miércoles, 1 de agosto de 2012

ARENAS ESPECTRALES


Año 640, AFGANISTÁN.

Unos soldados arrastran, violentamente, por el cabello, a una mujer vestida de negro por el desierto. Sus esfuerzos por librarse de sus captores son inútiles. Impotente, les maldice una y otra vez. Cuando llegan hasta el santuario donde se encuentran los gigantescos Budas, las arenas ardientes han llenado de ampollas los pies de la pobre desgraciada. Se encuentra al límite de sus fuerzas, centra sus ojos vidriosos en los dos colosos pidiendo clemencia divina, pero ya nada la puede salvar de su triste destino, tan sólo le queda la desesperación que arranca de su garganta una voz desgarrada clamando piedad a sus verdugos. Su rostro surcado por las lágrimas se deforma por un rictus de odio intenso, los gritos y la impotencia ceden a una extraña serenidad y como poseída por un viejo espíritu ancestral pronuncia con una voz que retumba atronadora en el aire:

…”Estáis equivocados,... no soy una bruja como pensáis, … soy un demonio, poderoso y terrible capaz de influir con la mirada en la voluntad de los hombres. Soy el principio y el final de la vida, y vosotros pobres mortales seréis mi carnaza... Soy la manifestación de la crueldad más primitiva con la que os váis a enfrentar y estoy aquí para desgarrar la vida del más cruel y despiadado. Soy la que transforma tus demonios internos en un ansia de despiadada de violencia. Habéis despertado un ente asesino sediento, eternamente, de sangre que comanda las fuerzas del infierno mismo...Soy Gholia, la devoradora de almas, y en el infierno, nos encontraremos”...

Los soldados ignoran sus palabras y a empujones la incrustan en el hueco excavado en la roca, la mujer irrumpe en gritos y maldiciones cuando los guerreros cubren el hueco con una pesada losa, desde el interior del nicho, se escucha el eco de una carcajada que parece sobrenatural y retumba contra la pared de las rocas.

Cesan los gritos de la mujer emparedada y los hombres contemplan con espanto como un manto de negra oscuridad comienza a cubrir el cielo, dominados por un miedo primitivo inician un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, poseídos por una furia homicida, entran en el combate, en trance, como poseídos por el odio, insensibles al dolor e inmunes al hierro y el fuego, sólo pueden devorarse unos a otros.
Cuando por fin las sombras ceden ante la claridad diurna aparece un escenario donde impera la muerte y la desolación. Los cuerpos destrozados de los soldados aparecen desperdigados por el desierto. El Eclipse ha provocado una lucha fraticida y no han quedado supervivientes. El más absoluto silencio invade el santuario.

Alguna divinidad primigenia se apiada de aquellos cuerpos destrozados por el caos, y se levanta una repentina tormenta de arena que sepulta a los caídos y cuando cesa queda oculta toda la barbarie que se ha producido en aquel lugar. Ahora, los Budas expectantes, con el olor de la muerte impregnada en la piedra, otean el silencio sepulcral del aquel recinto sagrado manchado de sangre.

Año 2004, AFGANISTÁN

El convoy avanza por las arenas del desierto. En el interior, una mujer, la única del grupo, se siente asqueada con la experiencia que acaba a atravesar, trata de imponerse a ese vacío emocional en que la ha sumido la furia homicida que ha demostrado su equipo al encontrarse con un monumento funerario antiquísimo en el desierto. Siente la tristeza de las almas solitarias que contemplan con impotencia tanta aniquilación y odio hacia las civilizaciones del pasado. Trata de alejar de su pensamiento las repetitivas escenas en las que ha presenciado como acribillaban con ráfagas de ametralladoras una tumba excavada en la roca. La barbarie y la violencia han poseído por completo a un grupo de hombres que, desorientados y brutalizados por el demonio de la guerra, han destrozado y saqueado por completo la tumba.
Cuando han quedado al descubierto los huesos descarnados de la persona emparedada ha quedado patente, para la mujer militar, la evidente deshumanización de las civilizaciones de nuestro siglo.

El jeep se abre paso en un paraje inhóspito que sufre los rigores de un sol que abrasa la piel y llena de aire caliente los pulmones. El volante arde entre las manos del militar que conduce el vehículo. Las altas temperaturas distorsionan el horizonte creando arenas movedizas y falsos espejismos. Es un lugar inhóspito donde no hay carreteras y los caminos señalizados con las huellas de los nómadas los han arrasado las tormentas del desierto.

Saben como moverse por allí, pese a que no existen mapas de esa extensa zona, ellos saben cómo orientarse en un paraje tan desolador. El sol y las estrellas y la brújula son los únicos medios para sobrevivir en un ambiente tan hostil.

El jeep iba dotado con un equipo de satélite de comunicaciones, pertrechado con todo el equipamiento necesario para los 4 días: bidones de gasolina, comida, agua, gas para cocinar, ruedas de repuesto.

Intuyen que se encuentran en una zona fronteriza, con muy poco control por lo que puede ser un foco controlado por los insurgentes y temiendo una posible emboscada apuntan con ametralladoras hacia los cuatro puntos cardinales.

Los militares contemplan las enigmáticas figuras que surgen de la tierra creadas por el terrible viento del desierto que dibuja el paisaje, modelando extrañas formas.

Un grupo de soldados inspecciona las doradas arenas en busca de minas y otros artefactos explosivos, equipados con sus cascos y pálidas botas casi se mimetizan con las llanuras áridas y amarillentas del desierto. Estos últimos años de contienda se han convertido en expertos para moverse con sigilo por unas zonas fronterizas bajo el poder de los insurrectos. Sienten el viento que sopla como un aliento abrasador en la cara y las orejas, los labios resecos comienzan a evidenciar el problema de la deshidratación.

El conductor piensa que tiene una visión cuando cree ver a una mujer en la orilla de la carretera, luce un burka que le cubre el cuerpo y la cara enteramente, el calor distorsiona la figura y parece convertirla en un fantasma más del desierto.
..."Mirad, hay una mujer en la carretera"... comenta el conductor a sus compañeros.
..." Ya la vemos, hay que tener cuidado no vaya a ser que caigamos en una emboscada, no sería el primer caso, te acercas con cautela a ver qué ocurre"...

No se produce ningún incidente sospechoso y cuando el jeep se encuentra a la altura de la mujer observa que debe haber extraviado los zapatos porque se encuentra descalza, pero lo que atrae su atención son las manchas de sangre que impregnan su ropa, aquellas manchas parecían insultarle desde las profundidades del Burka, las opacas prendas que llevaba la mujer anulaba su esencia femenina, pero no conseguía ocultar la masacre que seguramente había sufrido. Hubiese reconocido ese olor que impregnaba el aire en muertos invisibles, en cadáveres y en matanzas indiscriminadas.

Creyendo que podía estar herida, aparcó el coche en la orilla de la carretera.

..." Si se encuentra herida suba que la llevaremos hasta el puesto de socorro más cercano para que la atiendan"... El hombre no dejaba de mirarla impresionado por su indumentaria y contrariado porque no podía entender las ininteligibles palabras que la mujer le dirigía en un susurro. Se sentía intrigado por la misteriosa mirada que intuía a través del velo opaco.

Subió al jeep con timidez y recelo fruto del instinto de supervivencia o la indiferencia hacia lo desconocido del que no está libre nadie.

La extraña mujer permanecía en silencio, tan sólo alguna que otra vez alteraba su inmovilismo con un leve movimiento de su cabeza. Los ocupantes del coche intuyen la mirada de la mujer a través de la rejilla de tela que le permite la visión. Nadie puede evitar el tenso silencio que cae sobre los militares en presencia de la mujer afgana que permanece con las manos cruzadas sobre el regazo. La mujer ha roto el silencio y parece susurrar una oración monocorde ininteligible con la que hipnotiza y fascina a sus forzados compañeros de viaje.

Su presencia ultraterrena deprende un halo de luz que la rodea, su voz, el tono de cautivador de sus palabras, son una dulce letanía.

Pasan las horas interminables y el viento arrecia sobre el desierto, pero nada detiene al convoy, sigue avanzando, sorteando dunas ardientes, con rumbo desconocido.

..." Yo diría que va rezando todo el rato... No para"... Comenta uno de los soldado, mirando de reojo a la extraña mujer que se oculta tras el velo.

..." No sé qué decirte, me pone nervioso con esa musiquilla que lleva, además me parece que la sangre que lleva en la ropa no es de ella"... Contesta el conductor mirando a la mujer a través del espejo retrovisor...

..." Es extraño que esta mujer se encuentre sola en el desierto ya que las mujeres afganas tienen la prohibición de: pasear solas por la calle, trabajar, estudiar e incluso recibir asistencia médica salvo en hospitales destartalados sin agua, ni electricidad, ni quirófano al que sólo se va a morir. Así que es posible que no reciba asistencia en ningún puesto de socorro, si es que está herida"... El comentario de la teniente parece que ha sido entendido por la mujer afgana porque ha subido ligeramente el tono de sus plegarias.

La noche se les echa encima y las arenas del desierto parecen no tener fin. Un conjunto de rocas y escasa vegetación aparece en el horizonte, piensan que ese puede ser un buen lugar para levantar el campamento y pasar la noche.
La distancia entre la pequeña formación rocosa y el jeep se acorta cuando por fin alcanzan el lugar. Una mueca de disgusto se dibuja en el rostro de algunos hombres y es que el lugar no puede ser más siniestro, es un paraje que desmoraliza. El sol rojizo se derrama por la superficie de las rocas. Es un paraje de rocas escarpadas y vegetación con siniestras formas; la erosión ha creado caprichosas bocas mostruosas que bostezan, formas rocosas petrificadas que se asemejan monstruos alados, camuflada entre la escasa vegetación se observa una misteriosa cueva.
El paraje que conduce a la cueva es opresivo y tenebroso. El miedo y la fascinación, por igual, se apodera del grupo a medida que se acercan hasta el lugar: una cueva natural misteriosamente cerrada al público por medio de una reja, se aproximan hasta la entrada y descubren una leyenda en árabe:

... "خواب مرده بی حرمت کردن نیست" ...

presionan la reja, ésta, curiosamente, cede y descubren las paredes del interior de la cueva con extraños dibujos....

CONTINUARÁ...

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