viernes, 24 de agosto de 2012

IGNACIO WERT Y LA NUEVA SEGREGACIÓN EN LA ESCUELA



El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, ha anunciado hoy cambios legislativos para que los centros concertados que separen los alumnos por sexos puedan ser subvencionados, una posición que me lleva a pensar que nos acercamos, progresivamente, al modelo educacional del Franquismo. Este mal llamado ministro de cultura no disimula que sirve a los fines del Opus Dei ya que parece obsesionado con favorecer la enseñanza privada ultracatólica y si una sentencia del tribunal supremo no le satisface, pues se cambia la ley para satisfacer sus objetivos, entre los que figura limitar la influencia de la mujer en la sociedad española. Así que si no remediamos la situación, el futuro de nuestras niñas será quedarse en casa con la pata quebrada y los domingos y fiestas de guardar, en misa y con velo.

Así que he decidido hablaros de mi infancia en la escuela, sin acritud.

La educación franquista se caracterizaba por una temprana supresión de la coeducación, práctica contraria a la moral y las buenas costumbres y la mujer era la responsable de la educación de los hijos y la transmisora de los valores del régimen. En consecuencia, aunque la escolarización era obligatoria, si la directora del colegio opinaba que no valías para estudiar, con mucha sutileza hablaba con tus padres y le exponía la idea de que, posiblemente, en casa serías más necesaria.

Las condiciones en el aula eran pésimas, solía haber estufa, pero era para que la maestra se calentase los pies. En las paredes aparecían colgados todo tipo de símbolos patrióticos y religiosos. España vivió una época de excelencia educativa durante la 2ª República, pero con el Golpe de Estado se produjo el exilio de la mayoría de pedagogos y educadores anteriores a la Guerra y en cultura y educación se produjo una depuración ideológica al servicio del Estado. Durante el período franquista se utilizaba la persecución del niño de manera represiva utilizando todos los medios coercitivos a su alcance, acoso que a veces se extendía hasta el mismo ámbito familiar del alumno.
El miedo social era un instrumento de control político que se utilizaba tanto en la escuela como en otras instituciones sociales.

Durante los años que duró mi escolarización, la clase de religión la impartía una monja, si no lo era, le faltaba poco. Los contenidos no podían ser más simplistas y pacatos, en realidad, se hablaba de las vidas ejemplares de los santos y sus milagros, contrariamente a lo que se pueda pensar, no se analizaba ni la biblia, ni los evangelios, pero eso sí se hablaba de Maria Goretti, Santa teresa de Jesús, etc..... En realidad sólo pretendían un adoctrinamiento de la juventud, transmitían la idea de que vivíamos en la abundancia mientras que existían otros más necesitados. Este exagerado carácter piadoso propugnaba una vida de abnegación que iba encaminado al atontamiento de las niñas ya fuera acomplejándolas o intentado inculcar en sus mentes infantiles la idea de una mujer abnegada, sumisa, piadosa, pura, casta, hogareña y familiar, el tipo de mujer ideal de la posguerra. En la escuela vigilaban tratando de impedir que se produjera cualquier devaneo sexual. Cualquier coqueteo, por inocente que fuese, entre los jóvenes estaba muy mal visto.

Mi colegio se llamaba Timbaler del Bruch y la leyenda del timbaler nos la sabíamos de memoria y, por lo menos, puedo decir que me parecía extraordinaria. Pero, no dejaba de ser una historia al servicio del régimen.

En el aula, hasta que no llegaba la maestra, jugábamos y nos divertíamos, pero cuando la veíamos asomar por la esquina de la calle, cada una ocupaba su asiento muy silenciosa y formal, cuando entraba, se aposentaba y organizaba, si tenía ganas de explicar, iniciaba el tema y cuando llegaba el turno de las preguntas todas mirábamos hacia otro lado para evitar encontrarnos con aquellos ojos inquisitoriales que sólo buscaban cogerte en una falta. La maestra escrutaba toda la clase con cara de malos amigos buscando aquella pobre alumna que no se sabía la lección, parecía que se lo leía en la cara, demostrando una gran sagacidad. Pero lo que ella no sabe, es que por mucho que te supieras la lección bastaba una simple mirada de sus ojos inyectados en sangre para quedarte en blanco. Nunca me preguntó, pero por una evidente razón, yo tenía memoría fotográfica y pensaba que le iba a repetir la lección como un periquito, pero lo que no sabía era que tenía una increíble tendencia a quedarme en blanco, sobre todo cuando fijaba sus ojos en mí.

En mi clase se formaron equipos, con una capitana a la cabeza. Sirvieron para explicar la teoría de los conjuntos de la EGB, tampoco se produjeron abusos de poder entre los alumnos porque la tiranización y la "purificación" iba a cargo del personal docente. No era costumbre rezar, pero era obligatorio saberse el Padrenuestro, el Ave María y santiguarse. Recuerdo que un día una de las maestras le preguntó a una alumna sobre el temario que tocaba aquel día y la niña no supo contestar. La maestra le dijo que cuando ella le preguntara tenía que saberse la lección, exactamente, igual que el Padrenuestro. Y, dicho y hecho, obligó a la niña a rezarlo. Cosa rara, la niña no se lo sabía. Terrible pecado, la maestra, enfurecida, la llevó a dirección.

El maestro, la tiza y su palabra eran los únicos recursos educativos de la enseñanza. A veces, excepcionalmente, diseccionábamos ranas, plantábamos una judía verde para ver su desarrollo, confeccionamos una radio de Galena y poco más. Nuestra generación empezó utilizando las fichas didácticas, con las que te entretenías y aprendías, con ellas se iniciaba al alumno en un conocimiento más crítico y analítico por medio de la consulta, pero en modo alguno con la proliferación de imágenes, audiovisuales de que se dispone en la actualidad. El ritmo del aprendizaje estaba muy condicionado a la formación cultural de cada docente, por eso muchas veces se daba el caso de que en lugar de centrarse en el temario escolar se dedicaba a impartir otro tipo de conocimiento más “entretenido” y de carácter autobiográfico.

Memorizar el temario era el método exclusivo que se utilizaba en la escuela franquista. Se mantuvo hasta la TRANSICIÓN, a partir de entonces la asignatura Historia se reescribió y amplió horizontes de acuerdo con los nuevos tiempos, utilizando una nueva metodología didáctica y dejando de estar al servicio del poder. La historia fue tratada como un elemento objetivo de la sociedad y encaminada al conocimiento de la antigüedad desde una postura neutral.
Curiosamente, durante la etapa franquista el temario que se daba en la escuela era el siguiente: Románico. gotico, renacentista...

Es más, recuerdo que uno de los temas que se trataron fue: ¿Que fue antes la gallina o el huevo? y, no es guasa, pero nos pasamos toda la tarde tratando de dilucidar sobre el tema. Como podemos observar, en aquellos tiempo, el personal docente no se mostraba demasiado partidario del tema de la evolución darwiniana. De vez en cuando, venía un jesuita muy anciano y nos confesaba. Años más tarde, este anciano se “jubiló” y vino otro más joven en su lugar y, claro, con él llegó el escándalo, las niñas tuvieron que empezar a confesarse en grupo...

La paranoia de nuestros maestros creía ver en los libros juveniles de Enyd Blyton y en la serie mediática, Pippi Calzarlargas, ambos dirigidos al público infantil y juvenil un clarísimo trasfondo subversivo, cuando no una clara manipulación de tipo ideológico. Esta niña pizpireta, que mantenía una estrecha amistad con un mono y un caballo, era considerado por los docentes del régimen como un mal ejemplo, en ella veían un modelo totalmente inaceptable de niña rebelde que vive sola y sin escolarizar, una niña que se enfrenta a la autoridad y con unos poderes mágicos que la convertían en un ser excepcional de gran atractivo para la juventud.
De esta depuración ideológica no se libraron los libros. Los de Enyd Blyton revelaban la represión de la juventud inconformista de aquellos años y nuestros docentes los criticaron alegando que el aspecto de la vida que se presentaba en las historias no respondía a la realidad socio-cultural de aquel momento. Los enigmas y misterios de la serie eran poco recomendables y tratar la desorientación en la identidad sexual y la inadaptación social eran dos temas conflictivos que la ortodoxia del régimen no podía aceptar.

Utilizábamos regla, compás, escuadra y cartabón de madera, la pluma para los dibujos de tinta china, rotuladores, lápices de colores, y las gomas de borrar MILAR, unas gomas que tenían un olor peculiar y más de un alumno le dio un mordisco, porque se llegó a creer que eran comestibles. El manejo de las plumillas era todo un arte para los habilidosos, pero para la mayoría era un incordio y, por lo general, se intentaba engañar a la profesora sustituyendo la plumilla por un rotulador de punta fina, los resultados eran tan favorables que no notaba el cambiazo.

Los crometes de mano eran el entretenimiento más común, pasábamos largas horas dando golpecitos con la mano sobre ellos intentando darles la vuelta. Tanto me gustaban que aún los conservo entre las hojas amarillas de un libro que mis Compañeras del colegio me regalaron.

El mes de mayo era el mes de María y el salón de actos adornaba con ramos de flores, por lo menos exótico y pintoresco sí que resultaba. Y, cantábamos una canción que aún ahora recuerdo.

Era costumbre participar en el Concurso de dibujo del Corte Inglés. Era curioso, pero en mi clase había un grupo de niñas que pintaban maravillosamente, algunas exponen en la actualidad. Se puede decir que nuestra maestra nos metió en el cuerpo el gusanillo por la pintura y hacíamos lo que podíamos, nuestra participación en el concurso estaba condicionado por el hecho de que te ponían nota. Estuvimos ganando premios mucho tiempo hasta que “LA DIVINA PASTORA” decidió comprar sus uniformes en el centro comercial y así acabaron nuestros premios y con el tiempo nuestra participación.

Hasta el día de hoy la escuela y la sociedad actual no tienen nada absolutamente que ver con aquel tiempo. El inmenso esfuerzo por conseguir una educación laica y total que hizo la 2ª República en el terreno educativo, con el Golpe de Estado, fue poco duradero.

Y, concluyendo, he tenido la suerte de volver a encontrarme con mis antiguas compañeras del colegio, gracias a una conocida red social. Recordar con alegría esa linda etapa de nuestras vidas ha resultado muy gratificante. Evocar nuestra infancia y los malos tratos que padecimos en la escuela nos ha hecho comprender que somos más fuertes y que estamos dispuestas a contar nuestra propia historia, porque CONOCIENDO EL PASADO PODREMOS CONSTRUIR UN FUTURO MEJOR PARA NUESTROS NIÑOS Y NIÑAS....

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