UN CADÁVER EXQUISITO EN LA ORILLA DE LA PLAYA

Paseando una mañana de domingo por Mataró, nos encontramos con un edificio en primera línea de mar que presentaba un lamentable estado de abandono.
Era el antiguo edificio del Club Náutico de Mataró, que, construido en 1974 y enclavado en un maravilloso paraje, a unos escasos cien metros del Puerto, pasó a ser la sede de la EUM hasta que el centro universitario se integró en el Tecno Campus Mataró-Maresme, en el polígono El Rengle. Con el tiempo, el ambicioso parque tecnológico creado con todo lujo de detalles entró en una fase progresiva de deterioro integral del que no se ha recuperado.
Una rápida ojeada al mobiliario e instalaciones del centro evidenció que es una especie de refugio urbano degradado para indigentes y un paraíso para los chatarreros,
ya que la firmeza de las vallas que impiden el acceso por la puerta principal no ha sido obstáculo para penetrar en el interior del edificio.
A pesar de la cercanía del mar y la belleza del entorno, su estado es muy precario y presenta problemas de insalubridad y seguridad.
Aunque, distribuidos en las tres plantas que integran el edificio conviven decenas de indigentes, drogatas y grafiteros,
nada ha evitado que el saqueo y los actos vandálicos se hayan apoderado del centro.



El terreno ocupa una superficie de 3.492 m². La fachada principal del edificio da al paseo marítimo y la fachada posterior junto a playa, con un desnivel de 3,30 m.
El edificio consta de cuatro plantas -semisótano, baja, primer piso y piso segundo- acabando en un torreón.

Adosada a la fachada posterior, a nivel de planta sótano y playa, hay una edificación de dos plantas destinada a bar y restaurante,
además de una piscina descubierta que antes estaba protegida por unas vallas protectoras que han sido robadas.
En principio, como se supone que peligraba la integridad de los viandantes, estaba previsto realizar una serie de inversiones en el edificio por un valor aproximado de 900.000 euros, a parte de que el consistorio tendría que abonar entre 50.000 y 80.000 euros en concepto de canon de utilización del edificio, pese a su estado ruinoso. Pero, con la actual crisis financiera que atraviesa el país todo parece indicar que su derribo será la opción más razonable e inmediata.
Un edificio abandonado en la playa es un mal augurio para los tiempos que estamos viviendo· Porque éstos personifican la vida y la muerte al mismo tiempo y el presagio más duro de la lucha entre la pobreza y la riqueza. No es fácil asumir que la decadencia y el deterioro forma parte de nuestra existencia y no excluye nada.
Las cuatro plantas han acabado desnudas, llenas de escombros y graffitis inmundos. Se encuentra en primera línea de playa, pero alrededor sólo hay sitio para los hierbajos, las piedras y maderas con clavos oxidados. En la actualidad, la sordidez de las antiguas dependencias abruma y sobrecoge, feos grafitis que rezuman rebeldía,
heces y basuras hediondas que hieren la sensibilidad si las contemplas a plena luz del día.
La arena dorada de la playa y la belleza del cielo contrasta con la desidia de un edificio que en otro tiempo fue un centro neurálgico de la vida sociocultural de esta ciudad costera.
Aquí dejo mi despedida para este gigante de cemento y hierro que expira lentamente a orillas del mar. Una inquietante mole que se repudia porque encarna lo peor de nuestra cultura de consumismo. Aquello que sólo identificamos con el mal olor, la muerte, la putrefacción y las alimañas. Será está la razón por la que alejamos de nuestras ciudades los cementerios, porque los queremos fuera de nuestras vidas y porque nos recuerdan nuestro destino inexorable: LA MUERTE.
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