"Debemos ser pacientes, renovarse o morir", como dijo el poeta: ese es el dilema. Si queremos inmortalizar en imágenes el CICLO DE LA NATURALEZA, el mejor ejemplo es la Plaza Masana, un lugar encantador de mi barrio, que en cada nueva estación tiene la facultad de asombrarnos.
Deslumbra con la belleza de un verdor maravilloso en el verano, con sus delicadas tonalidades añiles en la primavera, con las tonalidades amarillentas que cogen sus hojas en el otoño y con la austera desnudez de hojas que presenta en el invierno. Una metáfora que nos ofrece la naturaleza para comprender mejor los tiempos que corren. A pesar de las penurias y el sufrimiento acechantes no debemos abandonar nuestro optimismo vital y rodearnos de seres vivos que nos llenen de alegría y que su mera existencia se convierta en un aliciente para seguir luchando.
EL CICLO DE LA NATURALEZA simboliza los cambios que se producen en nuestras vidas, la exuberancia de la primavera, cede a la calidez del verano y la madurez del otoño, pero el invierno nos muestra como la naturaleza se protege de los rigores del invierno deshaciéndose de sus hojas, para volver a renacer en el momento oportuno. La vida nos convierte en políticos de nuestra propia existencia luchando contra las injusticias sociales con un movimiento positivo a nivel mundial.
Necesitamos una mente preclara para ver más allá de lo que nos depara nuestra propia existencia. Niego las verdades transcendentales y obtusas que pueden llegar a nublar el entendimiento, porque todo es demasiado sencillo como para creer en verdades absolutas. Disfrutemos de lo que nos ofrece la realidad tangible y presente ya que nos irá mejor si imitamos la naturaleza y su ciclo vital, el de su funcionamiento continuo, sin sorpresas, tengamos en cuenta todas sus constantes y captaremos la dialéctica de la humanidad y veremos como nuestra existencia viene a ser imagen y semejanza del CICLO DE LA NATURALEZA.
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