EL CABO DE SALOU

Hoy os voy a hablar de uno de los rincones más bonitos de la costa catalana, el Cabo de Salou. Un  precioso lugar repleto de bonitas vistas y calas de arena fina, ocultas en lugares recónditos que las protegen, en ocasiones, de las violentas embestidas del viento de levante.

Aunque Salou se ha convertido en uno de los principales centros turísticos de la Costa Dorada, sin embargo, la vida bohemia del Cabo se asemeja más al de las Baleares por la suavidad de su relieve rocoso; sus playas discretas; casi familiares, comunicadas entre sí por innumerables senderos muy empinados y con numerosos miradores a lo largo de todo el recorrido. Pasear interminablemente bajo la agradable sombra de los pinos puede convertirse en un auténtico deleite.

Pero, lo que verdaderamente llama la atención son sus abigarradas construcciones, auténticos nidos colgantes sobre los acantilados de la Costa Mediterránea. Y, entre ellos destaca un edificio singular, una rareza arquitectónica, o aberración urbanística, según se mire. Se encuentra ubicado en primera línea de mar, prácticamente, sobre los acantilados. Esto es así porque cuando se construyó todavía no existían ni la controvertida ley de costas y mucho menos los nuevos criterios de urbanismo sobre sostenibilidad y entorno natural. De todas formas, esperemos que siga en su excepcional emplazamiento y no se vea afectado por la política de saneamiento medioambiental que algunos Ayuntamientos llevan a cabo. Deseamos que  continúe durante mucho tiempo ahí frente al mar, luchando contra los elementos, escoltado por un faro que incrementa su atractivo durante la noche...

En este edificio, para acceder a la zona de viviendas no se sube, se baja. Sí, y no se trata de la famosa película de Cantinflas "Sube y Baja". El edificio está asentado sobre una colosal roca  que sobresale de un acantilado que muere en el mar. El último piso del edificio se encuentra a ras de la calle y es desde este punto hay que ir bajando para  ir accediendo a las viviendas más inferiores.

Un edificio peculiar que ofrece todo tipo de delicias relajantes, un lugar tranquilo para desconectar de la rutina diaria que tanto nos agobia. Un  último reducto de paz para gozar del salvaje arrullo de las olas y el graznido de las gaviotas como melodía de fondo.

 Pero, cuando una de las puertas de acceso a las viviendas se abre, ante tus ojos aparece una panorámica circular del Gran Azul que invita a la muda contemplación y al disfrute de la línea del horizonte, con su amplia tonalidad de azules. Sin olvidarnos de los espectaculares amaneceres rojizos y de las fascinantes noches de luna llena con sus estelas de plata sobre el mar.























Comentarios

Entradas populares