LA MORADA DE LOS MUERTOS

Barcelona es una ciudad europea que sorprende al visitante con la belleza de sus iglesias góticas, con su impresionante casco antiguo, con el cosmopolitismo de sus Ramblas y con sus abundantes cafeterías tan acogedoras en los fríos días de invierno. Pasear por sus calles empedradas llenas de edificios modernistas puede ser muy atrayente, pero nada comparable a descubrir la belleza arquitectónica que atesora en su interior uno de los cementerios más carismáticos de esta ciudad.


Visitar un cementerio puede ser algo poco atrayente incluso si pertenece a una ciudad tan bella como es Barcelona. Sobre todo si su existencia nos recuerda el inexorable destino que nos espera. Sin embargo, el mundo está lleno de enigmáticos cementerios de los que se cuentan hermosas leyendas. Camposantos repletos de historia y donde tienen su última morada ilustres personajes. Estos lugares tan tétricos son ideales para fotografiar estatuas y monumentos que no parecen terrenales. Recorrer esas vías llenas de esculturas y monumentos funerarios nos revelan el pasado de unos personajes que vivieron en otro tiempo.


Hoy os voy a hablar de uno de los cementerios más hermosos del mundo y es que nadie discute la grandiosidad de toda la riqueza arquitectónica que atesora en su interior.


Asombra la increíble muestra de estilos artísticos empleados en la ejecución de los ostentosos mausoleos. Templos griegos, góticos, modernistas, crean espacios tan llenos de encanto, que, incluso, en los más abandonados, la presencia furtiva de palomas y gorriones descansando sobre las frías losas de mármol solitarias le confieren más encanto, quizá pueda ser el alma en pena de algún muerto. Así de cercana esta la línea entre la vida y la muerte.


Es tanta la inquietante belleza de sus monumentos funerarios que te deja sin aliento. Contemplar la gran cantidad de lápidas de piedra gastadas y enmohecidas, casi derrumbadas, inclinadas y apiladas unas sobre otras, luchando en un vano intento por conquistar su lugar en el recuerdo. Lujosos panteones deteriorados por el tiempo permanecen sellados a cal y canto mientras cipreses y castaños nos hablan de reposo y paz terrenal.


Estatuas que podrían ser consideradas sacrílegas, se ofrecen en toda su desnudez desafiando al puritanismo y a las buenas costumbres de la época en que fueron creadas. Todo en este bosque de piedra parece cobrar otra dimensión.
Capillas octogonales rodeadas de galerías góticas emergen entre la piedra y la vegetación como devoradas por el olvido y el tiempo. La influencia templaria no permanece oculta entre los muros del camposanto.


Los espectrales mausoleos familiares hablan de que después de todo si que existe la diferencia de clases sociales después de la muerte. Lujosas esculturas de personalidades: ex presidentes, políticos destacados y grandes artistas dan fe de ello.


Contemplar este camposanto es comprender que nos encontramos ante un bosque sagrado del que brotan los elementos funerarios de entre las rocas, la tierra y la vegetación creando un paraje natural que trata de representar la naturaleza en la que los árboles y la vegetación delimita los espacios funerarios.


Caminar por senderos vacíos de vida, pero llenos de rostros desconocidos reflejados en lúgubres fotografías que sonríen desde sus pequeños nichos, rostros en blanco y negro que contemplan desde sus modestos altares el presente incierto, protagonistas de otro tiempo y eternos en la memoria de aquellos que nunca les olvidarán.


Pasear en soledad contemplando los nichos y observando el abandono en que se encuentran, algunos ya en fase de desahucio. Es triste contemplar el penoso estado en el que se encuentran algunos sepulcros, con ese infame deterioro eterno que supone la extinción de una familia.


Los interminables pasillos nos inquietan y aunque no somos temerosas secretamente se intuye la presencia de algún alma errante que atormentada trata de buscar una salida. Con aturdimiento se detienen los pasos ante una impresionante capilla que parece una réplica exacta de la gruta de Covadonga, cuyas puertas se encuentran totalmente abiertas exhibiendo todo el interior, el penoso estado en el que se encuentra su decoración casi manierista provoca desolación y culpabilidad porque se tiene la sensación de que los ojos contemplan algo que está prohibido, pero hay que comprender que no deja de ser una increíble experiencia vital dar un paseo por un lugar como este.




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