NOCHE DE SANGRE



El automóvil circula por la autovía a altas horas de la noche, dejando atrás las mansas y rieladas aguas del canal olímpico de Castelldefels. Aquellas aguas oscuras irradian, en aquel momento, los reflejos lunares. El conductor las ve tan negras, como oscuro es su corazón de asesino al acecho. Su mirada se pierde entre las sombras de los pinares que se agrupan junto a la carretera. Es la actitud propia de un depredador que busca su presa… A pie de carretera, emergen los lupanares, uno detrás de otro, las pintadas y los graffitis que los invaden, revelan su justo abandono, convirtiéndolos en caserones sucios y esperpénticos, patéticos custodios de los viejos y retorcidos plátanos de la autovía, cuya única función ha quedado reducida a rozar con sus hojas los decrépitos y polvorientos prostíbulos, padeciendo su eterna agonía.

Todo es siniestro en la autovía, esa ausencia de luz es propia de la austeridad que, últimamente, ha aplicado el gobierno. Pero el conductor, lejos de sentirse contrariado, sonríe íntimamente, piensa como Coelho, que el universo conspira a su favor. Aminora la velocidad, oteando entre las sombras, buscando una figura femenina en el camino, una esclava sexual que satisfaga su deseo de sangre. Repentinamente, un rayo de luna ilumina las suaves formas de una mujer que, sentada en la parada del autobús, parece esperar en vano la llegada de no se sabe qué. El hombre la contempla y le parece una princesa congelada en un momento de supremo dolor, desde cerca puede contemplar sus grandes ojeras y la extrema palidez de su rostro. La marquesina de la parada parece un centinela mudo e inmóvil que le ofrece amparo en esa noche de muerte.Cuando la mujer clava sus tristes ojos en él, siente un escalofrío que le recorre la espalda. A primera vista, ninguna de sus anteriores víctimas le ha provocado esa clase de sentimiento. El conductor se desvía de la autovía y deslizándose, con suavidad, se aproxima hasta el lugar donde se encuentra su presa.

Una extraña sensación le embarga, cercana a la admiración, cuando la contempla desde cerca, es una mujer muy bella, de grandes ojos y un abundante cabello negro que enmarca un óvalo de cara de perfección clásica.

Ante la presencia del hombre, la mujer no manifiesta temor alguno y le dirige una tímida sonrisa. El psicópata recorre con la mirada el cuerpo esbelto, escasamente cubierto por un vaporoso vestido negro, cuyas transparencias realzan la belleza de su cuerpo y la blancura tersa de una piel de porcelana.

-” Cuánto “- Es la escueta pregunta de un astuto y perverso depredador dispuesto a iniciar el ataque.
- “Depende"- Responde la mujer. Una voz tímida sale de la garganta, pero algo en su lenguaje corporal le induce a pensar en el gruñido de una pantera. La tensión en el aire casi se puede cortar, como la pesada y caliente oscuridad que les rodea.
-" ¿Depende? repite el cazador extrañado.
-" Depende de lo que usted quiera que le haga."- Aclara la mujer, mientras le dirige una mirada enigmática.

El cazador enmudece, sintiendo lo que debe de ser un conato de remordimiento, pensando que  la pobre mujer ni en sus peores pesadillas podría imaginar lo que pensaba hacer con su cuerpo...

-" Es extraño, las profesionales suelen cobrar por anticipado"- Comenta el hombre.
-" Ya, pero ese no es mi caso".Contesta como ausente, ya que su mirada parece perderse entre los pinares sombríos de la autovía...

Una vez más, el ser humano no distingue entre la verdad y la mentira y sólo nuestra inteligencia nos permite intuir la verdad.

Sin esperar respuesta, el cazador abre la puerta del coche y con un gesto la invita a acomodarse en su interior.

La mujer ignorando las perversas intenciones del hombre, obedece sin replicar…

-” Es una insensatez que a estas horas todavía se encuentre por aquí, teniendo en cuenta los tiempos que corren”. Comenta el hombre con falsedad, ya que se siente regocijado porque se ha apoderado de la vida de otro ser inocente. Ella no tiene la culpa, sólo ha tenido la mala suerte de encontrarse donde no debía. El suave ronroneo bajo y grave del motor indica que el automóvil ha reanudado la marcha.

El hombre recorre con los ojos el cuerpo de la mujer, siente el olor que desprende, ese aroma intenso del incienso tan típico de las catedrales e inhala su exótica fragancia,  mezclada con los feronomas sexuales que emanan de la mujer y, cierra los ojos aturdido  por la intensidad de sus emociones. Piensa que debe de hipnotizar a sus clientes con su poderosa sexualidad. No es de extrañar, es la típica sensualidad desbordada que poseen todas las mujeres que se dedican al oficio más viejo de la humanidad. Es una poderosa atracción con la que seduce a los hombres. Es tanta la enigmática belleza y el influjo que desprende aquella mujer que supo que los hombres pagarían lo que fuese sin importar el precio con tal de estar con ella.

 El hombre se siente arrebatado por la lujuria y piensa que quizá con aquella mujer podría ser distinto.

 Nota su acento extranjero. Sus palabras cadenciosas casi le acariciaban al hablar. Como si estuviera leyendo sus pensamientos,  la mujer se mueve  inquieta en su asiento y acomoda la falda de su vestido, el hombre identifica el gesto como una llamada de atención sobre su anatomía.

-" Te parece mal si lo hacemos en el cementerio de Montjüic"- Las palabras de la mujer arrancan del ensimismamiento al hombre.

-”¡¡¡EN EL CEMENTERIO!!!”- Exclama aterrorizado.

-” Sí, es que aunque no lo creas, los hombres para los que trabajo están vigilando por la zona y no me siento muy cómoda, ya que le han dado una paliza a más de uno y no quiero que tú corras la misma suerte”- Contesta la mujer con un acento propio de los inmigrantes de la Europa del Este.

-”Será posible- piensa el cazador- encima se preocupa por mí y vuelve a mirarla, regocijándose con el placer que le producirá destruirla con sus propias manos … La chica le sonríe ingenuamente, completamente ajena a los perversos pensamientos que invaden la mente del depredador.

-”Sea como tu quieres, vayamos al cementerio”- El coche aumenta la velocidad y en pocos minutos se encuentran ante las verjas del cementerio de Montjuic, como es natural se encuentra cerrado. El hombre le dirige una mirada interrogativa y, ella, escarbando en el bolso, extrae una pequeña llave que inserta en la ranura. Un chirrido delator anuncia su presencia en el camposanto monumental, y la mujer precede la marcha.

-"Había oído hablar de que las prostitutas hacían algunos trabajos en el cementerio, creía que era una leyenda urbana, pero ya veo que es cierto"- Siguió diciendo

-" Pues ya ves, algunas sí que lo hacemos... Si tu supieras"- replica la mujer misteriosamente.

-" Por tu acento veo que eres inmigrante, malos tiempos para una muchacha como tú..."- Nunca mejor dicho, piensa con cinismo. No es que sea especialmente reacio a la presencia de inmigrantes en España. Él utiliza sus propios métodos expeditivos para equilibrar la sociedad, y los inmigrantes no son especialmente molestos, para él son más peligrosas las mujeres, especialmente las que intentan acaparar el poder  y no tienen escrúpulos  a la hora de escalar puestos socialmente. Es su peculiar cruzada contra las mujeres que intentan dominar el mundo y relegar a los hombres a un segundo plano.

-" Veo que haces demasiadas preguntas, ¿tienes, acaso, algún tipo de problema con que sea una inmigrante?  Si tienes reparos, soy legal."-
-" No, no me importa en absoluto"- Y, no puede ser más sincero en su contestación.
-" Es que con tanta pregunta, a veces me siento un poco como si fuera un "bicho raro",  y aunque soy una puta extranjera, como muchos me llaman, por lo general, la mayoría no suelen ser muy exigentes. Aunque, las que vienen de América del Sur suelen ser tratadas con menos respeto. En realidad, sólo es miedo porque la gente se cree que les vamos a robar lo que les pertenece por derecho."-

El hombre piensa que decir que las inmigrantes sudamericanas son tratadas con menos respeto es un eufemismo, pero no le importó en absoluto, ya que él no era precisamente una hermanita de la caridad.

-" De dónde eres"- La interrumpe, tratando de evitar que la chica profundice demasiado en el tema y se cree mal ambiente.
-"Soy rumana"- Revela.- Por la cara que has puesto debes de pensar que soy una narcotraficante o pertenezco a alguna mafia paramilitar, pues nada de eso. Escapé de las penosas condiciones de vida de mi país, con mis hijos y aquí me tienes tratando de vivir en un ambiente hostil que se caracteriza por no facilitarnos demasiado las cosas, pero como dice un personaje televisivo muy famoso: ¡¡¡Yo por mis hijos, mato!!!.
" Rumana y, además quiere hacerlo en el cementerio de Montjüic..." Piensa con acritud el hombre. " Esto me huele a chamusquina..., mira que si he dado con la hija del Conde Drácula"
-" ¿No serás de una pequeña región que se encuentra en el corazón de los Cárpatos y que se llama Transivalnia, verdad?"-  El hombre cree que no hay nada mejor que un ataque para una buena defensa, pero lo único que consigue con su pregunta es arrancarle una sonrisa a la mujer, la primera en la noche.
-" ¿ No llevarás encima un crucifijo o una estaca de madera, verdad? Contesta la mujer estallando en carcajadas, pero  sonaron un poco a falso. El hombre la mira de reojo, ya empezaba a recelar de la actitud de aquella desconocida.

Es una hora demasiado avanzada y  no se ve un alma por los alrededores. En el interior, las edificaciones se intuyen como imponentes sombras que desafían al tiempo. Sigue a la mujer por una vía asfaltada, mirando con recelo las hileras de columbarios que se levantan a ambos lados.

 El temor se apodera del hombre cuando observa el tétrico sendero, marcado por la tenue luz de las velas. Un reguero de brillante luz que parece recorrido por las almas que penan en el camposanto. El ligero temblor de la frágil llama, parece hechizarle. La mujer señala un camino transversal que acaba en unas escaleras, el hombre les echa una mirada de reojo,  pues ha creído percibir una extraña presencia que  le provoca escalofríos. La mujer sigue avanzando indiferente al hombre que, un poco rezagado, la va siguiendo en silencio.

Un rayo plateado de la luna señalizaba en camino entre las hileras de lápidas, panteones y criptas, mientras una lechuza de plumaje plateado los va siguiendo. Una bruma repentina comenzaba a apoderarse de todos los edificios creando una atmósfera espectral.

-” ¿ Dónde vamos?”- Inquiere un poco molesto ante la repentina actitud silenciosa de ella. Pero la mujer  no parece muy dada a dar explicaciones. Echa una ojeada a su alrededor y se fija en los elevados cipreses, que en fila india parecen señalar una dirección, esos centinelas que algún escritor imaginó que creían en Dios por su verticalidad inmóvil y silenciosos como la muerte. La mujer avanza lánguidamente, dejando atrás los panteones monumentales que, ocultos entre árboles tortuosos, parecen proteger a sus huéspedes inmateriales, detrás de los cipreses sagrados aparece el mar, todo gris y negro, pero lleno de destellos luminosos sobre los que se balancean los maravillosos cruceros. Se encuentra en el mundo donde las criaturas que habitan pertenecen al mundo de las sombras y por un momento, el cazador llega a pensar que ha llegado su hora. Las criaturas de las sombras agazapadas esperan pacientes mientras la pareja avanza siguiendo la vía asfaltada que zigzaguea entre tumbas y panteones, esos monstruos pueden oler el aroma de la sangre fresca que circula como un torrente por las venas del hombre.

Al final de la vía cree distinguir un panteón de grandes dimensiones, destaca en la sobriedad del recinto sagrado como un pequeño templo de la antigëdad, franquean la entrada unas esbeltas columnas a las que se abrazan unas enredaderas. Otras plantas trepan por las paredes de piedra, como sinuosas serpientes, tratando de alcanzar las horribles gárgolas se encaraman en el techo, vigías inanimados del mundo de los muertos.

El cazador se fija en el reflejo de la luna que emiten las vidrieras creando un efecto fantasmagórico de falsa iluminación, la mujer apresura el paso y se detiene ante la fachada… Tras empujar la puerta, ésta cede y la mujer penetra en el interior, un hachón en la pared proporciona una tenue iluminación. En el centro del panteón, aparece una escalera que desciende profundamente sumida en la oscuridad. En ese momento, la mujer reclama su atención en una muda invitación a que la siga en su descenso por la escalera de caracol.

 -" ¡¡¡Qué solos se quedan los muertos!!! Pensó, lleno de desolación, recordando al famoso poeta, autor de la frase. Contempló las estatuas de personas, ángeles, demonios y criaturas monstruosas que coronaban las tumbas y panteones del lugar y maldijo, mentalmente,  la ocurrencia de desfogarse en aquel tétrico lugar. Tenía ante sus ojos la viva imagen de la muerte.  Un negro sudario que envolvía todo lo que se encontraba a su alrededor, y no comprendía como alguien pudo decir alguna vez que el sexo es la afirmación ante la muerte, ya que en aquellos momentos sentía unos irrefrenables deseos de escapar y dejar aquel crimen  para otra ocasión. En circunstancias normales, ya habría salido huyendo, sin pensarlo dos veces, pero estaba desorientado y lo único que tenía claro era que se encontraba en un lugar muy antiguo y recóndito de aquella  metrópolis de muertos. Su ansia asesina crece cuando contempla a la mujer. En ese momento, siente la frialdad del cuchillo rozar su piel a la altura de la cintura.... La frialdad del acero le llena de seguridad y disipa parte de su sufrimiento.

Antes de dar el primer paso,  le echa una última mirada al cementerio y cree ver como unas sombras se mueven entre las tumbas. Se frota los ojos y decide seguir a la enigmática mujer hasta las profundidades ignotas de aquel Panteón,

El cazador siente un escalofrío cuando desciende por la escalera, cuyo escalones, desgastados por el tiempo, relucen en la oscuridad por la humedad. Atemorizado, pega un traspiés que a punto está de hacerle caer rodando. La escalera acaba en una cámara funeraria, la pared está llena de huecos en los que se ven unos ataúdes destartalados y, en el centro, presidiendo el lugar, sobre una base de mármol, destaca un gigantesco catafalco de piedra, cuatro columnas que sostienen un entablamento resguardan la tenebrosa construcción funeraria que alberga un sarcófago que  muestra el interior como si se tratara de una profunda herida roja.

El cazador echa mano al cuchillo en un vano intento por defenderse, pero no tiene escapatoria alguna, su destino estaba sellado y la muerte le aguarda.

Entonces, escucha unos pasos, que suenan pesados, lentos, un olor a descomposición inunda la cámara, y el hombre atemorizado se vuelve para enfrentarse a los intrusos y lo que ve le deja sin respiración. Comprende que las sombras furtivas que había descubierto junto a las tumbas eran muertos vivientes, vampiros sedientos de sangre.

Intensos temblores le acometen cuando ve aparecer los feroces colmillos entre los labios de aquellas criaturas monstruosas, sabe que  le han tendido una trampa. La mujer paraliza a la horripilante comitiva con un gesto de la mano, y el cazador tiene la ocasión de observarla nuevamente. Esta vez con más detenimiento,  todo vestigio de humanidad había desaparecido del rostro femenino. Sus facciones se han convertido en una rígida máscara que refleja un odio infinito, ya no queda rastro de su belleza.  Ahora le contempla un demonio repugnante. La mujer abre la boca de una forma descomunal y muestra sus colmillos puntiagudos, el hombre tiene la certeza de que se está preparando para asaltarlo.

."¡¡¡Madre, entréganoslo, para que lo devoremos!!!"-

-"Hijos, sed pacientes,  os he traído un hombre fuerte y robusto, para que saciéis vuestro apetito!!!"-

 Cuando el cazador oye esas palabras queda paralizado por el terror, y cierra los ojos esperando a que todos aquellos monstruos le asalten salvajemente. Pero, la mujer vampiro viendo el terror que le invade, se detiene a un paso de él y pronuncia:

-"Esta noche pensabas acabar con la vida de un ser inocente, pero has tenido la mala suerte de encontrarte conmigo. Así es la vida, nada sale como uno espera. Pero lo único cierto es que aquel que se alimenta de la tragedia acaba sucumbiendo ante la misma. Hay tu noche de sangre no tendrá final y pasarás a formar parte de la eternidad.

-" Es todo vuestro"- dijo, ofreciéndolo a sus monstruosos vástagos, mientras ella concluye su transformación bestial. Su rostro, hasta hace poco hermoso, se llena de arrugas y feas protuberancias, las pupilas de sus ojos se  empequeñecen y rasgan, emitiendo un brillo rojizo. Dominada por una furia sin limites se pone a cuatro patas y con agilidad  felina da un gran salto, encaramándose sobre el catafalco. Antes de atacar,  le fulmina con la mirada y se abalanza sin asomo de piedad sobre él, sin darle tiempo a reaccionar, sus feroces colmillos desgarran el cuello del desgraciado, saciando su hambre. 

El cazador echó mano al arma letal que lleva oculta en la espalda, pero no le sirve de gran cosa, aquellas monstruosidades hambrientas no tardan en imitar a la madre, lanzándose con fiereza asesina sobre su cuerpo y sus gritos desgarradores se escuchan por primera vez. En el exterior, un relámpago anuncia la tormenta que se avecina y el cielo derrama un gran torrente de agua que destroza las ramas de los árboles en una lucha titánica contra los elementos. Los cipreses, inclinados por la fuerza de la lluvia, parecen soportar un gran dolor.  El aguacero sepulta  los alaridos del cazador mientras es devorado por aquellas criaturas de la noche en una cámara funeraria olvidada y arruinada desde hacia ya bastante tiempo...

La tormenta cesa y queda el reflejo nítido de la luz de la luna rodeada de nubarrones. La quietud y el silencio desciende sobre el camposanto y el panteón. Las criaturas espían ocultos tras las lápidas, cuando aparece una sombra furtiva, llega hasta donde se encuentran, les saluda y sigue su camino. Es el enterrador que se dirige al panteón. Sabe que esa noche tiene trabajo y ha de correr porque pronto amanecerá y debe quedar todo limpio, sin rastro de sangre.

Esa noche ha atacado un depredador, astuto, terrible y poderoso, su única motivación, la sed de sangre. Las criaturas de la noche huyen de la luz, refugiándose en los panteones y  una tenebrosa quietud desciende sobre el camposanto. Mientras, el enterrador se encuentra en uno de los lugares más olvidados del cementerio, dando las últimas paletadas de tierra a una tumba donde pronto crecerá la hierba.

Una sombra furtiva abandona el cementerio y deja tras de sí otra muerte. Dueña de un secreto poder que embriaga más que el sexo, esa tibieza de la sangre espesa que impregna de miedo todo lo que toca y donde aletea el pulso de la vida. La luz se refleja en sus cabellos negros como el azabache, húmedos y desgreñados, sin apenas rastros de su pasada belleza.

Demasiado astuta, demasiado inteligente y hambrienta, la mujer vampiro sigue su camino desafiando las leyes de su propia inmortalidad, libre de toda sospecha.

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