LA COMUNIDAD OCULTA




La joven encontró aquel precioso piso en uno de los barrios más céntricos de la ciudad. Bullicioso y lleno de vida, un ambiente que hizo las delicias de Marta desde el primer momento en que lo vio. Amplias avenidas flanqueadas por plátanos centenarios y parterres llenos de preciosas flores eran la pequeña contribución que sus gobernantes habían regalado a los ciudadanos.
Cuando se encontró frente al edificio, algo en la estética arquitectónica le recordó al genial Gaudí, la pureza de sus líneas modernistas atrapó la mirada llena de admiración de la joven. La extraña fachada, que parecía invadida por gárgolas y dragones, con unas fauces amenazadoras, ofrecían una estampa tenebrista llena de líneas geométricas triangulares. Comprendió, sin dificultad, que era una casa poco conveniente para personas con claustrofobia. Unas altas torres coronadas con sus correspondientes pináculos acariciaban el cielo. La belleza de los grandes ventanales y su exuberancia floral componían, junto con las cornisas, llenas de detalles, uno de los edificios más atrayentes de la manzana.
Sin pensarlo dos veces, se adentró en el edificio, un olor desagradable hirió sus fosas nasales. Era los estragos que causaba la humedad en la vieja estructura del edificio. Descubrió con pesar, que carecía de ascensor, subió resoplando las tres plantas y cuando se encontró frente a la puerta de su casa respiró aliviada.
Antes de entrar, sintió un extraño ruido en el piso de al lado. Pensó que debía tratarse de alguna vecina curiosa que deseaba conocer a la nueva inquilina que iba a formar parte de la vieja Comunidad.
Sonrió, pues pensó que debía tratarse de alguna abuela solitaria necesitada de atención y cariño. Decidió que si precisaba su ayuda no dudaría en atenderla.
Antes de entrar en su casa volvió a producirse otro ruido. Creyó que se trataba de un mueble que se desplazaba en las plantas superiores.
El piso era enorme y la decoración estaba un poco pasada de moda. Muebles que parecían sacados directamente de la tienda de un anticuario, con la pintura descascarillada y estropeados por el uso. Ese era todo el mobiliario de la casa. Entró en la cocina y respiró tranquila ya que había sido rehabilitada recientemente y su aspecto era bastante aceptable. Prestó oído porque creyó oir su nombre a través de la pared de la cocina, pero desdeñó tal idea. Pensó que su imaginación le estaba jugando una mala pasada.
El comedor y las habitaciones dejaban mucho que desear, pero el alquiler que tenía que pagar tampoco era muy elevado, así que se resignó. Poco a poco iría convirtiendo aquel cuchitril en un hogar aceptable.
Las emociones y el desencanto le cerraron el estómago, así que fue incapaz de probar bocado.
Entre las acogedoras sábanas no tardó en conciliar el sueño. Como venía pasando desde hacía algún tiempo, terribles pesadillas poblaron sus sueños.
Despertó sobresaltada, con el corazón saltándole en el pecho, un grito espeluznante, que retumbando en las paredes resquebrajadas de la habitación, la había sacado del sueño en medio de la noche. El intenso pánico dejó a la joven incapaz de pensar, con los ojos fuera de órbita y el alma desgarrada. Temblores intensos la acometieron por entero, de pies a cabeza, eran fruto del frío tan intenso que sentía. Trató de tranquilizarse apaciguando los latidos de su corazón desbocado. Pero no podía relajarse así que optó por levantarse y tomar algo caliente que la ayudara a conciliar el sueño.
Cuando se encontraba en la cocina volvió a escuchar un grito espantoso. Ahora sonaba más cerca y parecía proceder del piso superior. Con la piel de gallina creyó percibir aullidos y gemidos. Su mente racional la impulsó a creer que alguien se debía encontrar en problemas. Así que armándose de valor decidió subir a ver qué estaba pasando. Cuando llega al descansillo del piso superior descubre que una de las puertas está medio entreabierta. Una tenue iluminación difumina las sombras y la oscuridad en el interior de la casa. Instigada por el grito espantoso, se adentra en la negrura de la casa como si un poderoso imán la atrajera.
Un simple interruptor aleja las tinieblas y con extrañeza, descubre un lugar, deshabitado y desierto, en el que se intuye un cierto peligro.
La joven contempla las cuatro paredes repletas de extraños signos apocalípticos. Lo que se manifiesta ante sus ojos no es un sueño, desgraciadamente, es real. Siente que se encuentra en un lugar donde dominan las fuerzas del mal.
Marta fijó la mirada en los extraños símbolos dibujados en la pared. La curiosidad la empujó a acercarse y una palabra atrajo su atención: APOLLYON.
Una palabra que la llenó de extrañeza porque nunca había oído hablar de ella. Sobre el techo aparece representado un monstruo de siete cabezas y diez cuernos, un gigantesco dragón con fauces de león. El número 666 aparecía garabateado por todas partes y extraños cuadros llenaban las paredes. Repentinamente, percibió un olor dulzón, algo intangible que la aturdía y la dejaba sin fuerzas, sintió que se le nublaba la vista y empezó a debilitarse poco a poco. Antes de desvanecerse captó como una sombra furtiva se movía por su lado izquierdo.
Esa noche vuelven las pesadillas y los rostros espectrales de los niños vuelven a turbar su sueño y su alma. Cuando despertó, sudorosa y angustiada, se encontró en su cama, sin recordar nada de lo sucedido la noche anterior.
Trata de olvidar sus terrores psicológicos centrando su atención en un cuadro que cuelga de la pared amarillenta, intrigada descubrió que le resultaba extraordinariamente familiar,
Aquella iglesia en ruinas y los árboles quemados bajo la luna llena creaban un paraje de gran desolación. No podía apartar la mirada de aquel extraño cuadro, contemplaba la imagen y sentía que formaba parte de ella.
Apartando sus pensamientos se prepara para iniciar su jornada laboral.
Abandonaba su casa, cuando vió bajar una mujer lentamente, demasiado lentamente, la escalera, sólo alcanzó a ver una falda negra y unas piernas delgadas enfundadas en unas medias extremadamente blancas. Mientras, la pelota amarillenta que la precedía, iba rebotando en cada escalón, al final se detuvo ante sus pies. Una polvorienta bombilla ilumina el hueco de la escalera. La luz de la vieja barandilla oxidada por la humedad crea figuras distorsionadas que se reflejan sobre la pared. Fascinada por la imagen retrospectiva se apoya en la barandilla y sigue con la mirada la bajada de la mujer. Pero, una vocecilla interior la inquieta y decide dejar los saludos para mejor ocasión. Deja atrás el edificio y apresura el paso. Sus ojos no captaron como la cabeza de Dragón que decoraba la fachada giraba la cabeza en su dirección conforme ella se iba alejando por la calle.

Mientras tanto, en un punto alejado de la ciudad, en una vieja iglesia abandonada, un grupo de personas celebra una pequeña fiesta... Un silencio sepulcral se abate sobre las ruinosas piedras del recinto religioso. La ardiente oscuridad alumbrada por unas cuantas velas, culminan en un silencio espectral que se adueña de todo y cada uno de los fieles. La siniestra atmósfera se apodera de todos los rincones de la Iglesia.
Un extraño personaje ataviado con una amplia brillante capa negra, con el forro carmesí, y un capuchón que recubre unos lustrosos cabellos negros e intensifica sus facciones atractivas. El hombre atrae las miradas fascinadas de hombres y mujeres por igual cuando pronuncia solemnemente:

…”Estamos creciendo en gracia. Nuestra iglesia es la única donde el pecado no existe. El diablo fue destruido y es un engaño de la Prostituta de Babilonia. Los mandamientos no existen. Somos libres. Todo está permitido pero con normas. Estamos predestinados, cuando morimos el espíritu vuelve a lo que éramos antes. Como ya sabéis, yo soy el Anticristo y mi labor es ayudar a la gente y tampoco estoy en contra de Cristo, mi oposición se dirige a la doctrina de Jesús de Nazaret. Ahora vamos a tatuarnos el número 666, para que la gente vea que el 666 no es el del fin del mundo, sino la segunda venida de Dios. Sólo aquellos que tengan la marca del anticristo se salvarán de las las plagas y la destrucción que se avecina.... Todos nos consideran una secta destructiva, pero pronto la humanidad comprenderá que somos instructivos y que sólo en nosotros se encuentra la salvación”...
Cuando acaba con su discurso, se acerca hasta el pequeño altar, presidido por velas y cirios y va llenando los vasos que hay dispuestos. La siniestra sonrisa que se dibuja en el rostro del hombre pasa desapercibida para sus acólitos a los que va ofreciendo su cáliz.
El gozo y el disfrute de la secta cesan, todos comienzan a desplomarse en extrañas circunstancias.
Al poco tiempo, los cuerpos sin vida parecen dormir el sueño eterno...Una serena placidez invade sus semblantes y un ala negra de cuervo se desprende desde lo más alto de los pilares de la iglesia, planea sobre el lugar y se deposita lentamente sobre el cuerpo de uno de los fallecidos...
La noche oscura envuelve en sombras al jinete negro encapuchado, los ojos brillantes destacan en su rostro. Se aleja y el aullido de un lobo le acompaña en su loca carrera, rasgando el silencio nocturno con el retumbar de sus cascos en el empedrado. En su huida, provoca un dolor insoportable que se mete en los oídos y taladra el cráneo de todos aquellos con los que se iba encontrando. El hombre completamente vestido de negro se mimetizó con la noche y desapareció.

CONTINUARÁ...

CATALINA CAZORLA

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