LA FIESTA DE LA CALÇOTADA




Entre los meses de enero y abril comienza la temporada de calçots. Esta cebolla tierna, blanca y dulzona, que se cuece al fuego con brasa y se come con las manos. Se acompaña de una salsa, el romesco, que se compone de tomates, cebollas, ñoras (una variedad de pimiento), guindillas secas, almendras y avellanas tostadas. Los elementos gastronómicos de una calçotada son los propios calçots con su salsa, acompañados de carne y longaniza a la brasa.

Además de su rico sabor, este manjar tiene muchas propiedades alimenticias. En líneas generales, hay que destacar que la cebolla es una planta con un alto contenido en vitaminas y minerales. Se le atribuyen propiedades tonificantes, diuréticas, digestivas e, incluso, afrodisíacas. Así, se ha estudiado que los calçots son buenos para prevenir constipados, para la coagulación de la sangre y aportan elementos esenciales como potasio, hierro, zinc, fósforo y ácido fólico.

Últimamente, cada vez es más fácil encontrarlos en los mercados y supermercados. Antes los comerciantes compraban los calçots bajo pedido pero ahora es un producto habitual en las tiendas, este cambio ha favorecido que se incremente y extienda su consumo.

Y, este año llegan con novedades ya que se presentan en packs con la butifarra añadida para cocinar directamente en el microondas sin necesidad de recalentarnos y ahumarnos con las barbacoas.

La “Calçotada” es una fiesta popular típica de la ciudad del Alt Camp, en Valls que consiste en asar al fuego de sarmientos unas cebollas blancas muy delgadas que han sido cultivadas de forma especial para que queden alargadas. La técnica de cultivo es muy sencilla, se planta la cebolla de modo que quede medio enterrada y posteriormente se va cubriendo de tierra mientras crece y se alarga. Esta acción se conoce con el nombre de “calçar”.

Con el fuego vivo de los sarmientos, el calçot queda negro por fuera y cocido y jugoso por dentro. Durante la cocción, hay que retirar las parrillas del fuego una o dos veces y girar las hortalizas para que se calienten por diferentes partes. Cuando ya están hechos (blandos en la punta y negros por fuera), se guardan envueltos en papel de periódico o de aluminio, para mantenerlos calientes.

Es uno de los pocos platos gastronómicos que precisa de todo un primitivo ritual para comerlo: Se comen de pie, después hay que subirse las mangas y no debemos olvidarnos de usar una prenda imprescindible: el babero.

Ya sólo queda comerlo de la siguiente manera: hay que despellejarlo con los dedos, se estira la piel quemada hacia abajo, entonces aparece el centro blanco y tierno para poder mojarlo en la salsa típica dels calçots (salvitxada, muy similar al romesco) y levantarlo por encima de nuestras cabezas para introducir la punta inferior en la boca, más o menos hasta la mitad de su longitud y se mojan con un buen vino de la tierra. Cuando nos hemos comido los calçots ponemos en la barbacoa rebanadas de pan de payés, butifarras, morcillas y carne variada, en las orillas, para que no se chamusquen directamente sobre las brasas, se ponen las alcachofas, rellenamos los porrones con el vino, ponemos el all-i-oli en la mesa y cuando hemos terminado, pues: ¡¡¡TODOS A DORMIR LA SIESTA…!!!y si es en compañía, mejor...je,je,je.

Prosperidad para toda la región gracias esta fiesta gastronómica que ya no sólo afecta a la ciudad de Valls y al resto del “Alt Camp” sino que se extiende a toda Cataluña. Esta curiosa forma de comer cebollas genera un negocio muy lucrativo valorado en unos 10 millones de Euros.

El auténtico origen del Calçot se atribuye a un campesino que vivió en Valls, en la provincia de Tarragona, a finales del siglo XIX. Casualmente, la necesidad y el hambre obligó a este campesino a poner a calentar en el fuego unos brotes de cebolla y captó el delicioso sabor que tenía ese plato que, a principios del siglo XX, se convirtió en uno de los alimentos habituales de las casas de la región. Con el tiempo, la degustación de los brotes de cebolla a la brasa se convirtió en una gran fiesta popular en toda Cataluña. Pero es Valls donde los Calçots han recibido la Indicación Geográfica Protegida de la Unión Europea.

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