Este fin de semana Antonia y yo hemos recorrido lugares que desconocíamos de nuestro barrio. Siguiendo nuestros pasos, hemos llegado hasta un impresionante caserón que ha sido ocupado por el Ayuntamiento de Barcelona. Fascinadas por su arquitectura hemos tomado algunas fotografías. Situada junto al desaparecido Pont del Treball digne, emerge grandiosa esta joya de la arquitectura rural en el umbral de lo que suponemos que será en el futuro, el puente del trabajo temporal, dada la crisis que estamos viviendo.
Nos sentimos afortunadas y no dejamos de experimentar una especie de placer morboso cuando descubrimos estos vestigios y una cierta contrariedad cuando se impide el acceso a su interior por estar vallada. La tierra apilada que la rodea revela objetos de uso común, cubiertos, menaje, ropa, muebles y otros enseres domésticos que nos habla de la historia de sus habitantes y de las experiencias allí vividas, pero sobre todo de desalojos salvajes. A través de los muros derruidos de lo que fuera el escenario puede verse la austera decoración del interior y la inmensa negrura que atrae la atención. Una poderosa galería balconada; en la que no faltan columnas, frisos, arquitrabes y otros elementos constructivos arquitectónicos; a la que se accede por la parte de atrás por una poderosa escalinata.
No puedo dejar de sentir cierta extraña sensación cuando la contemplo. Ronda mi cabeza la idea de que algo terrible ha ocurrido entre sus potentes muros.
Un extraño ambiente la rodea, y, no sólo por el hecho de que se encuentre en el centro de una ciudad, ya que este tipo de caserones abandonados suelen encontrarse en el campo, sino porque tiene un aire muy tétrico, es siniestra e inquietante. Y, parte de ello lo provoca sus extraños graffitis que decoran las partes inferiores de los muros llenos de grietas donde se han aposentado las palomas.
Una ojeada a las partes altas de la casa nos permite descubrir que en una de las pequeñas ventanas que flanquean la galería balconada se observa una especie de material, seguramente plástico, que parece flotar.
Encuadro el extraño objeto y esto es lo que se ve en la fotografía...
Una de las ventanas superiores aparece cubierta por una especie de bolsa de plástico negra. En el margen derecho inferior de la foto aparece una extraña forma etérea, algo así como una bruma ...
Los hierbajos y la maleza abundantes brotan entre las pocas piedras del suelo, casi todo él de tierra muy apelmazada y como con señales de haberse aplanado adrede mucho tiempo atrás. Y, los restos de un árbol solitario, muy añoso ya, pero con alguna rama reseca que parece querer proteger la pequeña integridad del edificio que se desmorona casi sepultado entre los montículos de tierra acumulada debido a los derribos de la zona o del paso del tiempo. Estos caserones vacíos y silenciosos son tan atrayentes porque nos revelan el contraste entre lo nuevo y lo viejo, la vida y la muerte. Antes de alejarnos de este cascarón vacío paseamos la mirada por sus amplios ventanales, galerías balconadas y el precioso y elaborado friso que ciñe todo el caserón, nos imaginamos sus salones huecos y lo que alguna vez albergaron.
“Aquí ha muerto gente” esta frase ronda mi mente y aunque desconozco la historia del caserón, algo en su imponente fisonomía lo revela. Crimen y castigo, seguro que me equivoco, pero mis sensaciones nunca me engañan. Quizá hablo demasiado de la muerte…Será porque la temo y, en cierta manera, la intuyo.
En primer lugar, puede que sea una mierda, no te lo discuto... Si has leído bien el artículo, sólo se trata de una apreciación subjetiva inspirada por el deplorable aspecto que presenta este edificio en ruinas... Ahora está reformada y seguro que ya no tiene ningún atractivo, al menos para mi... Pese a tu comentario, un saludo..
ResponderEliminarPor cierto, todos los edificios son normales, es la imaginación o el propio inconsciente colectivo, el que los convierte en excepcionales...
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