LA URBANIZACIÓN II



   Aquella corriente de aire anunciaba, que, posiblemente, en las profundidades de la misma, debía de encontrarse otra abertura. Pese al miedo que me inspiran los lugares cerrados, sobre todo cuando se encuentran a oscuras, avancé con decisión oteando el interior.

La cueva no era muy grande, con estalactitas puntiagudas bajando del techo como agujas que querían atravesarme, habían muchos murciélagos escondidos en las cavidades más profundas del techo. Descubrí que las partes superiores de la cueva estaban repletas de esos bichos que tanto miedo me daban.

 Sentí que estaba invadiendo el espacio de las siniestras criaturas de la noche, inspiración de toda la novela romántica del siglo XIX. Recorrí el espacio procurando hacer el menor ruido posible, lo que menos me interesaba era alterar su hábitat. La gruta no era muy grande y en un rincón, oculta tras una gran roca, había una bolsa de cuero, con un puñado de cristales amorfos muy raros, algo así como piedras preciosas, monedas fuera de curso legal y todo tipo de alhajas, sabía que lo que tenía delante debía de ser el alijo de algún ladrón. Pensé que lo mejor que podía hacer era entregarlo en el Ayuntamiento.

Examiné el "tesoro" con detenimiento, y aunque no soy una entendida, y dado el lugar donde se encontraba, creo que pude deducir que entre todo aquel batiburrillo se encontraban unos diamantes sin tallar, de un valor incalculable y había que comprobar si habían sido robados o alguien los había reclamado. Supongo que me debía corresponder alguna recompensa, pero no tenía ni idea de que parte me tocaría por semejante hallazgo, tampoco tenía muy claro si eran auténticas o no, una gran incertidumbre me dominaba.

 Observé que en la parte superior de la cueva había como una especie de cámara que sobresalía sobre la pared vertical en ella convergían varios túneles que se adentraban en las profundidades de la cueva, el techo aparecía sorprendentemente bajo sobre el saliente, y pensé en explorarla con ayuda de unas cuerdas.

Con el valioso hallazgo me encaminé hacia mi casa, sorprendía descubrir lo pronto que habían invadido las sombras aquel espacio convirtiéndolo en un paraje desolador, pero aunque la oscuridad pugnaba por apoderarse de aquel hermoso lugar, pude orientarme lo mejor que pude hasta llegar a mi casa. Pero ya me rondaba por la cabeza la idea de volver y escalar el interior de la cueva...

Pasé por delante de la casa de mi extraña vecina y sorprendida descubrí que se encontraba totalmente a oscuras, y no sólo eso, sino todas las que se encontraban alrededor, ni tan siquiera el suave aleteo luminoso de las farolas. La única luz era la que irradiaba el cielo que, en aquel momento, aparecía totalmente estrellado. La falta de iluminación me extraño, porque aquello significaba que aquel lugar carecía de alumbrado público, ni siquiera mostraba anuncios o letreros de neón con los que mitigar las tinieblas que se cernían sobre la urbanización.

Paralizada en medio de la oscuridad, comprendí que en aquel momento podía ser la única habitante en medio de un mundo que agonizaba rodeado de algo perverso que amenazaba con envolverme. Aquellas armoniosas formas que la naturaleza había delineado ahora se habían transformado en inquietantes formas de sombríos colores que me sugerían todo tipo de negros pensamientos y parecían revelarme la inminencia de un acontecimiento funesto. La oscura silueta del bosque cercano me pareció en ese momento la instigadora de una malvada conspiración silenciosa contra mi persona.

Contemplé con recelo como salía de una casa de la urbanización una sombra que parecía humear... ¿Qué era aquello que parecía flotar en el aire?. La veía avanzar lentamente, cuando estuvo más cerca, descubrí que se trataba de un hombre que llevaba la cabeza baja. Su pálida piel contrastaba con la noche.

Creí sentir una risilla que me pareció maligna y que me congeló la sangre en las venas. Sentí deseos de salir corriendo, aquello ya era demasiado, primero la extraña aparición de la niña en el acantilado y ahora ésto. Así que no frené mis deseos de salir corriendo.

Estremecida, corrí sintiendo el roce del aire frío y húmedo de la noche, deseosa por encontrarme protegida entre las paredes de mi casa, que no se encontraba demasiado lejos, así que apresurando el paso, llegué hasta la puerta, la abrí con dificultad, y por fin me vi bajo el cielo protector de casa. Encendí la luz y como por arte de magia,  en su interior se hizo la luz disipando la oscuridad y con ello todos mis absurdos temores.

Allí todo era más accesible y no experimentaba ninguna molestia mental ni física, todo era un relativo remanso de paz quebrantado por la inquieta actitud de mi perrita, que no dejaba de mirarme con sus acuosos ojos negros y el intenso temblequeo que agitaba sus extremidades, se comportaba como si hubiese visto al mismo diablo.

Tantas emociones me habían abierto el apetito, así que preparé una cena ligera y me puse cómoda para ver la televisión. Se me cerraban los ojos por el cansancio, cuando de pronto noté como si me estuvieran observando, así que dirigí una mirada a mi alrededor, con más miedo que 10 viejas, buscando un posible intruso... Pero sólo eran imaginaciones mías... Así que seguí viendo el programa, que trataba de unos muchachos que se dedicaban a explorar viejos edificios abandonados en busca de fantasmas.

El programa era bueno. En realidad era una nueva forma de tratar los programas de viajes, pero había situaciones en las que sentía mucho miedo porque siempre que lo veía experimentaba, ya fuera en invierno o verano, un frío tan intenso e irracional que sólo podía deberse al pánico que experimentaba ante las historias de fantasmas que aquellos jóvenes ofrecían en su programa.

Aquella noche, estaba miraba con fijación casi hipnótica el programa cuando sentí como si una mano me rozara el cabello de la nuca, me volví con rapidez pero no vi nada, debía ser pura sugestión ante lo que estaba viendo.

Casi dormida, apagué la televisión y me encaminé vacilante hacia el cuarto, lista para refugiarme entre  los brazos de Morfeo, porque ya no podía más....

Sentir el fresco aroma de las sábanas me relajó y no tardé en caer rendida entre las acogedoras almohadas, vencida por el sueño.

Una pesadilla me despertó sobresaltada, creía  haber oído un ruido en la parte superior de la casa... Pensé que sería algún ratón, pero la somnolencia me dominaba y opté por dejar las futuras inspecciones para la mañana siguiente a plena luz del día...

 Pese al sopor que sentía no podía relajarme y conciliar de nuevo el sueño.  Nerviosa decidí caminar un poco por la casa pensando que un poco de ejercicio me cansaría y podría dormirme sin problemas...

Cuando me acosté y la negrura más intensa me rodeaba  tuve la extraña sensación de que alguien se había sentado en el borde de la cama, noté perfectamente el movimiento que hizo cuando se hundió el colchón. Así que para disipar dudas, decidí dar al interruptor de la luz.  Allí no había nadie, pensando que todo era producto de mi imaginación, me quedé más tranquila...

Pero las cosas no quedaron ahí, la noche era cálida y empecé a acalorarme,  por lo que me destapé... En ese momento, sentí como una mano se deslizaba sobre la mía, como si me acariciara tiernamente... Pegue un brinco en la cama aterrorizada y aparté la mano de inmediato evitando cualquier contacto con aquel ente sobrenatural.

Para qué voy a mentir, me sentía tan asustada, tan atemorizada, que veía sombras por todas partes, en el quicio de la puerta de mi habitación, frente a la ventana...

Ante una situación tan límite opté por taparme con las mantas y quedarme completamente paralizada con la vista fija en el techo. En ese momento, descubrí lo que pululaba por el techo de la habitación, una inmensidad de pequeñas luminarias que se deslizaban en todas direcciones, cuando vi aquello sentí un terror tan grande que sólo atiné a cerrar los ojos con fuerza en un intento por borrar aquel fenómeno de mi mente.

Pero aquello era demasiado poderoso y no me dio tregua, cuando cerré los ojos tratando de anular la evidencia, aquello que flotaba en el techo de la habitación se dirigió hacia mi cuerpo y me cubrió por completo, sentí en aquel momento como una extraña energía, un extraño calor, que no sabría como definir que me subía desde las piernas hasta la nuca, recorría todo mi cuerpo como si una infinidad de alfileres me rozara. Paradójicamente, la sensación era muy agradable.

Suerte que no tenía ninguna dolencia cardíaca, porque seguro que habría podido tener un infarto y quedarme frita en aquel momento . Cerré los ojos e imploré:

..."Por favor no te materialices ante mi, porque no sería capaz de soportarlo, sé que existes, y con eso me basta"...

Mis deseos se cumplieron, pues todo cesó... y volvió a la normalidad... Y, al cabo de un rato pude dormirme...



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