Relato de ficción inspirado en un viaje real al país cátaro...
INTRODUCCIÓN
El país cátaro es una amplia zona comprendida en el sudoeste francés y se corresponde geográficamente con la legendaria Occitania, romántica región histórica de trovadores cuyo medio de expresión era la lengua de oc.
Este nombre le viene impuesto de la secta homónima que proliferó entre las gentes del lugar, considerada por la Inquisición como herética por lo que sufrió la más cruenta de todas las persecuciones conocidas hasta el momento actual y sólo se detuvo cuando se consiguió el total exterminio y aniquilamiento de todos sus miembros y sus escasas posesiones confiscadas en lo que sería la cruzada más sanguinaria de la cristiandad, y, es que, en nombre de la fe se ha llegado a derramar mucha sangre inocente.
Aquellas gentes, precisamente denominados gentiles, eran hombres buenos, puros y se les conocían con el nombre de “perfectos” o “perfectas” ya que ellos no hacían discriminaciones entre sus fieles teniendo hombres y mujeres la misma consideración dentro de la secta.
Tras esta breve introducción, comienzo diciendo que nuestro interés por visitar este país radica en el misterio que envuelve sus castillos, ahora descarnados esqueletos de piedra que desafiantes al tiempo se elevan orgullosos y altaneros en los lugares más recónditos e inexpugnables.
Auténticos nidos de águilas que fantasmales y como salidos del túnel del tiempo nos demuestran la brevedad de nuestra existencia y nos hablan, porque las piedras hablan sólo hay que estar dispuesto a escucharlas, con ese viejo sonido que emerge de lo más profundo de la tierra.
Esa merecida fama que atesoran de embrujados, malditos o hechizados es la razón principal que nos mueve a visitarlos, pues cualquier persona que se sienta atraído por el más allá siempre acude a este tipo de lugares en busca de respuestas a sus dudas existenciales.
Nuestro viaje transcurre durante una semana santa de no sé qué año, ya ni me acuerdo. Y, las protagonistas somos cuatro amigas deseosas de experimentar emociones fuertes más allá de la realidad material en la que estamos inmersas. Naturalmente, las cuatro creemos en este tipo de fenómenos y no nos asusta en modo alguno enfrentarnos a este tipo de cosas. Es más, los buscamos y los deseamos con una morbosidad propia de personas enajenadas.
Hemos fijado la hora de la partida a las 6 de la mañana con rumbo a Gerona, saliendo de Barcelona por la Autopista del Mediterráneo que es la que lleva hasta la Junquera. El trayecto no puede ser más rutinario y monótono, quizá, hasta un poco aburrido. También es preciso efectuar alguna que otra parada antes de penetrar en territorio francés para tomar un refrigerio y de paso descansar. Saliendo a tan temprana hora hemos evitado los embotellamientos tan molestos que se producen en hora punta.
En nuestro recorrido hemos dejado atrás la mole inconfundible del Montseny, que, por su proximidad con respecto a Barcelona se puede considerar como uno de sus más bellos alrededores, con su relieve característico, sus alturas, sus bosques de rabioso verde en primavera y verano; sus arrebatadores tonos amarillos, naranjas y rojizos en el otoño, una auténtica sinfonía de colores y una auténtica pena para la persona que no ha podido disfrutar de tal belleza en esta estación del año.
Finalmente, penetramos en Gerona con la gratificación de sus suaves campos verdes y frondosos bosques que parecen sacados de un cuento de hadas y la exuberancia de su Costa Brava con sus impresionantes acantilados y sus vestigios de antiguas culturas.
Nuestra amiga no conduce todo lo prudente que debiera ya que he tenido la ocasión de comprobar que tiene bastantes dificultades para mantenerse en un mismo carril. Imagino que será que ha madrugado y todavía está dormida y por eso no coordina bien. ¡Eso espero!.
Antonia, muy prudente ella, sólo se limita a dirigirme alguna que otra mirada de circunstancias, pero yo sé que está arrepentida de no llevar nuestro coche.
Ya ha amanecido y la mañana trae consigo un fuerte viento, la tramontana, que con su violencia zarandea a los vehículos que circulan por la Autopista y nosotras completamente aterrorizadas no sabemos si llorar o rezar, pues con lo “habilidosa” que es Carmen conduciendo y los bandazos del viento, mucho me temo que será un milagro si no volcamos. Dicen que cuando sopla la Tramontana altera tanto a las personas que los enloquece, espero que sólo sea una leyenda urbana, sin apenas fundamento. La verdad es que no me seduce nada la idea de que nos quedemos aquí haciéndole compañía a estos fantasmas, por muy buenos hombres que hayan sido…
Antes de penetrar en Francia decidimos hacer una parada para desayunar y de paso que Carmen descanse un poco de la conducción. Cuando me bajo del coche casi que me dan ganas de arrodillarme y besar el suelo que piso. Me fijo en lo contentas que van las tres con sus risas eufóricas, completamente despreocupadas, y me olvido de todas mis aprensiones.
Buscamos un restaurante dentro del área de servicio de la autopista, que dado lo temprano de la hora está desierta y no hay un alma, apenas algún que otro camión aparcado cuyo conductor debe de estar descansando unas horas para reponer fuerzas antes de reanudar el viaje.
Penetramos en el restaurante y buscamos un lugar donde sentarnos, que, a estas horas de la mañana no constituye ningún problema ya que en el lugar apenas hay un alma. Nos tomamos un pequeño refrigerio que consta de un café y unos croissants que encontramos riquísimos y nos disponemos a planificar con ilusión las visitas, decidiendo que dedicaremos todo el día a visitar Carcasona, un precioso lago que hay en sus inmediaciones y el Canal del Midi. Pero, antes buscaremos un hotel barato donde alojarnos.
De nuevo nos encontramos en la carretera y la tramontana nos sigue acosando con su feroz acometida, todo parece indicar que nos acompañará también en Francia. Carmen sigue conduciendo igual, indiferente al peligro que supone conducir con semejantes ráfagas de viento, es más, compruebo que cada vez que mete una cinta en el cassette se le va el coche y comienzo a pensar que hemos cometido una torpeza al no coger nuestro coche.
Ya hemos cruzado la frontera y antes de que nos demos cuenta ya nos encontramos en Perpiñán, preciosa población cercana al mar. Después de circular unos cuantos metros, nos adentramos en el casco antiguo de la ciudad para hacer una pequeña visita panorámica porque el lugar lo merece.
Perpiñán tiene un cierto aire catalán en parte reforzado porque es la lengua que hablan sus habitantes. También tiene un un agradable aire comercial que le confiere un espíritu bullicioso.
Pienso en lo encantador que resultaría callejear a gusto por el casco antiguo de callejuelas estrechas tan elegantes y pintorescas pese a los numerosos y variados comercios de bonita estampa, que alegran la vista y seducen al visitante más exigente. Perpiñan es un paraíso para las personas consumistas, y nosotras nos contamos entre ellas, ya que como todo el mundo sabe, esta ciudad es famosa por sus compras a bajo precio.
Abandonamos esta ciudad tan sugestiva y de nuevo nos encontramos en la Autopista, que en Francia adopta el nombre de “La catalana”, observamos indicaciones constantes de recomendaciones de precaución por las fuertes rachas de viento violento y descubrimos que algunos de los arbustos que jalonan los lindes de la Autopista se encuentran inclinados en la dirección que sopla la tramontana.
Por fin un letrero indicativo nos anuncia que ya hemos entrado en el País Cátaro. Y, observamos que hay signos por todas partes anunciando que nos encontramos en la Route des Cathars, o lo que es lo mismo, en el País de los Cátaros.
Tristemente no ha quedado en la región ninguna huella material que afirme la existencia de estas gentes, sólo sus castillos; y, tampoco, la verdad es que, estos castillos asumieron el nombre de cátaros porque fue en ellos donde esta gente se refugió en su huida. Por eso es tan extraño que esta zona haya transcendido a la posteridad con el nombre de País Cátaro.
El misticismo tan desarrollado en occidente adquirió un matiz oriental, y, la herejía albigense o cátara, influenciada por una antigua secta de Persia, admite el dualismo entre el bien y el mal, rechaza la simonía del clero meridional, y vuelve a la pureza primitiva del Antiguo Testamento, opta por rechazar los sacramentos (incluso el del matrimonio) y predica un ascetismo muy semejante al nirvana hindú. Proclaman un desprendimiento total de la vida material, que, para ellos sólo es emanación del mal.
Y, por supuesto, creen en la reencarnación que es la que conduce al hombre poco a poco a la perfección y a la vida eterna. Eran vegetarianos comían pan, verduras, pescado y frutas. Bebían vino, pero sin connotaciones religiosas o sagradas. debían abstenerse de deseos carnales y eran totalmente indiferentes a los bienes materiales.
Con respecto al pecado eran tolerantes, se mostraban extraordinariamente comprensivos, indiferentes con las locuras y desatinos que cometían sus seguidores a los que ellos llamaban “creyentes”. Pero, en cambio, sus clérigos,”los perfectos”, tenían que ser santos y vivir en la más absoluta pobreza para poder alcanzar las más altas cotas de pobreza.
En su ritual sólo practicaban un sacramento, el “consolamentum” o especie de bautismo espiritual que consistía en una imposición de manos por la cual el creyente se convertía en un “buen hombre”(perfecto). Esta imposición de manos se llevaba a cabo durante la revelación, la ordenación o la extremaunción y sólo podía ser llevada a cabo por un “perfecto”.
La cruz venerada por los cristianos era mirada con horror y considerada como un instrumento de tortura.
Su culto es muy simple y su única oración es el “Padre Nuestro”.
Aquí tenemos una revolución comunista con una base mística que se extendió por Europa occidental a mediados del siglo X, logrando asentarse hacia el XII en tierras del Languedoc y en su afán por conseguir la perfección, se negó a admitir la propiedad privada, repudió la violencia; y, sobre todo la guerra. Y, por último, aunque esta herejía brotó en el seno de la población urbana fue cogiendo fuerza y arraigó en algunos señores feudales y en el propio Raimundo VI de Toulouse, vasallo de la corona de Aragón.
Creo que no me equivoco al afirmar que mis compañeras de viaje y yo compartimos la misma pasión por este tipo de viajes y coincidimos en que no hay placer más grande que disfrutar de las comidas, los paseos al aire libre aspirando el aire impregnado de olores, vivir todos los episodios y acontecimientos que se van presentando de una manera tan sana y libre.
Antes de llegar a Carcasona, nuestro objetivo es encontrar un hotel que nos satisfaga a las cuatro, y esto es lo más difícil, ya que todos tienen algo, o son demasiado lujosos y no pegan con nosotras, o parecen moteles como el de “psicosis” y claro, les da miedo. Por fin, ya hemos dado con el adecuado, o eso parece, es de la cadena Formula Uno. Estos suelen ser muy baratos y están bien. Pero, Laura comienza a decir que tiene pinta de motel de carretera para citas clandestinas. Estoy a punto de responderle, porque llevamos camino de no encontrar alojamiento y ya me estoy poniendo nerviosa, pero es Antonia la que se me adelanta y le dice muy guasona:
- ” Tú ves aquí algún hombre, mira que si ya están haciendo acto de presencia los fantasmas y yo no me he enterado”-
-”No, para nuestra desgracia aquí no hay hombres, ni nada que se le parezca”- le contesta con sorna Laura.
Con su broma nos reímos las cuatro y como Carmen no calla ni dentro del agua le replica: - “Anda, déjate de tonterías que llevamos camino de no encontrar alojamiento y éste está bastante bien para nosotras, vamos a ver si hay suerte y encontramos dos habitaciones.
Por supuesto que nos alojamos y si tengo que describir la habitación diría que más que minimalista, termino ahora tan de moda, es escasa. Ya que es tan mínimo el espacio que tenemos para movernos que si nos descuidamos nos salimos. La habitación se la ve cómoda y muy aseada, posee un mobiliario elemental: un gran tocador, un espejo discreto en un ángulo de la sala, una cama que se supone es de matrimonio y una litera colocada de una forma un tanto inverosímil, atravesada longitudinalmente sobre la cama de matrimonio en la que de caber dos personas, es una encima de la otra. La escasa iluminación le da un aire más bien triste y melancólico.
Tras dejar nuestras bolsas de viaje olvidadas en el hotel, nos dirigimos hacia Carcasona, nuestra primera cita con los fantasmas……..
La carretera que nos conduce a Carcasona es una delicia, serpentea entre suaves colinas y llanuras dedicadas al cultivo de la viña. Carretera vecinal, no exenta de peligros, que te acompaña durante todo el recorrido hasta la Cité.
Enmudecemos cuando sentimos la fascinación que despierta en nosotras la repentina visión del espectacular recinto amurallado recortado contra el imponente cielo azul. Acortamos la distancia que nos separa de la ciudad y su grandiosidad se hace más patente. Penetramos en el recinto amurallado por la Puerta Narbonesa y nos reciben las dos enormes torres que flanquean el puente levadizo abierto al tráfico rodado, regulado por un semáforo.
Y, es que en Carcasona confluyen el presente y el pasado en una armonía perfecta, todo es equilibrio y proporción, sus piedras hablan de su pasado medieval, pero también goza de una fisonomía excesivamente restaurada o nueva que muchos no ven con buenos ojos, pero que a mí me habla del interés que tienen sus gobernantes en aunar pasado, presente y futuro.
Aparcar en el interior de la Cité es un poco difícil, porque la mayor parte de las calles son peatonales, pero tras dar unas cuantas vueltas, por fin encontramos aparcamiento en las inmediaciones de un hotel, junto a otros vehículos.
Antes de comer vamos a hacer una visita al Museo de la Inquisición. Lugar, que, como su mismo nombre indica alberga todo tipo de instrumentos de tortura utilizados en contra de los cátaros.
Un poco reacias al principio, cuando nos acercamos hasta el Museo vemos que en la entrada está expuesta la máscara de la charlatana y esto es lo que nos decide a entrar. Este rudimentario instrumento de tortura de tipo doméstico y si se mira bien sólo es un bozal más o menos sofisticación, estaba destinada para las mujeres que hablaban demasiado. Un artilugio de lo más “imaginativo” que utilizaban los maridos para tener a sus mujeres con la boca cerrada. Constaba de un casco formado por barillas con una especie de cepo interior que agarraba la lengua de la mujer impidiendo así que la pobre mujer hablase.
La visita empieza de manera jocosa gastando bromas con la dichosa máscara, pero cesan en cuanto llegamos a la sala donde están expuestos instrumentos tales como la picota, la guillotina, el cepo, el despellejador, el trituradedos, la licuadora, y otros aberrantes métodos de tortura todos ellos ideados para obtener la confesión del acusado.
Nuestro horror va en aumento conforme nos aventuramos por las distintas salas y comenzamos a sentir una sensación muy desagradable, un profundo malestar físico unido a que la temperatura de las salas parece que va bajando hasta tal punto que nos tenemos que abrigar debido al frío tan intenso que hace en el lugar.
Apenas hay visitas, así que nos hemos quedado solas en este lugar y no nos hace ninguna gracia, pues este sitio te pone los pelos de punta. Cuando llegamos al final, en la última sala, donde se encuentran los instrumentos de suplicio más terribles, vemos que una extraña bruma parece brotar de los objetos e inunda toda la estancia. Comprendo que no son instrumentos de tortura, sino de ejecución, están impregnados espiritualmente a causa del derramamiento de sangre que en ellos se produjo. Si prolongamos la visita creo que acabaremos presenciando una materialización fantasmal. Miro a mis compañeras de viaje y las veo tan espantadas que les insinúo que deberíamos irnos ya que las cosas apuntan mal.
Porque la impregnación espiritual de un objeto es siempre es negativa y si vemos algo puede ser hostil.
Cuando nos encontramos en la calle bañada por el cálido sol de la mañana y lejos del espectral recinto del museo, tratamos de encontrar respuestas a los hechos que se han producido en el interior.
-¿Qué es eso que ha pasado ahí dentro? -Pregunta Laura todavía detenida delante de la entrada del museo.
-” Simplemente hemos presenciado una impregnación espiritual porque en esos aparatos han ejecutado a personas y la sangre derramada, depositaria del espíritu, ha contaminado los objetos con energía negativa. Hay que tener mucho cuidado con este tipo de manifestaciones porque siempre son peligrosas.”-
-” Pero, yo tenía entendido que estas almas en pena no eran hostiles”- Comenta Carmen, extrañamente seria.”-
-”Yo creo que todo lo que nos ha pasado ha sido fruto de la sugestión, nos ha impresionado mucho ver estas cosas tan horribles, y la imaginación ha hecho el resto”- Explica Antonia
¿Y, qué me dices de la bruma, cómo explicas eso?… Le responde Carmen.
-”No sabemos de donde proceden estos aparatos tan horribles”- Comento y al mismo tiempo ojeo el folleto explicativo que nos han entregado juntamente con las entradas. Y, efectivamente es como yo creía…
– “Ya me lo imaginaba, son de Montségur”-….
CONTINUARÁ...
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