LA NIEBLA






El autocar atravesaba un hermoso valle rodeado de bajas montañas que reverberaban bajo la intensidad de los últimos rayos de sol. La tarde se encontraba en ese preciso momento en que la luz crepuscular la convertía en un débil soplo de aire cálido. El día se resistía a morir y se desgarraba en un torrente rojizo sobre el cielo. Los niños contemplaban con curiosidad como se iba hundiendo el sol lentamente en el seno del horizonte tiñendo de sangre un paisaje de belleza deslumbrante. Un poderoso imán que atraía las miradas de los pequeños ocupantes del autocar.

Los niños animaban el ambiente cantando viejas canciones aprendidas en el colegio, composiciones sin fecha, que podrían haber sido escritas en cualquier momento y lugar dada su intemporalidad. Reposaban en el suelo del autocar sus mochilas de brillantes colores, repletas de grandes tesoros y secretos misteriosos, además de libros y deliciosas chucherías, alguna sorpresa inconfesable. Portar esas mochilas tan enormes siempre supone un gran esfuerzo para las criaturas por eso a veces puede convertirse en un auténtico ritual de iniciación a la vida.

El autobús sigue su marcha constante y va dejando atrás casas antiguas a las que les falta alguna que otra mano de pintura y campos de cultivo casi abandonados en el olvido. El cielo se va cubriendo de nubes y el sol se ha ido definitivamente. En ese momento el valle se va llenando de sombras que alargan las montañas y perfila la vegetación contra el firmamento y en su lucha contra la oscuridad se impregna del aura de la vegetación circundante. En este momento preciso los animales regresan a sus guaridas.

Ya falta poco para llegar al refugio donde pasarán el fin de semana. Las sombras que se van apoderando del autocar silencian los labios infantiles, cesan las alegres canciones y el mutismo más absoluto cede ante la algarabía de hace unos instantes.

“Ha pasado un ángel”, piensa la maestra, una joven de cabello y ojos castaños, y expresión eternamente risueña. Intentado tranquilizar a sus alumnos opta por relatarles una leyenda local.
Mientras el autocar atraviesa laderas de bosques espesos y cañadas solitarias sumidas en la más negra oscuridad, la joven maestra comienza su relato ambientado en el paraje por el que circulan como se ha percatado de que más de uno está dando una cabezadita ha decidido que tras la explicación iniciará una ronda de preguntas para comprobar si se han enterado.

…” Hace muchísimo tiempo, un señor feudal que vivía en un castillo por estos parajes decidió participar en las cruzadas y tomó la decisión de vender sus posesiones y dejarlo todo. El hombre que tenía un cariño especial por un precioso caballo blanco se resistió a venderlo y en un intento por conservarlo decidió abandonarlo, precisamente aquí, por donde estamos pasando ahora, creyendo que cuando volviera de las cruzadas se reencontrarían en el mismo sitio. Efectivamente, pasaron los años y el señor feudal volvió sano y salvo de Tierra Santa y se propuso recuperar a su caballo.

El primer día acudió al lugar donde lo abandonó, pero del caballo no había ni rastro. Gritó su nombre en vano, pero el animal seguía sin aparecer.

El hombre no perdía la esperanza, así que siguió acudiendo noche tras noche al lugar con el deseo ferviente de verle aparecer, pero el caballo no acudía a su cita. Una noche que ya estaba a punto de ceder, se levantó una repentina y espesa niebla que cubrió todos los contornos como una blanca cortina que amortiguaba todos los sonidos del bosque. El corazón le dió un brinco en el pecho cuando sintió el ruido de los cascos y, lleno de gozo, vio emerger de la niebla a su brioso corcel blanco que, a todo galope, se acercaba hasta él. La alegría que le inundaba por el encuentro le impidió ver que tras el animal el valle se iba llenando de las almas en pena de sus siervos que poco a poco le iban rodeando, eran las víctimas que la peste se había llevado durante el tiempo que se encontró luchando contra el infiel. Cuando el hombre se vio rodeado por los espíritus de los seres que en vida le habían servido, montó a pelo sobre su caballo y agarrándose a sus poderosas crines blancas fue dejando atrás la niebla tenebrosa y su comitiva fantasmal.

Galopó hasta que ya no pudo más, entonces el reflejo de la luna plateada, que esa noche brillaba más intensamente que nunca, deslumbró al hombre y no se dio cuenta de que su corcel cabalgaba en una carrera trágica hacia un profundo abismo. Hombre y caballo se despeñaron y fueron tragados por el vacío.

Al día siguiente fueron encontrados los restos momificados del caballo que indicaban que llevaba muerto ya bastante tiempo, el frío y la intemperie se habían encargado de conservar los restos del animal. En cambio, el estado del cuerpo del hombre revelaba que acababa de morir hacía escasamente unas horas. La misteriosa muerte del señor feudal nunca se aclaró y ello dio lugar a la leyenda que os acabo de relatar. Como remate final se cuenta que siempre que se levanta la niebla por esta zona, el caballo blanco emerge de la niebla y si los coches no conducen con precaución suele provocar un accidente.

Esta es la leyenda, ¿os ha gustado? preguntó la maestra.

Sí, dijeron unos con entusiasmo. No, yo no creo en fantasmas, no existen, son una mentira. Contestaron muy convencidos, otros...

Bueno, todos tenéis un poco de razón, los fantasmas generalmente no existen, suelen ser recreaciones de nuestro cerebro muchas veces sugestionado por hechos o lugares.
Las leyendas y los mitos suelen estar basados en un hecho real, pero sin verificar, pero que al irse transmitiendo oralmente van sufriendo modificaciones fruto de la imaginación y mentalidad de las personas que han ido viviendo en las diferentes épocas."

Cuando la maestra terminó su explicación ya era noche cerrada y el autocar y sus ocupantes ya estaban rodeados por la más absoluta oscuridad. El silencio se apoderó del interior y el miedo empezó a hacer acto de presencia, cuando las luces del autocar rozaron la niebla que se acercaba a ras de suelo.

Pronto, la bruma desdibujó el paisaje nocturno y obligó al conductor a moderar la velocidad. Llevaba unos minutos tratando de atisbar entre la niebla cuando creyó ver algo entre la bruma, si su mente no le engañaba creía distinguir la figura de un caballo cuyas crines plateadas revoloteaban entre la niebla. Intrigado se frotó los ojos tratando de aclararse la visión, pero el caballo se acercaba a galope, era casi imposible eludirlo pues ya lo tenía casi encima. El caballo encabritado casi patinó delante del autocar y corcovando levantó las patas delanteras como si intentara arañar la neblina. El conductor sólo tuvo tiempo de captar la intensa negrura de los esféricos ojos del animal.

Sin tiempo para reaccionar y evitar el choque inevitable, dio un brusco volantazo y saliendose de la calzada emprendió una marcha accidentada cuesta abajo a campo traviesa, dando bandazos y trompicones, poniendo en peligro su vida y la de sus ocupantes. Finalmente, un árbol frenó su carrera alocada quedando incrustado en el tronco. Tras el impacto se produjo un silencio desgraciado que no presagiaba nada bueno, poco a poco los pequeños se fueron recuperando y respiraron aliviados al percatarse de que no tenían heridas graves. Después de todo habían resultado casi ilesos, pero el autocar no respondía, estaba muerto.

Gracias al viento repentino y el frío de la noche que habían disipado la niebla, las luces de los faros y la pericia del conductor haciendo algún que otro apaño, permitieron recomponer el autocar y en pocas horas pudieron estar nuevamente sobre la carretera. Para entonces, ya comenzaba a amanecer, la aurora iluminaba el horizonte y los accidentados reemprendieron la marcha rumbo al refugio donde debían estar sufriendo por el retraso.

Las horas pasaban y el refugio no llegaba, cuando se fueron a dar cuenta descubrieron que se encontraban de nuevo junto al lugar donde se había producido el accidente... Era inevitable, aturdidos y nerviosos como estaban se habían perdido... Pero, algo no funcionaba ya era la quinta o la sexta vez que pasaban por el mismo lugar. Así que decidieron bajarse unos minutos para estirar las piernas, relajarse y aclarar las ideas.

Durante un rato inhalan el aire fresco de la mañana cuando uno de los muchachos pronuncia:

¡¡¡Cuidado, que se acerca un coche...!!! Los muchachos que hasta ese momento invadían la calzada se apartan cuando ven al coche que se va aproximando.

Mientras tanto, la conductora del coche que se acercaba por la misma carretera, en dirección contraria, se encontraba perdida y en medio de la nada. La niebla que desdibujaba los paisajes sólo contribuía a inquietarla. Sintió como un extraño frío penetró en el interior de su vehículo cuando se percató de la presencia de un grupo muy numeroso de niños a ambos lados de la carretera, niños de rostros cenicientos y ropas destrozadas que caminaban erráticamente, arrastraban los pies y totalmente desorientados vagaban sin rumbo fijo. Comprobó con horror, como los niños espectrales ya la habían rodeado y ella, horrorizada, sólo pudo eludirlos dando un volantazo. Salió accidentalmente de la calzada, y a trompicones, se estrelló junto a los restos del autocar carbonizado. Antes de perder el sentido pudo ver los cuerpos sin vida de los colegiales en el interior del autocar y una extraña voz que pronunciaba:

..."Sólo queríamos advertirte del peligro"... Era la voz fantasmal de una mujer, con una expresión infinitamente triste en un rostro profundamente ojeroso, ceniciento y sin vida.

El conductor que se encontraba cerca le responde:

..."Habrá que llamar a una ambulancia y, esperaremos hasta que llegue, no la podemos dejar sola"...

El conductor percibe que los niños contemplan la escena un poco distanciados del accidente, intuyendo todo el sufrimiento y la tristeza que albergan los ojos infantiles, por lo que decide que lo más sensato es abandonar el lugar.

..."Carla creo que deberíamos alejar a los chiquillos del lugar porque están muy impresionados con lo sucedido y temo que sea una experiencia traumatizante para ellos"...

..."Tienes razón, cariño. - replica la maestra.- creo que lo más oportuno es volver a la carretera y esperar a que vengan los servicios asistenciales"...

El hombre rodea con un brazo los hombros de la mujer y ella buscando su calor se arrima más íntimamente a su costado, juntos ascienden por el terraplén hasta la carretera, seguidos de cerca por los chiquillos.

La maestra gira la cabeza sorprendida con los cuchicheos que percibe a sus espaldas y con una sonrisa les explica:

..." Recordad que los fantasmas los crea la mente y las leyendas sólo son hechos que no se han podido verificar"...

Cuando a primera hora de la mañana el vaivén de luces y sirenas invadieron la zona del doble accidente se encontraron con la tragedia en la más absoluta soledad...

CATALINA CAZORLA


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