jueves, 6 de septiembre de 2012

LA HIPÓTESIS DEL TONTO MÁS GRANDE


La hipótesis del tonto más grande.(por una vez y sin que sirva de precedente, no se refiere a Mariano Rajoy).

El sábado compré una revista de divulgación científica “Muy Interesante” y en ella aparecía un curioso artículo sobre esta pintoresca hipótesis acerca de la reiteración de las burbujas inmobiliarias en el tiempo. Es un hecho constatado que la crisis que estamos sufriendo en la actualidad no es algo nuevo, sino que ya se ha repetido a lo largo de la historia y el detonante puede ser cualquier cosa, cereales, flores, edificios, barcos, etc...

Existen varias, pero la que más se identifica con la actual es la que aconteció durante la 2º mitad del siglo XVIII.

“El reinado de Luis XV daba fin con la ruptura entre la nación y la corte en medio de un caos tremendo. Al liberalismo de las clases ilustradas respondía la intolerancia religiosa, y al anhelo de emancipación de las gentes del campo una viva reacción de la nobleza. Las ideas constitucionales y parlamentarias, difundidas por Montesquieu, eran incompatibles con el absolutismo de derecho divino del rey. Por otra parte, las inmensas fortunas de los capitalistas y de los grandes asentistas, y las pensiones señaladas a los cortesanos, contrastaban con la espantosa miseria del proletariado industrial.
Las masas obreras hacían responsable de su situación al absolutismo real, y los campesinos, agobiados por los tributos y los derechos feudales, adoptaban actitudes hostiles a la nobleza.

“Para poner fin a esta situación caótica, el poder pasó a manos de tres hombres: el Duque de Aiguillon, que había provocado la oposición de los Parlamentos al decidir la construcción de caminos en Bretaña; el canciller Maupéon, resuelto a restaurar el poder mediante radicales reformas, y el interventor general de Hacienda, abate Terray, sobre el cual pesaba la responsabilidad de poner fin a la crisis económica.
A lo largo de todo el país, la crisis financiera corría pareja a la crisis social que provocaba la carestía del pan, lo que hacía necesario no sólo proporcionar dinero al Estado, sino apaciguar al país aliviando la miseria del pueblo. Pero lejos de seguir la corriente de ideas que, a través de toda la Europa Occidental, reclamaba la emancipación completa de la persona humana, la nobleza - que aspiraba a poder disfrutar del lujo que desplegaba la gran burguesía capitalista- se lanzó, con apoyo de los Parlamentos, a una política de revalorización de los derechos feudales, reivindicando además la posesión y adueñándose de las tierras baldías que pertenecían a los municipios. Este aumento en los derechos feudales, añadido a los impuestos, privó a los campesinos de una tercera parte de sus ingresos brutos, y la miseria resultante de ello provocó en todas partes un movimiento de resistencia contra los privilegios de la nobleza.
El estado avanzaba inexorablemente hacia la bancarrota y el abate Terray creyó que debía apelar al absolutismo para vencer la oposición de las instituciones parlamentarias. Un error que le costó muy caro porque con la promulgación de nuevos impuestos sobre la población rural, casi hambrienta por la escasez de la cosechas, originaron disturbios sociales, Terray resolvió sacar el dinero de donde lo hubiese y poniendo en práctica las teorías absolutistas de Luis XIV, en virtud de las cuales las personas y bienes de sus súbditos pertenecen al rey, anunció la incautación de las cuentas bancarias de los particulares - semejante medida la pondrían en práctica, después de la guerra de 1939-45, los gobiernos belga y holandés, para impedir la inflación a que dió lugar la ocupación alemana-
Estas medidas valieron al abate Terray el sobrenombre "el Vacíabolsillos" y provocaron un clamor general contra el gobierno. Luis XV, que no se atrevió a desafiarlo, renunció a los proyectos de Terray y su gobierno siguió viviendo en continua zozobra, estado que llevó a Francia a la catástrofe.
Con el fin de atraerse las simpatías populares y reducir el precio del pan, el gobierno trató de reglamentar el comercio del trigo, pero esta especulación con los granos sólo sirvió para acusar al monarca de enriquecerse con las angustias del pueblo. El hambre se extendió por varias provincias y se organizaron por todo el país bandas de salteadores que atacaban a mano armada las casas de campo.”

La crisis era patente: “El sistema desgarra por los dos lados, decía Choiseul; y antes de él, Argenson escribía: “La opinión camina, sube y crece, y esto puede provocar una revolución nacional”, en tanto que Voltaire preveía el porvenir con esta frase: “ Todo lo que veo es semilla de una revolución que llegará inexorablemente.”

La Revolución Francesa estallaba en el año 1789. con el resultado que todos conocemos y que no es necesario repetir.

A grandes rasgos, esta pintoresca hipótesis habla de que demuestra ser muy poco listo el gobernante que para salir de una crisis emprende una subida generalizada de los impuestos, pretenda seguir subiéndolos con la creencia de que no va a encontrar oposición en la ciudadanía.

Aunque hemos comprendido que no tenemos a Santa Teresa de Calcuta en la Moncloa, pero tratar de confundir, engañar, mentir, culpar, o llegar a creer en la capacidad de autosacrificio de la ciudadanía es como caminar sobre brasas ardientes. Si de verdad nuestros políticos creen que subir impuestos al mismo tiempo que recortan nuestros derechos va a contribuir a salir de la crisis en la que nos encontramos, es una necedad propia de los ingenuos que no perciben la realidad en toda su crudeza.

Si Mariano Rajoy demostrara un poco de sentido común, se pondría, por una vez, de parte de la mayoría silenciosa intentando subsanar las desigualdades sociales, convirtiendo una sublevación en una causa común, abriendo vías de diálogo y lo que es más importante, tendría en cuenta los brotes de rebeldía que comienzan a surgir por todas partes, tomando decisiones orientadas a calmar esta cólera incipiente.

Luchar contra las dos Españas es muy duro, sobre todo si tenemos en el gobierno a un líder tan carismático como es Rajoy, incapaz de comprender que con su política el estado se desmorona cada día que pasa. La España de Rajoy, es la de las maravillas, esa que sólo existe en su mente y que imagina: una, grande y libre.

En la hipótesis del tonto más grande coexisten en perfecta armonía la charlatanería, la mentira y la corrupción creando un círculo vicioso del que es imposible escapar.

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