EL SANTUARIO Y LA TERCERA BRUJA II



Han pasado cuatro lunas nuevas desde la brutal violación y ahora se encuentra en una terrible encrucijada. El infortunio la ha convertido en una monja temerosa de Dios y de los hombres. Pesa sobre su alma la resignación ante el destino que su señor le tiene guardado. El demonio se cruzó en su camino y dejó su semilla en su vientre. Con angustia, no puede presenciar los cambios que se operan en su vientre porque en la pequeña celda donde se halla no existen espejos. Hasta el día presente, creía que rezar y entender era lo que Dios pretendía de una humilde servidora. Y, ahora, por oscuros designios divinos, su vida se ha convertido en un valle de lágrimas .
Una vida de humildad era lo que ella pretendía, creía que no pertenecía a nadie, pero un día terrible, un día que no quiere recordar, alguien diabólico le robó su esencia más pura..
Cree que el mal ha sembrado la mala semilla en su alma, ha destruido la única razón de su vida y su vocación se ha visto resquebrajada.
Piadosa, encomienda su alma al altísimo, que se cumpla su voluntad, porque él es su única certeza en ese momento.
Ya no puede ocultar por más tiempo su preñez, y sabe que su vientre abultado pronto llamará la atención de las religiosas del convento, donde guarda sus votos, y se verá obligada a confesar lo que sucedió. Cuando los hechos llegan a oídos de la madre superiora, ésta trama un plan para tapar el desliz. La mujer idea una historia sobre una posible divina concepción, pero sólo consigue poner en evidencia a la desgraciada muchacha y el escarnio se ceba sobre la congregación y la monja preñada. Repudiada por la orden y el convento, se ha visto obligada a abandonar sus votos, alejada del camino del señor. Carece de bienes y nadie se puede hacer cargo de su persona, así que tendrá que enfrentarse sola a su destino.

Conminada a abandonar el convento con sus escasas pertenencias, ha encontrado una pequeña cueva en mitad del bosque, alejada de la animosidad que las gentes de la aldea sienten hacia su persona. Las posibilidades de subsistir son pocas, está demasiado débil y, en su estado, tiene pocas esperanzas de sobrevivir...A partir de entonces, cubrirá su vergüenza con una piel de lobo que le dará calor en los fríos días de invierno y protección contra la maledicencia de la gente.

La vida en el bosque la rodeó de silencio y convirtió en un alma solitaria, cambiando su vida, radicalmente. Se alimentaba de setas, frutos y raíces que encontraba en el bosque. Conocida como HERMANA LOBO, por su extraña indumentaria. Siempre recibía ayuda de algunos aldeanos, que le daban comida y a cambio ella ofrecía sus sabios conocimientos en ungüentos y brebajes adquiridos en el convento y ello le permitió subsistir en el bosque. Pero, su mente desvariaba y creía escuchar en las frías noches una voz demoníaca, le rompían las cosas y su ropa aparece con manchas repugnantes sin explicación. Todo un cuadro siniestro con el que creyó enloquecer. Sentía que casi todas las noches un ser demoníaco, invadía su mente llenándola de sueños eróticos y todo tipo de imágenes sexuales que la despertaban de manera sobresaltada y temerosa.

Un día que se encontraba buscando algo con qué alimentarse, por el bosque, presenció como quemaban en varias hogueras a algunas de las monjas de su anterior convento. Gritos desgarradores brotaban de aquellas gargantas, pero poco a poco se fueron apagando. Las recordaba perfectamente, con ellas había compartido una parte importante de su existencia y sintió una pena inmensa cuando la última monja fue atada al palo de la hoguera para ser devorada por el fuego. El inquisidor, oficiaba el auto de fe, teatral, exhortaba, a las condenadas, en su último suspiro, a que confesasen su pecado, sus encuentros furtivos con el diablo, pero las desgraciadas ya casi asfixiadas por el humo, apenas podían articular palabra.

HERMANA LOBO, entendió que su aislamiento le había impedido conocer los rumores que corrían por la comarca sobre las monjas del convento al que pertenecía, ya que se comentaba que habían sido poseídas por el maligno y tuvieron que ser sometidas a exorcismos para expulsar los demonios de sus cuerpos. El auto de fe le provoca tal impresión, que ya comienzan a producirse las primeras contracciones, la criatura ha decidido nacer.
Agarrándose la voluminosa barriga y doblada por los dolores, se encamina a la cueva donde piensa parir.
Las carnes de abren dolorosamente y se escucha el potente llanto de un bebé, la madre limpia con cuidado al recién nacido. Comprueba el sexo de la criatura y descubre que es una niña. Trata de amamantarla, pero la voracidad de la criatura es tan grande que corrige a la naturaleza y no tarda en brotar la leche.
Agotada por el esfuerzo y desfallecida por la pérdida de sangre, trata de escoger un nombre para su pequeña.
La oigo decir en un susurro, te llamarás Mía y serás la escogida por Dios, porque serás la elegida...

La paciente sometida a hipnosis, se siente conectada con esa criatura que acaba de nacer, es una delgada línea de pensamiento. Ha renacido, después de tantas centurias ha vuelto a la vida, su destino le sonríe nuevamente.

Han pasado algunos años y soy una criatura más de este bosque, me alimenta, me sostiene y me ofrece satisfacción. Todo me sonríe, madre me muestra todos los remedios que ofrece el bosque y me enseña como controlar y dominar el cuerpo para que no me hagan daño. Somos muy dichosas disfrutando y aprendiendo el arte de las plantas que sanan. La soledad nos ha abandonado y habitamos en una rudimentaria choza en medio del bosque, vienen muchos aldeanos porque madre posee muchos conocimientos con los que poderles curar.

Los años van pasando y crezco salvaje y feliz en el bosque, ignorando la maldad humana que causó la destrucción de mi madre y todas la monjas de la congregación.

Un día, se presentó ante nuestra choza, una muchacha de cabello pelirrojo. Destacaban, en su pálido rostro, unos ojos rasgados que poseían la tonalidad del bosque en primavera. Sus dulces facciones contrastaban con la delgada línea que dibujaba sus labios. Nada más verla ante nuestra choza supe que aquella extraña visita me iba a causar problemas. Aquella muchacha era la hija del señor de la comarca. Una criatura caprichosa acostumbrada a conseguir todo lo que deseaba, y no era ningún secreto que alimentaba una pasión enfermiza por Juan, un leñador que frecuentaba los alrededores de nuestra choza y al que conocí un día que me encontraba buscando plantas y hierbas medicinales para fabricar pócimas y ungüentos.

No tengo muchas esperanzas, pues mi pobreza no puede competir con la riqueza que posee el padre, ya que es el dueño de todo lo que se alcanza con la vista.
Los aldeanos ya no precisan los remedios que fabricamos y no frecuentan tanto nuestra choza. Así que he decidido abandonar el bosque y trato de vender todos los remedios, en los pueblos cercanos. Pero, los aldeanos ya no se muestran muy interesados en adquirirlos... Pese a la inicial reticencia de la gente, consigo venderlos bien. Pero algunos ya me miran con recelo y dicen que soy una bruja. Yo no soy eso, pues lo único que hago es tratar de ayudar a las pobres gentes, ofreciéndoles los sabios conocimientos que me ha transmitido madre. Me preocupa, pues sé cual es el final de esas pobres criaturas...

Contemplábamos la noche estrellada, cuando sentí como una gran multitud de gente se acercaba por el viejo sendero que unía la aldea con el chamizo donde habitamos madre y yo. La luna brilla especialmente en esa triste noche, dejando su estela de plata sobre los árboles. Las antorchas encendidas me congelan el corazón, en mi vida nunca he presenciado nada parecido y sé qué algo terrible está a punto de suceder. Madre y yo huimos y nos adentramos en lo más profundo del bosque, buscando la gruta, que me vio nacer, para refugiarnos y así eludir a la muchedumbre que venía a buscarnos.

Al día siguiente, tras la recolección, volvimos a nuestro chamizo y descubrimos que las llamas lo habían devorado totalmente, y en uno de los árboles cercanos, clavado en el tronco con un puñal, aparecía un papel en el que se leía:

..."Pecadora, no escaparás a la ira divina"...

Supe a ciencia cierta que aquello iba dirigido hacia mi persona.

Aquella noche escapamos al terror, pero el señor del pueblo pagó a unos espías para que localizase nuestro escondrijo en el bosque y nos delatase. Cuando fuimos halladas, me detuvieron y fui conducida ante un pequeño tribunal, donde me condenaron, sin pruebas, a morir en la hoguera. Sabía que mi destino estaba escrito desde el día en que la hija del señor apareció en nuestra choza, supe que era cuestión de tiempo que me condenarán y sacaran de la lóbrega cueva donde nos ocultamos. Con resignación, contempló como era maniatada y subida a un carro que la llevaría hasta las calles de la aldea.

A pesar de su poca experiencia había sabido leer en los ojos de los miembros del tribunal una oscura sentencia, sin haber pronunciado palabra, pero la joven había captado el odio, el miedo y el desprecio en la mirada cruel de aquellos hombres despiadados.

Madre, desesperada no dejaba de llorar e implorar por mi vida, pero sus ruegos fueron desoídos en aquella siniestra noche de Walpurgis. Una imperceptible caricia de Juan me alivió del dolor que sentía cuando era conducida a rastras por el sendero pedregoso por todos aquellos a los que traté de ayudar en el pasado. Recuerdo, cuando le vi por primera vez, en un claro del bosque, con su imponente figura lo inundaba todo. Aquel día sentí que estábamos predestinados a vivir un amor intenso, puro y sencillo porque así es como se aman las gentes humildes.

Trato de alejar de mi mente toda esta pesadilla que se ceba sobre mi persona, recordando aquellos inmensos ojos negros, que jamás podré olvidar, en los que descubrí el misterio de la vida y de la naturaleza, con los que me contempló por primera vez, extrañamente negros y fascinantes, su intensidad me atrapó para siempre. Aquel rostro, enmarcado por sus ensortijados cabellos, me pareció el más hermoso de todos los mortales. Sentí correr por mis venas el fluido vital con tal fuerza que cuando se concentró en mis mejillas, sentí como me delataban las emociones. El fue el primero en hablar y desde entonces ya no nos separamos...

Me izaron con violencia, desgarraron mis harapos y ataron a la hoguera. El cansancio devoraba mis escasas fuerzas, había pasado toda la noche pensando en ello, haciéndome a la idea de que iba a morir y, por eso, cuando los guardias acudieron puntualmente al amanecer reclamándome, intenté recibirlos con orgullo y frialdad, sin un ápice de miedo en la mirada, no quería dar muestras de debilidad. Era inocente, no había hecho nada malo, y estaba siendo víctima de una injusticia. Mis ojos secos, parpadearon varias veces intentando controlar orgullosamente el llanto ante aquellas personas hipócritas que en el pasado habían sido amigos.

Buscaba entre la muchedumbre a mis seres queridos, contemplé como Juan se arrodillaba implorando no sé qué a la luna y madre, entre la gente, parecía extrañamente sería...Cuando prendieron las llamas comenzaron a crepitar, en ese momento algo despertó dentro de mi y proclamé, desgarrándome la garganta, a los cuatro vientos. ¡¡¡¡SOY INOCENTE!!! repetía una y otra vez...
En respuesta, recibí de la multitud asistente gritos, insultos, amenazas y una lluvia inclemente de piedras que hirieron y ensangrentaron mi cuerpo.

- "Bruja, -oyó pronunciar con odio- confiesa y salvarás tu alma"..
- "¿Qué tengo que confesar? Contestó Mía con amarga ironía.
- "Demasiado lo sabes"- Replicó iracundo su verdugo.

Sentí como la gente volvía a rugir insultos contra mi persona.

- "Confiesa tu pecado"...

-"¿Qué pecado?" Replique, perdiendo la paciencia..

- "Pues que has fornicado con el diablo pecadora"...
- "Pero, qué dice, yo no he fornicado con nadie"...
- "Si es verdad lo que dices, el fuego purificador no consumirá tu cuerpo y te salvarás".

Tras escuchar sus necias palabras, no podía creer lo que estaba oyendo y dejé escapar una sonrisa amarga de impotencia.

- "No te resistas, hija mía" - dijo el verdugo sin saber que sus palabras encerraban una amarga verdad- y confiesa tu pecado.

- "Sí - siento que desfallezco poco a poco y las fuerzas me abandonan, pero aún me queda coraje para gritar de manera desgarrada- soy bruja y juro por todos los demonios del infierno, que os maldigo a vosotros, a vuestros hijos y a vuestros descendientes, presentes y futuros porque condenáis a una persona inocente a la más horrible de las muertes y os juro que no viviréis en paz, ni en la eternidad"... Mis palabras mueren con la oscuridad que va invadiendo mi mente...

La mujer sometida a hipnosis está experimentando una proyección astral y contempla el efecto que producen las palabras de la joven, dictadas por la inminencia de la muerte, en la muchedumbre que retrocedió aterrorizada unos pasos, murmurando.

Los verdugos pasaron a la acción y arrojaron múltiples antorchas ardiendo al montón de leña, envolviendo a la condenada en una lengua de fuego que ascendía vertiginosamente, como si quisiera alcanzar el cielo con su flecha flamígera.
Los macabros asistentes sienten en el rostro el calor de las llamas y retroceden, con una sonrisa, aliviados, ante el sufrimiento de la desdichada joven. Las llamas se alzaron bruscamente y la rodearon. Ésta cerró los ojos y respiró hondo, tratando de tranquilizarse en su encuentro con la muerte. Abrió los ojos, en su agonía, otra vez para mirar a la muchedumbre que contemplaba el espectáculo de su ejecución, pero no eran más que cuerpos borrosos entre las llamas.

Entonces sucedió, en su delirio mortal, creyó ver un ser mítico, diabólico, de una increíble agilidad que surgió de entre la jauría humana y comenzó a destrozar con sus potentes garras y afilados colmillos a todos aquellos seres humanos con los que se iba encontrando. Pero sólo era la madre, desesperada, angustiada y llena de dolor, la que se enfrentó a todos los asistentes y no tardó en sucumbir, cuando voluntariamente se unió a su hija, ésta ya entregaba su alma y, así, ambas compartieron el mismo cruel destino.

Antes de sacar de la hipnosis a su paciente, la psicóloga pronunció:

-"Ahora contaré hasta tres y a partir del chasquido de mis dedos, olvidarás todo lo que has recordado durante la sesión".

Las pesadillas repetitivas han desaparecido, y todo ha vuelto a la normalidad... Pero, una noche, tiene la inquieta sensación de que algo va a ocurrir. Al cabo de un rato, concilia el sueño y como en medio de una nube ve como una multitud va avanzando por un sendero que recorre un bosque frondoso, la luz del sol apenas penetra entre los árboles. Puede sentir como se clavan las piedras del camino en las plantas de los pies desnudos, llenos de dolorosas heridas. La gente acompaña a una comitiva de 6 muchachas, van todas ataviadas de la misma manera, con una túnica que se recoge en el lado derecho con una piedra preciosa,
Sus largas cabelleras lucen todo tipo de bellos adornos, son arrastradas violentamente por un esclavo corpulento, van atadas unas a otras de las manos y de vez en cuando se escucha el sonido del látigo cuando rasga el aire antes de estrellarse en los cuerpos temblorosos de las desdichadas mujeres. Tras un tiempo que se vuelve casi agónico, llegan hasta un descampado en el mismo corazón del bosque, una pira de fuego espera a las mujeres.
Un sacerdote ataviado con una túnica blanca, se separa del grupo y alzando los brazos, realiza una invocación:

..."Dios del fuego purificador, te imploramos que desciendas a la tierra y aceptes nuestra ofrenda infinita de amor absoluta, acoge esta belleza terrenal que aviva el fuego en todas sus manifestaciones y anhelos"...

Las llamas crecen formando una columna de fuego que parecen querer abrazar el cielo.
Las víctimas son colocadas alrededor de la pira, esperando su turno. Saben que van a ser las protagonistas de un rito sacrificial, un acto con el que acallar la ira de un Dios despiadado que exige el derramamiento de sangre a cambio del perdón y la purificación.
La primera muchacha en correr su triste destino es cogida en brazos y elevada sin esfuerzo por encima de la cabeza del corpulento verdugo e ignorando sus gritos desesperados que casi la dejan afónica, contempla horrorizada como las llamas se tragan a la infortunada joven tras ser arrojada sin piedad, al poco tiempo enmudecen sus gritos. La joven presencia como las restantes van siguiendo el mismo camino, inexorablemente, como un gigantesco dragón la pira funeraria las va engullendo a todas. Desconoce en qué momento de sueño ella se ha convertido en protagonista, pero cuando le llega el turno sus desgarrados gritos quiebran la paz del bosque y la despiertan. Escapa de sus pesadillas empapada en sudor y con el corazón a punto de salírsele del pecho..." ¡¡¡Dios, otra vez no!!!" Grita llorando de manera desgarrada.

Aprovecho para hacer un inciso, según mi opinión, el temor a la brujería fue consecuencia de la desesperación con que la iglesia trataba de imponerse y eliminar los antiguos cultos chamánicos de occidente. En su intransigencia convirtió en brujos y brujas todos aquellos sacerdotes y curanderos que tenían un concepto ecológico de la magia y la religión en su relación con la naturaleza. Las antiguas creencias fueron transformadas en superchería y los antiguos cultos convertidos en satánicos motivando una persecución religiosa que muchos han definido como el gran crimen de la Iglesia...
Se comenta mucho que los primitivos cultos realizaban sacrificios humanos, pero éstos los hacían en situación críticas sociales, para entendernos: siempre en época de guerras, de hambrunas generalizadas o en graves situaciones de peligro para su sociedad.... Como todas las civilizaciones del pasado y no porque fueran peores que otros, como se intenta demostrar últimamente.

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