EL CRIMEN DE CASTELLDEFELS



A finales del siglo XIX, Barcelona fue considerada el motor de España. La disponibilidad de terrenos y agua facilitaron que, desde principios del XIX, se instalasen en el corazón de la ciudad y alrededores muchas fábricas textiles, alimentarias y metalúrgicas. En ella no se producían otros cambios que los de un rápido proceso de aceleración económica y la constante agitación social de los movimientos obreros de origen anarquista.


En aquellos tiempos, Castelldefels que se encontraba a tan sólo unos 18 km de Barcelona, era entonces un pequeño pueblecito rural de unos 300 habitantes. Su paisaje agrario se caracterizaba por la presencia de campos de cultivo tradicionales que ya empezaban a sufrir la proximidad de una ciudad industrial en pleno desarrollo. En este contexto social tiene lugar el CRIMEN DE CASTELLDEFELS, cuya fecha se remonta al 26 de agosto de 1893.
Un día aparecieron dos cadáveres en la casa rectoral de Castelldefels situada junto a la iglesia del Castillo. Eran los cuerpos desangrados del cura Jacinto Orta y de su sobrina Rita Bosch. El primero, había recibido veintisiete puñaladas y la joven presentaba una herida de escopeta y varias más profundas por la misma arma blanca.
Se persiguió al autor material del crimen y se produjo la detención de varias personas que habían mantenido relaciones con la sobrina. Pero, curiosamente, el mismo juez que se encargaba del caso se encontró, en Barcelona, con un joven que había trabajado en Castelldefels y observó que tenía una mano vendada. El juez, muy suspicaz, sospechó del muchacho y con ayuda de un guardia lo detuvo.
El sospechoso poseía todas las evidencias que lo culpaban. Pero, negó los asesinatos... De todas formas no pudo evitar ser condenado a pena de muerte por los delitos de robo con dos homicidios con el agravante de premeditación y alevosía.

Las autoridades decidieron que la ejecución tuvieron lugar en Castelldefels, el día 19 de junio de 1895 cerca del lugar donde se cometieron los crímenes. El morbo y la curiosidad se apoderó de la gente del pequeño pueblo, porque si, por aquel entonces, Castelldefels contaba con apenas 300 habitantes, en el momento de la ejecución se calculaba, en el lugar, la presencia de unas 8000 personas para presenciar la ejecución con garrote vil, posteriormente el cadáver fue expuesto hasta la noche y enterrado en el cementerio del Castillo.


Toda la población de Castelldefels se volcó en el asunto, activamente, proporcionando todo tipo de información que pudiera contribuir a la captura del asesino. Cuando, por fin, se produce la captura, unos le inculpan y otros le defienden, negando su autoría. Ante la duda, las autoridades de Castelldefels se movilizaron tratando de conseguir el indulto, que llegaría demasiado tarde...

La reina había firmado tres indultos de pena de muerte que se habían aprobado el día anterior a la muerte de Figueras en el Consejo de Ministros.

Los crímenes de Castelldefels del verano de 1893, suceso rigurosamente coetáneo del
atentado del Liceo y por ello instrumentalizado por la burguesía catalana en su represión del Movimiento obrero organizado.

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