NOSOTRAS Y LOS FANTASMAS DEL PAÍS CÁTARO II


-" Simplemente, hemos presenciado una impregnación espiritual porque en esos aparatos han ejecutado a personas, y, la sangre derramada es siempre depositaria del espíritu. Estos objetos de tortura están contaminados con energía negativa como indica la tonalidad entre grisácea y parduzca que presentaba la bruma en el Museo.

-"Hay que tener mucho cuidado con este tipo de manifestaciones porque siempre son peligrosas"-. Trato de hacerme entender, aún sabiendo que lo que estoy diciendo es difícil de creer.

-" Creo que esto que nos ha pasado ha sido fruto de la sugestión, nos ha impresionado mucho ver estos aparatos tan horribles, y la imaginación ha hecho el resto"-.Explica Antonia.

-"¿Y qué me dices de la bruma, cómo explicas eso…?. Le responde Carmen.

-"No sabemos de donde proceden estos instrumentos de suplicio"- Comento, y al mismo tiempo ojeo el folleto explicativo que nos han entregado juntamente con las entradas. Y, efectivamente, es como yo creía…

-" Ya me lo imaginaba, son de Montségur…"- Pienso en voz alta, sin darme cuenta de que mi hermana y mis amigas son todas oídos, y están pendientes de todo lo que digo. Contemplo sus rostros y por su expresión deduzco que este viaje está a punto de finalizar ya que no ocultan el terror que sienten.

-"Quieres decir que son los instrumentos que utilizaron en el martirio de los cátaros"- Me preguntan al unísono Laura y Antonia, no se han percatado del detalle, pero, las dos ya empiezan a pensar igual.

Tanteo sus ánimos y les pregunto: -"Queréis seguir, o lo dejamos, esto no va a ser lo único con lo que nos encontremos. Todos los castillos que vamos a visitar son famosos por este tipo de fenómenos y es muy posible que padezcamos algún que otro ataque de pánico. Así, que, si os rajáis tampoco pasa nada por aquí hay sitios muy interesantes que podemos visitar como alternativa."- …Mis palabras ocultan un desafío, ya las voy conociendo y sé que este tipo de cosas les encantan igual que a mí, y van a querer llegar hasta el final.

-"A mí no ha nacido quien me asuste, ni vivo, ni muerto…"-Responde la muy "valiente" de Carmen, pero yo sé que está atemorizada y con sus palabras sólo trata de esconder lo indefensa que se siente ante este tipo de fenómenos inexplicables. No creo que sea nada malo demostrar que sientes miedo, experimentarlo nos despierta un sentido de autoprotección y supervivencia innato en nosotros y sólo se puede convertir en algo negativo cuando te imposibilita para actuar, o tomar decisiones.

-" Ni a mi"-. Ríe Antonia.

-" Ni a mi"-. Ríe Laura

Y, al verlas tan decididas pienso para mis adentros que parecen las tres mosqueteras:

-" Todas para una y una para todas"-

Es evidente que este Museo de la Inquisición expone la máscara de la charlatana en la entrada como un reclamo para que la gente pierda un poco la aversión hacia este tipo de objetos y libre de recelos se adentre en el lugar. Pero, la realidad es que no tiene muchas visitas, y, las pocas que se atreven a entrar, al poco tiempo ya están en la calle.

-"Mañana podemos emplear todo el día en hacer la visita al castillo de Montségur, y al volver, como nos cae de paso, visitar en Castelnaudary el Canal del Midi."- Expone Antonia y como ninguna se queja, se acepta finalmente su proposición. Hemos cambiado el itinerario, porque esto es lo que tiene viajar de esta manera, la total libertad de variar tus planes en función de tus intereses, o de las circunstancias que se vayan presentando, siendo esto su mayor encanto.

Sin olvidar en ningún momento las experiencias "metafísicas"ocurridas en este Museo de la ignominia y tratando de superar la evidente "mala sensación" que llevamos a cuestas, pensamos en buscar un restaurante, que, en Carcasona no es problema, nos fijamos en uno de apariencia rústica, nos adentramos en el interior, e, inmediatamente, el dueño, un señor algo mayor pero muy amable, nos busca una mesa en un agradable rincón del local. Y, por supuesto, no podemos ser más afortunadas porque nos ha dado el sitio que tiene las mejores vistas de la calle. Pedimos el plato típico de la región, "La Cassoulet", el delicioso guiso, a base de judías blancas, gratinadas, cocinadas con una especie de salchichas de cerdo.

Engullimos toda la comida con la despreocupación propia de las personas que sólo piensan en vivir la vida de una manera plena e intensa, ignorando por completo dietas alimenticias y otros suplicios. Viéndolas, comprendo que, si hemos estado a punto de ver un fantasma, o una legión de fantasmas cátaros, ante este exquisito plato, se han olvidado, porque sus risas y bromas despreocupadas llaman la atención de la gente que comparte con nosotras el local y estos franceses no dejan de observarnos extrañados ya que no están muy acostumbrados a nuestro carácter tan abierto y despreocupado. Tras tomarnos el café, por cierto muy rico, decidimos salir escopeteadas para pasear y conocer un poco esta ciudad medieval tan sugestiva.

Cuando salimos del local nos encontramos de frente con un pequeño alboroto en la calle. Un joven difrazado de trovador canta, acompañado de un viejo laúd, una vieja canción occitana y se abre paso entre la multitud. Nosotras intrigadas con la actitud tan teatral del joven seguimos a la multitud como si de un moderno flautista de Hamelín se tratara. La gente parece hipnotizada con la dulce melodía del muchacho. Pero, sólo es una treta comercial ya que el muchacho dirige su comitiva de manera intencionada hacia el Castillo Condal. ¡Qué listos son estos franceses!.

Abandonamos el grupo para vagabundear por esta bella ciudad a nuestro gusto. Parece sacada de una película de capa y espada. Numerosos caminos de ronda nos llevan hasta miradores desde los que se obtiene una preciosa panorámica de todos los alrededores.

Paseamos por sus calles coquetas y muy cuidadas, con pequeñas tiendas artesanales dedicadas a la cerámica y a los bordados, sus típicos restaurantes de cuyo interior emanan olores capaces de despertar a un muerto, sus cafeterías típicas engalanadas con plantas ornamentales muy floridas para deleite de nuestros ojos, Y, nosotras nos demoramos en la contemplación de tanta belleza sin otra preocupación que la de perder deliciosamente el tiempo.

En esta ciudad tan acogedora parece que el tiempo se detiene y nosotras queremos acabar de pasar la tarde en el precioso lago que hay en la inmediaciones de Carcasona.

Y, es, que el largo viaje no perdona y ya sentimos el cansancio en nuestras espaldas, por lo que hemos decidido aplazar la visita al canal del Midi,y, ya, sólo pensamos en lo delicioso que sería tumbarnos sobre la verde hierba que hay en la orilla del lago, dejar pasar la cálida tarde y repasar las emociones tan intensas que hemos vivido durante el día.

Nuevamente en la carretera vuelve a salir ese viejo espíritu de viajeras inasequibles al desaliento ávidas por comerse el mundo y todo lo que nos regala la vida. La carretera que nos lleva hasta el lugar está franqueada por árboles a ambos lados del camino y el abrazo de sus ramas por encima de nuestras cabezas crea una sombra que nos acompaña hasta los lindes de un lago de reducidas dimensiones, con un delgado manto de hierba que cubre toda la extensión de tierra enmarcando armoniosamente las azules aguas del lago. Se revela ante nuestros ojos como un lugar ideal donde pasar una buena tarde en compañía de la familia.

Comprendo que la naturaleza ha sido generosa en el Languedoc y sólo tenemos que contemplar este paraje tan encantador para comprender porque no hablan de él en los folletos turísticos, no lo quieren compartir. Es un lugar de reencuentro familiar, ideal para acudir con los niños a pasar la tarde en bella armonía con la naturaleza. Desconozco la impresión que habrá causado en mis compañeras de viaje, pero veo la expresión de sus rostros y comprendo que no hemos podido escoger mejor lugar para descansar cuando la tarde agoniza.

Antes de que me de cuenta, mi hermana y mis amigas ya se han tumbado sobre la hierba y yo no tardo en imitarlas, la hierba se ve tan acogedora que no sabemos que hacer, si echar una siestecita, o simplemente descansar y hablar de todo lo que hemos vivido.

Una inmensa chiquillería ruidosa invade las orillas del lago con sus juegos y griterío bajo la atenta mirada los padres que no los descuida dada la proximidad de las aguas de esta playa urbana.

Me recuesto tranquilamente sobre la hierba y cierro los ojos, tratando de poner mi mente en blanco, completamente ajena a todo, indiferente, incluso, a la animada conversación que mantienen mis compañeras de viaje, por lo que veo inmunes al cansancio, inhalando el aroma que brota de la hierba fresca y que me parece el mejor de los perfumes, alcanzando una relajación total y una paz interior que casi puedo tocar el cielo con las manos.

Salgo de mi ensoñación con los gritos de Laura ya que está infectada de hormigas, porque en su apresuramiento por recostarse en la hierba no se ha dado cuenta y se ha colocado encima de un hormiguero. Es muy gracioso ver lo rápida que se ha levantado, agitándose frenéticamente tratando de quitárselas de encima como si estuviese poseída por algún espíritu ancestral. Carmen que es la ecologista del grupo trata de decirle que no arme tanto escándalo que al final y al cabo somos nosotras la que hemos invadido su espacio.

A pesar del incidente de las hormigas la tarde transcurre muy animada y nos hemos convertido en la atracción del lago para los niños que hay en las inmediaciones que no dudan en acercarse y preguntar; y es Carmen, pese a las limitaciones del idioma, quien no tiene ningún problema para comunicarse con los críos, les da todo tipo de explicaciones tanto orales como gestuales , y, éstos se dedican a buscar el hormiguero y su objetivo: hacer con él todo tipo de travesuras. Es que lo críos son igual en todas partes.

Van pasando las horas y los niños pululan a nuestro alrededor jugando con las pobres hormigas, llevándolas en hojas verdes, en palos, o, directamente, sobre las manos o en otras partes del cuerpo, presumen delante de Laura demostrándole lo valientes que son. Laura, que se caracteriza porque no le gustan demasiado los niños, me dice -"Estos monstruitos ya me están tocando el amor propio"- Me río cuando la oigo, lo mismo que Antonia y Carmen.

A Antonia que le encantan los niños disfruta muchísimo con esta situación y se ríe como una loca con las intenciones de los chiquillos, yo, que la conozco, sé que le encantaría estar en la piel de Laura y hacer rabiar a estos críos.

Al mismo tiempo que la tarde languidece, nuestro estómago se despierta de su letargo y ruge pidiendo comida.

Mi hermana, Antonia, insinúa que podríamos cenar en Carcasona y después pasear y hacer fotos nocturnas de la ciudad. Todas reconocemos que es una buena idea.

Atardece lentamente y las luces del firmamento van adoptando una tonalidad casi mágica, estamos en ese momento crepuscular de la luz en que es muy peligroso conducir y nuestra amiga parece ser consciente de ello, pues se ha moderado con la velocidad y ya no parece tan suicida.

Cuando llegamos a Carcasona descubrimos que la exuberancia diurna se va apagando conforme va muriendo la tarde, pero, en cambio, resurge con más intensidad esa magia que nosotros intuimos y que con la luz crepuscular aumenta.

No nos cuesta tanto encontrar aparcamiento a estas horas de la tarde, la gente parece que empieza a abandonar el lugar y nosotras buscamos un sitio donde comernos unas simples hamburguesas y algo caliente que posibilite nuestro sueño. Encontramos riquísima la cena y la reposamos conversando sobre todo lo que hemos vivido durante el día, y, después nos vamos a pasear por Carcasona, prácticamente ya ha anochecido y la ciudad que tenemos ahora ante nuestros ojos no tiene nada que ver con la que hemos visto por la mañana.

Contemplo la gran bóveda celeste plagada de estrellas que se extiende sobre nuestras cabezas y casi pierdo el habla de lo impactante que resulta su contemplación. Carmen comenta que por estas fechas está cruzando por el firmamento el cometa Hale-Bopp y pienso que después de todo vamos a ser afortunadas y lo podremos contemplar porque por esta zona no existe contaminación lumínica como ocurre en Barcelona, y, efectivamente, rastreamos el cielo en busca del cometa que destaca entre las demás estrellas, le hacemos una foto y esperamos que si sale se pueda apreciar las dos colas que dicen los astrónomos que tiene.

Siento una agradable sensación cuando el relente de la noche refresca mi rostro, Después de haber hecho las fotos comenzamos el paseo por la Carcasona nocturna y la paz que se respira en el lugar libre del bullicio del día es lo mas sobresaliente. La noche es sumamente acogedora y el impacto de la iluminación en el recinto amurallado espectacular, conforme nos vamos adentrando en las oscuras callejuelas donde la sombra se instaura como dueña y señora excitando nuestra imaginación calenturienta.

La calle que vamos siguiendo deriva en un camino de ronda, que ya hemos recorrido durante el día, una estrecha calle empedrada que nos aleja de lo que es el centro de la cité, el frío ahora parece más intenso y nuestro aliento se convierte en vaho en contacto con el aire, no sé porqué pero empiezo a inquietarme, tengo una rara sensación pues la gente ha ido desapareciendo poco a poco y ya volvemos a estar otra vez solas bajo una noche que la soledad y el aislamiento convierten en amenazadora, las luces, ahora, parecen más intensas y le confieren un aspecto claramente fantasmal, seguimos tomando fotos y más fotos ya que el lugar lo merece pero no dejo de pensar en la multitud de rincones donde la oscuridad y lo desconocido nos acechan sigilosamente como esperando su momento, y siento miedo, un miedo irracional, porque la noche ha dejado de ser algo poético, y se ha convertido en algo ominoso que se cierne sobre nosotras. Pero la mágica belleza de este lugar no se esconde, se manifiesta más intensa y digna de ser fotografiada.

Carcasona produce en nosotras emociones contradictorias, fascina y aterra por igual contemplar la espectacular iluminación de los edificios que crea figuras fantasmagóricas en las paredes de los edificios que vamos encontrando en nuestro camino. Y, que parecen revivir episodios sangrientos de otros tiempos menos felices.

De pronto Carmen se detiene bruscamente girándose nos indica señalando con la mano hacia delante y su voz es apenas un susurro cuando dice: -" Mirad lo que hay ahí delante"-

Se refiere a una especie de cosa que emite una luz muy intensa y brillante que se encuentra parada a unos siete u ocho metros de distancia bajo una especie construcción con forma de bóveda que une la muralla con el Castillo Condal.

Laura le responde que debe ser el reflejo de algún foco de luz. Pero, eso no se lo cree ni ella ya que si se mira fijamente en la extraña forma se puede apreciar el contorno difuso de una forma humana y la luz que irradia tampoco se corresponde con la tonalidad de luces de la ciudadela.

Petrificadas por el pánico somos incapaces de seguir adelante. Nos reagrupamos y sólo nos falta cogernos de la mano y salir corriendo. Pero, antes de que nos lo pensemos la extraña cosa desaparece y deja el pasadizo libre, pero nosotras todavía seguimos inmóviles y atemorizadas, sin capacidad de reacción. Transcurre el tiempo y no nos podemos mover algo nos mantiene pegadas al suelo, es el terror que nos inmoviliza. La noche se ha vuelto terriblemente opresiva; pero, a lo lejos se oyen voces alegres, las de otros visitantes que lejos de estar acojonados van charlando alegremente entre ellos y los niños que siempre van delante casi nos están alcanzando y al vernos tan juntas y paradas en medio del sendero empedrado se nos acercan como si quisieran preguntarnos algo, pero cambian de idea y siguen corriendo confiados hacia el lugar donde se encontraba hasta hace pocos minutos la extraña cosa, y, es en ese momento cuando salimos de nuestro estupor y emprendemos una veloz carrera dejando atrás a los críos, cruzando como una exhalación todo el recinto de la Cité como alma que se lleva el diablo y no paramos hasta encontrarnos amparadas en el interior del coche de Carmen.

Iniciamos el regreso al hotel completamente sumidas en un silencio sospechoso, cargado de tensión, ninguna dice nada y es que todavía llevamos el miedo en el cuerpo.

Antes de acceder a la Autopista circulamos por una carretera rural escasamente iluminada, que tiene la forma de una delgada línea serpenteante. Contemplo el paisaje que nos rodea desde el interior del coche y los campos que lo integran me parecen una inmensa masa oscura que parece extenderse hacia un infinito, que sería más negro que la boca de un lobo si no fuera por el baño de la luz de la luna llena, que se presenta siempre en la semana santa desde que se acordó en el Consejo de Nicea que ésta se celebraría el domingo después de la primera Luna Llena que siguiera al 21 de marzo.

Aunque de noche todos los gatos son pardos, podemos acceder a la Autopista sin ningún problema, pero después de un buen rato de conducción nos damos cuenta de que el hotel no aparece por ninguna parte y Laura un poco nerviosa le dice a Carmen:

– "Acabamos de dejar atrás "el motel de psicosis", eso significa que él nuestro ya nos lo hemos pasado. Éste estaba antes, conforme veníamos de Barcelona. ¿te acuerdas?…

– "Si ya me he dado cuenta, en la próxima salida haremos un cambio de sentido"-..

Antonia que hasta entonces ha permanecido silenciosa, comenta:-" Yo, ya me creía que te querías ir a Barcelona"-.

-"Pues, no creas que me ha pasado por la cabeza: -"Ríe Carmen y añade:-" Porque hemos dejado los equipajes que si no…."-

Esperando una salida que no llega nos colocamos en Narbona y es cuando ya empiezo a inquietarme pues veo que Carmen no se aclara conduciendo y me parece que vamos a estar toda la noche yendo y viniendo de aquí para allá.

-"¿Oye, Cati, sabes si por esta zona también hay hoteles fantasmas?. Me dice Carmen y en el fondo respiro tranquila pues veo que aún tiene ganas de gastar bromas."-

-"Que yo sepa, no. Pero, nunca se sabe, a lo mejor nosotras damos con el primero."

Encontrar el hotel que se encuentra a pie de carretera no es difícil ya que cuando Carmen hace el cambio de dirección tomamos como referencia el motel de psicosis y calculamos a ojo la distancia a la que se encuentra el nuestro.

Como es natural nos vamos relajando y comprendemos que la extraña aparición de Carcasona tiene toda la pinta de ser un montaje muy bien hecho, pero un montaje, una especie de imagen tridimensional generada por rayos laser. Decidimos que volveremos de día a investigar sobre el suceso, ya que de noche nosotras no volvemos ni locas.

Antonia reflexiona sobre el hecho y piensa que hemos podido ser objetos de una broma, típica de "la cámara oculta", y que si nos han estado grabando se habrán reído a gusto con nosotras ya que ni Fermín Cacho es capaz de superar nuestra marca.

Aguzando la vista tratando de descubrir nuestro hotel pese a la oscuridad de la noche, al final lo descubrimos solitario y mimetizado con el paisaje nocturno, apenas unas farolas en el aparcamiento es todo el alumbrado que posee este pequeño hotel de carretera.

Tras haber quedado para el día siguiente y desearnos las buenas noches, nos dirigimos a nuestras habitaciones respectivas a descansar.

2º DÍA MONTSEGUR



Tras una larga noche en la que no han faltado ni pesadillas, ni terrores nocturnos. Al final ha llegado el día tan esperado, el de la visita al castillo de Montségur. Pero el tiempo no nos acompaña ya que está nublado y es muy posible que hasta llueva. Bendita lluvia, regalo para los campos y ganancia para los campesinos, pero si hoy llueve es muy posible que visitarlo se complique, porque sus accesos son un poco difíciles, por no decir imposibles.

Nuestro interés en visitar este castillo responde a una curiosidad literaria nacida de las leyendas que atesora y de su emplazamiento excepcional, los Pirineos.

En este castillo se da la circunstancia de que su historia supera a todas las leyendas que fue creando la voz popular y que se fueron transmitiendo de generación en generación, pero su mayor interés radica en que se encuentra situado en un marco de incomparable belleza completamente mimetizado con el paisaje que le rodea. Convertido, por ello, en uno de los castillos cátaros más inexpugnables e inaccesibles, un auténtico nido de águilas.

Montségur está situado en la localidad de Lavelanet, una vez cruzado el umbral de los Pirineos occidentales, en Ariège.

El nombre de Montségur aparece unido al de la herejía Cátara y ha transcendido a la posteridad como el último reducto de la resistencia cátara durante la cruzada albigense.

Tras el desayuno iniciamos el viaje hacia el famoso castillo, tomamos dirección a Carcasona en dirección a Bram, la carretera al principio es muy entretenida pues pasamos por ciudades tan interesante como Bram en cuyas inmediaciones se encuentra el célebre Canal del Midi, Fanjeaux con unos alrededores muy agradables, Mirepoix con el encanto de sus casas de madera y adobe y sus famosos soportales con esculturas. Villeneuve d´Olmes y sus alrededores tan espectaculares, protagonizados por sus sugestivos arroyos de agua cristalina y sus preciosas cascadas urbanas y por último Montferrier y Montségur ya hacia el final la carretera es bastante mala, muy irregular.

Llevamos ya un tiempo considerable dentro del coche y ya he tenido la oportunidad de comprobar que si por la noche se vuelve comedida y prudente durante el día coge confianza vuelve a ser la de siempre al volante. Adopta una conducción despreocupada, temeraria, casi diría que suicida. Invade en ocasiones el carril contrario sin darse cuenta, y sin fijarse en si vienen vehículos en dirección contraria. Laura, en una ocasión la ha desorientado con un grito agudo y se le ha ido el coche con tan buena fortuna que no se ha dado de frente con otro que venía en sentido contrario porque éste ha dado un giro brusco al volante que casi le cuesta irse a la cuneta. No sé qué me da más miedo si estos fantasmas o cómo conduce Carmen, porque lo qué sí es cierto es que los llevo por corbata, para qué me voy a ir con eufemismos si esta muchacha es una suicida conduciendo. Y, encima dice: -" ¡Qué mal conducen estos franceses"- ¡ NUNCA MÁS SIN MI COCHE!- Pienso con acritud.

Se ha descubierto recientemente que las mujeres podemos hacer dos cosas a la vez, porque tenemos conectados los dos hemisferios cerebrales; pues bien, creo que Carmen es la excepción que confirma la regla. Está comprobado no puede hablar y conducir al mismo tiempo, se le va el coche.

Atravesamos un territorio salvaje de cumbres peladas, de valles recónditos y lagos de gélidas aguas. Hemos tenido que conformarnos con contemplarlos de lejos, pero su aire agreste y su verticalidad no deja de asombrarnos.

El agua fluye por todas partes en esta naturaleza privilegiada y se despeña helada desde altas cumbres para caer justo a ras de carretera originando arroyos de agua cristalina, discurre en superficie ruidosa y alegre por barrancos y gargantas creando vida a su alrededor y derrochando energía, o se esconde traviesa generando toda una belleza subterránea digna de ser explorada por el visitante más exigente y afluye al exterior derrochando frescura. Todo gira alrededor del agua y es un factor decisivo a la hora de equilibrar y organizar todo tipo de actividades relacionadas con el hombre y su entorno.

Cuando llegamos a la explanada donde se eleva el pico rocoso donde se recuesta esta ciudadela del vértigo una espesa niebla invade todo el lugar e imposibilita la contemplación del magnifico castillo en la cima.

Carmen aparca sin ninguna dificultad en una pequeña zona destinada a aparcamiento que a pesar de lo temprano de la hora ya hay autocares con turistas de la tercera edad que pese a sus muchos años no se arredran ante la idea de visitar esta fortaleza.

Nos encontramos justamente en el lugar de donde parte un sendero levemente inclinado que conduce hasta esta "ciudadela del vértigo", nombre muy acertado que han escogido los franceses para denominar a esta imponente fortaleza y otras ya que si se tiene la ocasión de contemplarla parece colgada en el abismo.

Contemplamos un gran número de excusionistas que indiferentes a la espesa niebla se están pertrechando hasta las orejas para afrontar el ascenso al Montségur de una manera segura.

Carmen echa un vistazo a su alrededor y nos dice en un tono amedrentado: -" Se están poniendo botas de escalador"- y luego añade: -" A ver si ahora vamos a tener que practicar escalada libre"-.

-"Pues no me extrañaría nada, porque de alguna manera hay que explicar un asedio que duró 30 años, dando por supuesto que estaban aislados y no recibían ayuda exterior no se explica que duraran tanto tiempo"- Les respondo medio en broma y cuando veo la cara que ponen las tres me entra la risa loca.

-" Qué inocentes que sois, es que no veis que no llevan arneses de ningún tipo, ni siquiera cuerdas…cómo diablos queréis que escalen…lo que pasa es que el sendero que lleva hasta el castillo es un camino de cabras muy propicio a los accidentes y la gente toma sus precauciones"-

-" El asedio de Montségur debe ser igual que el de Numancia"- Comenta Laura ya más tranquila.

-" Numancia y Montsérgur no tienen nada en común ya que la primera resistió durante 20 largos años los ataques de los romanos y al final como no podían con ella Escipión decidió sitiarla y sólo duraron ocho meses, pero cuando se vieron vencidos decidieron suicidarse antes que caer en manos de los romanos. En cambio con Montsegur, los cruzados ocuparon el castillo y exterminaron a la comunidad de cátaros que se hallaba refugiada en él.

Nosotras no llevamos botas de escalador, pero nuestras bambas no tienen nada que envidiarles ya que son bastantes fuertes y aptas para tal fin y lo único que interesa es evitar posibles accidentes.

La niebla no constituye ningún problema es más contribuye a crear un aire de misterio que lo hace más divertido si cabe y es que la niebla languedociana tiene personalidad propia, es fría, pegajosa; imprevisible, aparece cuando menos te la esperas; y, desprende un olor especial.

Si alguien está leyendo este relato y decide visitar esta ciudadela del vértigo, como la llaman los franceses, debe tener en cuenta una serie de consejos:

1.- Hacer acopio de frutos secos y agua para compensar el desgaste de energía en la subida.

2.- Visitarlo a primeras horas de la mañana a ser posible, porque si se hace a partir de las tres de la tarde te expones a que te sorprenda un banco de niebla vespertina que te pueda desorientar.

3.- Usar un calzado adecuado y flexible.

4.-Convierte la visita en un agradable paseo, tómatelo con calma, sin prisas, si agobios que te puedan costar caros, disfruta de la belleza de un paisaje agreste y salvaje, inhóspito y si hay suerte hasta puedas ver algún águila revoloteando alrededor de los picos.

La subida pueda ser larga y la impaciencia jugarnos una mala pasada. ¡TEN PACIENCIA!.

Despreciando la niebla iniciamos la marcha siguiendo un pequeño sendero, formando parte de una extraña y silenciosa comitiva integrada por gente de todas las edades, intentando emular a aquellos penitentes que en la antigüedad peregrinaban hacia Montségur, pero con un talante muy distinto, preocupados por su supervivencia y buscando el amparo de los imponentes muros de la fortaleza.

Encontramos, a medio camino, en el sendero pedestre que lleva a la fortaleza, una estela conmemorativa: el prat des cremats o prado de los quemados, en homenaje al recuerdo del martirio que sufrieron los 220 cátaros, que rehusando renegar de sus fe católica, se autoinmolaron, arrojándose a una hoguera gigantesca encendida al pie del castillo.

Los jubilados también integran el grupo, pero sólo llegan hasta la estela de piedra donde se conmemora los hechos referentes a la cruzada albigense aquí acontecidos. A partir de este punto se dan la vuelta y nos dirigen una sonrisita de circunstancias en su despedida.

Una vez traspasada la estela conmemorativa empieza, por así decirlo, la larga y constante ascensión, que dura aproximadamente una hora, hasta el Montségur.

Cruzamos un pasadizo sombrío formado por un tupido ramaje de árboles que se enreda por encima de nuestras cabezas y el aspecto fantasmagórico que presenta la vegetación en este tramo del sendero nos provoca escalofríos.

Al poco tiempo de la subida nos encontramos con una pareja de mediana edad que están descansando sentados en un peñasco cuando nos cruzamos con ellos le saludamos y ellos nos responden con una sonrisa. Esto es lo que tiene la montaña y la naturaleza: acerca a las personas, somos más auténticos, se dan situaciones que en la ciudad posiblemente no se producirían.

A medida que vamos ascendiendo descubrimos que la niebla se va disipando y la ropa que llevamos también sobra por el acaloramiento de la subida y empiezo a pensar si no será una treta que utilizan estos fantasmas para impedir que los entusiastas visitantes capten la inaccesibilidad del castillo y desistan de la idea de llegar hasta el final.

Laura, siempre tan previsora, saca de su mochila los frutos secos que compramos el día anterior y empezamos a comer, así no se hace tan dura la tarea.

En verdad es bastante más difícil de lo que nosotras creíamos ya que a mitad de camino nos encontramos con un grupo de muchachos que seguramente aún no tienen los veinte años, pero que por su aspecto se encuentran exhaustos, desparramados por el suelo, con los rostros congestionados por el esfuerzo, tratando de recuperar el aliento. Y, es que ya sabe la impulsividad de la juventud no tiene límites, pero a veces eso mismo se paga caro.

Contemplando sus cuerpos exánimes, desmadejados por el esfuerzo pienso si las almas en pena que vagan por estos lugares no serán las de los visistantes que se afanan en visitar estos enigmáticos emplazamientos y en su intento se quedan en el camino.

Carmen se acerca a uno de los jóvenes y le pregunta con un francés muy básico si se encuentra bien, y, el muchacho, no sé si por el esfuerzo o por timidez se pone aún más rojo y poniendo una expresión rara en el rostro no le contesta.

Carmen desiste y se incorpora de nuevo a nuestro grupo y riendose nos dice: -" no sé porque me empeño con el francés, he tenido la impresión, cuando hablaba con ese muchacho, que más que francés le hablaba en chino"-.

Por fin, llegamos al imponente edificio y la última parte es un auténtico camino de cabras que casi tenemos que superarlo a cuatro patas, como todavía somos jóvenes, no nos cuesta ningún esfuerzo y lo encontramos hasta divertido.

Accedemos a la fortaleza a través de una escalinata de madera y una vez en el interior desilusiona un poco porque su construcción es bastante simple, no responde a la típica imagen que se tiene de los castillos sino más bien es un amplio recinto, flanqueado por una torre en ambos extremos, con escasas edificaciones, tan sólo una escalera en pésimas condiciones lleva hasta la parte superior de la gran muralla y que viene a ser como una especie de mirador.

Antonia y nuestras amigas se distancian y cada una busca su instantánea ideal, aquella foto que sea capaz de reunir toda la magia que derrocha este lugar, completamente ajenas en su propio mundo, se dedican a sacar fotos y más fotos y me inquieta ver cómo mi hermana se aventura por la precaria escalera de piedra que conduce a la parte superior de los muros del castillo para hacer una impactante foto de los alrededores de esta ciudadela.

Macizo, sombrío, contemplo sus imponentes muros, antiguos testigos de una crueldad sin límites que ha pervivido a través de los siglos y me imagino a mi pesar la cruenta batalla que tuvo lugar y que llevó a la total aniquilación y exterminio de esta comunidad de cátaros, estimada en unas 500 personas, que habían buscado refugio en esta fortaleza-santuario.

Imagino con angustia las personas degolladas, mutiladas, quemadas en la hoguera y mi mala sensación aumenta a cada paso que doy, presiento gritos y llantos desgarrados.

Los católicos llamaban a esta fortaleza la "sinagoga de satanás", fue asesiada desde el 1242, pero fracasó. En mayo del 43 los cruzados iniciaron un duro asedio de seis meses y a base de torturas y traiciones consiguieron la rendición de los cátaros de Montségur, y, prácticamente, todo el movimiento cátaro.

Montségur no ha sido el único ejemplo de exterminio de una comunidad de religiosos, también se dio en Minerva con un asedio que duró siete largas semanas y como resultado final 140 religiosos "se arrojaron" a una hoguera en llamas antes que renegar de su fe.

Y, en Béziers, la matanza constituyó un auténtico delirio de sangre y horror. Después de ser martirizados y torturados; unos 20.000 inocentes, entre religiosos y población civil simpatizante con la secta, fueron sacrificados en nombre del Catarismo.

Paseamos entre las ruinas reviviendo todo un pasado vergonzoso de barbarie cuando vemos aparecer a los muchachos que nos hemos encontrado en el camino desparramados por el suelo como si de bajas de una guerra se tratara y por la vitalidad que manifiestan yo diría que ya están totalmente recuperados. Mi compañeras de viaje también se han dado cuenta de su presencia y es Laura la que dice: -" Mirad, ya se han recuperado"- y Carmen añade: -"Sí, que recuperación más milagrosa"-. El comentario hace referencia a que los jóvenes se meten en todas partes y se disponen a subir por la escalera haciendo caso omiso de las recomendaciones de seguridad que aparecen al pie de la misma.

Algunos visitantes merodean por el recinto perdiéndose por lugares secretos tratando de buscar el pasadizo secreto que se supone debieron de utilizar dos cátaros para huir de Montségur con un tesoro. Cuando éstos se entregaron, otros cuatro hombres huyeron misteriosamente.

Carmen se me acerca y me pregunta: -" ¿No hueles a quemado…?"-Le contesto que no, intrigada olfateo el aire, pero no percibo ningún olor. Laura que la ha oído se le acerca y le dice que ella también siente el mismo olor.

Mi hermana me saluda desde lo alto y yo aprovecho para indicarle que se deje de fotos y que baje de una vez, pero ella no me hace caso y sigue paseando sobre la muralla, pero de pronto se detiene y se encamina muy rápida hacia la escalera. Creo que ha visto algo que la asusta porque se aproxima muy ligera. Cuando está con nosotras nos dice que por una ladera del monte va subiendo una extraña niebla y que será mejor que nos alejemos del lugar no vaya a ser que invada todo el lugar y nos cause problemas en el descenso.

Carmen y Laura le preguntan si percibe el olor a quemado y ella tras olfatear el aire responde afirmativamente. Yo sigo sin captar ningún olor, pero en cambio noto un cambio repentino en la temperatura ya que hemos tenido que ponernos los anoraks por el frío imprevisto que se nos ha echado encima.

Sin pensarlo dos veces y cuando la niebla ya empieza a asomar por uno de los flancos de la fortaleza nosotras salimos apresuradamente del lugar. Y, en poco menos de una hora ya nos encontramos al pie de la colina donde se recuesta la fortaleza. Descubrimos cuando llegamos al aparcamiento que hay una ambulancia cuyos miembros se están preparando para subir en busca de un posible accidentado.

Comentamos entre nosotras que un accidentado grave precisa ser evacuado en helicóptero por lo tanto debe ser una cosa leve. Pensamos quedarnos y comprobar si ha podido ser uno de los muchachos con lo que nos hemos encontrado el que se ha podido hacer daño, también puede ser que con la niebla haya venido algo más y haya provocado algún susto, ya que el frío inesperado, y el persistente olor a quemado no deja de ser muy sospechoso. En fin pueden ser tantas cosas…Y, lo sucedido en el museo y en Carcasona sigue estando muy presente en nuestras mentes…

CONTINUARÁ...

Comentarios

Entradas populares