EL ÚLTIMO TURNO




Es medianoche y una niebla espesa se abate como un pegajoso sudario sobre el aparcamiento del Complejo Comercial.

La ausencia de vehículos llena de soledad y silencio un recinto en el que hace apenas unas horas reinaba una bulliciosa animación, que impregnaba de vida el lugar.

 La bruma desdibuja los objetos y arranca guiños a las luces de las farolas. Una atmósfera irreal se apodera lentamente del lugar cuando un lobo, desde el bosque cercano, aúlla a la luna que permanece oculta tras oscuros nubarrones, dueña absoluta de los pensamientos y pasiones humanas. Un reflejo de un color anormal brota en medio de la oscuridad y tiñe momentáneamente de un extraño tono azulado los árboles, inquietando a todas las criaturas que moran  en el lugar… Al poco tiempo, todo vuelve a estar oscuro y negro como la boca del infierno, sólo la luna, desde el cielo, se filtra a través de los tortuosos árboles. Pese a que la oscuridad lo envuelve todo, un grupo de sombras furtivas abandona el bosque y se encamina con paso vacilante hacia el complejo comercial…. Un desagradable graznido de aves acompaña a la espectral comitiva.

Mientras tanto, en el interior, el vigilante, en su primer día de trabajo, realiza su primera ronda nocturna inspeccionando el correcto estado de las salidas de emergencia. Un silencio sepulcral impera en el lugar y sólo se oye el silbido del aire acondicionado…


La soledad más absoluta se apodera del lugar, sólo alterada por el sonido de las pisadas del hombre que avanza con cautela observando los pasillos donde se exhiben todos los productos. Contemplando las cámaras frigoríficas y los armarios metálicos con puertas de cristal siente deseos de apropiarse de algunos de aquellos productos y comérselos…

Tras las inspección rutinaria de toda la gran superficie y con la evidente certeza de que todo se halla en la más absoluta normalidad, se dirige hacia el fondo tarareando una canción de moda, pero escuchando el tintineo de las llaves en la mano, el resonar de sus pisadas sobre el suelo del centro y la voz distorsionada por la gran amplitud del complejo, siente como un pequeño cielo protector sobre su persona que hace más llevadero su ingrato trabajo. Concentrado en la vieja canción, dirige sus pasos hacia el cuarto monitorizado con las cámaras de seguridad encargadas de registrar todas las incidencias que se producen en el centro. El cuarto aparece elevado, casi suspendido en el aire y rozando el techo. La imponente construcción destaca en uno de los extremos del Centro Comercial, unos inmensos ventanales comunican el interior de habitáculo con el exterior.

Accede al cuarto a través de una empinada escalera metálica, el interior es de reducidas dimensiones y la iluminación escasa, por todo mobiliario sólo existe una pequeña mesa y un sillón reclinable. El ordenador que tiene ante sus ojos es un formidable equipo informático que alberga cuatro monitores. En ese momento, se encuentra inicializado, con el software cargado y en modo espera. Hace clic en el icono de iluminación con la intención de intensificar la luz. Se abre una ventana con varios controles deslizantes, hace clic en varios y todos los monitores retransmiten la imagen en blanco negro, simultáneamente, registrando la actividad del centro desde distintos puntos. Toma posesión del cómodo sillón giratorio, dispuesto a afrontar una noche que imagina sin contratiempos.

El vigilante centra su atención en los monitores y su mirada va de un lado para otro tratando de encontrar algo que se salga de la rutina. Pasan dos horas de tranquilidad, cuando se produce un fogonazo en todas las pantallas, una violenta explosión de luz que coge por sorpresa al vigilante y llena de intermitencias todas las pantallas. Durante unos segundos los monitores quedan inactivos. Cuando todo vuelve a la normalidad las cámaras de vigilancia empiezan a registrar extraños fenómenos, en la que controla el mobiliario de jardín se observa que el balancín se mueve sólo como impulsado por una mano invisible. A pesar de la poca calidad de la imagen se pueden apreciar una serie de orbes luminosos que flotan erráticos por la pantalla. El vigilante atribuye las incidencias a algún tipo de defecto ocasionado por el fogonazo, pero decide cerciorarse de que todo transcurre con normalidad, por lo que decide bajar a inspeccionar los extraños fenómenos “in situ”…

Un silencio sepulcral se apodera de todo el complejo y resuelto comienza la exploración tratando de encontrar respuestas a los enigmas. Involuntariamente, el miedo se va adueñando poco a poco del vigilante y comprende que en ese lugar pasa algo raro y que en esta vida no todo tiene una respuesta lógica y racional. Se demora en la sección de Jardinería y busca el balancín protagonista de los extraños hechos, pero ahora se encuentra en reposo. Echa un vistazo general, pero no hay nada que altere la normalidad del escenario.

El hombre se encuentra absorto en sus pensamientos cuando se produce el apagón. Afortunadamente, va equipado con una linterna que no duda en utilizar, cuando la enciende brota un poderoso haz de luz que invade la oscuridad y disipa las tinieblas que ya empezaban a apoderarse del pobre hombre.

El chorro barre el escenario, se desliza por los objetos, las estanterías y el suelo, del escenario, en penumbra. De pronto, escucha unas risas infantiles casi imperceptibles. Enfoca su linterna tratando de buscar su origen, pues ya comienza a pensar que quizá se trate de algún intruso. Por un instante cree ver el remoloneo de un vestido que se oculta tras la estantería. Pero, cree que es una ilusión de sus sentidos sobreexcitados por los extraños fenómenos y el apagón que sólo ha conseguido despertar sus temores más profundos…


Al poco rato, se restablece la electricidad inundando de luz todos los rincones, cuando algo llama su atención, pues acaba de oír un ruido, algo así como un aleteo. Dirige la mirada hacia el techo y cree ver algo alado, en lo más profundo, que identifica con alguna ave que extraviada se ha colado en el interior del complejo.

La iluminación hace que respire más tranquilo y vuelve a saborear la paz y el silencio, pero justo cuando está pensando en dirigirse al cuarto nuevamente llama su atención otro ruido seco, extraño, furtivo, quizá alguna rata. Probablemente, no es nada. Se está dejando influir por los diferentes rumores que circulan entre los vigilantes nocturnos sobre una supuesta maldición. Lo más seguro es que se trate de alguna rata, de esas que habían infestado las viejas galerías subterráneas del centro hasta el punto que ha sido advertido por el departamento de mantenimiento de la colocación de trampas para su captura.

Mientras tanto, siente un cierto desasosiego cuando escucha el susurro del viento en el exterior y decide dirigirse hacia el cuarto monitorizado adentrándose en las profundidades del centro.


Cree que esta rozando la locura cuando ve que surge de la penumbra una extraña figura en uno de los pasillos centrales, la imagen persiste por unos segundos, para desvanecerse al poco tiempo como si fuera humo. El hombre se frota los ojos creyendo que una ilusión óptica. Cuando abre los ojos y ve que una extraña imagen pasa volando frente a la cámara. En otro monitor contempla asombrado al mismo extraño ser que aletea y llega, incluso, a distinguir algunos rasgos de la figura. Durante la siguiente hora el extraño ser alado hace acto de presencia volando frente a la cámara. Un poco atemorizado decide observar desde el ventanal, por lo que manipula los controles del ordenador intensificando la iluminación para tener una mejor visión panorámica de las partes altas del complejo, pero no se ve nada, todo sigue misteriosamente en orden.

El vigilante comienza a pensar que quizá está siendo objeto por parte de sus compañeros de trabajo, de una novatada cruel. O quizá es una víctima inocente de esas cámaras ocultas que tanto gustan a la gente.

Sigue sumido en sus pensamientos, cuando visualiza en otro de los monitores a una señora de blanco que va flotando por los pasillos de la bodega, con la cara oculta por el cabello y se puede apreciar que va flotando por los pasillos. Aparece acompañada de un hombre de negro con gabardina larga y sombrero negro. El vigilante nocturno aún no ha salido de su extrañeza cuando comprueba como la mujer comienza a surgir de la profundidad de la pantalla y penetra lentamente en el cuarto monitorizado donde él se encuentra y caminando vacilante se aproxima de manera inexorable al aterrorizado vigilante que no puede apartar sus ojos de la terrorífica criatura, que todavía mantiene su cara cabizbaja y oculta por la abundante cabellera negra. El tiempo parece detenerse cuando de repente la mujer fantasmal alza la cabeza descubriendo un rostro espantoso, profundas ojeras enmarcan unos ojos sin vida y la palidez cadavérica intensifica el profundo agujero negro que es la boca.

El pobre hombre interioriza la terrorífica realidad y quiere salir huyendo, pero sus piernas no le obedecen, pues la oscuridad de la mente comienza a interponerse entre su visión y sus pensamientos, llenar sus pulmones de aire se convierte en una agonía que nada tenía que ver con el horror, la sorpresa y la incredulidad para librarse del espanto que está viviendo, pero su voz se pierde silenciada en la garganta y una certeza abrumadora se abate sobre el hombre desolado. La oscuridad se apodera de sus ojos y todo ruido es devorado por las tinieblas y la larga noche de los tiempos. El hombre rueda por la pared hasta quedarse sentado y con la espalda apoyada en el dintel de la puerta y una expresión de pánico indescifrable dibujada en el rostro.

El vigilante acaba de huir de este mundo.

Así, fue como le encontraron al día siguiente cuando la GRAN SUPERFICIE abrió sus puertas al público por la mañana.

Voy a hacer una aclaración, aunque mi relato es de ficción, TODOS los fantasmas que aparecen son presencias ectoplasmáticas “reales” detectadas en centros comerciales. Nadie debería avergonzarse por creer en fantasmas. Pero la sociedad en la que vivimos nos induce a pensar que los fantasmas son parte de un mundo donde impera la superchería, el mito, la leyenda, la locura, cosas de niños o simplemente el afán de lucro.

En algún momento de nuestra existencia todos hemos tenido esa oportunidad de ver algo extraño, algo que no puede explicarse de manera lógica y racional. ¿Quizá un gen recesivo, imaginaciones calenturientas?. Quien no se ha preguntado alguna vez si los fantasmas existen, hasta que un día ocurre ante nuestros ojos un extraño prodigio y todas nuestras dudas desaparecen.

Constatar la presencia de fantasmas es algo que va más allá de la realidad material ya que podemos intuir que existen otras dimensiones físicas o psíquicas que con nuestra percepción sensorial es imposibles captarlas. Pero, a veces cruzamos ese umbral y podemos percibir ese tipo de fenómenos físicos, biológicos y psíquicos, que no pueden ser descritos por la ciencia, pero que ciertas personas intuyen. Además es bien conocido que no desarrollamos las capacidades de nuestro cerebro al 100%. Según estudios científicos se ha estimado que sólo empleamos alrededor de un 10%, pero no es seguro porque hay quien insinúa que sólo utilizamos un 2% en función de las actividades que tenemos y podemos llegar a tener. El desarrollo de nuestro cerebro no tiene límites y su evolución es infinita, poco a poco podremos ir evolucionando e iremos desarrollando nuestras habilidades potenciales. Pero nos frena una barrera cultural que paraliza cualquier posible avance y luchar contra esos prejuicios no va a ser fácil ya que existen algunos científicos que no desean que lo paranormal sea investigado, niegan la existencia de estas facultades extrasensoriales. Y, no sólo eso cuando se realiza alguna investigación en el campo de lo paranormal, esos mismos científicos escépticos tratan de desacreditar las posibles pruebas conseguidas, a menudo con argumentos que no resultan aceptables a la luz de la crítica científica. Es una postura totalmente inaceptable y muy poco ortodoxa dentro de la comunidad científica.

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