NOSOTRAS Y LOS FANTASMAS DEL PAÍS CÁTARO VIII

Me encantan estas dos reinas, y lo digo, porque la abuela fue considerada en su tiempo como una "Hippie Medieval" por sus excentricidades y modales desinhibidos y, a la nieta, ahora, la podríamos considerar como una activista en pro de los Derechos Humanos. Tanto es así, que Blanca, con 64 años se presentó, a lomos de su caballo, en Nôtre Dame de París, exigiendo al clero que liberaran a los "siervos" que estaban prisioneros en las mazmorras porque no podían pagar los impuestos al clero.

Con autoridad, hizo derribar los grandes portones de la prisión y arrebatándole la maza a uno de los soldados, encargado de custodiar las mazmorras, rompió la cerradura y fue abriendo todas las mazmorras, una a una, y fue liberando a todos los siervos que estaban prisioneros y sin sus modestas posesiones rurales del medieval clero cristiano.

Sin embargo, esta reina tan ejemplar y solidaria, no se puso al lado de la causa albigense, ya que planificó estrategias, junto a su marido Louis VIII, contra los albigenses y sus aliados los templarios. Pero, actuando en nombre de su hijo Louis IX y del Legado, del Papa, Romain, solucionó parte del problema recurriendo a la diplomacia.

Tras este pequeño inciso, encontramos que, la panorámica que se disfruta desde esta parte del recinto es soberbia. Distinguimos en la lejanía como un punto en el paisaje, la figura inconfundible del castillo de Queribús y las cumbres nevadas de los Pirineos a sus espaldas.

Es una experiencia inolvidable la de contemplar como se expande la muralla hacia el Sur por el lomo de la montaña y ver las acrobacias aéreas que realiza en el cielo un aficionado al parapente.

Llegamos hasta donde se encuentra la escalinata que conduce hasta el conjunto de la Torre del Homenaje y la Capilla de Sant Jordi.

Después de nuestra muda contemplación volvemos a bajar por la escalera y Antonia hace un gesto con la mano señalando un letrero que hace mención a las advertencias de peligro. Pero, antes de que pronuncie palabra, da un resbalón y cae, quedándose sentada en el escalón. Ocurre todo tan rápido, que no nos hemos dado ni cuenta del percance. Pues, la muy bandida se ha levantado muy ligera y más roja que un tomate, mirando hacia atrás y confiando en que nadie haya sido testigo de su desliz. Pero, puede estar tranquila, que no la hemos visto ni nosotras.

El porrazo no es muy aparatoso, pero se ha dado en la rabadilla, que, como todo el mundo sabe, es el hueso de la risa, y se ha quedado traspuesta.

Oportunidad que aprovechamos para reír un poco y comentar entre nosotras que se deben tener más en cuenta las advertencias de peligro que aparecen en los folletos, ya que estas no suelen ser gratuitas.

Todo el suelo del recinto se halla cubierto de un manto verde de hierba que invita a recostarse en él y dar una cabezadita, después de la costosa subida y la visita.

Tumbadas sobre el césped y rodeadas de piedras milenarias, sentimos en el rostro el agradable calorcillo que nos proporcionan los rayos del sol que, unido al aire puro que respiramos y el penetrante olor que desprende la hierba, pensamos que no puede haber mejor lugar para comer que este delicioso paraje.

Antonia y Laura deciden sacar de sus mochilas algunas de las viandas que adquirimos en Carcasona y que constan de pan de molde, embutidos, queso y fruta para el postre. Nos preparamos unos bocadillos riquísimos y nos ponemos a comer con bastante apetito.

Observamos, con detenimiento, a nuestro alrededor, y vemos que muchos visitantes, también han decidido improvisar una comida campestre en la amplia explanada del recinto del castillo y disfrutar del placer de comer un día al aire libre, en plena naturaleza.

La explanada sobre la que nos encontramos, que debió de ser en otro tiempo el patio de armas del castillo, ahora se llena con la algarabía de las risas juguetonas de los niños y los padres que retozan en el césped, bajo la mirada complaciente de las madres.

Tanta felicidad y armonía contrasta con el estado de ánimo que empieza a hacerse patente en nuestras amigas. La tristeza se presenta cuando son conscientes de que este viaje tan maravilloso toca a su fin.

Laura se lamenta amargamente y casi llora cuando nos presenta el panorama que le espera al día siguiente cuando vuelva a su despacho, donde se encuentra prisionera en un cuchitril estrecho de cuatro paredes peladas, sin ventanas, desprovista de la luz del sol y sin respirar el aire puro, y, como única ocupación, atender una centralita, sin relacionarse con nadie.

Carmen, para no ser menos, se queja de su triste vida social y de su odiado trabajo, nos comenta que en estos cinco días ha sido más feliz que en toda su vida y que le gustaría poder realizar más de un viaje al mes.

Nosotras, Antonia y yo, sabemos que están entrando en una fase de chantaje emocional y creemos que lo que están buscando es que hagamos más viajes. Pero, nosotras no nos los podemos permitir, porque nuestra economía no da para tanto y de seguir con sus planes ya nos vemos pidiendo limosna en la puerta del metro. En fin, que, para no crear mal ambiente, no nos hemos comprometido, pero tampoco nos hemos negado.

Mi hermana me comenta que hemos de tener cuidado con ellas porque están intentado manipularnos y eso no le gusta. Mientras me habla, contemplo a Carmen y Laura que están más animadas con la promesa de un nuevo viaje, las veo hablar entre ellas y reír, con ganas. Las observo mientras pienso en lo tremendas que son esta pareja.

Con respecto a la felicidad, pienso que no procede de las cosas exteriores como son la fama, el dinero, la ambición, los viajes, ya que estos últimos se pueden convertir en una droga, sino que se tiene que encontrar en el interior de uno mismo. Eso sí, buscando la compañía de un buen grupo de amigos que nos hagan la vida más agradable. Tenemos que superar nuestros miedos, aquellos que nacen de la ignorancia y del miedo a los dioses y a la muerte. Pues, sólo controlando nuestra mente, las circunstancias externas no nos podrán afectar.

Epicuro, un gran sabio del período helenístico, fundó su escuela "El Jardín", a los 35 años y se dedicó toda la vida a reflexionar sobre el hombre solo y cosmopolita. Un hombre inmerso en una crisis Universal. Un mundo que cambiaba demasiado deprisa para que el hombre se sintiera cómodo en él. Creó una especie de comuna, de secta, donde se reunía con un grupo de amigos que se tenían por sabios y llevaban una vida retirada y tranquila. Epicuro vivió en este jardín hasta el día de su muerte, poniendo en práctica sus enseñanzas para llevar una vida feliz.

A causa de su grave enfermedad dedicó toda su existencia a buscar el camino que conduce a la felicidad individual, a la paz interior, al descanso y a la tranquilidad del alma.

Su filosofía en torno a la muerte se concretó de la siguiente manera:

Las muerte, no es nada para nosotros, porque cuando vivimos, la muerte no está presente, y, cuando la muerte está presente, entonces nosotros ya no existimos. Pero, Epicuro, sabio maravilloso, no nos dejó ninguna pauta acerca de cómo deben enfrentarse al dolor los que se quedan aquí, cuando los otros ya se han ido.

No se sabe a ciencia cierta de qué enfermó quizá de cálculos renales, cáncer de vejiga o de estómago, lo cierto es que padecía muchos dolores. Pero, la realidad es que siempre fue feliz. Después de catorce días de dura enfermedad, entró en una bañera, pidió un vaso de vino puro, lo bebió y después de aconsejar a sus amigos que siempre mantuvieran en la memoria su doctrina, se suicidó.

El modo de vida que llevaba en su jardín; junto a sus amigos, entre los que se contaba su familia, gente de todas las razas, mujeres libres, hetairas (antiguas prostitutas), siervos, esclavos; era modesta y simple. Se contentaban con agua, pan, y, un vaso de vino y a veces pedían un poco de queso, también se alimentaban de los productos que daba un pequeño huerto que se encargaba de cultivar este sabio maravilloso. Llevaban un régimen de vida sencillísimo y frugal.

Para Epicuro, la felicidad radicaba en llevar una vida hedonista, perseguir el placer como un fin en si mismo, y, la ausencia del miedo. Y, es que, una vida dominada por el miedo al dolor, entendiendo como dolor las enfermedades, las preocupaciones y la muerte, sólo esclaviza al hombre. Y, esa era su tarea principal, liberar al hombre de sus temores y dolores más atávicos, es decir, aquellos que atormentan al hombre. Enseñaba en su jardín cómo escapar a los sufrimientos del alma, el camino a la felicidad y a la buena vida.

En un mundo dominado por el terror colectivo, Epicuro propuso una felicidad basada en la responsabilidad personal. El hombre sabio es aquel que consigue orientar su vida hacia la felicidad que encontraremos sólo en los placeres naturales del cuerpo y el alma, una vida de conocimiento, de búsqueda de la felicidad. Sólo así conseguiremos nuestra plenitud mental y física.

Ningún filósofo de la humanidad ha sido tan calumniado y vejado, como Epicuro. Llegó a ser calificado, erróneamente, como el materialista, el hedonista, el negador de la inmortalidad del alma y de la providencia divina, y, por tanto, el enemigo de la religión y del Estado. Tanto es así que, los seguidores de Epicuro fueron perseguidos, ejecutados y llamados "puercos" por sus fieros acusadores.



LAS GORGES DE GALAMUS Y EL DESFILADERO DE PIERRE-LYS



Después de la frugal comida, salimos en dirección a las Gorges de Galamus. Seguimos por la carretera D14 hasta Duilhac, y, desde aquí enfilamos hasta el desfiladero. Somos, plenamente, conscientes de que vamos tras las huellas de los cátaros que consiguieron huir de Montségur y Queribús, lo hicieron siguiendo un camino que, partiendo de la Montaña de Montségur cruzaba los Pirineos atravesando las Gorges de Galamus y el desfiladero de Pierre-Lys, para adentrarse en Cataluña, cruzando poblaciones como Bellver de Cerdanya, Gósol, Bagá, el Santuario de Queralt. Una ruta de unos 198 km, que, en la actualidad aún se realiza y que dura ocho días, y, que se llama "el Camí del Bons Homes", se supone que fueron ayudados por los caballeros templarios, llegando, incluso, a defenderlos con sus propias armas.

Pero, la implacable Inquisición iba a seguir persiguiendo y ejecutando en la hoguera a los cátaros durante más de 66 años, hasta que, en el año 1321 fue apresado el último cátaro, Belibaste y condenado a morir en la hoguera, en el centro de la plaza de Villerouge-Termènes.

Tardamos, aproximadamente, poco menos de una hora en llegar a este impresionante paisaje que ha formado el río Agly, excavando, pacientemente, en la roca y dando lugar a cañones y montañas escarpadas. Se extiende en más de dos km. entre los departamentos de Ariege y Pirineos Orientales. Ubicado en el municipio de Saint Paul de Fenouillet, rodeado por los castillos cátaros, siendo esta la razón por lo que se supone que fueron utilizados por los cátaros en su huida hacia España, concretamente, hacia Navarra.

Tenemos ante nuestros ojos un desfiladero impresionante de 1600 metros de recorrido y un desnivel de 65 metros, con paredes de más de 100 metros de altura, semejantes a grandes titanes. Observamos la vegetación que crece en sus imponentes laderas, encinas, enebros, y toda una variedad de pequeños arbustos. Contemplamos admiradas a las águilas revoloteando sobre los picos agrestes de estos acantilados rocosos que alcanzan alturas vertiginosas, o, directamente, planeando sobre nuestra carretera.

Esta carretera fue construida en 1890 por un ingeniero español, llamado Ventura, y, siete obreros, que realizaron este trabajo titánico de construir una carretera impresionante a plomo sobre el acantilado, incluida la excavación del túnel de acceso. Dando origen a un trazado sinuoso y estrecho que se aferra de manera desesperada al borde del acantilado. Su anchura da para un solo coche, pero existen constantes aparcamientos para permitir los cruces.

Hacemos un alto en el camino para contemplar la impresionante incisión de más de 500 metros de profundidad que el río ha provocado en la piedra caliza. Observamos que el río se desliza ruidoso a unos 100 metros por debajo de la carretera. El paisaje que se ofrece a nuestros ojos es un maravilloso barranco por donde el agua discurre superando pozas y abundantes charcas. Es una maravilla de la geología y la abundancia de saltos de agua, toboganes de piedra, y espectaculares descensos entre las rocas, es todo un paraíso para la diversión. También descubrimos un hombre vestido con un traje de neopreno y eso significa que deben de existir por la zona pasadizos subterráneos inundados, todo el conjunto geológico de la zona es una maravilla de la espeleología, y, yo daría un mundo por saber bucear…

Llegamos hasta el mirador y unos turistas nos informan de que el acceso hasta la ermita troglodita de Saint Antoine de Galamus está cerrado y nosotras nos llevamos un berrinche, no lloramos, pero poco nos falta. Estas personas nos han dicho que hay un problema en la escalinata de acceso al eremitorio.

La ermita de Saint Antoine de Galamus fue fundada a mediados del siglo XVI por los frailes franciscanos, utilizando las cuevas naturales que ya estaban habitadas por ermitaños desde el siglo VII. Se alza a una altitud de 376 metros en el desfiladero y parece dibujada entre la roca. Un corto sendero permite acceder al lugar.

Conocemos la existencia de la bonita capilla del Ermitaño que se construyó, después de un supuesto milagro, aprovechando una cueva natural en el acantilado.

Numerosos vestigios encontrados en la zona nos hablan de que nuestros antepasados encontraron refugio en estas cuevas de piedra caliza. Posteriormente, durante el siglo VII las grutas de Galamus se han convertido en un refugio para los ermitaños. Ellos construyeron sus humildes celdas, viviendo en oración y abstinencia. Y, tanto, es así, que el último ermitaño documentado, murió de hambre y frío. El sitio se halla bajo la protección de San Antonio el Grande, el Patriarca de los monjes del desierto.

Este lugar tan peculiar atesora muchas leyendas, pero hay una que podemos considerar la más importante y que trata de dos famosos trovadores de la zona, que mantenían una buena amistad desde la más tierna infancia. Pero que, desgraciadamente, se enamoraron de la misma mujer y los celos y la envidia tejieron una red de bajas pasiones que culminó con la muerte de uno de ellos en una cruel emboscada a manos de unos bandidos que actuaban por la zona.

Cuenta la leyenda que, encontrándose los dos trovadores en los acantilados de las Gorges, fueron atacados por los bandidos y mientras estos últimos asesinaban a uno, el otro trovador aprovechó la confusión y huyó del lugar salvando su vida y abandonando al amigo a su suerte. Una vez consumados los hechos, y, sembrada la duda, el trovador trató de explicarse ante la gente del lugar que ya no daba crédito a sus palabras y le acabó marginando y despreciando. Entonces, en un intento por purgar su cobardía o una posible traición decidió irse a las cruzadas donde siempre se ponía en primera línea de fuego con la intención de sucumbir a los feroces ataques de los sarracenos.

Pero, la suerte estaba con él y como sobrevivió a las cruzadas, interpretó su buena estrella como un perdón divino y decidió volver a las Gorges de Galamus en busca de la mujer de sus sueños, la hermosa Silvina, pero la desgracia, que ni siquiera rozó al cobarde trovador, se había cebado en la muchacha, ya que cuando regresó de Tierra Santa, se encontró que había muerto víctima de una plaga que asoló la región.

El trovador incapaz de soportar tanto dolor por el fallecimiento de la mujer que amaba se lanzó al abismo desde el punto donde se encuentra, en la actualidad, el eremitorio. Pero, ni aún así fue perdonado por Dios ya que su alma quedó prisionera y está condenada a vagar eternamente por la garganta. Y, cuenta la leyenda, que aquellos que acuden a visitar las Gorges de Galamus y están apenados por la pérdida reciente de un ser querido pueden escuchar los lamentos del trovador errante.

Impresionante leyenda que incluye una moraleja muy antigua y es que no hay perdón para aquel que traiciona la amistad más sagrada y que las enfermedades y la muerte no son castigos divinos ya que una vida larga, pero privados de lo que más queremos, de lo que es más importante para nosotros, puede llegar a ser el más cruel de todos los castigos.

Una vez visitadas las Gorges de Galamus, decidimos pasar lo que queda de tarde en Colliure, pero antes, nos acercaremos hasta el desfiladero de Pierre-Lys y el Agujero del cura.

Constituye uno de los principales cañones del río Aude. Se creó hace millones de años por el paso del río Aude a través de la roca arenisca. Este desfiladero es precioso, pero, me resulta un poco claustrofóbico ya que aparece encajonado entre altos acantilados. Es un paso muy justito y confiamos en no encontrarnos con otro vehículo en sentido contrario.

En esta parte, encontramos una vegetación rica en hayas, abetos, pinos silvestres y robles blancos. Esta zona acoge uno de los grandes valles pirenaicos más variados con la presencia de sus angostas gargantas y desfiladeros. En lo más estrecho, la carretera y el río rivalizan serpenteando por un valle, de unos 10 metros de ancho, que sirve de cuna a impresionantes murallas rocosas de unos 300 metros de altura.

Félix Armand, natural de Limoux, en 1774 fue nombrado párroco de Saint Martin de Lys, una pequeña aldea encajonada en el desfiladero del Aude. Este lugar, al igual que el conjunto del valle alto, se ve afectado por la cercanía de las paredes verticales y lo abrupto del desfiladero, constituyendo un peligro para los viajantes que corrían un gran riesgo al recorrer los caminos del alto precipicio.

Félix Armand ideó un proyecto para crear una carretera popular, que uniera Carcasona, Perpiñán y España a través del desfiladero para que los viajeros la pudieran utilizar. Él se hizo cargo de todos los gastos y siendo consciente de los riesgos que corrían, utilizó a sus propios feligreses en el trabajo. La obra quedó interrumpida por la Revolución Francesa y tuvo que buscar refugio en España. Su excelente trabajo mereció el reconocimiento de las autoridades y la construcción continuó bajo el gobierno del Primer Imperio y la Restauración.

El Agujero del cura se encuentra en las cercanías de Belvianes et Cavirac y es un impresionante túnel excavado en la roca. La carretera continua su curso encajonada entre impresionantes acantilados pelados de vegetación. Y, mientras tanto, nos llega el rumor del agua que lleva el río y que desde el coche nos parece fresca y cristalina.

Hacemos una parada en el trazado de la carretera, para descansar un poco y para hacer nuestras necesidades ya que llevamos un rato largo montadas en el coche y empezamos a estar un poco hartas.

Transcurrido un tiempo reemprendemos la marcha rumbo hacia Colliure, seguimos la misma carretera, pero en dirección contraria. Tanta curva me marea, nunca se le ve el final, y, creo que a mis compañeras les debe de pasar lo mismo. El paisaje pétreo con el que nos vamos cruzando amenaza con engullirnos en cada curva de este recorrido tan vertiginoso. Carmen conduce un poco alocada y es que me parece que tiene ganas de abandonar este laberinto de piedra. Desde el vehículo me llega el sonido atronador del agua al despeñarse tumultuosamente por los barrancos y ese sonido tan particular casi me relaja.

Con la última parada damos por concluida la visita a los desfiladeros del Languedoc y reempredemos la marcha hacia la costa. Seguimos por la comarcal D117, es decir, la carretera que construyó Félix Armand, y, nos dirigimos hacia Colliure. Pronto, vuelven a aparecer los cultivos de viñedos que ya se han convertido en una constante de nuestro viaje, inmensos campos de viñas en páramos desolados, no hay otra vegetación que nos alegre la vista a parte de matorrales, arbustos bajos y plantas aromáticas. En fin, lugares azotados por el cruel flagelo de la tramontana que arrasa todo lo que encuentra a su paso.

Mis ojos contemplan un paisaje de suaves colinas, recortadas contra una línea de horizonte de piedra. La carretera por la que circulamos registra poco tráfico, pero me parece que está dibujada sobre la tierra que va recorriendo de manera sinuosa. Carmen se va tragando las curvas a gran velocidad, seguramente, confiada en la ausencia de tráfico. Se nota que tiene ganas de abandonar la monotonía de estas tierras tan desiertas y austeras.

Parece que hemos invadido una zona virgen, donde todavía no ha llegado la mano del hombre. Pero, ya comienzan a hacer acto de presencia las torres de alta tensión a ras de carretera que anuncian la presencia humana en pocos kilómetros.

Al cabo de un buen rato, parece que se detecta en el horizonte las primeras señales de vida que la lejanía ha convertido en pequeños puntitos blancos. Pequeñas aldeas de casas blancas, tristes y solitarias que seguramente deben su existencia a estas viñas.

Miro hacia el horizonte tratando de descubrir el mar Mediterráneo en la distancia, pero, es imposible, sólo se ve un gran risco coronado por uno de los castillos cátaros que hemos visto por la mañana y que por su situación geográfica debe de ser el de Queribús. ¡Qué imponente! ¡Qué altivo! y poderoso me parece ahora que lo veo sentada cómodamente desde el coche.

En este momento, comienza a soplar la Tramontana con toda su potencia y Carmen tiene que hacer un gran alarde a la hora de controlar el coche. Luchando con denodado esfuerzo llegamos hasta las inmediaciones de donde se halla nuestro antepasado prehistórico, el hombre de Tautavel. Nos hubiera gustado visitar este museo, pero no nos ha dado tiempo. En verdad son bastantes los sitios turísticos que nos hemos dejado en el tintero, como por ejemplo, el Castillo de Puilarens y su vaporosa y fantasmal Dama Blanca, que como sólo hace acto de presencia a medianoche, no hay peligro de que nos encontremos con ella; la Abadia de Fontfroide; Toulouse, la ciudad rosada; el castillo de Termes, etc…

Ya casi llegamos a nuestro destino y, por fin, dejamos atrás esta carretera tan solitaria, desapacible e interminable, confieso que ya nos estábamos poniendo un poco nerviosas.

En la Costa Vermeille, el Mediterráneo ha sabido preservar su lado más salvaje, esta Costa Bermeja es un punto de encuentro entre el Mediterráneo y los Pirineos. La carretera avanza tortuosa alrededor de calas de arena gruesa e impresionantes formaciones rocosas y es la piedra de color bermellón lo que da nombre a esta costa.

Colliure se encuentra a 26 km de la frontera española, las aguas mediterráneas bañan sus rocas en las estribaciones de los Pirineos.

Cuando llegas a Colliure, lo primero que quieres ver es la Tumba de Antonio Machado, esa tumba, dicen, que siempre está llena de flores frescas y de los sentimientos derramados de todos los que nos acercamos hasta ella.

Penetramos, silenciosamente, en el recinto del pequeño cementerio donde se encuentran los restos mortales de Antonio Machado, nuestro poeta favorito, y, su madre, Ana Ruiz, como reza en su lápida. Se encuentra al entrar, siguiendo recto unos metros, a mano derecha.

Tumba sencilla y a la vez grande la de este hombre que se marchó de este mundo ligero de equipaje junto a su madre. Me siento emocionada cuando contemplo el gran homenaje que recibe diariamente este insigne poeta de la generación del 98, la multitud de ofrendas, de banderitas mustias por el paso del tiempo y pequeñas lápidas de cerámicas en las que se rememoran sus poemas más bellos. Tanta frialdad es la que desprende la piedra enmohecida y gastada por el tiempo y tanta es la devoción que le rendimos nosotros como modernos peregrinos civiles que no nos olvidamos de la grandeza universal de este hombre.

Qué poco me gustan los cementerios, pero que entrañable me parece éste, paseamos entre sus árboles centenarios, con sus modestos panteones encalados y adornados con flores y fotos. Aquí todo es natural, incluso los callados y apasionados homenajes que se esconden en su última morada nos revelan poemas premonitorios que impactan como piedras.

Cuánto duele comprobar que Antonio Machado se autoexilió de la dictadura franquista y llegó a Colliure en enero del 1939, gravemente enfermo y sin equipaje porque lo perdió en el tren, con su madre anciana a cuestas y preguntándole "cuando llegamos a Sevilla", para morir un mes después, el 22 de febrero de 1939, como todo el mundo sabe…

Las causas de su muerte se hallan en la tristeza que le embargó cuando vio en qué se había convertido su patria tan querida. Su madre, moriría tres días después. Convirtiéndose en todo un símbolo del sufrimiento de los millones de republicanos que vivieron la misma situación durante los años de la Guerra y la Postguerra.

Junto a su tumba cada año, a diario, se depositan en un buzón las miles de cartas en todos los idiomas que llegan hasta el cementerio de Colliure, dirigidas a Antonio Machado.

Hemos pensado entre las cuatro, como peregrinas civiles, presentar un homenaje póstumo a este gran hombre que no sobrevivió a sus propias circunstancias. Escribimos uno de sus poemas más hermosos en una hoja de papel y lo colocamos bajo una piedrecita, para que no se lo lleve el viento. Es nuestra huella testimonial de la visita y esperamos que permanezca junto a las flores frescas, cartas y notas plastificadas , placas de bronce, o tierra traída de otras partes del mundo que la gente va dejando cuando viene a visitar esta humilde sepultura.



… CAMINANTE SON TUS HUELLAS

EL CAMINO NADA MÁS.

CAMINANTE NO HAY CAMINO

SE HACE CAMINO AL ANDAR.

AL ANDAR SE HACE CAMINO

Y AL VOLVER LA VISTA ATRÁS

SE VE LA SENDA QUE NUNCA

SE HA DE VOLVER A PISAR…



Después de esta emotiva visita al camposanto de Colliure, nos perdemos por las calles empedradas, de esta población tan pintoresca, tranquilas y evocadoras por donde corre y se esfuma la brisa del mar y, buscamos el viejo espíritu que conquistó a los artistas fauvistas, aquellos que se inspiraron en la explosión de la luz y color que desprende esta población de la Côte Vermeillle. Matisse, Braque, y tantos otros, reaccionaron ante la exuberancia paisajística de este lugar y arrebatados por un violento uso del color consiguieron sus impactantes obras de arte.

Y, ese viejo espíritu aún pervive y no deja de encantar a los turistas que incansables buscan las reminiscencias de aquella lejana vida cultural que animaba la ciudad en sus callejuelas, donde todavía exhiben sus coloristas obras los modernos bohemios.

Contemplamos las preciosas casas protegidas por los austeros cipreses, con sus bellas fachadas estucadas en vivos colores; luminosas ventanas pintadas de azul claro, imitando fielmente el radiante cielo azul; sus bellos rincones comunicados entre sí por viejos pasadizos. Y, como bello contraste, la playa, muy bien resguardada, acoge a las preciosas barcas varadas en la arena que destacan por su alegre colorido. Ofrecen una bonita estampa marina y es, básicamente, el tema pictórico escogido por la mayoría de pintores, empeñados en capturar la magia de la luz de Colliure en sus lienzos.

Preciosa y colorida población con flores por todas partes que exhalan dulces aromas que se mezclan con los marinos, creando una atmósfera que enerva los sentidos, así es Colliure una amalgama de aromas y colores que se juntan y seducen al visitante. ¿Qué es lo que tiene Colliure?. Yo no sabría decirlo, pero lo cierto es que está considerada como "la ciudad de los pintores". Esa es su esencia. Se respira arte hasta en el rincón más oculto.

El momento no puede ser más bello, pese a que la tarde amenaza tormenta. La luz cenital de la tarde se refleja en la estela rizada del mar adquiriendo una tonalidad plateada, debido a los densos nubarrones que cubren el cielo.

Tranquilidad y relajación es lo que desprende esta apacible localidad del Languedoc, donde las horas no pasan, y, perder el tiempo es todo un arte…

Descubrimos una intensa vida comercial en sus rincones más ocultos, tiendas de ropa, de recuerdos, de chocolate, bares de copas, completamente atestados de turistas tomando un café calentito, porque ahora hace mucho frío. Y, aprovechamos para hacer nuestras compras, pequeños detalles con los que contentar a nuestros padres.

Paseando, llegamos hasta el muelle donde descubrimos el viejo faro del pueblo, ahora convertido en campanario, rematado por una pequeña cúpula. Su aspecto me recuerda a un imponente falo dominando la bahía.

Una pequeña bahía resguardada por un lado, por el imponente edificio grisáceo de la Iglesia de Nôtre-Dame-des-Anges, para su construcción se utilizaron antiguas fortificaciones y el antiguo faro de la localidad, ahora convertido en campanario. La poderosa envergadura de la torre aún parece conservar su antigua función, la de vigía. Y, por el otro lado está protegida por la maciza construcción de un impresionante castillo en la misma orilla del mar, el Château Royal, antiguo lugar de veraneo de los Reyes de Mallorca.

Nos encontramos en el muelle descansando y contemplando el violento choque de las olas contra el faro-campanario, totalmente subyugadas ante la fuerza de los elementos cuando vemos salir un hombre del mar con traje de neopreno cargado con una bolsa llena de erizos de mar. Nosotras, que no somos muy discretas que digamos, nos quedamos mirando al hombre, más por curiosidad que por otra cosa. Éste capta nuestra atención, nos mira y nos dirige una agradable sonrisa, señalando su bolsa nos invita a probar su manjar. Nosotras que jamás hemos probado estos animalitos pinchosos, rechazamos la gentil proposición, dándole las gracias. Él se ríe y ante nuestros ojos saca un erizo de la bolsa, lo parte por la mitad, y se lo come igual que si fuera un higo maduro, y nos dice, chapurreando en castellano, que está muy bueno y que nosotras nos lo perdemos.

Una vez visitada la ciudad nos acercamos en coche hasta un acantilado cercano que no tiene nada que envidiar a los de Cantabria. En este lugar se encuentran los restos de un antiguo fortín que sigue el mismo modelo arquitectónico de Vauban. Pero, no se puede visitar, porque está cerrado, nos tenemos que conformar con disfrutarlo desde fuera. También existen pequeños nidos de ametralladoras de la guerra diseminados por la zona y enterrados bajo tierra.

El paisaje que ofrece me parece impresionante y desolador al mismo tiempo, un manto de hierba verde cubre toda la superficie sobre la que nos hallamos y crecen pequeñas plantas silvestres, como las margaritas amarillas.

La tarde va empeorando, los negros nubarrones parecen portadores de una lluvia torrencial y la tramontana arrecia, se impone ante nosotras y nos impide avanzar porque la violencia del viento es brutal así que le plantamos cara cubriéndonos la cabeza con la capucha de nuestros parkas.

Impresiona la fuerza de los elementos en esta parte del Languedoc, pero no deja de ser algo muy atrayente. De repente el viento se detiene y comienza a caer una leve llovizna que va adquiriendo una gran intensidad, buscamos refugio a toda velocidad en nuestro coche, y, en un momento toda la atmósfera se torna claroscura y la lluvia torrencial llega acompañada se una bruma grisácea que se extiende por todo el páramo circundante.

Sentimos con incomodidad como cala la lluvia fría en nuestros cuerpos, mientras corremos con auténtica desesperación sobre el sendero encharcado que conduce hasta el coche. Estremecimientos de frío y terror nos acometen cuando comienzan los espectaculares relámpagos y los truenos ensordecedores, y, cuando, por fin, alcanzamos el cielo protector de nuestro automóvil, empapadas hasta los huesos, respiramos tranquilas.

Carmen deja atrás el acantilado y ya nos lleva hacia la Autopista, antes de que sea demasiado tarde y con las inclemencias del tiempo y la lluvia, toda esta zona acabe inundada. El vehículo trata de abrirse paso entre la densa cortina de agua que se abate sobre el coche, y, a través de la ventanilla apenas divisamos la gran cascada de agua que se lanza sobre nosotras.

Y, aquí acaba el viaje, y, en esta triste despedida llora el cielo del Languedoc y nosotras casi lloramos, mientras nos vamos alejando de esta maravillosa tierra que no es ni Francia, ni España, sino Cataluña. Hemos visto el Sur de Francia desde otra perspectiva, o, mejor dicho, desde otra dimensión más humana y cercana, nacida desde el propio descubrimiento que se nos ha ido ofreciendo y que hemos tratado de disfrutar de una manera lúdica. Hemos gozado de una diversidad geográfica muy rica desde las cumbres nevadas de los Pirineos hasta la costa mediterránea. Hemos sentido en nuestra piel el azote de la tramontana y la frialdad de la pegajosa niebla. Hemos vivido las excelencias del agua que en esta tierra es una bendición ya sea en las quebradas, en el mar, en el Canal, pero que también se puede convertir en una maldición, como ocurrió en Puivert, en Lagrasse, en Mirepoix.

Nos ha sorprendido gratamente la presencia silenciosa de sus variados cementerios algunos típicamente mediterráneos y, otros, con una clara influencia anglosajona. Y, qué podemos decir de sus maravillosas ciudadelas medievales, todavía ancladas en el pasado y ocupadas por aquellos antiguos fantasmas occitanos, que se niegan a abandonar sus lugares de origen, o quizás, lo que hacen es esperar a alguien, que todavía estar por llegar… ¿Quién sabe?…

CATALINA CAZORLA

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