NOSOTRAS Y LOS FANTASMAS DEL PAÍS CÁTARO IV




Después de una jornada tan agotadora, cuando llegas, por fin, a tu alojamiento, sólo piensas en una cosa, en darte un baño bien caliente que relaje y revitalice el cuerpo. Antonia y yo nos rifaremos el primer turno. Primero me baño yo, y mientras tanto, Antonia trata de llamar a casa para informar a nuestros padres de que lo estamos pasando muy bien y que se queden tranquilos, pues ya estamos recogidas en el hotel.

Al cabo de un rato llaman a la puerta de nuestra habitación nuestras amigas recién bañadas, perfumadas y muy hambrientas. Ya, juntas, pensamos en organizar la cena ligera que hemos planeado a base del pan de molde, fiambre de carne, el queso, la fruta y las bebidas, entre las que hemos incluido el hipocras que es el vino que nos han servido en el restaurante de Mirepoix.

Nos vemos obligadas a utilizar la cama como mesa, colocamos previamente un mantel de papel que también hemos comprado, y, sobre ella, esparcimos los alimentos que hemos adquirido en un supermercado de Castelnaudary, a bastante buen precio. Cuando sacamos de nuestra mochila la navajita multiusos Victorinox, comprada en Suiza, les hace mucha gracia a nuestras amigas. Y, es que el artilugio tiene su miga. Lleva de todo, alicates, destornillador, lima, tijeras, cuchillo, sacacorchos, lupa, brújula, todo ello plegado en un espacio mínimo, de gran utilidad para los excusionistas y los turistas como nosotros.

Con el estómago lleno y el calorcillo que nos ha entrado con el hipocras, vino reconstituyente y medicinal, que, como su mismo nombre indica tiene algo que ver con Hipócrates, el padre de la medicina moderna. En fin, sea lo que sea, medicinal o espiritoso, la verdad es que nos calienta el gaznate y nos alegra el ánimo, sobre todo a Carmen que después de patatús del Puivert buena falta le hace.

Pasamos juntas las últimas horas de este día tan intenso y charlando sin cesar sobre todos los acontecimientos que hemos tenido la suerte de vivir. Va pasando el tiempo y el sueño no aparece. Es más, estamos muy animadas, y no paramos de charlar quizá sea debido al hipocrás o a la tenue iluminación de la estancia que propicia las confidencias y va estrechando nuestra amistad ya que nosotras no hace mucho que nos conocemos.

Pero somos humanas y después del día que hemos tenido el cansancio y el sueño no tardan en aparecer.

Carmen y Laura ya se han ido y cuando nos quedamos solas ya es muy tarde y estamos tan cansadas que la cama nos atrae terriblemente, tan grande, confortable y acogedora que es difícil resistirse a la tentación. Pese al cansancio, nos cuesta conciliar el sueño por las emociones vividas durante el día. Finalmente, me duermo pensando en las experiencias vividas en Montségur y Puivert.



3º DESCUBRIR EL CANAL DEL MIDI.



Hoy dedicaremos la jornada a descubrir el Canal del Midi, singular obra de ingeniería que fue declarado Patrimonio Mundial de la Unesco, recientemente, en el 1996.

Tras el desayuno, que ha constado de un plato de cereales con leche y unos croissants con un café con leche bien caliente salimos del hotel muy temprano, limpias y perfumadas, cuando las primeras luces del amanecer invaden un cielo despejado que tiene la facultad de reanimar la mañana con su brillo y claridad espantando la negra oscuridad llena de demonios que trae consigo la noche.

Nos sentimos especialmente entusiasmadas ante el nuevo día que empieza; pero, también muy doloridas por la agujetas, fruto de la jornada tan agotadora del día anterior, la subida al Montségur, y, luego las escaleras del Puivert nos han pasado factura y estamos molidas. Un paracetamol después del desayuno arreglará la situación. Aguanto las risas cuando veo la torpeza con que anda Carmen ya que parece caminar sobre brasas ardientes y su expresión es un tanto doliente, pero la verdad es que yo no me encuentro mucho mejor ya que la planta de los pies casi no la siento, padezco un dolor agudo en las pantorrillas y las ingles y una molesta tortícolis que me impide mover el cuello.Y, mi hermana, con tanto cambio de temperatura se le ha puesto la cara como un mapa, llena de granos. Pienso que si tenemos que salir corriendo, simplemente lo tendremos crudo porque estamos hechas puré.

En fin, estamos hechas una pena, pero ilusión es lo que no nos falta, y yo ya me planteo seriamente, si no seremos unas cátaras reencarnadas ya que con tanto sacrificio y que no nos desmoralicemos, tiene su misterio.

El Canal del Midi o Canal de los dos mares es obra de Pierre Paul Riquet (1604-1680), une la Laguna de Thau con el río Garona y se desplaza desde Burdeos a Toulouse y desde aquí hasta la Albufera de Thau, en Sète.

El patrimonio arquitectónico del Canal es realmente excepcional y en cifras es mucho más significativo. Posee 245 km de paseo con unos antiquísimos mecanismos de control hidráulico que se encargan de superar los diferentes desniveles que presenta el Canal, ya que se construyó sobre un terreno muy accidentado, y, muy abundante en riachuelos, hasta tal punto que se pensó que era una obra imposible de realizar, ya que se pretendía unir el Atlántico y el Mediterráneo evitando así atravesar toda la Península Ibérica y cruzar el estrecho de Gibraltar.

Se utilizaron las aguas de la Montaña Negra para alimentar el Canal y mediante la construcción de una presa, en Narouze, almacenaron las aguas de la montaña y desde aquí y mediante un sistema de canalizaciones secundarios se ramificaron en ambas direcciones, hacia el Mediterráneo y el Atlántico, respectivamente.

Se dedicaron 14 años a su construcción y 15000 obreros trabajaron en ella. Posee alrededor de 350 obras de fábrica, 64 esclusas que se encargan de retener el agua, 126 puentes, entre los que se cuentan puentes-canales, y puentes subterráneos muy exóticos.

Esta magnifica obra de ingeniería fue construida con el impuesto sobre la sal de Béziers por Paul de Riquet, Barón del Bonrepós, el creador de esta obra falleció 6 meses antes de ver concluida su magnífica obra. Inaugurada en el 1681 con el nombre de Canal Real del Languedoc. Sería tras la Revolución francesa cuando adoptaría el nombre de Canal del Midi. Impulsó el comercio en el Languedoc y unió el Mediterráneo y el Atlántico mediante el río Garona.

Económicamente constituye una vía de transporte muy importante para el Sur de Francia. Aunque en la actualidad ha perdido la utilidad que tenía en la antigüedad. Ahora se ha promocionado en la zona una nueva forma de industria y es la basada en el turismo fluvial, o de agua dulce y el paisaje agrario que rodea esta magnifica obra y que le complementa a la perfección no ha sufrido grandes cambios, su fisonomía ha cambiado poco y por ello estos lugares siguen conservando la esencia de su pasado.

Procuramos circular por carreteras rurales ya que el paisaje que ofrecen es más interesante y viajar por autopista aunque en cierta manera es más cómodo y más rápido no deja de ser rutinario. Es agradable descubrir una zona de Francia apenas tocada por el progreso. Circulamos por carreteras donde predominan grandes extensiones de viñedos y pueblos apartados del mundanal ruido, ajenos al ajetreo urbano que se da en las ciudades costeras de la zona.

Desde el automóvil el Canal se nos presenta como un antiguo camino de sirga muy gastado por el tiempo, pero al mismo tiempo muy cercano, casi magnífico.

La riqueza forestal de sus riberas nos inunda la vista con la exuberancia de fresnos, sauces llorones, álamos, plátanos, chopos, magnolios inmensos que se alternan con la gran variedad de plantas silvestres que crecen en sus orillas y que le confieren ese color verdoso a las aguas que haría las delicias de cualquier pintor.

La frondosidad vegetal del Canal se convierte en algo mágico, irreal cuando su tupida vegetación deja pasar los rayos de sol y es entonces cuando se genera tal juego de luces que es una locura pasar de largo y no inmortalizar tal belleza esmeralda en una instantánea fotográfica.

Súbitamente, tal y como nos tiene acostumbradas, tras un brusco volantazo, Carmen se sale de la carretera y, casi nos cuesta quedarnos sin dientes, detiene el coche y nos sobresalta con su ocurrencia y dice muy seria que esto es precioso y hay que hacer fotos. No hacemos una, sino infinidad, como siempre y es que a nosotras nos apasiona la fotografía.

Circulamos casi tocando con las manos el Canal, que, a estas horas tan tempranas aparece desierto, pero sólo en cuestión de horas se llenará de gente y perderá parte de su magia. Pero ahora nos pertenece y nada turba nuestra tranquilidad, desde donde me encuentro me parece majestuoso y pienso que el Canal que ahora serpentea por el valle del Aude, entre campos de vid y olivares, perfectamente integrado y si alguna vez fue artificial ahora se ha mimetizado de tal manera con el paisaje que le circunda que se ha convertido en un accidente natural del terreno. Cuando llegamos a la zona del acueducto de Fresquel. Carmen se ha desviado por un puente-Canal de tres arcos cuya construcción data del siglo XIX y nos permitirá avanzar entre el Canal y la carretera y así no sufriremos con las agujetas.

Antes de llegar a Trèbes hacemos una breve parada junto a los imponentes árboles para tomar más fotos de este lugar tan encantador del Canal. Tras un agradable paseo buscamos la triple esclusa, de funcionamiento eléctrico, que se encuentra por la zona, pero, la frondosidad del lugar casi la oculta. Es interesante porque está excavada en la roca, y, tiene adosada la figura impresionante de un molino de unos 300 años de antigüedad, que, según parece, todavía está en funcionamiento resistiendo el paso del tiempo convertido en un metafórico centinela del Canal. Posteriormente, nos acercamos hasta el puerto donde los parterres y las jardineras abarrotadas de flores alegran la vista del puerto fluvial de Trèbes lleno de embarcaciones varadas. Paseamos un poco por los muelles de esta pequeña ciudad jardín donde los magníficos plátanos se reflejan en sus tranquilas aguas.

Zona de preciosos puentes sobre el Canal, esclusas, acueductos, compuertas, viejos puentes que reflejan en sus piedras el paso del tiempo, embarcaciones varadas, plantas acuáticas todo ello contribuye a crear un remanso de paz.




El dolor de agujetas que tengo se me hace insoportable y cuando contemplo a mis compañeras de viaje, me parece que son inmunes al cansancio, pues las veo muy animadas y caminan muy ligeras. De vez en cuando gastan bromas, y dicen entre risas que están hechas polvo y que si seguimos con este ritmo cuando el viaje acabe nos tendrán que recoger con cucharilla.

La mañana avanza henchida de la luz, los olores y el color de estos viejos caminos de sirga gastados por el paso del tiempo. Caminamos embelesadas entre los imponentes plátanos tricentenarios que hay a ambos lados del camino. Escuchamos el trino de los pájaros en perfecta armonía con el susurro del viento entre las hojas de los árboles. Y, no nos hemos dado cuenta de que la zona se va llenando con la presencia de los críos que montados en sus "bicis" invaden el sendero como dueños y señores absolutos de la situación, auténticos kamikazes que vienen directamente hacia nosotras a una velocidad de vértigo, ciegos y atentos únicamente a la barcaza que surca tranquilamente las aguas del Canal y con la que hacen carreras compitiendo con ella. Niños completamente ajenos e indiferentes por completo a todo lo que se desarrolla en el sendero. ¡ Qué maravillosa es la ignorancia en la que vive la infancia!.

Nos giramos con el tiempo suficiente para apartarnos del camino, porque Laura, sobresaltada, es consciente del peligro que nos acecha y ha gritado: ¡Cuidado!. Todas hemos reaccionado a tiempo; pero Carmen que tiene la mala suerte de encontrarse en la trayectoria que lleva el chiquillo dispone del tiempo preciso para esquivar el encontronazo, que en caso de producirse podría ser fatal tanto para el crío como para nuestra amiga, con los reflejos bien despiertos pese a las agujetas realiza un requiebro muy airoso con gran agilidad y digno de un torero.

-" Es que estos niños no tienen padres"- Se pregunta Laura y mi hermana le responde que seguramente deben de ir en la barcaza y probablemente tenga razón en lo que dice.

Tras un gran esfuerzo abandonamos este lugar idílico y Carmen enfila la carretera rumbo a la Redorte, avanzando hasta Homps, a unos cuantos kilómetros cogemos un desvío que nos lleva hasta El Somail, bello paraje del Midi. Lugar donde se respira tranquilidad y sosiego, auténtico remanso de paz, las construcciones que ocupan el lugar aún conservan las ventanas con las típicas contraventanas de madera.

Parece ser que en la antigüedad no era tan tranquilo como en la actualidad ya que las barcazas solían hacer escala aquí para pasar la noche. No deja de ser la vieja aldea que era en el pasado, aún conserva su vieja posada, muy bien conservada, las enredaderas trepan por los muros de las edificaciones hasta alcanzar las ventanas dándoles ese aire que tanto nos agrada. Y, como contrapunto, algunas pequeñas embarcaciones esperan, como siempre, amarradas al pequeño muelle del Somail. Y, es que esta encantadora aldea parece detenida en el pasado, y nada parece turbar su tranquilidad.

Con todo el dolor del mundo abandonamos esta zona y nos dirigimos hacia el Túnel del Malpàs que tiene la particularidad de ser el primer túnel subterráneo del mundo. Cuando llegamos a las inmediaciones del mismo nos encontramos en un paraje aislado y solitario rodeadas por campos de cultivo que parecen abandonados y Carmen no tarda en encontrar aparcamiento.

Tras una breve caminata accedemos a la zona donde se encuentra el túnel que no es visible ya que está bajo tierra. Sabemos que se encuentra bajo una suave colina llamada Ensérune, y desde donde se divisa una panorámica del sendero pedestre que transcurre paralelo al cauce del Canal, bajamos por unas precarias escaleras que se encuentran en muy mal estado y desgastadas por el tiempo.

Intento avisarlas para prevenir una posible caída, pero llega tarde ya que Laura ha resbalado y se ha dado un soberano culazo, pero se levanta más rápida que el rayo.

Cuando nos encontramos frente a la entrada del túnel la primera sensación que tenemos es el mal olor pero no nos detiene y proseguimos con nuestra exploración del lugar ya que nos parece muy sugestivo y con curiosidad penetramos en el interior y nuestra decisión no puede ser más errónea ya que nos encontramos en nuestro camino con una rata muerta del tamaño de un conejo, putrefacta, y, se nos presenta un dilema seguir hacia delante significa pasar por encima del cadáver de la rata, pero el asco nos supera, desistimos del intento, nos damos la vuelta y salimos descompuestas del interior del túnel, abandonamos el lugar apresuradas, con la imagen de la rata muerta en la cabeza, y pensando en la posibilidad de encontrarnos con una alimaña de estas, pero viva.

De nuevo nos encontramos en la carretera y ésta continua tan desierta como cuando hemos llegado, vamos en dirección a Béziers por la Via Domicienne, o Vía Domitia que fue hace más de 2000 años una calzada europea adelantada a su tiempo, que comienza en Italia, cruza el sur de Francia, atraviesa los Pirineos hacia España, donde en Andalucía le toma el relevo la Vía Augusta. La carretera desde Colombiers se aleja del cauce del Canal y discurre entre desiertos campos de viñedos y caserones aislados, el trayecto de este río artificial se convierte en algo tortuoso y va trazando en su curso amplios meandros y pronunciadas curvas, y, cuando finalmente llegamos a Fonséranes, paraje encantador, nos bajamos del automóvil para conocer esta maravilla de la Ingeniería que son las esclusas de Fonséranes.

Damos un relajante paseo a pie por la impresionante escalinata de las esclusas. Vemos que son siete, seguidas y consecutivas, una al lado de la otra y de forma escalonada.

Están compuestas de ocho compartimentos contiguos con los que se supera un desnivel de unos 21 metros a lo largo de 310 metros. Tenemos la suerte de ser testigo de cómo un barco trata de superar la zona de las esclusas. Un hombre se encarga de regular su funcionamiento. Según los folletos informativos, alrededor de 350 trabajadores se encargan de mantener en funcionamiento las esclusas. Su manejo es bien simple, consiste en nivelar el Canal, llenando o vaciando la esclusa a voluntad y creando una cascada de agua que permita superar ese desnivel.

En general el que controla la situación es el esclusero y el que tripula la embarcación sólo se limita a ayudarle. En concreto, el que tenemos ante nuestro ojos es muy cordial, y yo diría que se conocen porque entre ellos hay mucha camaradería ya que el encargado les abastece de comida y bebidas. Y, los niños que van en el barco le tratan con mucha confianza.

Cuando el barco rebasa las esclusas se despiden del esclusero y siguen con su navegación muy tranquilamente. Se oye a lo lejos el suave ronroneo de su motor, que unido al chapoteo del agua constituyen un magnifico complemento a este paraje encantador. Todo esto nos sugiere una aventura muy sugestiva, en la que tratar de comprender el mecanismo de estos artilugios es todo un reto para cualquiera, sea hombre o mujer.




Tomando algunos datos que figuran en nuestro folleto se suele navegar por los canales a una velocidad de 6-8km/h y no reviste gran complicación. Existe una gran protección medioambiental de estos lugares, pues las embarcaciones que surcan el Canal se mueven con energía eléctrica ya que ponen especial cuidado en preservar las riberas naturales de la contaminación que pueden provocar las congestiones y embotellamientos tanto en el Canal como en las carreteras que lo acompañan.

Es toda una aventura navegar por estos canales y no se precisa licencia. El que se encarga de alquilar las barcazas, gabarras o contrions en la antigüedad, cuando te la entrega simplemente te enseña unas nociones básicas para que las puedas conducir y no te quedes por ahí embarrancado, muestra las normas reglamentarias para navegar cívicamente por el Canal, te enseña el amarre; como arrancar, frenar; y, lo más importante, como pasar las esclusas sin problemas y sin ocasionar ningún problema en tu barco.



La temporada en que permanece abierto el Canal abarca desde la primavera hasta el otoño y está relacionada con el horario de funcionamiento de las esclusas; es decir, de 8h a 12h y 30m. y de 13h y 30m a 19h y 30m, respectivamente.

Tras un breve paseo por el muelle en el que hemos hecho amistad con un perro precioso; en contra de nuestra voluntad, porque es de todos conocidos el terror que nos inspiran estos animales; en un momento dado se nos ha acercado y como Carmen lo ha acariciado y le ha dado comida no nos lo podemos quitar de encima y nos sigue por todas partes. Tiene un sedoso pelaje de color canela y una cálida mirada con la tonalidad de la miel y es que me parece que nos ha adoptado, pues sólo busca que lo acariciemos. Cuando nos dirigimos al coche él nos sigue de cerca y aún cuando tomamos rumbo hacia Narbona todavía continua detrás de nuestro coche unos cuantos metros y debo reconocer que nos da mucha pena verlo tan desamparado. Nos alejamos, y, finalmente, giramos la cabeza buscándole con la mirada, pero el perro ya se ha convertido en apenas un puntito en el horizonte de asfalto.

En poco menos de una hora nos colocamos en la ciudad de Narbona porque hemos ido por la Autopista y queremos llegar a tiempo para poder hacer el crucero por el Canal del Midi, la panorámica que se divisa desde el coche es como la de la mayoría de las carreteras de la zona, suaves colinas de viñedos que en otros tiempos remotos padeció el ataque de la filoxera que acabó con todos los cultivos de esta zona y Francia se vio obligada a comprar el vino de Rioja y Navarro; pero, posteriormente se extendió a España y, finalmente, Portugal. En la actualidad, las cepas pre-filoxeras de la Rioja y Navarra que se salvaron son muy apreciadas en el mundo entero. Cruzamos una extensión donde dominan las amplias llanuras dedicadas al cultivo del olivo ya que en la zona hay una importante industria alimentaria del aceite de oliva y nos sentimos fascinadas cuando contemplamos como una aparición repentina la delgada línea azul que dibuja el mar en el horizonte. Divisamos desde el coche un paisaje dominado por la campiña cuando ya comenzamos a ver la moderna ciudad de Narbona.

Esta ciudad está considerada como una de las ciudades mediterráneas más antiguas. Se supone que seguramente fue un silo, o almacén marítimo, perteneciente a un poblado de la Galia. Roma intentó reforzar sus comunicaciones terrestres con Hispania después de vencer a Aníbal, conquistar Cataluña, La Mancha y Andalucía. Narbona se convirtió en colonia senatorial y en centro comercial de la provincia céltica y más tarde pasaría a ser la capital de la Galia Narbonense.

Durante la etapa histórica de Blanca de Castilla, o la Dama de hierro, el tráfico marítimo se realizaba a través de los canales y estanques del litoral, pero una inundación del Aude provocó la total devastación de la ciudad y no se recuperó hasta la creación y apertura del Canal del Midi.

Primero realizamos una visita panorámica de la ciudad porque estamos un poco cansadas y como no conocemos esta ciudad lo mejor es explorarla en coche y después daremos un breve paseo por la ciudad en la que destaca sobre todo en el centro el impresionante conjunto arquitectónico integrado por el Palacio y la Catedral.

En nuestro primera toma de contacto con esta preciosa ciudad jardín descubrimos que en la parte vieja las casas parecen adosadas las unas a las otras, como sucede en el Puente Viejo, las casas son pequeñas y el único ornamento que poseen son unos rudimentarios balcones, eso sí abarrotados de flores y algunos con ropa tendida, en estos barrios vivir es puro instinto y hacen de la calle su casa, y esto no debe extrañarnos porque es un rasgo común en todos los pueblos del Mediterráneo.

Cada vez me gusta más callejear por esta ciudad, perdernos por sus bellos y floridos canales, disfrutar de lo que nos ofrece esta bella mañana al aire libre con el placer que da ir recorriendo las calles peatonales repletas de tiendas en las que se ofrecen gangas a buen precio y la verdad es que estoy rabiando por bajarme y mientras Carmen trata de encontrar un sitio donde aparcar, nosotras disfrutamos de las amplias zonas verdes, de la espléndida arboleda que discurre paralela a los muelles y calles que reciben el nombre de personajes notables tanto nacionales como internacionales.

Carmen ha encontrado aparcamiento cerca del Ayuntamiento, casi tocando los muelles del Canal de la Robine y tenemos ante nuestros ojos un puente romano, Pont des Marchands. Convertido en zona peatonal muy florida, está muy concurrido, sobre él se edificaron algunas viviendas, todas ella convertidas en tiendas de estampa muy agradable, la verdad es que aquí es muy difícil aburrirse. Buscamos el lugar de donde parten los cruceros por el Canal.

Como no tenemos ni idea de dónde parten las barcazas decidimos preguntar a alguien y tenemos la suerte de dar con una persona muy amable y cordial, bien dispuesto a ofrecer información sobre cualquier cosa que se le pregunte. En nuestro caso se ofrece incluso a llevarnos hasta el mismo barco y se despide de nosotras con una sonrisa.

La Robine es un antiguo cauce del río Aude que, desde 1686, fue desviado para unir Narbona al Canal. Más tarde, en 1776, se decidió excavar el Canal de Jonction para unir La Robine con el Canal del Aude, cerca de la desembocadura de La Robine.

Más adelante el Canal de la Robine surca los estanques de Bages y Sigean, bordea la isla de Santa Lucía y muere en Port-La Nouvelle.

Cuando llegamos al punto de encuentro para hacer el crucero encontramos un grupo numeroso esperando la señal para subir al barco. Son personas de la tercera edad y no sé si mis amigas tendrán algún inconveniente en compartir el paseo por el Canal con los abuelos, a Antonia y a mí no nos importa, pero con Carmen y Laura no estoy tan segura, ya que la expresión de sus rostros evidencia todo lo que piensan y creo que pondrán obstáculos.

Tenía una gran ilusión en hacer este crucero por el Canal y mi gozo en un pozo, pues tal y como pensaba mis compañeras de viaje se han echado atrás. Tienen escrúpulos porque las avergüenza que las vean en compañía de los jubilados. Hemos intentado convencerlas, pero no hay manera. ¿Pero, quién demonios las va a ver?. Ya sería casualidad. ¿No?. Y, para ser más convincentes, y, como hay abuelos que van con cayados, dicen que tendríamos que ayudarlos a subir y bajar. ¿Sería tan malo?. Bueno, hemos dejado el crucero para mejor ocasión.

La verdad es que este comportamiento me parece una necedad, y no tanto porque sea un problema generacional, sino más bien porque se trata de una lamentable falta de humanidad ya que a la vejez tenemos que llegar todos, es ley de vida, y pobre del que no llega porque entonces es que se ha quedado en el camino. Prescindir de algo tan interesante porque no quieren que las vean en compañía de los abuelos es la mayor estupidez que se puede cometer porque no se debe supeditar el disfrute de cualquier actividad a la presencia de terceras personas, el individualismo y la propia autonomía en estos casos está plenamente justificado. A mi hermana y a mí, estas tonterías no nos van, y es que las dos estamos en la misma onda, jamás nos perdemos una experiencia positiva sólo porque las circunstancias que acompañen a tal hecho no sean lo suficientemente óptimas.

Estoy un poco desengañada con ellas, con Antonia no, porque ella se mantiene neutral y dice que le da lo mismo hacerlo o no. No quiere líos. Encuentro que los prejuicios sociales, en este caso nos van a privar conocer algo muy bello del Canal.

Mientras sigo con mis cavilaciones me fijo en la persona que lleva el barco y que en estos momentos se encuentra en el muelle ayudando a los abuelos a acceder a la embarcación; que aunque, no es muy difícil, sí que entraña alguna dificultad para estos pasajeros algo entrados en años. De manera cansina se van introduciendo en el interior de la nave, como si ésta los engullera poco a poco igual que un monstruo marino; y, aunque, sus movimientos son lentos, una vez se hallan en el interior, parecen recuperar sus fuerzas de golpe y resulta casi cómico ver como cogen carrerilla buscando un buen lugar donde sentarse. Me doy cuenta que algunos abuelos, los más pendencieros, incluso discuten con sus compañeros de viaje por un sitio. El hombre con una paciencia infinita les señala el interior y la verdad es que son muy pocos los que aceptan su ayuda en una muestra de orgullo.

Contemplo con discreción a la persona que lleva el barco y no puedo sentir mayor regocijo, porque conozco a mis amigas y sé que se van a dar con un canto en los dientes ya que el hombre que lleva la barcaza no puede ser más imponente, alto, esbelto y poderoso, es decir un muchacho fornido de los del Norte y que muy bien podría ser un descendiente de aquellos legendarios normandos de la antigüedad y mientras lo contemplo descubro que si el canal tiene espíritus vengadores, esto bien puede considerarse como un oportuno escarmiento para mis amigas.

Miro a mis compañeras de viaje para cerciorarme si han reparado en el muchacho y me doy cuenta de que sí, y no sólo eso, parecen catatónicas, y es que no esperaban poder encontrarse con un tipo de hombre como el que estamos viendo, tan impresionante, rubio y con el cabello ensortijado y, precisamente en la etapa de la vida en que los hombres ya no cumplen años, simplemente se vuelven más interesantes y las mujeres envejecemos sin más.

-"La madre de Dios…"- Oigo exclamar a Laura, rompiendo la magia del momento con sus palabras. Al tiempo que el tipo se ha colocado al frente del timón y ya inicia el viaje por las aguas del Canal. Cuando pasa a nuestra altura, gira levemente la cabeza y nos dirige una sonrisa resplandeciente, llena de picardía y con un gesto de la mano se despide de nosotras. Y, la pequeña nave se aleja deslizándose lentamente sobre las aguas. Y, toda esta situación me parece una última burla cruel del destino para mis amigas. Aunque con toda probabilidad ellas no lo habrán entendido así.

Disimuladamente, las miro de reojo y lo que veo me hace más gracia todavía, tienen las tres, especialmente Carmen y Laura, unas caras de chiste que no sé cómo soy capaz de aguantar la risa. Su expresión es todo un poema, y con ello, me doy por satisfecha, pues siento como mi disgusto se esfuma poco a poco y veo las cosas de otra manera.

Y, es que cuando una piensa con lo que no debe siempre se equivoca, y por la misma razón, ahora tengo la certeza de que van a querer hacer el crucero, pero ahora soy yo la que se niega. Y, me parece que estoy en mi derecho.

-"Habéis visto qué sonrisa más divina nos ha dirigido "- Se apresura a decir Carmen muy risueña ella. Para añadir, posteriormente.-" Y, si hacemos el crucero, tenemos tiempo, todavía es muy temprano"- Cuando estoy a punto de hablar, Antonia se me adelanta y les dice:

-" No, no podemos, porque el horario es muy estricto y está muy controlado, para evitar congestiones en el Canal, y, como son unos 240 kilómetros aproximadamente el tiempo que transcurre entre una salida y otra es de una hora larga más o menos"- Antonia se ha inventado todo lo que ha dicho, porque no tiene ni idea del tráfico que hay en el Canal y lo único que pretende es impedir que hagamos el crucero. Y, en principio, se ha salido con la suya porque ellas se han conformado. Nosotras si queremos hacer el crucero ya vendremos por nuestra cuenta.

Antonia ha hablado sin conocimiento de causa, pero sin darse cuenta ha dado con el meollo de la cuestión, y, es que ella es muy lista. Demasiado diría yo.

En realidad, lo que les pasa a mis amigas es que la vejez las aterroriza, porque la ven como una ruina humana, consideran que la muerte está próxima y que las enfermedades crónicas hacen su aparición y te acompañan hasta el final, les atemoriza la posibilidad de que puedan sufrir una discapacidad que les impida valerse por sí mismas. Hay que aceptar que tenemos que envejecer porque es ley de vida y que si lo hacemos con dignidad será más llevadero.

Considero la vejez como una fase de la vida en la que se consigue la madurez como síntesis de toda la experiencia vivida a lo largo de nuestra existencia y la transformamos en sabiduría, no en vano en la antigua Grecia se creó un cuerpo especial, la Gerusía, integrada únicamente por ancianos mayores de setenta años que se encargaban de dilucidar temas tan importantes como asuntos de vida o muerte, concesiones de ciudadanía, e, incluso, gozaban de pleno derecho para juzgar a los reyes. Y, en nuestra sociedad confundimos ancianidad y senilidad y no podemos estar más equivocados.

Accedemos a un estado de gracia tal que volvemos a la pureza de nuestros primeros años de vida recuperamos la inocencia perdida de nuestra juventud y por eso decimos y nos nos falta razón que nuestros abuelos están en una feliz segunda infancia.

Podemos conseguir un equilibrio psíquico y físico en parte porque el impulso vital de la juventud se va apagando biológicamente y como nuestras hormonas ya no son problema entramos en una fase feliz y contemplativa. Y, lo que es más importante, se consigue tener una idea intuitiva del sentido final de la existencia, por eso es tan común que hablen con tanta resignación y naturalidad de la proximidad de la muerte, y, en cambio, a los más jóvenes se les encoge el corazón con sólo escucharlos.

Admiro una ancianidad sabia porque ha sabido encontrar su lugar en el mundo, pero confieso que rechazo a los viejos envidiosos, egoístas y celosos porque personas tan mezquinas no tienen nada que ofrecer.

En vista de que hemos dejado el crucero para mejor ocasión y todavía es pronto para comer hemos pensado en la visita del Horreum, conseguimos su dirección acercándonos y preguntando en el Ayuntamiento y con un plano de la ciudad en las manos nos encaminamos hasta su ubicación, se encuentra en una céntrica calle, algo escondido.

Este edificio es el único que data de la época romana y cuando penetramos en su interior descubrimos con curiosidad que se compone de una serie de galerías subterráneas que sirven de granero de mercancías perecederas. La estructura del edificio es particularmente interesante ya que consta de una serie de galerías axiales sobre las que se abren una serie de estancias en piedra y todo el conjunto data de la época de Augusto.

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