LA MISTERIOSA PESTE DE BARCELONA




Barcelona huele mal y ya hace tiempo que sucede esto. Un tufo nauseabundo se extiende por los barrios más emblemáticos de Barcelona. El origen de tales efluvios no se sabe a ciencia cierta donde se encuentra, no obstante, muchos opinan que proceden de la depuradora que hay instalada en la Villa Olímpica. También los hay que piensan que el mal olor que nos invade se debe a los orines de gatos y perros, pero yo creo que ni miccionando, a la vez, todas las mascotas del mundo son capaces de producir una mala olor tan generalizada. Otra hipótesis y esta roza la leyenda urbana y no deja de tener cierta gracia es la que se atribuye el origen de esta "peste" a los cuerpos de los difuntos que hay enterrados en el Cementerio de MontjuIc.
Esta peste afecta por igual a los ricos y a los pobres, no entiende de clases sociales, pero donde más se siente es en la Diagonal Mar, allí donde nos damos cita para hacer nuestras compras y poco más, porque cualquier presunción de pasear por el exterior se desvanece con sólo asomar la nariz.
Muchos son los cruceros que hacen escala en Barcelona, ávidos de conocer nuestros monumentos y los bellos rincones que esconde una ciudad que pretende ser europea. Con lo primero que se encuentran estos turistas es la inmensa necrópolis de Montjuïc, casi oculta por unos cipreses que, serán de los que todavía creen en Dios porque buscan una verticalidad casi divina; y que, injustamente, tratan de ocultar toda la fastuosa riqueza arquitectónica que atesora en su interior, digna de figurar en cualquier guía turística.
Aunque se han convertido en un buen reclamo para los atardeceres veraniegos, casi de manera ritual, concluimos nuestros domingos en el Rompeolas y contemplamos casi extasiadas esas grandes moles del mar, pero siempre con el recuerdo de aquella serie tan almibarada como era "vacaciones en el mar".
Atrevidos o casi infames bobalicones se atreven a asegurar que el origen de la peste de nuestra querida ciudad se encuentra en este lugar sacrosanto, en los cuerpos incorruptos, o en los gases de la cremación de los difuntos. Y, yo, persona que no teme encontrar el sosiego paseando entre las tumbas y epitafios de este lugar, puedo confesar que jamás he sentido un mal olor.
Claro, es evidente que el mal olor lo produce la depuradora ya que ha sido cosa de locos situarla tan cerca de la ciudad. Ya va siendo hora de que dejemos en paz a nuestros muertos que ellos están muy tranquilos y no hacen daño a nadie en el cementerio.
Y, por último, creo importante decir que, cuando se tiene que recoger firmas en una ciudad porque una plaga de ratas y cucarachas se está apoderando de sus entrañas y ya empiezan a trepar a los árboles, porque en el subsuelo no encuentran su alimento, es como para plantearse que sus condiciones de salubridad medio ambiental se encuentran en franca decadencia.

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