ZOMBIS, UN CUENTO DE TERROR PLAYERO II







La bruma casi nos alcanzaba en las inmediaciones del cementerio y sus tapias blanquecinas parecían un escarnio en aquella noche tétrica. Entre las lápidas y las criptas se movían aquellas figuras lentas y torpes en su camino hacia la salida, parecía que querían huir de su encierro eterno.

-"Están saliendo del cementerio"- Mi hermana apenas podía articular palabra.

Ahora que estaban peligrosamente cerca pudimos apreciar el aspecto que presentaban aquellas criaturas de la noche...Y lo que vimos nos horrorizó tanto que mi hermana pisó a fondo el acelerador, hasta tal punto que varios de aquellos seres hediondos  impactaron contra el capó del coche, cayeron bajo las ruedas de la furgoneta, siendo prácticamente aplastados contra el suelo, pero aún se seguían escuchando sus terroríficos gruñidos como si se tratara de animales rabiosos.

Pero, aquello sólo empeoró las cosas porque irritó a los demás y empezaron a aparecer de todas partes rodeando nuestra furgoneta. Desde el interior podía sentir los horribles sonidos que emitían aquellas criaturas infernales. Los atropellados se recompusieron y volvieron a levantarse del suelo, mientras tanto, otros seguían saliendo del cementerio. Se movían con lentitud, cojeando, vimos como se iban acercando hasta el coche. Era un hecho, aquel odio reflejado en sus rostros descarnados era HAMBRE, y nosotros éramos su "comida".  Pronto abarrotaron la carretera impidiendo cualquier escapatoria.

En poco tiempo la carretera estuvo invadida por aquellos muertos vivientes que parecían haber despertado de su letargo y avanzaban lentamente ataviados con su ropa raída, sin lustre, con un aire de tristeza y melancolía perenne.

Cuando el olor nauseabundo que aquellos seres desprendían inundó la furgoneta, al colarse por los conductos del aire, sentí que me ahogaba, empecé a toser y tuve que taparme la nariz.

A continuación, vi la silueta oscura de un hombre que se recortaba bajo la luz de la luna, junto a los muros blanquecinos del cementerio. Llevaba una capucha y el rostro era de palidez cerúlea, contemplaba en silencio el espectáculo de los muertos vivientes.  Su tenebrosa visión sobrecogía el alma en la cálida atmósfera nocturna. Entonces,  aquel ser de fábula olfateó el aire aspirando con fuerza, y levantó el rostro para aullar a la luna y se puso a cuatro patas dispuesto a correr hacia nosotras.

Aquella criatura alcanzó nuestro coche y nos rodeó en silencio, se acercó hasta la ventanilla del coche. Aunque nos sentíamos protegidas  pues habíamos echado todos los seguros...Y, tras empujarla con fuerza comenzó a golpearla a manotazos cada vez más violentos.

Intentamos ver las facciones de aquel hombre, pero fue imposible, y los zombies no tardaron en imitar la acción del que los capitaneaba, se fueron acercando rodeando el coche y buscando la puerta tratando de penetrar en su interior, golpeando y arañando el coche con violencia. Ante la imposibilidad se limitaban a lanzar gruñidos al cielo.

-" No te quedes parada, arranca, aunque tengas que pasarles por encima como antes"- le dije  a mi hermana. La desesperación dictaba mis palabras.

Mi hermana reaccionó y  pisando a fondo salió a toda velocidad, llevándose por delante a todos aquellos seres infernales. En un horror sin límites, veíamos como los cuerpos de aquellos seres repugnantes desaparecían bajo el capo del techo destrozando con las ruedas sus miembros ya descarnados... Un muerto viviente se había abrazado al capó y no cesaba de lanzar gemidos y gruñidos, finalmente cedió y  las ruedas aplastaron su cuerpo contra el asfalto y sentimos como crujieron los huesos.

Era doloroso atropellar a aquellos seres repugnantes, pero es que aparecían por todas partes y lo que más nos impactaba era la transfiguración que experimentaban sus rostros de pesadilla, ya que  pasaban de mostrar una mirada complemente ausente y melancólica a manifestar el odio más brutal al descubrir un ser vivo, sus caras mostraban las fauces desencajadas de un animal.

Eso enfureció a los demás y nos siguieron en tropel entre empujones y gruñidos. Mis primos aprovecharon el enconamiento de los muertos vivientes hacia nosotras para salir huyendo en dirección contraria...

Tras una huida infructuosa, conseguimos dejar atrás aquella jauría de muertos vivientes que nos quería devorar.

-” ¡¡¡Dios mio que es este horror, que ha pasado para que hayan resucitado!!!”- Exclamaba mi hermana a punto de estallar entre sollozos.

-” Y, de los primos que habrá sido”- dije preocupada...

-”Pues no tengo ni idea, porque lo que se avecinaba por la playa era peor todavía, pero ellos conocen la zona y seguro que habrán cogido alguna pista de esas que recorren el parque”-

Los primos habían salido de la carretera y evitando la playa se habían adentrado por una de las pistas que partían del camping, que transcurría entre interminables cultivos sumidos en la oscuridad que se extendía delante del parabrisas del coche...

En aquel espacio olvidado del mundo no se veía a ningún zombi avanzando entre las dunas de la playa, solo el viento y su siniestro quejido azotaba aquel lugar infernal, las nubes algodonosas envolvían la luna roja. Los primos contemplaron el brillante satélite con el oscuro presentimiento de que era un mal augurio y si valoraban su libertad, aquella pista era la única salida de aquel infierno en que se había convertido su existencia.

Asi que tras un largo tramo en el que atravesaron carrizos de playa y matorrales típicos del mediterráneo, cuando ya casi habían perdido la esperanza pensando que se habían extraviado en el inmenso territorio aluvial, vieron a lo lejos a una furgoneta familiar, era la de sus primas que habían conseguido esquivar a los zombies... Una gran alegría inundó sus corazones, pero se disipó al momento pues un grupo de muertos vivientes aparecieron de inmediato bloqueándoles el camino.  Luchar o evadir a los caminantes era imposible, por eso el conductor, ante la dolorosa experiencia de atropellar a aquellas criaturas cerró  los ojos y apretando el acelerador a fondo, el coche salió disparado llevándose por delante todo lo que se encontraba en su camino, dejando una estela de huesos y carne desperdigada por el suelo.

El conductor aceleró el coche y en poco tiempo alcanzó al vehículo de sus primas...Se apearon y se abrazaron.

-” Qué está ocurriendo”... Preguntó uno de los primos.

-"Esto debe de ser el Juicio Final, y los muertos están resucitando.."-.Habían todo tipo de teorías, pero la más acertada fue la que proporcionó mi hermana cuando dijo...

 -” Seguro que es un experimento nuclear que se les ha ido de las manos.”.Era una situación tan irreal tan surrealista que cualquier conjetura podría ser la causa.

-" O una tormenta solar, vete tu a saber..."- Mi prima tenía tal temblor en el cuerpo cuando pronunció las palabras que creí que estaba al borde al colapso.

-"¿Qué vamos a hacer.?"- Pregunto mi primo sin poder ocultar la dureza  del tono.

Primero vamos a buscar a nuestras madres que están solas. y deben de estar en peligro, y después nos volvemos a encontrar en un sitio neutral, a ser posible bien lejos de un cementerio o del mar...

Si la situación no fuera tan espantosa la conversación podía haber resultado con un punto chistosa, pero la realidad no podía ser más horrible y terrorífica. Tras la efusiva y angustiada despedida se dispusieron a ir en busca de sus familias.

-” Dónde quedamos”- preguntó mi hermana.

-"Os parece bien en la plaza de Cataluña, no hay peligro de que haya ningún cementerio cerca.."-

-"Bien, allí estaremos, y ¿después qué hacemos.?"-

-"Cuando se presente la situación ya veremos."-

De nuevo en la carretera,  pasamos por la ronda del litoral, a medianoche, el cementerio que se levanta a un lado de la carretera se presenta misterioso, doloroso, desolador y nostálgico, los misteriosos cipreses henchidos de la brisa marina parecen ocultar su tristeza perenne. A esas horas intempestivas la inmensa mole envuelta en la negrura más impenetrable le confiere un aire más abandonado y olvidado que nunca, en ese momento la bruma va invadiendo lentamente, el recinto del camposanto, como si una nube cubriese todas las lágrimas derramadas de los penitentes que acuden a dar su postrera despedida. Angustioso sudario que se abraza al mármol de los nichos en un pegajoso y frío abrazo. Nichos que han dado cobijo a tantos cuerpos caídos en el combate contra la muerte.



En el interior del coche apreciamos en esa noche clara, además del negro azabache del agua y del reflejo de las estrellas y la luna sobre la ondulante superficie del mar, un singular desfile de luces que avanzaba por la carretera, zigzagueando por la montaña sagrada, en la distancia, disipando la oscuridad. Emitían una fosforescencia irreal, tenue, pero inconfundible. Eran  los fuegos fatuos o fugaces luminiscencias que emiten los cuerpos en descomposición tan comunes en los cementerios.

Atravesamos la ciudad preocupadas por la suerte de nuestros seres queridos; el no saber que les podía haber pasado se nos  estaba haciendo un nudo en el estómago. Tratamos de relajarnos porque perder los nervios en una situación así, sólo iba a conseguir empeorar las cosas. Con una conducción poco menos que temeraria apenas tardamos alrededor de una media hora en llegar a nuestra casa.

Pese a que en las afueras del barrio se levantaba un pequeño cementerio, seguía sin haber zombies por ninguna parte, las calles estaban desiertas y limpias, ni tan siquiera había ningún muerto viviente en el suelo o agachado. Desconocíamos donde se encontraban y qué había provocado esta resurrección, pero continuamos nuestro camino. Dejamos el coche ante la puerta del edificio donde se encontraba nuestro hogar y subimos corriendo por la escalera en busca de nuestra madre, que a esas horas y como solía ser costumbre siempre que nos montábamos una escapada, nos esperaba levantada. Tratar de explicarle que Barcelona estaba sufriendo un ataque de zombies era una locura ya que pensaría que no estábamos en nuestros cabales, y en el peor de los casos nos exponíamos a que nos cerrara la puerta en las narices al creer que nos habíamos fumado un porro o tomado alguna droga. Así que tratamos de convencerla con una mentira creíble. Llamamos a la puerta de mis tíos,  y le hablamos de la situación, al principio dijeron que esperarían a sus hijos.

-"Pero, si está pasando algo grave.. ¿Y, mis hijos y nietos qué pasará con ellos? Tenemos que reunirnos con ellos.."-. Conversamos con ellos y al final  les convencimos para que les llamasen y quedasen con nosotros en la Plaza Cataluña.

 -"Qué pasa, ha habido un golpe de estado?"- Preguntó mi tía con lágrimas en los ojos...

-" No, es algo mucho peor, ya tendréis ocasión de verlo con vuestros ojos. Por favor llamad a los primos y quedáis con ellos en la plaza de Catalunya, y que eviten circular cerca de cementerios y el mar"-

Mientras mis tíos hacían las llamadas pertinentes y a pesar de las horas tan intempestivas y alguna que otra queja por la urgencia y preguntar sin recibir respuesta, acataron las ordenes del padre y prometieron que se encontrarían con nosotros en La plaza de Catalunya. Nosotras hacíamos otro tanto llamando a nuestr@s amig@s, la mayoría atendió a nuestras llamadas protestando por lo poco apropiado de la hora, pero cuando escucharon nuestras razones no dudaron en quedar con nosotras en el lugar indicado. Hablamos con vecinos, unos nos hicieron caso y otros pensaron que les estábamos gastando bromas.

-" ¿Qué piensas, nos habrán hecho caso y vendrán?

-"Por su bien mejor que sea así"- pensé para mis adentros-

Tras un rápido baño para quitarnos la pegajosa sal, nos cambiamos lo más rápido posible y antes de salir vigilamos la calle, no había nadie, ni vivo ni muerto, ninguna presencia del horror que estábamos viviendo.
Después de coger lo más imprescindible partimos como una exhalación hacia el lugar donde habíamos quedado. Salimos de casa casi a rastras con nuestros parientes y tras mirar a todos lados, respiramos tranquilas pues seguía sin haber nadie.

Afortunadamente, encontramos la calle libres de caminantes y la carretera estaba desierta, cuando nos encontramos en el lugar acordado, ya estaban allí esperándonos... Sus semblantes no conseguían ocultar todo el horror que estábamos viviendo. Vimos que el grupo había aumentado notablemente, respiré aliviada allí estaba toda la familia y mis amig@s..

Abrazamos  a nuestros parientes, amigos y vecinos. Cuando empezaron las preguntas, creímos que lo más acertado sería informar sobre la realidad. Así que apelando a la coherencia y racionalidad, empezamos diciendo que los muertos estaban resucitando y nosotros éramos su "comida", los allí reunidos nos miraron estupefactos

Mi primo nos comentó que su sobrina había estado buscando con su Iphone noticias en internet sobre lo que estaba pasando y había encontrado algo que podía interesar, existía una página web que aconsejaba que en caso de ataque zombies, nos debíamos dirigir al monasterio de Santa Cecilia en Montserrat. En otras circunstancias pensaríamos que era una web friki, pero después de ver lo que estaba pasando creo que podía ser una de las soluciones. También había encontrado varias noticias sobre preocupantes ataques zombies en EEUU. Primero fue Miami: el caso de dos hombres desnudos cerca de una autopista en el que uno le comió casi toda la cara al otro Luego en Texas: una mujer acusada de matar a su recién nacido, de comer parte de su cerebro y arrancarle a mordidas los dedos gordos de los pies. Después en Maryland, un universitario le dijo a la Policía que mató a un hombre, antes de comer su corazón y parte de su cerebro.

Hubo otro caso, aunque diferente, en Nueva Jersey. Un hombre se acuchilló 50 veces y le arrojó partes de sus propios intestinos a la Policía. Los agentes le arrojaron gas lacrimógeno, pero no les resultó fácil someterlo.

-"Creo que lo menos peligroso que nos podemos encontrar en este mundo son los zombies"-.Comentó mi sobrina jocosamente.

Como pasa con estos temas, la noticia no tenía mucha credibilidad ya que la gente parecía acostumbrada a las noticias de violencia. Y, estos casos parecían más bien un caso de canibalismo. Pero en estos momentos la evidencia cobro visos de abrumadora realidad, tal y como se venía diciendo el apocalipsis zombi era una realidad palpable.

- ¡Vamos, venga! ¡Que los zombies ya están cerca, seguidme! - Exclamé, después de escuchar la información sobre el fenómeno me dirigí a mi primo, sin apenas tiempo para saludarnos..Y, él en contestación arrancó su coche , las terribles miradas de nuestros parientes se fueron tras él..

-" ¿Y a dónde nos dirigimos? Preguntó otro de mis primos sin darse cuenta de la dureza del tono que empleaba.

-" Hemos quedado con la familia y amigos en el monasterio de Santa Cecilia, por allí hay unas cuevas subterráneas en las que podemos escondernos mientras decidimos qué hacer"-

-” Se puede saber qué es lo que pasa”- Inquirió mi tío, mostrando en el rostro los signos evidentes del sueño...Estaban con sus hijos y nietos y se les notaba más tranquilos.

-”No preguntes por favor, más adelante ya tendrás ocasión de enterarte”..

Ahora se trataba de dar el siguiente paso, pues el tiempo apremiaba y  dentro de aquel delirio mi hermana aun conservaba su buen sentido de la orientación en medio de un mundo caótico.

Esto solo es el comienzo de algo que ha de venir mucho más horrible, y debemos luchar aunque sea en vano...

-"¿Sabes algo"- Me preguntó mi hermana con dureza.

-”Mmmm…No no sé nada, pero he oído ciertos comentarios y por lo que hemos visto hoy creo que no son simples especulaciones, simplemente hay algo que me dice que debemos ir con cuidado. Creo que lo menos peligroso que nos podemos encontrar en esta ciudad son los zombies. Habrá que tener mucha cautela porque todavía no sabemos a qué nos enfrentamos.

-" Ya sabemos que es difícil de asimilar, pero es real, ha debido de ocurrir algún extraño fenómeno que ha hecho posible la reanimación, poco podemos decir. No estamos bajo el efecto de ninguna droga, los muertos vivientes están abandonando los cementerios y están infestando las calles. Ahora sólo tenemos que buscar un lugar seguro y trabajar en preparar un plan adecuado para tal situación, si es que todavía se puede hacer algo. Organizarnos y ponernos en contacto con el ejército, porque en poco tiempo habrán invadido toda la ciudad y ya no habrá escapatoria."-

Estábamos detenidos en medio de la Plaza pero la inquietud no nos dejaba tranquilos y mirábamos constantemente a nuestro alrededor, buscando cualquier indicio que pudiese anunciar la presencia de esos seres, pero todas las calles, rincones y esquinas aparecían libres de zombie. También buscábamos signos de vida, pero la plaza a aquellas horas estaba totalmente desierta.

Decidimos no demorar más la marcha y acordamos reunirnos todos en el monasterio de Santa Cecilia, acordamos evitar la costa y circular sólo por carreteras interiores evitando poblaciones pequeñas porque en todas ellas suele haber un cementerio. Se formó una larga caravana  llena de esperanza en la salvación, porque en las situaciones desesperadas la fe es lo último que se debe perder.

Nosotras encabezamos la comitiva y el trayecto estuvo tranquilo relativamente, ya que íbamos por la carretera hasta salir a la autopista que nos acercaría a Montserrat; a aquellas horas de la noche no solía llenarse demasiado, a pesar de ser la preocupante época vacacional con sus salidas veraniegas, pero aquello no era normal. Salimos de la ciudad como una exhalación, como si huyéramos del mismo diablo... Dejamos atrás los semáforos y no se veía un alma, la ciudad parecía muerta..

De pronto, todo el alumbrado público y los semáforos de la autopista dejaron de funcionar, y mi hermana vio a través del retrovisor como una gigantesca columna de humo negro se elevaba tratando de alcanzar el cielo...

-" Ya están haciendo de las suyas"- el comentario de mi hermana consiguió que la familia, que hasta ese momento habían guardado silencio, hablase por fin. El tono sonaba demasiado duro, porque estaban atemorizados y no tenían conocimiento de lo que estaba pasando, por un momento pensé en explicarles lo que estaba sucediendo. Pero la situación era tan horrible y surrealista que seguramente no acabarían de entenderlo.

-" Ha estallado una Guerra y tenemos que ir a un lugar para refugiarnos, porque estamos en peligro"-

La explicación de mi hermana sólo era verdad a medias, pero al menos era información, además ya llegaría el momento en que lo comprenderían todo.

En ese momento me vino a la memoria el doloroso día en que esparcimos las cenizas de mi padre y respiré aliviada por lo menos el no formaba parte de la monstruosidad hedionda que caminaba sobre la tierra.

Circulamos por la carretera en relativa tranquilidad, pero los muertos vivientes empezaron a aparecer cuando nos encontrábamos a la altura de Martorell, en ese punto se apreció un macabro desfile de luminiscencias, los fuegos fatuos de la materia en descomposición de los muertos vivientes, horrorizadas comprendimos que se dirigían hacia la carretera. Mi hermana aceleró todo lo que pudo intentando escapar de aquel infierno que se acercaba y los vehículos que nos seguían hicieron otro tanto... Huimos enloquecidos, pero de aquel terror ya era imposible escapar. Un pequeño grupo de aquellos seres infectos habían invadido la autopista y vagaban erráticos de un lado para otro, tambaleándose. De pronto aquellas criaturas giraron la cabeza hacia la caravana de coches que se acercaba lentamente, porque al descubrirlos había amainado la marcha y cuando los faros del coche más cercano les encandiló comenzaron a correr a gran velocidad bamboleándose y gruñendo al cielo, sin cesar.

-" Dios qué es eso -grito mi tía- pero si no tienen ojos"- Con el pánico atenazándoles la garganta, con el corazón devorado por la preocupación de no poder estar al lado de sus hijos y nietos...

-"¿Son zombies, es esto de lo que estamos huyendo?"- Preguntó mi tío intentando sin ocultar la rabia y el miedo que sentía.

Mi madre seguía sin pronunciar palabra, su obstinado silencio me hablaba de que debía de haber entrado en un estado de shock...

-"SÍ"- Fue la escueta respuesta que recibió de mi hermana, mientras le daba un volantazo al coche intentando evitar atropellar al hombre que se acercaba peligrosamente. Los zombies fueron esquivados y la marcha prosiguió y cuando miramos hacia atrás vimos como aparecían por todas partes y seguían de cerca corriendo a gran velocidad dando trompicones  a  los últimos coches de la caravana, que en su afán por huir aumentaron la marcha adelantando y dejando atrás a otros vehículos. En poco tiempo centenares de aquellos seres putrefactos habían abarrotado la autopista formando una barrera hedionda. La procesión de zombies se iba quedando atrás. Mi tía volvió a observarlos detenidamente. Ya nos habíamos alejado de los muertos varios kilómetros, de hecho ya no se les distinguía en el horizonte.

Divisamos a lo lejos, en el carril contrario, las luces que emitían los faros de un convoy del ejército, los camiones avanzaban a gran velocidad rebasando los límites de velocidad establecidos. Cuando nos rebasaron y al cabo de un tiempo,  escuchamos el sonido atronador que suele provocar una colisión múltiple en la autopista, como si una bomba hubiera hecho impacto, una gigantesca lengua de fuego invadió la autopista y una humareda invadió la autopista dificultando la visibilidad.

Por fin alcanzamos la inmensa mole de la montaña de Montserrat, la calma imperaba en el lugar. El trayecto hasta el monasterio de Santa Cecilia fue tranquilo, limpio, no había un alma en aquella carretera, por lo general muy transitada, excepto el ruido que producían los vehículos en la caravana, y extrañamente tampoco se percibía ningún sonido.

Los coches por fin alcanzaron la explanada del monasterio de Santa Cecilia, teníamos que buscar una cueva que se encontraba oculta entre los escarpados riscos de aquella montaña mágica. Todos nos encaminamos hacia un pequeño sendero muy pedregoso, que tenía una gran cantidad de árboles hermosos y frondosos, que jalonaban el camino hasta una profunda oquedad que se abría a una gran planicie, el lugar era de una belleza indescriptible y a lo lejos se apreciaba la macabra marcha de los caminantes por las macabras luminarias que desprendían sus miembros putrefactos.

Ahora sólo nos quedaba esperar, no sabíamos exactamente a qué, pero era lo que había, inquieta y demasiado asustada sin apartar la vista del camino que aparecía completamente sumido en la oscuridad, busqué un árbol sobre el que recostarme "quien espera desespera" nunca fue más verdad ese dicho. Sentí alivio al ver que todos parientes y amigos estaban allí reunidos, mis ojos tropezaron con los de una amiga que tenía abrazado a su hijo pequeño, me sonrió agradecida, pero tenia los ojos anegados en lágrimas, así que para tranquilizarla me acerqué y la abracé y traté de infundirle ánimos. Ella lloró con desespero y me dijo que "era el final".

Me crispaba los nervios sentir aquel murmullo constante y pausado que nacía del sufrimiento y la indefensión al comprender que formábamos parte de la cadena alimenticia de aquellas abominaciones sin conciencia ni sentimientos. Quizá sólo se comportaban siguiendo las pautas que el nuevo orden social nos había impuesto, seguir el instinto de satisfacer nuestras necesidades más primarias a costa de lo que fuera.

Habían pasado unas tres horas cuando por fin tres mujeres salieron de la cueva y con solemnidad se dirigieron a los allí congregados, y tras un breve y cordial saludo, la mayor pronunció:

-"Nos encontramos ante la Gran Guerra, el Apocalipsis final y esto no ha hecho más que empezar"-

Estas muchachas que me acompañan son Dana e Irania y juntas formamos la tríada o Círculo de los Milagros, ese grupo del que tanto habéis oído hablar y del que se comentaba que se ocultaba en edificios y lugares abandonados. Sabemos que muchos habrán pensado que se trataba de una leyenda urbana y no le habrán dado credibilidad. Pues aquí estamos:  Hemos decidido abandonar la clandestinidad y presentarnos ante vosotros para brindaros nuestro apoyo en esta lucha que se avecina. La que os habla habita en esta tierra a través de sucesivas generaciones. Dana e Irania -dijo señalando a las jóvenes que escuchaban a la mujer en silencio- os ofrecen su lealtad en todo momento. Yo me comprometo con vosotros en esta lucha con el ejército, vuestro ejército, de las tinieblas, para que así la humanidad en los años venideros pueda levantarse otra vez con valor y llegar a la batalla final en contra de Satanás, sus demonios y todos los resucitados que caminan de nuevo sobre la tierra.

Escuché el tenue murmullo de unos chiquillo cuchicheando a mis espaldas:

 -" Qué guapas son "- le decía un chiquillo lleno de granos a otro más bajito y rechonchete.

Y, en verdad que lo eran, parecían unas heroínas rockeras de largas y lustrosas cabelleras, que deberían tener poco más de veinte años, enfundadas en unos ajustados trajes negros de cuero, la lozanía de sus rostros contrastaba con su extrema palidez seguramente fruto de su reclusión bajo tierra. Pero su belleza no era la típica, era mas bien ultraterrenal, las tres mujeres desprendían un aire de fascinación casi irracional. Conocedoras de las admiración que despertaban entre la gente que había allí reunida, sonrieron enigmáticamente.

La mujer de mayor edad, siguió diciendo:

-" Ha llegado el momento de tomar decisiones, de elegir: los que crean en nosotras podrán seguirnos y tendrán una esperanza y  los que no, pues le deseamos toda la suerte del mundo y mucha fuerza para afrontar lo que se avecina..

Tras pronunciar la última palabra, dieron media vuelta y volvieron a penetrar en la cueva, seguidas por toda aquella gente que había acudido atraída por no se sabe qué misteriosa llamada... Poniendo una confianza ciega en aquellas mujeres que nos precedían, las fuimos siguiendo adentrándonos cada vez más en aquella cueva, la mirada fosforescente de Dana disipó la oscuridad y nos fue abriendo el camino hacia la salvación.

En ese momento me desperté sobresaltada, ¡¡¡todo había sido un sueño!!, el agua aparecía calma y desierta, y su superficie acusaba una ondulación sombría como de negro satén. Los chiquillos seguían chapoteando y nada me reconfortó más como escuchar el sonido de sus risas intensificadas por la travesura de haberme rociado el rostro con agua. Me incorporé y cuando contemplé el mar, me llegaron amortiguadas las campanadas de la iglesia del pueblo y con febril imaginación y los nervios alterados por la pesadilla, descubrí que se estaba formando un vaporoso banco de espesa niebla  sobre la superficie del mar, con el corazón desbocado ante la inminencia del desastre escuché el insidioso y siniestro eco de una risa cavernosa...Sentí un frío muy intenso, pero era un frío diferente, nacía del terror de volver a experimentar algo ya vivido...



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