LOS PÁJAROS DE LA NOCHE




Me gusta pasear por la noche, no hay nada más relajante que los paseos nocturnos sin rumbo fijo, una sensación de paz y equilibrio se apodera de mi alma. En estos momentos disfruto de mi ciudad como si fuera mía y no hay nada que pueda turbar mi placidez.

La noche es pura magia, gozar de su silencio y quietud me hace sentir libre del ajetreo diurno y si hay algo que me gusta es perderme en las ciudades, cuanto más grandes, impersonales y complicadas, mejor. A veces, la multitud de extraños ruidos que pueblan la noche excita mi alocada imaginación y creo ver extrañas figuras palpitantes que se agazapan en oscuros rincones. En esos momentos, tengo la sensación de que una bestia terrible y hambrienta se encuentra al acecho. Hasta mi sombra, en ocasiones, me juega malas pasadas y creo que es un siniestro acosador con las peores intenciones.

Hoy he salido un poco más tarde de lo habitual y ya las calles están libres del agobiante bullicio de la gente, del incesante y contaminante tráfico, cualquier vestigio del hilillo de vida que anima mi barrio es cosa pasada. Hoy se respira en el ambiente algo distinto, incierto, tengo una extraña sensación. Siento que algo se avecina.

Camino absorta en mis pensamientos, mis pasos son lentos y sin rumbo, contemplando con atención los edificios y la luz que irradian sus ventanales y me siento sugestionada por el sonido que desprenden. La intensa observación me hace perder el sentido del tiempo, ya que la vida parece detenerse y es posible escuchar el espíritu de la ciudad. Evito los encuentros con los vecinos porque alteran mi tranquilidad, en esos momentos mis conocidos de siempre se convierten en intrusos y nunca deseo tanto la soledad como en esos momentos. Cruzo calles sin fijarme en los semáforos, pasos de cebra, la noche me convierte en un ser solitario y rebelde. Soy más celosa que nunca de mi intimidad.

Todavía quedan unas horas para que la ciudad sea nuevamente deslumbrada por el reflejo del sol en sus impolutas y blancas fachadas, mientras que en la noche todo se convierte en un ambiente silencioso, roto en ocasiones por el atrevimiento de algunos vecinos que disfrutan del relente nocturno al amparo de sus casas, pero no consiguen quebrar la serena tranquilidad de la noche.

Recorriendo mi barrio me siento protegida. Con las farolas iluminando mi camino y los edificios vigilándome… Sé que nada malo me puede ocurrir.

Llevo paseando largo rato y la noche sigue iluminada por la luna y las estrellas, me siento como una moderna adoradora de los fenómenos celestes y la belleza nocturna que se me revela es tanta que no me he dado cuenta que mis calles conocidas han desaparecido, me encuentro en un lugar que no conozco y siento que se acrecienta en mi interior la inquietud, me siento desorientada y perdida, de repente toda la paz y la serenidad que me ofrecía mi barrio ha desaparecido. Ahora sólo tengo ante mis ojos una ciudad siniestra y llena de oscuras sombras, taciturna y terriblemente silenciosa.

Vagabunda en la noche, me sobresalta un intenso aleteo que procede del cielo, cautelosa opto por ocultarme. Ante mis ojos se presentan una bandada de pájaros que cubre el firmamento con un manto inmenso de negrura. Son los pájaros de la noche que sepultan la ciudad, grandes y pequeños, emiten gorjeos y graznidos. Encontrarlos en mi camino sólo puede ser una señal, un canto a la vida que me parece magnífico, alegra y disipa mis temores en esta noche oscura.

De pronto, una ráfaga de aire frío penetra en mi cuerpo, cuando contemplo como los edificios que se encuentran en mi camino son invadidos por la bandada de pájaros negros, irrumpen como si criaturas del mismo infierno se tratase, emitiendo fuertes alaridos y desde el interior me llega el atronador silencio del vacío que genera la ausencia de vida. Horrorizada, comprendo que la ciudad está desierta. Soy el único ser viviente en esta ciudad de muertos. Todo me parece muy extraño, cuando las aves reinician el vuelo veo en ellas el pelaje de la desgracia y la esencia de la misma muerte. Siguen su rumbo silenciosos y pausados. Sin ser consciente sigo intrigada a estos pájaros dominada por curiosidad.

Al cabo de un rato, los pájaros llegan hasta una odiosa Torre llena de columnas de hierro, tornillos y acero. Contemplo una sombra detestable de la modernidad que se extiende como una mancha de tinta por una plaza desconocida, ningún edificio sobrepasa su altura, imponente domina la plaza como un faro que irradia una luminosidad que se pierde en los edificios desiertos que la rodean, casi muertos de esta insólita ciudad. La gigantesca torre acoge como una madre vigilante a los pájaros de la noche sobre la que se encaraman silenciosos y expectantes. Esta noche de difuntos se acaba de convertir en una noche de brujas y en esta ciudad sólo se escucha retumbar el sonido de mis pasos en la vacía acera entre los edificios. Siento crecer un peligro incierto que intensifica mi imaginación enfermiza cuando confundo los bultos oscuros que forman los edificios en amenazantes sombras negras.

El terror me vuelve cautelosa y sigo avanzando lenta y cuidadosamente, procurando no hacer ruido. Me oculto tras un oscuro rincón porque tengo la certeza de que va a ocurrir algo en los próximos minutos y así sucede, de pronto, una puerta gigantesca se abre y del interior de la torre salen unos encapuchados que van descalzos, porque sus pies no tocan el suelo, y llevan como indumentaria raídas túnicas negras. Las siniestras aves abandonan la torre y encabezando la fantasmal comitiva se dirigen hacia un lugar desconocido.

La extraña procesión de encapuchados me provoca escalofríos y no puedo distinguir sus rostros ya que las sombras los ocultan. Sigilosa y aterrorizada sigo a los extraños personajes cuando veo que las aves se acercan a una casa que se encuentra iluminada, el único punto de luz en esta ciudad de brujas, y se encaraman en el tejado. Mientras tanto, la extraña procesión detiene su marcha delante de la puerta y golpeándola fuertemente tres veces esperan a que se abra.

Una muchacha joven, llorosa y con la mirada perdida, su frágil cuerpo irradia una extraña luz que acentúa la palidez de su rostro. Se abre la puerta lentamente, aparece la muchacha y con resignación se incorpora a la lúgubre procesión portando una vela.

La siniestra comitiva reanuda su marcha entonando unos extraños cánticos, que me provocan escalofríos, precedida de los pájaros de la noche. Se dirigen de nuevo hacia la torre y se pierden dentro de ella con la nueva acompañante.

Todavía no acabo de comprender lo que ha pasado, pero cuando me doy la vuelta, me encuentro cara a cara con un encapuchado, un ser sin rostro y del que me llega una voz atronadora que no parece de este mundo:

- …”Has visto algo que te estaba prohibido, has perturbado el sueño de los moradores nocturnos. Los pájaros de la muerte son presagios de muerte si los has oído cantar ya estás condenada y nunca verás la luz del día”…

Las horripilantes palabras del espectro me hielan la sangre y comienza a formarse en mi garganta un atroz alarido que se lleva un repentino golpe de viento que hace crujir las ramas de los árboles y las ventanas de los edificios..

La siniestra comitiva de espectros penetra en la extraña torre y tras el último encapuchado la puerta se cierra violentamente con un potente rugido que parece salido del mismo infierno.

Mi alma deambula sin rumbo fijo por esta triste noche, convertida en una caminante errante llevo perdida en esta aterradora pesadilla demasiado tiempo. Comprendo resignada que nada soy y nada tengo, quizá ya pertenezco a la eternidad. Esos espectrales pájaros de la noche me acosan, pero yo consigo eludirlos. Su empeño irracional en atraparme no ceja y sé que al final caeré bajo su poder…

Comentarios

Entradas populares