ECO Y NARCISO, ELLA MURIÓ DE AMOR POR ÉL Y ÉL DE AMOR HACIA SU PERSONA




“EL NARCISTA ES ALGUIEN QUE TE MIRA A LOS OJOS SOLO PARA VER SU REFLEJO”

Según Ovidio, Narciso era hijo del río Cefiso y de la ninfa Leríope. Su belleza despertaba el amor en todos los corazones, pero él rechazaba con desdén inflexible a todos, hombres y mujeres. La ninfa Eco, una bella y encantadora criatura del bosque que solía ser muy charlatana y siempre quería tener razón, solía distraer a la diosa Hera mientras Zeus se dedicaba a sus constantes flirteos amorosos. Pero, la diosa del Olimpo, que no era tonta, un día descubrió la treta que se llevaban entre manos la ninfa y su esposo y se indignó de tal manera que solo pensó en vengarse, castigándola sin el uso del habla, pero al final la condenó a que sólo pudiera repetir las últimas palabras que escuchara y jamás podría hablar en primer lugar.

Un día Eco y Narciso se encontraron y la ninfa se enamoró de él, pero el joven hubiera preferido mil veces la muerte a sus abrazos, porque como la muchacha solo repetía sus palabras finales pensaba que se encontraba ante una criatura enajenada del bosque. La joven  al no ser correspondida fue marchitándose día a día hasta que adelgazó hasta tal punto que sólo quedó de ella el poderoso “eco” de su voz lastimera.

Un joven al que Narciso había roto el corazón con sus desdenes, se lamentó amargamente y desesperado pronunció: “¡ Ojalá llegues a amar a alguien con la intensidad que yo te amo y tampoco puedas poseer el objeto de tu amor!”. Némesis, que era la diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza, el equilibrio y la fortuna y era la que solía recibir los juramentos secretos de los enamorados y no dudaba cuando había que vengar a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o la infidelidad de un amante. Así que cuando escuchó aquella queja amarga y doliente, montó en cólera y decidió ponerla en práctica, tramando el más cruel de los castigos para aquel ser tan indiferente a los sentimientos humanos. Un día que Narciso regresaba de cazar pasó cerca de un arroyo y, al inclinarse para saciar su sed, vio reflejada en aquellas plácidas aguas el rostro de la criatura más bella que se mente pudo imaginar. Extasiado en la contemplación de su persona, sintió crecer en su interior un deseo tan intenso por aquella hermosa imagen que el agua le devolvía, sin llegar a comprender que aquel rostro tan hermoso era él mismo. Desesperado por lo inalcanzable de su amor, ya que aquella imagen parecía corresponderle, pero cuando intentaba tocar el objeto de sus amores se esfumaba entre sus manos, pero su empeño en llegar a conseguirlo no desfallecía y así fueron pasando noches y días y Narciso permanecía atado a aquellas mansas y traicioneras aguas como si una extraña fuerza sobrenatural le mantuviera atrapado y tan grande era su pasión que todo lo envolvía y sin alimentarse, fue languideciendo poco a poco hasta exhalar el último suspiro tendido cerca del agua.. La diosa apiadándose de aquel desgraciado que había sucumbido fruto de un excesivo amor hacia su persona, le transformó en una bella y delicada flor, el Narciso, que simboliza la muerte prematura…

Comentarios

Entradas populares