domingo, 22 de julio de 2012
CAPERUCITA ROJA, GABRIELA MISTRAL
Gabriela Mistral es el seudónimo usado por la poetisa y escritora chilena Lucila Godoy, nacida en 1889, que obtuvo el premio Nobel de 1945 , conocida por sus famosas rondas infantiles, su vida está llena de paradojas que comenzaron incluso antes de que aprendiera a escribir, cuando en el colegio le diagnosticaron “retraso mental” y le aconsejaron a la madre que, mejor se quedara en casa, que sólo serviría para las labores domésticas.
No obstante, tampoco gozó de mucha simpatía entre los círculos intelectuales chilenos y la multitud de anécdotas que la rodeaban no contribuyó a suavizar su imagen. Su obra fue poco conocida ya que la imagen que se ofrecía de ella era la de una poetisa que escribía rondas infantiles, canciones de cuna y algunos sonetos de idéntica temática. Con ella pasó como con la mayoría de los escritores: “ que no fue profeta en su tierra”, debido a que lo más importante de su obra fue publicada en el extranjero, concretamente en Nueva York, Madrid y Buenos Aires, lugares donde triunfó. Mientras que, en Chile, causó extrañeza que le otorgaran el Premio Nobel.
Sin embargo, en la actualidad, los programas educacionales vienen considerando sólo los textos de Gabriela Mistral que tienen que ver con el mundo infantil: sus rondas y canciones de cunas, toda esa poesía menuda, fácil de aprender. Los niños no tienen problema en memorizar sus poemas, pero sigue sin ser tema de estudio la trayectoria vital de la Gabriela indigenista y americanista, preocupada por los temas sociales. Aunque parece que las cosas están cambiando.
Aquí os pongo una frase lapidaria de Gabriela que muestra su desazón personal:
"A pesar de que estoy muerta, me sigo sintiendo mal, porque no me dieron nunca “El Premio Municipal".
Aquí os pongo una maravillosa adaptación del cuento de Perrault:
CAPERUCITA ROJA
Caperucita Roja visitará a la abuela
que en el poblado próximo sufre de extraño mal.
Caperucita Roja, la de los rizos rubios,
tiene el corazoncito tierno como un panal.
A las primeras luces ya se ha puesto en camino
y va cruzando el bosque con un pasito audaz.
Sale al paso Maese Lobo, de ojos diabólicos.
«Caperucita Roja, cuéntame adónde vas».
Caperucita es cándida como los lirios blancos.
«Abuelita ha enfermado. Le llevo aquí un pastel
y un pucherito suave, que se derrama en juego.
¿Sabes del pueblo próximo? Vive en la entrada de él».
Y ahora, por el bosque discurriendo encantada,
recoge bayas rojas, corta ramas en flor,
y se enamora de unas mariposas pintadas
que la hacen olvidarse del viaje del Traidor...
El Lobo fabuloso de blanqueados dientes,
ha pasado ya el bosque, el molino, el alcor,
y golpea en la plácida puerta de la abuelita,
que le abre. (A la niña ha anunciado el Traidor.)
Ha tres días la bestia no sabe de bocado.
¡Pobre abuelita inválida, quién la va a defender!
... Se la comió riendo toda y pausadamente
y se puso en seguida sus ropas de mujer.
Tocan dedos menudos a la entornada puerta.
De la arrugada cama dice el Lobo: «¿Quién va?»
La voz es ronca. «Pero la abuelita está enferma»
la niña ingenua explica. «De parte de mamá».
Caperucita ha entrado, olorosa de bayas.
Le tiemblan en la mano gajos de salvia en flor.
«Deja los pastelitos; ven a entibiarme el lecho».
Caperucita cede al reclamo de amor.
De entre la cofia salen las orejas monstruosas.
«¿Por qué tan largas?», dice la niña con candor.
Y el velludo engañoso, abrazado a la niña:
«¿Para qué son tan largas? Para oírte mejor».
El cuerpecito tierno le dilata los ojos.
El terror en la niña los dilata también.
«Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes ojos?»
«Corazoncito mío, para mirarte bien...»
Y el viejo Lobo ríe, y entre la boca negra
tienen los dientes blancos un terrible fulgor.
«Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes dientes?»
«Corazoncito, para devorarte mejor...»
Ha arrollado la bestia, bajo sus pelos ásperos,
el cuerpecito trémulo, suave como un vellón;
y ha molido las carnes, y ha molido los huesos,
y ha exprimido como una cereza el corazón...
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