LA LEYENDA NEGRA DE LOS BORBONES II




En esta segunda parte, seguimos con las maldiciones y el mal fario que rodea a la línea española de la Casa de Borbón, desde donde se desprende, por ejemplo, la línea de los gobernantes de las Dos Sicilias (Borbón-Dos Sicilias), de Parma y Luxemburgo. Los emperadores pretendientes del Brasil, al igual que los pretendientes orleanistas del reino de Francia, provienen de la Casa de Orleáns, que descienden de los Borbones franceses. Como reflexión inicial diré que no he visto un empeño más grande que el del más allá por acabar con esta dinastía de Reyes… Si yo fuera una “borbona”, me lo pensaría dos veces…..
Por lo que respecta a la línea francesa se encuentran otras extintas, como la de los Príncipes de Condé (Borbón-Condé) y la de los Príncipes de Conti (Borbón-Conti), y también líneas ilegítimas que viven hasta hoy como Bourbon-Busset.
Las dos ramas de la casa de Borbón, enfrentadas tras la muerte de Fernando VII, han sufrido terribles tragedias, bien amorosas, bien por accidentes mortales, suicidios e, incluso, en un caso por la implicación de uno de sus miembros en un asesinato.

Una mala salud de hierro


Seguimos con el abúlico Carlos IV tuvo un hermano mayor, Felipe Pascual, inhábil debido a una deficiencia mental. Tanto Don Carlos como María Luisa de Parma fallecieron de una neumonía con pocos días de diferencia. Fernando VII casó cuatro veces antes de morir a causa de sus arritmias cardíacas. Su primera esposa, María Antonia de las Dos Sicilias, falleció a causa de una tuberculosis. La segunda, Isabel de Braganza, a causa de una eclampsia. La tercera, María Josefa de Sajonia, por una neumonía. Su marido, que ya padecía de la «regia» gota, contrajo cuartas nupcias con María Cristina de las Dos Sicilias, madre de Isabel II, que tenía eczemas en la piel y falleció por una parada cardiorrespiratoria.
Alfonso XII enviudó pronto de su primera mujer, Mercedes de Orleáns, a causa de una fiebre tifoidea. Y él mismo moriría tísico, dejando viuda a María Cristina de Austria, regente durante la minoría de Alfonso XIII y fallecida de un paro cardíaco.
Alfonso XIII estuvo a punto de morir a los 4 años causa de una meningitis. Su matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg, fallecida de cirrosis hepática, trajo la hemofilia a la familia, que afectó a dos de sus hijos: Alfonso, Príncipe de Asturias, y luego Conde de Covadonga tras su morganática boda con la cubana Edelmira Sampedro, y Gonzalo. Ambos murieron a consecuencia de accidentes de automóvil, no aparatosos, pero sí suficientes para causarles mortales hemorragias. Seguramente el que Doña Victoria Eugenia fuera la transmisora de esa enfermedad fue una de las causas de su deterioro conyugal.
Alfonso XIII falleció en el Gran Hotel de Roma a causa de una enfermedad cardíaca que le descubrieron en Inglaterra tras un partido de polo, relacionada con infecciones dentarias.

Don Jaime de Borbón fue Príncipe de Asturias durante diez días


Esa fue lo más cerca que el segundo hijo de Alfonso XIII, y el mayor de los que estaban vivos, de acceder al trono. El resto de su vida fue un cúmulo de desgracias. Maltratado por su familia, por sus amigos, por el régimen de Franco y por las mujeres. La vida trágica de un hombre que murió pobre traicionado por su padre, menospreciado por sus hijos, ignorado por el régimen franquista y que, en el colmo de la mala suerte encontró la muerte a causa de un botellazo propinado por su segunda mujer.

Luis Fernando de Orleans y Borbón, la oveja negra de la familia


Luis Fernando de Orleans y Borbón (Madrid, 5 de noviembre de 1888- París 20 de junio de 1945) fue un infante de España por decisión de su tía, la reina regente María Cristina, y ostentó el título desde su nacimiento hasta 1924, cuando le fue retirado por Alfonso XIII por su conducta poco ejemplar. Luis Fernando era hijo del infante Antonio de Orleans, IV Duque de Galliera, y de la infanta Eulalia, hija de la reina Isabel II de España.
Luís Fernando de Orleans y Borbón y su amante Antonio de Vasconcellos participaron en una orgía en la que un marinero murió en extrañas circunstancias. Por supuesto, intentaron evadir la acción de la Justicia apelando a la embajada española y, después, cuando comprobaron que se les denegaba el asilo, marcharon a Bélgica donde Luís Fernando recibió una notificación del rey en la que se le comunicaba que le retiraban sus títulos y dignidades.

La maldición del hijo muerto


Esta fue una tragedia más en la larga lista de infortunios padecidos por los Borbón-Battenberg (hijos del rey Alfonso XIII). Niños muertos en el parto, infantas fallecidas muy jóvenes, reinas desdichadas, son parte de la “maldición” que los Borbones vivieron durante el siglo XX.
Alfonso XIII realizó un viaje oficial a Reino Unido y allí se encontró con Victoria Eugenia de Battemberg, la única hija de de la princesa Beatriz, quien a su vez era la hija menor de la reina victoria. El rey regresó a España perdidamente enamorado de aquella joven, y dijo a su madre, que había encontrado al fin el gran amor de su vida. Pero su madre al escuchar sus palabras se aterrorizó y le habló de la maldición de los Battemberg, el secreto de una enfermedad inconfesable. Una terrible enfermedad que se llevaba a los herederos en la más tierna infancia, poniéndole como ejemplo, dos hermanos de la joven con la que pretendía casarse.
Pero, la reina Victoria se equivocaba, no eran los Battemberg los que introdujeron la temible maldición, en la familia real inglesa, sino la propia reina Victoria. El padre de Victoria Eugenia, Enrique de Battemberg, era oficial de la marina y murió en la batalla naval de Ashanti, y no precisamente de hemofilia. Se había casado con Beatriz de Inglaterra por lo que fue padre de los príncipes hemofílicos Leopoldo y Mauricio de Battembeerg y de la príncesa Victoria Eugenia, portadora de la enfermedad. El único hijo sano fue el mayor, Alejandro,
La maldición se había cumplido inexorablemente: 4 días después de que la reina Victoria Eugenia de Battenberg alumbrase a su hijo muerto. Esto unido al hecho de que llevaba el nombre de Alfonso XIII, ya sabemos que para muchos el número 13 es un símbolo de mala suerte. Pero por voluntad de los ministros del gobierno y en contra de la voluntad de su padre, solo hizo que alimentar su creencia en las supersticiones al igual que su progenitor.
Pero, el matrimonio tuvo un total de siete hijos, cinco varones y dos mujeres:
la felicidad del rey Alfonso XIII, que ya se frotaba las manos tras el nacimiento del pequeño Alfonso, consciente de que de esta forma se aseguraba un varón al frente de la corona, pero no alteró el hecho de que el pequeño fuera el favorito del monarca.
Ocho meses después quien fuera príncipe de Asturias fallecía a causa de las hemorragias internas que sufrió tras un leve accidente de automóvil en un hospital de Miami. Su madre intentó llegar a tiempo, pero no pudo y su padre, decepcionado por la nueva petición de sus derechos hizo como si nada hubiera pasado.
Al año siguiente de nacer él y saberse que era hemofílico, la reina dio a luz al segundo de sus hijos, el infante Don Jaime, que era sordomudo. La maldición volvía a golpear a esta rama de los Borbones, quien por si fuera poco, sufrió otra terrible sacudida, cuando en la madrugada del 21 de mayo de 1910, Victoria Eugenia dio a luz a un infante muerto.
Tan sólo 3 meses después del alumbramiento de su hija Beatriz el 22 de junio de 1909 Victoria Eugenia había vuelto a quedarse de nuevo embarazada. Pero esta vez se sospechaba que su embarazo ya no iba bien. se descartó la cesárea era peligrosa ya que implicaba un gran peligro para la madre. Pese a todo, el embarazo siguió adelante y el niño nació muerto.
La maldición de los hijos muertos, que tenía un arraigo muy antiguo en la historia, destrozando la vida y las aspiraciones de numerosos infantes de España había comenzado a manifestarse ya con Felipe V, el primero de los Borbones españoles. Su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya y Orleans, dio a luz, el 2 de julio de 1709 a un infante, que ante el temor que su vida corriese peligro, por su baja estatura, poco peso y falta de energías, fue bautizado con el nombre de Felipe Pedro de Borbón y Saboya.
El infortunio se cobró la vida del primogénito que sólo sobrevivió 7 días al nacimiento, muriendo el 9 de julio. Presentaba malformaciones congénitas: la autopsia reveló una considerable hipertrofia del corazón y una deformación craneana. María Luisa quedó tocada de por vida, padeciendo frecuentemente fiebres altas y tumoraciones cervicales que disimulaba luciendo chales, pañuelos altos y cuellos.
Su delicado estado de salud a causa de la prematura muerte de su hijo, sumió a la reina es un estado crónico de fiebre, entonces solía tratarse con quinina e incluso se le cortó el cabello para aplicarle en el cuero cabelludo sangre de pichón que aliviaba sus fuertes jaquecas. Como consecuencia, se quedó calva y tuvo que lucir peluca de por vida. El consejo del reino y el confesor recomendaron al monarca que se abstuviera de mantener relaciones sexuales con su esposa a fin de dejarla embarazada, para evitar males mayores. Pero, todo resultó inútil y la reina volvió a quedarse embarazada en 1711, y el 7 de junio de 1712, tuvo otro hijo al que llamó con el mismo nombre que su vástago difunto, Felipe Pedro, y que sólo vivió 7 años, hasta el 29 de diciembre de 1719.
Para combatir la maldición de los hijos muertos recurrieron al báculo de Santo Domingo de Silos con la intención de que protegiera a la reina de sus embarazos. A partir de entonces, la reina pudo criar a sus nuevos hijos, Luis I y Fernando VI.
Tras la muerte de María Luisa Gabriela de Saboya el 14 de febrero de 1714, a causa de una tuberculosis pulmonar, Felipe V se apresuró a contraer de nuevo matrimonio, fue así como Isabel de Farnesio entró en este maleficio que a lo largo de generaciones ha castigado a los Borbones. El 21 de mayo de 1717, la nueva reina dio a luz a un varón, Francisco, que murió 36 días después de nacer.
Felipe V volvió a recurrir nuevamente a la a la intercesión de una nueva reliquia sagrada para conseguir del cielo partos felices. Esta vez seria la Santa Cinta de la Virgen de Tortosa, llevada a palacio numerosas veces desde 1629, como constaba en la catedral de Tortosa protegió a la reina en sus últimos 5 alumbramientos.
A la triste noticia de la muerte del infante Francisco siguió el nacimiento de la infanta María Victoria en 1718 que contraería matrimonio con sólo 11 años con el futuro rey José I de Portugal. La protección de la reliquia fue efectiva durante algunos años, hasta que María Amalia de Sajonia dio a luz a una niña el 6 de septiembre de 1740 en el Palacio Real de Nápoles. La pequeña, llamada María Isabel, moriría con dos años, el 31 de octubre de 1742. A pesar de los ruegos y plegarías de María Amalia, los santos no tenían intención de complacerla y el 20 de enero de 1742, en Nápoles en ausencia de su padre nació una nueva niña, María Josefa Antonia, en recuerdo de su abuela materna. La pequeña sólo vivió 3 meses muriendo el 3 de abril.
Pero, la reina empeñada en dar infantes a la Corona, alumbró el 30 de abril de 1743 alumbró de nuevo una niña, de nuevo llamada María Isabel en memoria de la primogénita fallecida que también murió con sólo 6 años, el 17 de marzo de 1749.
María Amalia volvería a engendrar otra niña en 1744. Bautizada como María Josefa Carmela, y conocida en España como la infanta "Pepa" sobrevivió a sus padres, pero tuvo que cargar con la desgracia de ser contrahecha. Goya la retrató tal cual era en La Familia de Carlos IV.
Y, aunque vino al mundo una quinta niña de nombre María Luisa, que llegaría a ser nada menos que emperatriz de Alemania, antes de que el 13 de junio de 1747 naciese el único varón bautizado como Felipe Pascual Antonio, no escapó a la mala suerte. Pero el tan anhelado heredero pronto sufrió varios ataques epilépticos jamás llegó a hablar y padeció retraso mental. El infortunado vivió hasta su muerte con 30 años, bajo la tutela de su hermano Fernando I de las dos Sicilias.
El 12 de noviembre de 1748 nació un segundo varón, Carlos Antonio quien, dada la incapacidad de su hermano, sucedió a su padre con el nombre de Carlos IV.
Pero la reina afrontó su octavo parto el 3 de diciembre de 1749 en que dio a luz a otra niña, María Teresa que sólo vivió 5 meses, hasta el 2 de mayo de 1750.
Luego nació el tercer varón, Fernando, y a continuación el 11 de mayo de 1752 Gabriel Antonio, el hijo más querido por su padre, que se casó con la primogénita de los reyes de Portugal, la infanta María Ana de Braganza. Pero de nuevo el maleficio cobró vida y la desgracia abordó a la pareja, la infanta María Ana murió en El Escorial el 2 de noviembre de 1788 a causa de un ataque de viruela maligna, que contagió a su recién nacido, Carlos José y a su esposo Gabriel, muriendo el 9 y el 13 de noviembre de ese año respectivamente.
Pero, la reina María Amalia no dejaba de traer hijos al mundo. En 1754 nació María Ana, que murió con 10 meses el 11 de mayo del año siguiente. Aunque la reina tuvo otros dos hijos, uno de los cuales llamado Francisco Javier, aquejado también de viruela, murió siendo adolescente en Aranjuez en 1771.
Con la descendencia de Carlos IV, la maldición tampoco cesó. La prima, María Luisa de Borbón y Borbón, fue su esposa. Su primer hijo, Carlos Clemente Antonio, nació el 19 de septiembre de 1771 pero murió antes de cumplir los 3 años en 1774.
Al año siguiente dio a luz a una niña sana Carlota Joaquina, que se casaría con Juan VI de Portugal. Pero seguidamente abortó dos veces antes de alumbrar a la infanta María Luisa Carlota el 11 de septiembre de 1777, que murió a los 6 años.
Un tercer aborto en 1778 ensombreció la felicidad de los reyes, hasta que en enero de 1779 nació e el Pardo una niña bautizada con el nombre de María Amalia, en memoria de su abuela paterna. Pero el infortunio se adueño de esta infanta, casada a los 16 años con su tío carnal, el infante don Antonio Pascual, hermano de su padre y 24 años mayor que ella. La infanta murió con 19 años el 22 de julio de 1798, a consecuencia de un parto en el que perdió también la vida de un infarto.
Las desgracias se desencadenaban una tras otra. El 5 de maro de 1780, María Luisa dio a luz a su hijo, el infante Carlos Domingo Eusebio, que murió antes de cumplir los tres años el 11 de junio de 1783.
Meses después María Luisa sufría su 4º aborto. Pero el 6 de julio trajo a otra niña al mundo en 1782, María Luisa Vicenta, futura reina de Etruria casada con su primo hermano el duque de Parma Luís I, un joven epiléptico que murió de tuberculosis.
El 5 de septiembre de 1783, María Luisa alumbraría a los primeros gemelos de la historia de la familia real española, bautizados como Carlos Francisco de Paula y Felipe Francisco de Paula. Ambos murieron ese mismo año: Carlos el 18 de octubre y su hermano el 11 de noviembre.
Un año después nació el príncipe de Asturias Fernando, coronado como Fernando VII y el 29 de marzo de 1788 lo hizo Carlos María Isidro, que a la muerte de su hermano le disputaría el trono a su sobrina Isabel II, desencadenando las cruentas guerras carlistas.
Una reina maldita pero muy fecunda ya que a sus 37 años había padecido cuatro abortos y parido 10 hijos. Pero, aún tendría tiempo de tener otros 6 abortos más y dar a luz en tres ocasiones más: la primera el 16 de febrero de 1791, con la infanta María Teresa, que murió a los 3 años en el Escorial por viruela; otra más en marzo de 1792, con el alumbramiento del infante Felipe María Francisco, fallecido prematuramente en 1794 y la última, cuando la reina contaba con 46 años, saldada con el nacimiento de otro infante, Francisco de Paula Antonio, nacido el 10 de marzo de 1794.
El infante Francisco de Paula, tampoco se libró de la siniestra maldición familiar, perdió 3 de sus hijos prematuramente: Francisco de Asís, Eduardo y Fernando.
Su hermano, el rey Fernando VII, heredó también la maldición de los hijos muertos. Su primera esposa, María Antonia de Borbón y Lorena, era prima hermana por ser hija del rey Fernando, hermano de Carlos IV y de María Carolina de Austria. La desdichada María Antonia murió con sólo 22 años, dejando tras de sí dos malogrados embarazos. La tuberculosis acabó con la vida de esta reina.
Fernando VII también contrajo nupcias endogámicas o consanguíneas, como mandaba la tradición borbónica, y se desposó con su sobrina carnal, Isabel de Braganza hija de su hermana Carlota Joaquina del re Juan VI de Portugal.
El 21 de agosto de 1817, la nueva reina tuvo a una niña, de nombre María Isabel Luisa, que murió a los 4 meses medio, el 9 de enero de 1818. Pero de nuevo, la mala estrella se apoderó de los Borbones: el 26 de diciembre de 1818 hubo que practicar una cesárea a la reina para sacarle una hija muerta, con tan mala fortuna que la madre también murió, con tan sólo 21 años.
Desesperado por la falta de descendencia, Fernando VII volvió a contraer matrimonio consanguíneo, esta vez con su prima y sobrina segunda la princesa María Josefa Amalia de Sajonia, de sólo 15 años de edad. Las relaciones maritales con la joven reina no eran todo lo delicadas que se esperaba, así que la joven murió con tan sólo 25 años.
Sólo su cuarta esposa María Cristina de Borbón y Borbón, que era su sobrina por ser hija de su hermana María Isabel, casada con el rey de Nápoles Francisco I de las Dos Sicilias, le dio el hijo que tanto deseaba, dando a luz a la princesa de Asturias Isabel II, a la que siguió dos años después, su hermana Luisa Fernanda.
Casada por razones de estado con su primo hermano Francisco de Asís y Borbón a quien más de uno llamaba despectivamente "Paquita" por ser afeminado. Sea como fuere, lo cierto es que Isabel dio a luz a un varón el 12 de julio de 1850, que vivió una hora a causa de la asfixia provocada por el parto.
El cadáver del recién nacido fue enterrado sin nombre: Priceps Elisabeth II, y en mármol en latín "murió antes de nacer".
En 1851 la reina volvió a dar a luz a una niña, bautizada con el nombre de María Isabel Francisca de Asís, conocida como "La Chata" por su pequeña nariz, impropia de su casta. Corrían las habladurías de que su padre era un favorito de la reina, gentilhombre y comandante…
Pero poco le duró la alegría a Isabel II, porque su tercer parto el 5 de enero de 1854 nació una infanta que duró sólo 3 días llamada María Cristina. Su cuerpo se expuso en la Real Capilla el día 9, siendo enterrado en el Escorial.
Al triste acontecimiento siguió un aborto, y dos años después, el alumbramiento de otro niño muerto, a quien no dio tiempo de dar nombre.
El 21 de junio de 1856 Isabel sintió la terrible punzada del destino al dar a luz a otro varón muerto, llamado Francisco de Asís y Leopoldo.
Por fin, el 28 de noviembre de 1857 la reina tuvo al varón que garantizaría la sucesión: Alfonso XII.
El segundo parto, casi dos años después, fue otro duro golpe para la reina, madre de una infanta bautizada como María Concepción Francisca de Asís, que murió con dos años de edad el 21 de octubre de 1861.
Una reina muy fértil como su abuela María Luisa de Parma, la reina Isabel tuvo a su octavo hijo el 4 de junio de 1861, una infanta llamada María del Pilar Berenguela, que murió con sólo 17 años.
Al año siguiente nacería la infanta Paz, futura esposa del rey Luis Fernando de Baviera, y el 12 de febrero de 1864 la infanta Eulalia, casada con el infante Antonio María de Orleans, hijo de los duques de Montpensier.
Siguió la muerte de Francisco Leopoldo antes de cumplir un mes de vida.
A su hermana, la infanta Luisa Fernanda, también fue tocada por el mal fario. Su hijo Fernando de Orleans y Borbón nacido el 29 de mayo de 1859 murió antes de cumplir los 14 años por sarampión, mientras estudiaba en un internado francés. El hermano de éste, Felipe de Orleans, murió sin haber cumplido dos años, y un tercer hermano, Luis, con 7 años.
Tras la Revolución de 1868, que mandó a Isabel II al exilio a París, el breve paréntesis de la República, y el consiguiente reinado de Amadeo I de Saboya, se produjo la restauración en la persona de Alfonso XII, quien como su madre, se enfrentó a la peor tragedia: la muerte. Su primera esposa, María de las Mercedes de Orleans y Borbón, falleció a los 18 años de edad de fiebres tifoideas, dejando tras de sí la mala estela de un aborto.
Se buscó entonces para Alfonso otra mujer que pudiera darle un sucesor, eligiéndose a María Cristina de Habsburgo- Lorena, hija del archiduque Carlos Fernando y su prima la archiduquesa Isabel de Austria- Este. Como era habitual entre los Borbones, sobre todo a raíz de los 4 matrimonios celebrados por su abuelo Fernando VII, Alfonso XII tuvo que solicitar la dispensa eclesiástica para poder desposarse con su nueva mujer, dado que entre ellos existía el cuarto grado de consanguineidad.
Sobre la descendencia de la reina María Cristina se cerniría la desgracia también. La hija mayor y hermana de Alfonso XIII, Mercedes, murió en plena juventud, con 18 años, al dar a luz a su hija Isabel Alfonsa debido a una peritonitis en el parto.
Por si fuera poco, uno de los hijos de la princesa Mercedes, de nombre Fernando de Borbón y Borbón, nacido un año antes de la muerte de su madre, el 6 de junio de 1903 falleció a los dos años de edad.
Tampoco se libró de un trágico final la otra hermana de Alfonso XIII, María Teresa, casada con su tío Fernando de Baviera. La desgraciada que contaba ya con 3 hijos murió de forma súbita antes de cumplir los 30 años, al sufrir una embolia una semana después de alumbrar a su hija Pilar.
Don Juan de Borbón, el padre de Juan Carlos, era fumador y, como tal, candidato a padecer cáncer. El que le llevó a la tumba fue uno de laringe.
Don Juan Carlos, que sí posee varios de los rasgos de sus antepasados. Un presunto asesinato (el simple homicidio ya fue aceptado en su día por él mismo y su familia) cometido en sus años mozos, ya que el 29 de marzo de 1956, con 18 años de edad y siendo un distinguido cadete de la Academia General Militar de Zaragoza, con seis meses de instrucción militar intensiva en su haber y otros seis de instrucción premilitar (experto por lo tanto en el uso y manejo de toda clase de armas portátiles del Ejército español) mató accidentalmente de un tiro procedente de su propia arma a su hermano Alfonso, de 14 años, el preferido de su padre, don Juan de Borbón. Quien, según muchos políticos del entorno de éste, iba a ser elegido por el conde de Barcelona para sucederle en sus derechos dinásticos a la corona de España. Juan de Borbón perdía un hijo adolescente y no nunca recibió el pésame del dictador.
En 1938 el príncipe Alfonso, murió en un accidente de tráfico en Miami, cuatro años después de que, en igual tragedia, muriera su hermano menor, Gonzalo. Ambos (hijos de Alfonso XIII) tenían hemofilia, una enfermedad genética. El otro hermano, el infante Jaime, fue sordomudo desde la niñez, y su muerte se debió, aparentemente, a una feroz pelea que mantuvo con su esposa alcoholizada. Su hijo -Alfonso- moriría en los años ’80, decapitado por un cable eléctrico mientras esquiaba en Estados Unidos, primo de Juan Carlos I, embajador de España, marido de una nieta de Franco. Su padre, don Jaime, sordomudo, fue llevado a firmar una abdicación irregular por Alfonso XIII, pero luego quiso recuperar sus derechos como heredero del rey derrocado y jefe de la Casa Borbón, razón por la cual se enfrentó a su hermano Juan. La división también se trasladó a los dos nietos respectivos: Alfonso y Juan Carlos. Estaba en juego la corona de España.
La querella dinástica se cierra, aparentemente, en 1975 con la proclamación como Rey de Juan Carlos. Desde entonces, el duque de Cádiz es ninguneado en España y sólo aparece su vida privada en la prensa del corazón: a raíz del divorcio de su esposa María del Carmen Martínez-Bordiú Franco en 1982, con ocasión del accidente de coche en el que muere su hijo mayor Fran en 1984.

Guillotinado como sus familiares franceses. Así murió Alfonso de Borbón y de Dampierre, duque de Cádiz y duque de Anjou, el 30 de enero de 1989. Pero no fue en el cadalso, ni en París, ni durante una revolución. La muerte le alcanzó en una pista de esquí en Estados Unidos mientras practicaba su deporte favorito. En vísperas del vigésimo aniversario de su fallecimiento, primogénito de los Borbones y heredero de los derechos dinásticos franceses, el duque de Cádiz mantuvo con los legitimistas franceses, una relación que prosigue su hijo superviviente, Luis Alfonso.
Pero el maleficio que planea sobre todos aquellos que se relacionan familiarmente con la familia Borbón, cayó implacable sobre Mathilda Rossi, de 13 años de edad, hija del anticuario francés Jean-Marie Rossi, ligado sentimentalmente en los últimos años a María del Carmen Martínez Bordiú, nieta del general Franco, murió en las islas Bahamas. El accidente ocurrió cuando la niña cayó desde una cancha de esquí acuático y las hélices de de la nave le cortaron un brazo y le golpearon la cabeza. El accidente fue presenciado por el hijo de María del Carmen, Luis Alfonso de Borbón, de 9 años, cuando aún no se había recuperado de la muerte de su hermano mayor en un gravísimo accidente de carretera, hacía apenas un mes…

Muertes y accidentes misterios@s golpean a la familia real española


El 8 de febrero de 2007, en una fría y lluviosa mañana de invierno era descubierto el cuerpo inerte de Erika, la hermana de la princesa Letizia, esposa de Felipe de Borbón. A los medios de comunicación se les intento ocultar la verdadera causa de la muerte que no fue otra que suicidio por ingestión de pastillas, posiblemente tranquilizantes. Muchos se preguntaron ¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a Erika a acabar con su vida dejando a una niña de apenas 2 años de edad?

Sixto de borbón, En enero de 2001 Sixto sufrió un gravísimo accidente de automóvil en Argentina. Desde entonces apenas apareció en la vida pública, limitando sus acciones a cartas públicas. En una de ellas en 2002, mostró su apoyo al líder ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen. Líder de una doctrina ultra católica llamada Carlismo y que dice ser el rey de España, el hijo menor de Javier I, quien abdicó en favor de su hijo mayor, Carlos Hugo.

Fernando Moreno de Borbón, sobrino del Rey, falleció una madrugada en Madrid en un trágico accidente de moto, que terminó con su vida a los 41 años, cuando se dirigía a su casa, en Colmenar Viejo (Madrid).
Se trata del quinto hijo de Teresa de Borbón y Borbón, duquesa de Salerno y prima carnal de don Juan Carlos, e Iñigo Moreno y de Arteaga, empresario y marqués de Laula.
El fallecido, también sobrino del duque de Calabria y nieto de Alicia de Borbón y Parma y de Alfonso de Borbón y Borbón, se dedicaba profesionalmente al negocio familiar de la cría de caballos árabes y al trabajo del hierro ‘Flor de Lis’, precisamente, sería en Francia, donde se bautizó a este símbolo heráldico con el nombre de "fleur-de-lis", a veces escrito como "fleur-de-lys", en español "flor de lirio", pues la palabra francesa "lis" significa "lirio". Este símbolo representa una estilizada flor de lirio o lotus y tiene muchos significados. Tradicionalmente se ha utilizado para representar a la realeza francesa, dándosele el sentido de "perfección, luz y vida"
Pero, la maldición sigue imparable y el hijo de la presentadora Jose Toledo y Cristobal Martínez Bordiú, también sufrió un grave accidente. Al parecer Daniel, de dieciocho años estuvo a punto de correr el mismo desgraciado destino que su tío el Duque de Cádiz. El hijo de Jose Toledo y Cristóbal Martínez Bordiú, herido grave en un accidente de moto.
Daniel Martínez Bordiú viajaba en su moto de trial el pasado día 19 cuando chocó con un cable que podría haberle seccionado el cuello, como le sucedió a su tío, el duque de Cádiz.
El chico se encontraba haciendo trial en una finca que la familia tiene en Móstoles cuando un cable, que no pudo ver, a punto estuvo de seccionarle el cuello. Rápidamente fue ingresado en el hospital Doce de Octubre donde tuvieron que practicarle una laboriosa y difícil operación quirúrgica. Daniel sufrió una luxación grave de tráquea.
Los médicos aseguran que “en este tipo de accidentes, cuando este cartílago se rompe el efecto inmediato es la muerte por asfixia”. Trágico final que ya se vivió en la familia con la desaparición de su tío, el Duque de Cádiz, no hay que olvidar que el que fuera esposo de Carmen Martínez Bordiú, murió con el cuello seccionado tras un accidente mientras practicaba esquí.
Jose Toledo que cuando sucedieron los hechos presentaba el programa ‘Corazón, corazón’ de los fines de semana y el nieto de Franco, se casaron en Nueva York y tienen dos hijos en común: Daniel de dieciocho años y Diego de once.
La historia vuelve a repetirse; sin embargo, esta vez con consecuencias menores, para suerte del hijo mayor de la infanta Elena. Felipe Juan Froilán, de 13 años, resultó herido en el pie al realizar prácticas de tiro, con una escopeta de pequeño calibre en su domicilio familiar de Soria, donde el menor se encontraba junto con su padre y su hermana, Victoria Federica.


Y, no podía acabar este artículo sin hablar de “la mala salud de hierro de Juan Carlos.”


El actual rey, don Juan Carlos, para no ser menos que sus antepasados, ha hecho acopio de un gran cuadro de patologías traumatológicas. Como buen cazador, tiene problemas de audición. Practicando deportes ya sea cazando, navegando o jugando al tenis, le han ocasionado fracturas del brazo o la pelvis, roturas del tendón de Aquiles, golpes en un ojo, además de herpes facial, varices, un nódulo pulmonar y una progresiva artrosis por la que lleva una prótesis de rodilla y otra de cadera.



Y, ya concluyo recordando lo que dijo el actual Dalai Lama en una entrevista: Aun considerando el karma, todo lo que a uno le ocurra es consecuencia de lo que uno mismo haga. Por lo tanto, las maldiciones las creamos nosotros mismos y vienen a ser la expresión de los sentimientos más negativos dirigidos contra una o varias personas, que, en virtud de la energía mental vibracional del transmisor logra que ese deseo maligno se cumpla. Las maldiciones tienen un papel muy destacado en las creencias populares de muchos pueblos, así como en su mitos y leyendas y tiene que ver con el grado de opresión que se ejerce sobre la población indefensa.
Según estas creencias, en ocasiones familias enteras son víctima de una maldición, cuyas consecuencias alcanzan a todos los descendientes de la persona maldita.

Sea o no real la idea de karma, sea o no real la maldición, el Lama tiene razón, uno mismo es el que se forja el destino. Las maldiciones están íntimamente ligadas a La ley del karma ya que cada individuo posee una disposición mental, una apariencia física y unas experiencias únicas. Nuestra experiencia sufre los efectos de las acciones, tanto físicas, verbales o mentales, que uno ha realizado en el pasado y que dejan huella en nuestra mente, si las acciones son positivas generan felicidad futura, y si son perjudiciales, sufrimiento. El efecto de sucesivas acciones negativas nos rodea de un mundo impuro, contaminado y esa situación sólo genera problemas y dificultades sin cesar. Las consecuencias de nuestro mal proceder no son ningún castigo impuesto por nadie. Y, esas acciones negativas provocan una deuda kármica que se equilibra con nuestras propias perturbaciones mentales, como el odio, el apego y la ignorancia del aferramiento propio.

Cuando conseguimos librarnos de todo lo que contamina nuestra existencia, nuestras acciones serán puras y nuestra vida se librará del sufrimiento y conseguiremos la plena felicidad mental.

Resumiendo: el que la hace, tarde o temprano la paga… y de la manera que más le duele…



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