascensor subí como una exhalación hasta el tercer piso, cuando di con mi rellano, el cansancio me dominaba y en un momento de debilidad, las piernas no me sostuvieron y a punto estuve de caerme.

 Busqué las llaves con loco frenesí en el bolsillo, y aunque al final se me resistían, al final pude abrir la puerta de mi casa. Cerré con violencia y me parapeté detrás, como si con aquel gesto pudiera evitar la intrusión, en mi intimidad, de aquellos seres de ultratumba. 

Luchando contra el agotamiento que invadía mis miembros, intente formar una barricada con el mueble del recibidor. Desalentada, escuche los cánticos atronadores como iban subiendo de tono. Era la señal de que se iban acercando progresivamente, constituyendo una macabra metáfora sobre mi muerte inminente. 

En ese momento, la puerta cayó abatida por un golpe descomunal. La imaginé destrozada en el suelo. Ya no existía salvación posible… 

Comencé a entonar todas las plegarias que me enseñaron de pequeña, mientras iba retrocediendo, gritando y llorando desesperadamente. Ya los podía sentir avanzando siniestramente por el pasillo, intuía sus horripilantes formas sombrías y me llegaban perfectamente los gemidos y gruñidos de los que intentaban aferrarse a esta existencia mortal... 

Percibo con total nitidez su desgarrado susurro y mi condena:

 …”Eran quod es, eris quod sum”..(Yo era lo que tú eres; tú serás lo que yo soy) 

 Sin fuerzas, las piernas me fallaron y caí… 

Tuve tiempo de ver como aquellos monjes se arrojaban encima de mi, con ferocidad. Y, en un intento por defenderme lancé un grito aterrador y levante los brazos tratando de cubrirme la cabeza… 

Después, silencio… De pronto, algo me golpeó. Forcejeé, cuando reaccioné me encontré cara a cara con mi hermana que me miraba incrédula y sin poder contener la risa. 

…”¡Vaya pesadilla que has tenido.. Me la tienes que contar!"... “.

…”Horrible, ni te la imaginas”.. Le dije mientras la vi acercarse a la ventana. 

 ..." Mira hay un grupo de monjes en la calle... ¿De dónde ha salido tanto monje,? Aquí sólo tenemos un convento de clausura"...

Comentó con guasa. Cuando la escuché creí enloquecer,  temiéndome lo peor  me acerqué hasta la ventana para cerciorarme... Tenía la certeza de que mi peor pesadilla estaba a punto de convertirse en una terrorífica realidad.

Cuando los vi, sentí como un escalofrío recorría mi espalda y me retiré bruscamente como si me hubieran quemado con un tizón candente.... Ajena a las risas de mi hermana, corrí cortinas y apagué la luz... Entonces, la encaré y le dije.... 

 .... "Tenemos que hablar"...

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