ANTONIA Y EL GATO POSEÍDO DE MONTJUIC.



Barcelona me apasiona y nuestro principal entretenimiento es pasear por sus amplias avenidas y múltiples comercios, siempre tan abarrotados en hora punta. Tampoco desdeño el encanto de sus gentes que, últimamente, y gracias a la inmigración ha convertido esta ciudad en una moderna Torre de Babel, donde conviven personas de todo el mundo. Ciudad cosmopolita y hospitalaria donde cada ciudadano del mundo encuentra su lugar.

Disfruto como nadie, de sus zonas verdes, auténtico oasis de verdor y frescura en medio de una ciudad que es esclava del ritmo vertiginoso que impone el stress.

Adoro sus callejuelas y rincones tan repletos de historias, como de misterios y leyendas. Y, es que, en Barcelona, todo se convierte en arte y cultura. Y, si algo hay que criticarle es ese espíritu narcisista que la domina. Y, esa necesidad tan grande que tiene de embellecerse, puede convertirse en un auténtico culto a la belleza.

Deslumbran sus edificios modernistas con arquitecturas tan armoniosas capaces de imitar, en todo un alarde, las formas más caprichosas de la naturaleza. Y, es que, eso fue lo que hizo el genial Gaudí cuando ideó sus edificios más emblemáticos.

Fascina el ambiente bohemio que se respira en la Barcelona nocturna y los espectáculos musicales y teatrales que ofrece. Esa amplitud de conciertos que nos brinda la ciudad y que están destinados a todo tipo de públicos y que alegran nuestras noches veraniegas a la orilla del mar.

Pasear por las Ramblas puede convertirse en un acto cultural si nos fijamos en las estatuas humanas que se exhiben libremente a la espera de que algún turista desee inmortalizarles, haciéndoles una foto.

Barcelona es también una ciudad abierta al mar, ahí tenemos esa ciudad olímpica portuaria que hace las delicias de todos los aficionados a la bicicleta y al patinaje. Siempre abarrotada de gente y donde acudimos alguna que otra tarde calurosa de verano a disfrutar de sus increíbles y maravillosos atardeceres.

También, como toda ciudad, tiene sus rarezas, y es que Barcelona es una ciudad nudista y por eso aquí hay una serie de personas que, según parece, habitan en algún lugar de la montaña de Montjuïc, y que se pasean como Dios los trajo al mundo. A algunos se les ha visto por el último tramo de escaleras que lleva hasta el Palacio Nacional. Lo raro no es que vayan desnudos; sino que, en opinión de algunos, tienen los ojos rojos y muy brillantes, vamos que si tienes la mala suerte de tropezarte con ellos igual pasas a mejor vida. Comentan que cuando se encuentran con la gente se esconden, porque no quieren ser descubiertos. También, existe un hombre que se pasea libremente por Barcelona desnudo, a excepción de unas botas altas, tanto en invierno como en verano, haga frío o calor. Este hombre lleva un piercing en una oreja, tiene el cabello blanco y largo, muy pobre y recogido en una coleta. Tiene la piel arrugada… Y, lleva sus partes íntimas tatuadas y con un cascabel, y las exhibe con total libertad. También lleva tatuado el escudo del FC de Barcelona en el pecho y unas golondrinas. Su “vivienda” se encuentra situado en algún lugar de la montaña de Montjuïc.

¿ Será que ha escogido como vivienda alguno de los señoriales panteones del cementerio de Montjuïc? Recientemente se ha sabido que algunas prostitutas utilizaban algunos panteones del cementerio para realizar sus “trabajos” a los clientes. Quizá, después de todo, este hombre haya encontrando otra utilidad para la última morada de los muertos más ilustres de Barcelona.

También se hablaba de que se escuchaban unos siniestros ruidos, en las alcantarillas de Barcelona. Se hablaba de que podía ser algún animal que había huido del zoo y se había refugiado en las entrañas de la ciudad condal. Este hecho fue descrito por unos operarios que se dedicaban a las labores de saneamiento de las cloacas y fue, entonces, cuando escucharon los extraños ruidos. Pero, posteriormente, se descubrió que podía ser una campaña promocional de la película de terror “UNDERWORLD”.

El caso de Antonia y el Gato poseído de Montjuïc, no tiene desperdicio y le sucedió en el verano.

Una cálida noche de verano que no podíamos aguantar el bochorno, decidimos coger la furgoneta y salir a dar un paseo por Montjuïc, para relajarnos un poco y refrescarnos. En un santiamén, atravesamos toda la ciudad y ascendimos por la avenida arbolada que lleva a Miramar.

Actualmente, preside la zona un Hotel de lujo, con un montón de estrellas, construido sobre los antiguos estudios de televisión de Miramar. Tomamos un desvío que conduce a un camino de tierra, en las inmediaciones del hotel, donde aparcamos. Entonces, nos dirigimos al Mirador. La panorámica es impresionante y las vistas que se ofrecen de noche, casi que te dejan sin aliento. La iluminación es, simplemente, espectacular.

El lugar está desierto, pero eso es algo que nunca nos ha incomodado y es que son pocas las cosas que nos atemorizan, a excepción de la enfermedad. Pero, al cabo de unos metros nos encontramos con un gato negro, enorme y muy bien alimentado, que nos corta el paso.

Antonia siempre ha tenido mucho miedo de los gatos, sencillamente no le gustan y cuando se tropieza con alguno siempre trata de evitarlo.

Cuando nos encontramos frente a frente con el gato, nos damos cuenta que hay algo raro en él, algo maléfico, el gato tiene los ojos blancos, siempre los tienen en la oscuridad y si te los quedas mirando puede resultar algo inquietante. Entonces te acuerdas de todas las supersticiones y leyendas que circulan en torno a ellos.

Antonia decide darse la vuelta y así me lo hace saber. Yo no me opongo, ya que si no la obedezco se puede enfadar y la puede liar. Pero, el gato tiene ganas de guerra y cuando nos damos la vuelta para irnos por el rabillo del ojo mi hermana descubre que el gato la sigue y se ha puesto a su lado y la va acompañando. Inicialmente, debo reconocer que la situación me hace gracia. Ella, al notar la actitud del gato, aligera la marcha y el animal hace lo mismo. Antonia ya no piensa con condura y le digo que se calme que lo que quiere es comida, que no haga cosas raras. Entonces, el animal se cansará y se irá.

Mi hermana tiene más miedo que once viejas y, aún así, me hace caso, pero el gato no la abandona. Es más, desafiante y con muy mala leche, se le adelanta y se le planta delante, con los pelos erizados y empezando a arquear el lomo. Antonia que ya está cagada de miedo, agarra su bolso, una auténtica arma letal que pesa lo suyo, y amenaza con él al terco animal. Pero, éste en lugar de salir huyendo, le planta cara y le enseña los colmillos en una actitud muy poca amistosa.

La cosa se pone sería y salimos corriendo, como alma que se lleva el diablo, y el gato endemoniado viene detrás de nosotras, pero como está muy gordo corre menos. Con la lengua fuera, llegamos al coche que, como se abre por control remoto, rápidamente, nos metemos en él. El gato viene detrás pisándonos los talones. Pero cuando ve que ya nos encontramos en el interior del coche, de un salto se sube al capó y patinando sobre la fría chapa de metal del automóvil se va acercando, lentamente, hasta donde se encuentra mi hermana y a través del parabrisas clava su inquietante y brillante mirada en ella. Contemplo la escena y se me hiela la sangre en las venas, jamás he visto nada igual. Mi hermana conecta el limpiaparabrisas y dispara el chorrito de agua que impacta directamente en el animal que, resoplando, se baja del coche y, alejándose, nos contempla desde lejos. Cuando abandonamos el lugar, le dirigimos una última mirada, y casi espero que se levante sobre sus patas traseras y se convierta en una de esas criaturas de ojos rojos que pululan de noche por el Parque. Pero ya se ha dado la vuelta y se aleja, tranquilamente, por donde ha venido, adentrándose en las tinieblas de la noche. Y, nosotras, nos quedamos con el corazón en un puño. Y, empezamos a pensar en que nos hemos encontrado con la reencarnación de algún brujo de la montaña.

Después miro a mi hermana que parece concentrada en la oscura carretera que se extiende ante nuestros ojos. Al sentirse observada me dirige la mirada y me dice:

..."¿Sabes una cosa, creo que ese gato sólo pretendía echarnos..?..

..."¿Qué quieres decir? Le pregunto intrigada...

..."Pues que me da la impresión de que nos ha echado del lugar? Repite, mirándome extrañamente seria...

...."Desde luego, en eso tienes razón, nos ha echado. Los gatos suelen ser muy territoriales y dada la hora ha debido de tomarnos por unas intrusas. No veas nada sobrenatural, que esa conducta suele ser muy normal en los gatos. Huelen el miedo y eso los envalentona, con los perros pasa algo parecido. Pero no conviene obsesionarse con este tipo de cosas que luego no dormimos"...

..."Sólo era un gato hambriento reclamando con intensidad su alimento"...Le comento tratando de convencerla.

..." Será eso"... Responde con ambigüedad, mientras echa una mirada `por el espejo retrovisor  al inmenso reino de las sombras en que se ha convertido la montaña.

..."Eso no era un gato"...Me responde en un susurro.

Mi carcajada cortó la conversación...

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