EL MONTSENY


Hoy os quiero hablar de un paraíso natural cuya frondosidad vegetal se asemeja a una obra de arte. Una escapada al Montseny significa un reencuentro con un remanso de paz y un pasado de leyenda muy sugestivo.




El Montseny nos ofrece en las partes más bajas bosques de pinos y encinas, pero conforme vamos ascendiendo vamos descubriendo sus alcornoques, robledales tortuosos, castaños y hayedos. Perderse por los rincones de la montaña de amatistas puede ser una experiencia inolvidable ya sea en otoño y  primavera con la explosión cromática que ofrece durante estas estaciones o en el invierno, cuando se cubre con el blanco manto de la nieve. Un precioso lago convierte el lugar en una deliciosa reminiscencia de los bosques centroeuropeos, con sus árboles sombríos sin una hoja y sobre la tierra, una alfombra de hojarasca crujiente.




Seguir un cauce de aguas frías y cristalinas, un caudal de agua constante que se acrecienta durante el deshielo y se despeña  por empinadas laderas, agudas crestas y profundos barrancos, nos permite disfrutar de un entorno de naturaleza salvaje que se encuentra a unos 60 kilómetros de Barcelona.



Castillos embrujados y criaturas del bosque que arrebatan los sentidos a los pobres mortales que se cruzan en su camino o sólo son simples metáforas del hechizo o fuerza  que ejerce la montaña sobre las gentes.
  




Ningún lugar de Cataluña ha sido fruto de una inspiración tan intensa y refinada como el Montseny.

Así es esta montaña, profunda, oscura y misteriosa. Un lugar rústico que despierta nuestros sentidos y que marca la frontera entre la naturaleza y la civilización.






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