LOS JINETES DEL INFIERNO, UN RELATO DE TERROR PARA LA NOCHE DE SAN JUAN. I



Este relato está inspirado en una vieja leyenda cántabra: "LOS CABALLUCOS DEL DIABLO".


El grupo de amigos estaba ultimando los preparativos de la excursión a un pueblo abandonado, pues tenían la esperanza de que esa Noche de San Juan sería algo mágico. Sólo era una excusa más para celebrar la verbena yendo de acampada, pensando convertir la noche más corta del año en la más larga en lo que a diversión se refiere... Así que esperaban el momento de la partida con gran ilusión.

Era un fin de semana más largo de lo habitual y pensaban destinar esos días de asueto a visitar todos los lugares cercanos al pueblo. La tradición popular había adornado de todo tipo de leyendas y mitos espectrales la zona que pensaban visitar.

La furgoneta, sobría, y muy eficaz, daba mucho de sí. Pensaban cargarla con las tiendas de campaña; sillas y mesas plegables; mochilas repletas de viveres, sin olvidar la suculenta coca que se acostumbra a comer en esa fecha tan señalada; utensilios y juegos con los que matar el tiempo en caso de que el aburrimiento hiciera mella en el ánimo. Toda una completa equipación para la acampada.

Tras el animado encuentro emprendieron el viaje rumbo a lo desconocido. El madrugón propició que no se encontraran con atascos en la carretera, el tránsito era muy fluido. Transcurría todo tranquilo, sin apenas tropiezos y los excursionistas se deleitaban con la música que sonaba en el interior del vehículo...

Cuando ya empezaban a sentir el dolor de espalda por lo prolongado del viaje, la carretera se adentró en un pequeño valle. El nuevo trayecto era muchísimo peor porque abundaban las curvas, pero, en cambio, se disfrutaba de unas preciosas vistas paisajisticas. En aquel momento, se abría ante los ojos de los muchachos una impresionante panorámica de lujurioso verdor, en la que aparecían pequeño pueblos solitarios que ofrecían un estampa demasiado “perfecta”, idílica..

-¡¡¡ Qué pueblos más bonitos, parecen de juguete…!!! Comentó Julia, una chica pecosa, mientras intentaba apartar de su frente un rebelde mechón de pelo rubio.

- "¡¡¡ Sí,!!! - le respodió un muchacho con la cara llena de acné -sus construcciones parece que son del Exin Castillos".

Pero el embeleso que provocaba la belleza de aquellos parajes quedó eclipsada por el firme irregular de la carretera ya que se apreciaban los estragos que habían causado las constantes heladas y la nieve. Pedro fue aminorando la velocidad ya que conducía con los nervios a flor de piel por temor a que el coche se le fuera de las manos a causa de los continuos baches con los que se iban encontrando las ruedas de su coche…

Era un día luminoso y eso atenuaba el malestar que el conductor sentia por la engorrosa conducción mientras recorría, con las manos el volante y la espalda sudada, aquella carretera tan peligrosa que en ocasiones parecía coquetear con el abismo.

El tiempo se hacia interminable en aquella montaña oscura, hacía ya demasiado tiempo que habían dejado atrás el último pueblecito, sus escasas casas de piedra aparecían diseminadas al borde del camino. Pedro extrañado captó el detalle de que aquellos lugares parecían desiertos, no había vida entre sus callejuelas empedradas. El joven pensó que en el campo la gente vivía de otra manera, sin la agitación y el estrés de la ciudad, por eso no se preocupó por la ausencia de gente. Al fin, tras rebasar una curva apareció ante sus ojos el impresionante pueblo abandonado, el mismo que últimamente protagonizaba todas sus fantasías. Al contemplar la imagen que ofrecían aquellas casas grandes de piedra quedaron todos sobrecogidos y en silencio..

Aparcaron en las inmediaciones y cuando se apearon iniciaron la exploración del pueblo ruinoso. No quedaba mucho, pero sus restos no conseguían ocultar lo recias que debían de ser aquellas construcciones en el pasado… Se observaban casas imponentes con tejados a doble vertiente, y entre el conjunto se levantaba todavía intacta la torre del campanario, imponente y majestuosa parecía un auténtico desafío religioso entre tanta decadencia ya que la mayoría se habían hundido por el paso del tiempo y el abandono...

Los amigos corrieron hacia el centro del pueblo, gritando muy divertidos pensando en lo que iban a disfrutar entre tanto vestigio.

Las cámaras fotográficas tuvieron mucho trabajo tratando de inmortalizar aquel mágico lugar, pobablemente aquella magia residía en el aire tan espectral que desprendían sus ruinas, nada en su actual estado denotaba la posible presencia de vida desde hacia ya un tiempo considerable. Los jóvenes se aventuraban entre los roídos muros de lo que en algún momento debieron de ser las cuatro paredes de una casa, caminaban entre la maleza cabizbajos y absortos en la misteriosa atmósfera que imperaba.

Era un lugar sobrecogedor, todavía se podía apreciar la plaza del pueblo, en la que destacaba la imponente iglesia y su pequeño cementerio en el que todavía se podían apreciar las lápidas y los nichos. Los hierbajos y la maleza se habían apoderado de las viejas construcciones funerarias creando un lugar de inmensa desolación.

Aquel lugar decadente se habia convertido en una metáfora sobre la fugacidad de la vida y lo efímera que es nuestra existencia. El abandono y la desidia se habían apoderado del lugar de manera despiadada.

Los jóvenes no sabían a qué atribuir la extraña sensación, pero el ambiente se había enrarecido súbitamente. Parte del grupo se encontraba en el interior de la iglesia, donde se percibía una sensación amenazante, de peligro, algo difícil de precisar, como si alguien estuviera observandolos en todo momento y quisiera hacerles daño...

Pedro sentía que aquel lugar le producia escalofrios, algún tipo de influencia sobrenatural se había adueñado del lugar y por un momento creyó percibir un leve temblor en el aire como si un espíritu hubiese pasado veloz cerca de su cuerpo, como si algo invisible le hubiese rozado, apartó esos lúgubres pensamientos atribuyéndolos a su calenturienta imaginación…

Inquieto, descubrió que sus compañeros habían desaparecido de su ángulo de visión. Les llamó a gritos, pero no recibió respuesta, se encontraban absortos curioseando en las casas, fisgoneando entre los restos algún objeto que podrían haber dejado olvidado sus antiguos moradores. De pronto, captó que en aquel paraje se había producido un cambio, su visión se había vuelto un tanto borrosa y percibía en el aire como una extraña vibración que afectaba a las casas, conferiéndoles un aspecto fantasmagórico. El fenómeno duró unos instantes, pero cuando se dio media vuelta para dirigirse a la furgoneta, entonces fue cuando lo vio. Justo enfrente del vehículo, sobre el campanario de la iglesia, a escasos metros, había un hombre que le observaba sin mover un sólo músculo, vestía una especie de túnica negra y parecía levitar sobre la torre del campanario, permanecia estático, con los brazos caídos a los lados de su cuerpo y con la cabeza gacha. Era muy alto, la piel muy pálida contrastaba con la negrura del largo cabello que reposaba sobre sus hombros. Pedro, intentó llamar su atención dando un grito y levantando la mano, pero en lugar de responder, el hombre no se inmutó y ante sus gestos se limitó a extender los brazos como si fuera a volar y se lanzó al vacío. Cuando Pedro vio aquel suicidio empezó a gritar como poseído echando a correr hacia el lugar donde se había precipitado el hombre; pero cuando llegó, allí no encontro ni rastro del suicida. Sus gritos alertaron al resto del grupo, que se encontraba por los alrededores.

…”¿ QUÉ SUCEDE…? “Preguntaron al unísono los jóvenes.

…”Pues, que un tipo raro se ha suicidado ante mis ojos.. Ha desplegado los brazos como si fuera Icaro y se ha arrojado al vacío. Luego he venido corriendo para intentar socorrerlo y ya véis, todo guarda la más aparente normalidad, como si no hubiera pasado nada...

…” Nosotros hemos estado en el interior de la iglesia y casi se nos despeña una parte del techo encima, hemos salido corriendo al escuchar tus gritos y eso no ha salvado de una buena….

… “ Este lugar me provoca escalofríos, y además se me ha puesto un dolor muy raro en el estómago, mejor nos vamos... “Comentó Juan, un muchacho que no solía destacar por llevar la voz cantante….

Pedro tenía un mal presentimiento, él también tenía el estómago revuelto, qué casualidad, los dos con la misma desagradable sensación. Dirigió una temerosa mirada hacia lo alto del campanario y pensó que aquel lugar irradiabla algo maléfico, casi demoniaco, no se escuchaba ningún ruido, ningún animal, nada. Hasta hace poco, sólo las voces, gritos y risas juveniles quebraban aquel silencio lleno de misterios. Pero el dramático suceso que había presenciado Pedro había cambiado las cosas, irrumpiendo de forma inesperada el silencio y el miedo.

En aquel lugar pasaba algo raro y supo que lo más prudente sería irse de allí lo más rápidamente posible porque algo ominoso se cernía sobre sus cabezas. Pero el horror acababa de comenzar, tras introducirse con muchas prisas en el interior de la furgoneta, porque las ganas de abandonar aquel lugar eran apremiantes, Pedro le dio al contacto, pero tras varios intentos de querer encenderse, el motor se silenció. Los jóvenes contemplaron demudados como el coche había quedado muerto sin más, todo había dejado de funcionar. El sistema eléctrico del vehículo había pasado mejor vida, dejándoles tirados en aquel tenebroso lugar, los chicos comenzaron a gritar desahogando su rabia y frustración por la mala suerte…

…”Tranquilos, no perdáis los nervios, que ahora llamo al seguro y en poco tiempo los tenemos aquí”. Dijo Pedro tratando de calmarlos, mientras cogía el móvil para ponerse en contacto con su seguro para que le mandara una grúa… Pero, estaban en medio del campo y alli, por desgracia, no había cobertura…

… “Pues yo no me quedo en este lugar…. Me provoca mal “yuyu”, asi que me “piro vampiro”... Dijo Juan muy decidido, y no tardó en ser secundado por los demás miembros del grupo.

…”Podemos intentarlo, pero nos llevará bastante tiempo…. Aunque, a buen paso"...

…” Si, chicos, hay que intentarlo, aquí pasa algo raro”...

Los chicos dejaron atrás el pueblo sin dirigirle ni una sola mirada, ansiosos por abandonar aquel paraje lo antes posible. Cruzaron el espeso bosque e intentaron seguir un pequeño riachuelo porque creían que seguramente pasaría por algún pueblo, pero sus conjeturas no fueron acertadas ya que en un trecho del camino acabó desapareciendo como por arte de magia.

..."¿Y, ahora qué hacemos? Dijo uno de los jóvenes buscando con desespero el lugar donde había desaparecido el riachuelo...

...." Pues, seguir... Con los ríos suele pasar que en un momento dado desaparecen bajo tierra para volver a aparecer al poco rato.... Así que seguiremos sin alejarnos  que ya veréis como no tarda en aparecer"...

Pero, pasaron las horas y el riachuelo no volvió a hacer acto de presencia. Así que agotados por la caminata, decidieron parar debajo de un árbol frondoso, comieron y descansaron.

Angustiosas pesadillas poblaron el sueño de Pedro y en ellas aparecía el pueblo abandonado que habían visitado por la mañana. Era un sueño irreal y percibió como un olor de azufre impregnaba el ambiente. Después, quebrando el silencio de la noche con una furia infernal aparecieron siete extraños caballos con aspecto de libélulas gigantes. Destacaban sus largas y trasparentes alas. Sobrevolaban la torre del campanario dejando una estela de brillante colorido. Aquellos animales prodigiosos eran de color rojo, blanco, azul, negro, amarillo, verde y anaranjado, iluminaban el cielo nocturno volando agrupados. Sobre uno de los extraños caballos alados montaba el hombre que se arrojó al vacío, Pedro sintió como le miraba desde la impresionante altura.

El caballo alado con su jinete descendió y se posó a escasos metros de donde se encontraba y lentamente se fue aproximando a Pedro, que contemplaba la surrealista imagen con mirada atemorizada. Entonces pudo distinguir mejor su silueta y rostro. La túnica negra, estaba muy ajada y sucia, ofrecía un aspecto muy desagradable. El rostro de aquel ser era pavoroso, extrañamente pálido, unas oscuras ojeras rodeaban sus ojos…. Aunque creyó que era un hombre joven, desde cerca pudo apreciar que presentaba signos de vejez muy avanzada, profundos surcos de arrugas recorrían sus mejillas. Pero lo que le estremeció de aquella espectral figura, era ver su mirada negra…. Aquellos profundos agujeros negros que se abrían al infinito en un rostro sin expresión...

Aterrado, Pedro empezó a recular, pensando que la huida era la mejor opción en aquel momento… Pero aquel ser sin ojos acortaba la distancia sin demora...De pronto se detuvo y moviendo lentamente su brazo derecho y separándolo del cuerpo le mostró la guadaña y por primera vez aquel ser demoniaco pronunció...

…”La guadaña siempre acecha, la muerte siempre está detrás de vosotros y si no evitas la brecha, tu serás el siguiente”...



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