EL ESPECTRO DE BROCKEN



Aquella tarde, la joven contemplaba desde la habitación de la posada donde se había hospedado, como la bruma comenzaba a ascender por las laderas de la agreste montaña. Casi alcanzaba los picos con su algodonosa y blanca textura, rivalizando con las hermosas nubes que esperaban la dulce caricia del soplo de viento para iniciar su viaje imposible hacia otras tierras, donde todavía habitaban los sueños y esperanzas de los hombres que son capaces de maravillarse ante la fuerza de la naturaleza.

Tenía que realizar un estudio sobre una famosa leyenda, la del "Espectro de Brocken", una gigantesca figura conocida por ese tenebroso apelativo, que dejaba sentir su presencia ominosa en las montañas. Era una superstición que atemorizaba a los ignorantes campesinos de la región.

Cuando las condiciones meteorológicas eran propicias y ese misterioso fenómeno se producía, creían que se trataba de un ser sobrenatural y les dominaba el terror irracional de que pudiese atraer toda clase de desgracias y males sobre ellos.

Muchos comentaban que se habían encontrado en la cima de la montaña con un extraño ser, rodeado de una mística blancura, como si la montaña fuese el mismo límite de la tierra, apuntaba con actitud amenazadora hacia el pueblo vecino, como presagiando funestamente su destrucción; llegando, incluso, a imaginarlo, a menudo, con los brazos levantados, invocando la ruina sobre toda la zona. Por eso, cuando las personas se encontraban cerca del lugar se santiguaban al ver la montaña, y los más viejos creían que escalarla podría llegar a suponer la muerte.

Sin embargo, la posada donde se encontraba la joven, había existido desde siempre y a pesar de las brumas matinales y de la terrible presencia del gigante de la montaña jamás había sufrido ataque alguno. Los turistas, vislumbraban su tejado a doble vertiente y sus grandes aleros, sus preciosas ventanas y la curiosidad podía más que el recelo y el morbo les impelía a hospedarse en ella, buscando quebrar trasnochadas herejías y las alocadas aventuras imposibles que prometía la montaña.

Catalina, que así se llamaba la joven, se dedicó cada mañana a explorar la montaña y a tumbarse sobre la tierra, como buscando la unidad con la madre tierra. Sintió, casi estremecida por la humedad que desprendía la tierra, que, en aquel momento, la inmensidad de aquella montaña la había convertido en el límite del mundo y que ella era su última habitante. Aspiró con satisfacción el olor de la hierba y extrañada creyó percibir el sonido de unas campanas.

Por el camino subía un hombre que parecía no llevarse demasiado bien con los forasteros, ya que tras un escueto y casi malhumorado saludo, se acercó, e intentó prevenirla advirtiéndola del peligro que entrañaba aventurarse sola por la montaña, sobre todo, si desconocía los senderos que la recorrían de norte a Sur, le reveló que podía ser más terrible que la muerte perderse en aquella maléfica montaña ya que estaba poblada por fantasmas o apariciones de seres gigantescos y oscuros que perseguían a los que se perdían por la montaña.

Catalina no hizo demasiado caso al hombre ya que ella no creía en fantasmas ni en nada que no tuviera una explicación racional, pensaba que sólo tenemos que defendernos de los monstruos que crea nuestra imaginación. Al final, sabía que el fenómeno que se producía en aquel lugar estaba provocado por la propia sombra, así que ávida de emociones fuertes, y pese a las advertencias del hombre huraño, la joven tomó un difícil decisión de llegar hasta el fondo de aquel misterio, pero más que el deseo de conocer, la movía un anhelo ansioso hacia todo lo desconocido, así que decidió explorar aquella montaña en su totalidad. Sin duda alguna, hizo oídos sordos a las señales de advertencia sobre aquellos moradores de leyenda y sus muchos misterios de difícil explicación.


Catalina enfiló uno de los senderos que según el hombre del camino llevaban directamente hasta la cima de la montaña.

El sendero zigzagueaba rodeando precipicios de sueño que casi rozaban el cielo. Recorrió pastizales y disipó el misterio de las campanadas ya que divisó el campanario de una iglesia en una pequeña aldea del valle. Se encontraba en un lugar donde no se apreciaba signo alguno de presencia humana, ni siquiera una vaca pastando por los alrededores, solo la hierba bien alta alcanzaba los rincones más ocultos de aquella montaña mágica, pocos árboles y muchos matojos daban vida a aquel lugar.

A medida que subía, cada vez más alto, el camino se iba haciendo más difícil. Llegó a una zona donde abundaban grutas, ocultas entre una gran extensión de matorrales. Pronto alcanzó la roca pelada del despeñadero, el pico que daba nombre a la montaña y el lugar donde se había producido el fenómeno del espectro de Brocken.

Contemplar aquel abismo produjo en Catalina una intensa sensación de vértigo y por primera vez en su vida y en la soledad de aquel lugar, comprendió que nunca había estado más cerca del cielo que en aquel momento. Una intensa sensación de desasosiego se apoderó de ella cuando vislumbró como empezaba a formar una leve neblina que ascendía arrastrándose por la montaña.

Descubrió que aunque tenía el pleno convencimiento de que el fenómeno que se producía en aquel lugar era un simple efecto óptico, por primera vez sintió que el terror se apoderaba de ella, después de todo era humana.

Pronto, se vio rodeada por la bruma matinal y su blancura lechosa se convirtieron de repente en un caos, ya que no distinguía nada por debajo de la blancura esponjosa. Fue consciente de que se encontraba sola a dos pasos del cielo rodeada de una masa gaseosa que se volvía más hostil conforme iba pasando el tiempo. Si se movía a ciegas temía despeñarse de un momento a otro. Así que permaneció inmóvil. Perdió la noción del tiempo cuando creyó ver entre la bruma como se formaba una sombra gigantesca que parecía apuntar directamente hacia ella y contra todo pronóstico aquello comenzó a moverse, sorprendida descubrió que aquello que la miraba desde la lejanía y que parecía creada por una imaginación calenturienta poseía como una especie de halo multicolor, una especie de "aura".

Catalina sabía que el "espectro de Brocken se forma cuando el observador está situado de espaldas al sol y su sombra se proyecta sobre un banco de nubes o niebla que se halla justo debajo de éste. El observador suele ver su sombra magnificada como consecuencia de un efecto óptico; su referencia con respecto a los objetos más cercanos hace que no sea capaz de apreciar bien la distancia que lo separa de su proyección".

Ya se podía dar por satisfecha, por fin había conseguido su propósito, presenciar como se formaba el extraño fenómeno de BROCKEN... Así que en un acto de gran valentía y cautela decidió volver a la posada y dar por terminada su investigación.

No entrañó una gran dificultad el descenso y cuando ya se encontraba cerca de la posada descubrió que una extraña niebla rodeaba la posada donde se encontraba alojada. Como si tuviese vida propia la extraña blancura iba invadiendo todas las ventanas y las puertas del edificio. Sintió como se abría la pesada puerta y sin dudarlo se introdujo rápidamente...

El eco de las pisadas anunciaron la presencia de una persona, descubrió que se trataba del hombre con el que se tropezó en el camino, tras saludarla con una sonrisa, se dedicó a cerrar las contraventanas..

-" Se acerca mala noche, hay que estar preparado porque el buscador de sueños debe tener cuidado de no despertar ni encontrar a los que no le conviene...."- Catalina escuchó en silencio al hombre, y sin comprender sus palabras, se dirigió a su habitación, evitando cualquier enfrentamiento con su anfitrión que, a pesar de lo huraño y taciturno, parecía joven, atractivo y sus ojos extraños y misteriosos, la atraían poderosamente.

La pequeña escalera le pareció demasiado oscura y tortuosa y la tenue luz que la iluminaba contribuía poco a disipar las tinieblas que poco a poco la iban invadiendo.

Descubrió que las escasas ventanas que se abrían a un lado, estaban totalmente cerradas al brumoso exterior con poderosas contraventanas impidiendo que penetrase la luz.

En la soledad de su habitación, Catalina pensaba en aquella voz masculina que tanto la intrigaba. Cuando creyó percibir un extraño ruido en el exterior, algo estaba arañando su ventana desde fuera, así que se aproximó y abriendo las contraventanas observó un rostro de pesadilla con ojos fosforescentes que reflejaban la huella de los ancestros de tiempos primigenios.

Sintió como una voz agradable iba invadiendo su mente, de tal manera que no sentía ningún temor, también notó como una mano la ayudó a subir al alféizar y desde el piso más alto la hizo saltar al exterior.

Sintió la agradable sensación de que volaba como una pluma, rodeada por una masa blanquecina que casi la asfixiaba.

El hombre vestía ropas oscuras y una especie de túnica brillante y le envolvía un halo indefinible de brillante energía. Juntos enfilaron el camino de la montaña, y llegaron hasta el lugar donde se encontraban las cuevas ocultas entre la maleza y vio como de su interior salían unos extraños seres que retorcían sus cuerpos mágicos en una vieja danza ancestral.

La joven se agitó al son de oscuras armonías, flotando sobre el espacio brumoso y confundida con todos los sueños y recuerdos de los Dioses Primigenios de la tierra. Sonaron cánticos atronadores en la inexpugnable montaña y todo culminó en un fabuloso cortejo de gritos y truenos de la naturaleza. Cuando todo cesó, la joven descendió por el sendero de la montaña, lentamente con los pies ligeros y una rara expresión en el rostro.


Catalina no pudo recordar nada de lo que le había pasado en la montaña con el anónimo buscador de sueños, ni explicar cómo había bajado por aquel sendero acompañada de la pegajosa niebla...Tampoco fue capaz de hablar con nadie de aquellas cosas, excepto con el anfitrión de la posada, y juró que el hombre que la había guiado por el sendero hasta la cueva no era de este mundo, pese a que su apariencia era humana, se comunicaba telepáticamente y poseía la habilidad de cambiar de forma. Aquel ser era el remanente de una antigua civilización humana que siguió un camino evolutivo separado al de la humanidad de la superficie.

TRES años más tarde una madre, Catalina y su hija pequeña, Dana, juegan, saltan, ríen, corretean, brincan sobre las crestas espumosas de las olas, escarban en la arena buscando pequeñas caracolas que derramen sueños marinos y crean castillos que asedian misterios insondables. Tanto derroche de energía las agota y terminan acarreando agua marina hasta un pequeño hoyo que ellas mismas han cavado con sus manos... La niña busca con entusiasmo la mirada de su madre, en sus ojos aparece un brillo fosforescente...La madre alarmada, la reprende de inmediato:

-" Dana, cariño,...aquí no puedes" .

La niña es muy pequeña, pero capta la preocupación de su progenitora y sin más palabras, su dulce carita se ilumina con una sonrisa y sus ojos vuelven a ser normales.

-" Así me gusta, preciosa"- Dice la madre fundiéndose en un abrazo con su hija.

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