EL BOSQUE DE LAS ALMAS MALDITAS II - SILVIA - TIMIDEZ





Los días más importantes en nuestras vidas son aquellos en lo que se viven experiencias inesperadas que pueden llegar a cambiar nuestra forma de captar lo que sucede a nuestro alrededor, llegando incluso a transformar  nuestros pensamientos, comportamientos y hábitos de vida.

Silvia, la discreta amiga de Irene, tendría ocasión de comprobarlo, muy pronto. La chica se caracterizada por ser una persona que le gustaba pasar desapercibida y es que ser el centro de atención no iba con ella. En cualquier fiesta prefería recluirse en un rincón antes que entablar conversaciones con los desconocidos. Era una muchacha muy tímida y solía ruborizarse con facilidad.  Por ello, cuando Irene entró en su vida, la personalidad arrolladora de la chica la deslumbró y se convirtió en una de sus amigas mas incondicionales, porque veía en ella aquellas cualidades de las que ella carecía. Irene era una muchacha decidida y de una personalidad muy acusada que destacaba por la facilidad que tenía para relacionarse socialmente. La personalidad carismática y lider de Irene la había convertido en su más fiel seguidora, una sombra silenciosa que la acompañaba a todas partes y que asumía sin ningún tipo de problema todas y cada una de la decisiones que su amiga tomaba, como propias ...

Pero, la experiencia en el bosque iba a cambiar radicalmente su forma de ser... En realidad, la idea de participar en aquella aventura no la entusiasmaba demasiado, pero la insistencia de Irene era tan grande que al final aceptó a regañadientes.

La chica todavía estaba buscando una explicación a todo lo que le estaba pasando. Ese tipo de cosas sólo aparecían en las películas...Recordaba con agrado las primeras horas, en las que la tónica general giraba en torno a la diversión y los amenos relatos de terror que contaban los chicos, que tanto les gustaban. Muy a su pesar, tuvo que reconocer que había disfrutado mucho... Pero, cuando se despertaron de la siesta, todo cambió radicalmente... Sin darse cuenta casi les había sorprendido la noche y con su cortejo de sombras llegaron los viejos miedos nocturnos... Y, los aterradores gruñidos que provocaron su atropellada huida por aquel bosque inhóspito...

En la oscuridad de la noche, los árboles del camino enredaban entre sí sus ramas tratando de imposibilitar el avance de la chica. Silvia no era consciente de que en momento se había quedado sola. Sus compañeros de aventura habían desaparecido, se los había tragado las entrañas del bosque.  El bosque que la rodeaba se había vuelto letalmente silencioso. 

Grito el nombre de sus amigos, pero sólo recibía como respuesta el silencio más desolador. Le extrañaba que todo estuviera tan oscuro, pese a que la luna brillaba en todo su esplendor en el cielo.

 La ausencia de los amigos provocó en la joven un sentimiento de desamparo e indefensión que la hizo estremecer dolorosamente. Cerró los ojos con fuerza luchando contra la violencia de sus emociones... 

La desesperación se apoderó de su persona cuando volvió a escuchar los gruñidos peligrosamente cerca, con la más amarga crudeza descubrió la terrible realidad en la que se hallaba inmersa: ..Estaba a merced de la terrorífica criatura el bosque...

Avanzaba sigilosa, evitando tropezar con los obstáculos que se iba encontrando. Pero no podía evitar sentirse acechada desde algún rincón en aquella impía oscuridad. A veces sentía una desasosegante presencia a su espalda. Era tan intensa que en varias ocasiones tuvo que cerciorarse de si tenía alguien detrás de ella.... 

Descubrir que se encontraba sola y desamparada no la tranquilizaba en absoluto ya que sólo conseguía alimentar el miedo y el desasosiego que la embargaban, especialmente cuando creía vislumbrar una sombra o una pequeña agitación entre los arbustos más cercanos.

En la espesura boscosa, Silvia se sentía sobrecogida ante los impresionantes árboles que se alzaban por todos lados como cercándola y la luz de la luna contribuía a crear formas fantasmagóricas que reptaban por el suelo y se arremolinaban en torno a las raíces de los árboles. Era un espectáculo hermoso, pero engañoso, porque entorpecía la marcha.

Mientras trataba de controlar el pánico, luchando contra la imperiosa necesidad de salir corriendo, se encontraba absorta en la crítica situación que estaba padeciendo, cuando captó su atención un árbol imponente, visible gracias a la brillante luz de la luna. Le cruzó la idea de trepar y esperar encaramada en las ramas más altas hasta que amaneciera, además podía ser una buena manera de controlar lo que pasaba a su alrededor sin poner en riesgo su vida....

Silvia fue escalando con facilidad, aprovechando las irregularidades del tronco. No, sin esfuerzo, en pocos minutos alcanzó la copa del árbol y se recostó sobre una de las ramas más grandes. Desde aquel lugar podía contemplar la inmensa cúpula celeste que se cernía sobre su cabeza.

 Era un espectáculo de la naturaleza único, en él se manifestaba toda la magia del universo.

 La maravillosa luna señoreaba en el firmamento rozando con su estela de plata la masa negra vegetal en la que se habían convertido los árboles del bosque. La situación que estaba viviendo se convirtió  en algo difuso, lejano e irreal....

 Pero, los gruñidos aterradores no habían dejando de sentirse. Eran una constante tortura que no tardarían en debilitar su fortaleza. 

La chica intentaba taladrar con la mirada entre las oscuras sombras circundantes, pero no percibía ningún movimiento. El espíritu aventurero de Irene y su afición por todo tipo de temas esotéricos contrastaba con su carácter retraído, y en la soledad de aquel espacio vegetal, revivieron sus viejas fobias a los animales. especialmente  los nocturnos y los que reptaban.

 La chica se encontraba al límite de sus fuerzas, casi a punto de desfallecer cuando escuchó un grito agudo y estridente que procedía de unos arbustos cercanos.

Con el corazón en un puño, Silvia  dirigió la mirada hacia el lugar, esperando ver aparecer a la temible bestia que moraba en el bosque. Dudaba de su propia salud mental cuando contemplaba con fijeza como aquellas amenazadoras sombras etéreas se iban materializando en formas antropomórficas, como criaturas provenientes del mismo infierno.

Silvia observó perpleja que el causante de los ruidos era un esqueleto andante, recubría los huesos una piel translúcida y las cuencas de sus ojos, inexistentes, refulgían con una terrorífica luz rojiza. Desde el lugar donde se encontraba encaramada podía sentir como sus huesos crujían al andar....La tenebrosa presencia transformó en algo tétrico la oscura noche, invadiendo de tinieblas todo el lugar.

El esqueleto inició una macabra danza ritual y  al son de alguna vieja armonía cósmica comenzó a levitar entonando una letanía de lamentos sobrenaturales. Silvia presenció hechizada como aquel ser de pesadilla avanzaba, como flotando, hasta el lugar donde ella se encontraba. Silvia contempló horrorizada la grotesca sonrisa que se dibujaba en los inexistentes labios de la tenebrosa calavera que oscilaba ante sus ojos.... 

El esqueleto parecía alimentarse del miedo que inspiraba en la chica y, al cabo de un tiempo, que amenazaba con hacerse eterno, lanzó un aullido que congeló la sangre en sus venas. Silvia gritó presa de la desesperación y la locura al presenciar  la etérea nebulosa blanca y brillante que emanaba de su boca... Su alma fue absorbida hasta dejar su cuerpo inerte, su rostro reflejaba la cara más macabra del miedo... De pronto, se desató un violento vendaval que hizo desaparecer al terrorífico esqueleto en un furioso remolino de viento, hojas, tierra y huesos descarnados. Cuando cesó, todo quedó en calma. 

La chica permaneció inmóvil encaramada en lo alto de la copa del árbol toda la noche como si una extrañada fuerza de la naturaleza la mantuviera en precario equilibrio desafiando la ley de la gravedad....

Cuando amaneció, el bosque estaba iluminado por una suave luz que se proyectaba en sombras alargadas. Silvia abrió los ojos y se sintió tan poseída por la plácida quietud boscosa que casi estuvo a punto de caerse del árbol.

La chica descendió con facilidad y cuando se encontró en tierra, se recompuso la vestimenta y se quitó de encima algunas hojas muertas. Después, dirigió su mirada al brumoso horizonte tratando de visualizar la montaña que la masa vegetal ocultaba.... Silvia se deslumbró ante el verde chillón que la vegetación del bosque había adquirido...  Nada alteraba la paz y la tranquilidad que imperaba en la naciente mañana. Tras varias horas de interminable caminata, sin experimentar ni un ápice de  cansancio, clavó el fulgor rojizo de su mirada  en el otro extremo del bosque.  Cuando por fin pudo vislumbrar entre los árboles cercanos la familiar silueta del edificio del internado. 

Una tétrica casona, con ventanales opacos y protegida por un alto muro en el que destacaba un viejo portón de rejas oxidadas. Un lugar que siempre le había provocado algo de inquietud, pero que ahora contemplaba con agrado. El imponente muro, invadido por las túpidas madreselvas, que aislaba la fundación, lo rodeaba en toda su extensión.

Silvia encaminó sus pasos hacia el internado, solitaria y como en trance, nada alteraba su ánimo, nada se movía entre la espesura, ni una leve brisa que pudiera agitar las ramas. Los labios de la chica dibujaron una inocente sonrisa cuando una inmensa masa oscura se cernía sobre los altivos pináculos de la institución, anunciando malos presagios....





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